F.
MORALES LOMAS
Agosto en Buenos Aires de
Juan García Larrondo obtuvo el IX Premio El Espectáculo Teatral (Ediciones
Irreverentes, Madrid, 2015). García Larrondo define esta obra como “melodrama
gaditango y cósmico”, y acaso divertimento que bromea con cosas serias sobre
temas tan de actualidad como la homosexualidad, la aventura enloquecida de los
políticos y la decadencia de las divas o divos y sus espectáculos televisivos.
Una
opereta bufa que aspira también a mostrar las claves de la aventura amorosa en
sus diversas dimensiones y los juegos de pasiones y mentiras o medias verdades
que se encierran cuando se palpa esa esfera de la sentimentalidad. Existen el
humor negro y la circunstancia mágica como elementos con los que discernir una
aventura en la realidad que acaba siendo una incursión en un mundo sorprendente
y desestabilizado, porque a medida que avanza la acción esos personajes reales,
de carne y hueso, acaban derivando en paradigmas de una fábula a lo tartufo con
la licencia imaginaria de fantasmas que son vistos solo por una persona, como
emblema o reproducción de que la memoria, lo realizado, siempre se guarda en el
magín como un acto de consciencia que puede pervertir toda una vida. Siempre se
convive con el pasado y pocas veces se es ajeno a su influjo.
La obra
está desarrollada en tres actos con un añadido final a modo de coda, una escena
última que es como una especie de anuncio de inicio para provocar la sonrisa
final del espectador y una presunta circularidad. Está ambientada en Cádiz en
un tórrido mes de agosto de finales de los noventa del silo pasado, y plantea
la historia de una pareja de homosexuales que tienen previsto hacer un viaje a Buenos
Aires (de ahí el título). Con este motivo alquilan su piso a una mujer y su
hija que son precisamente argentinas y están en España de paso. Sin embargo, el
viaje de los españoles se impide y acaban conviviendo los cuatro en el mismo
piso. A partir de ese instante, el único objetivo de la madre, HIPERBÓREA MALLÉ,
es conseguir que su hija conquiste amorosamente a JACINTO, que vive enamorado
de su pareja ZAKARÍAS. Los filtros amorosos elaborados a partir del flujo
vaginal mezclado con el mate harán milagros y JACINTO, como en éxtasis, acabará
abandonando a ZAKARÍAS cayendo en brazos de AURORA BOREAL MALLÉ, con lo que el
melodrama está servido.
Poco a
poco se irá aclarando el misterio en torno a esta pareja de mujeres: “Te
conozco (dice AURORA BOREAL MALLÉ a su madre) y sé que no habríamos huido del
país si no hubiese algo más que vos sabés”. La más dominante y agresiva es HIPERBÓREA,
una diva de ópera venida a menos, forjada en los ámbitos de la corrupción, la
manipulación y el despropósito, cuyo objetivo ha sido seducir a políticos
incautos. Su salida de Argentina se debe a un affaire con uno de ellos, de lo que se ha derivado el embarazo de
su hija AURORA BOREAL MALLÉ y, una vez en Cádiz, tiene un nuevo en el magín:
“Cazaremos a un hombre como sea y cuando volvamos a Argentina, sobornaremos a
la prensa, nos forraremos haciendo un tour televisivo y lo desmentiremos todo
con exclusivas…”
JUAN GARCÍA LARRONDO, DRAMATURGO
HIPERBÓBREA
es realmente el alma dramática de la obra, en torno a ella, sus conflictos
emocionales, su pasado, ese desdoblamiento entre al realidad y la ficción y sus
demonios particulares (que aparecen en cualquier momento y al que ella coloca
simbólicamente dentro del frigorífico) pivota gran parte del sentido último de
la representación. Es un hallazgo incontestable de García Larrondo por su
originalidad y fuerza dramática. A medida que avanza la obra mostrará esa
baraúnda de personajes fantásticos, esos fantasmas que le echan en cara su
pasado y su perverso modus operandi, advirtiendo
así que no viene sola con su hija sino acompañada por una serie de prototipos
de su pasado (escuchados y vistos solo por ella) que tratarán de vengarse
cuando puedan, como así harán en una de las simpáticas escenas finales cuando
HIPERBÓREA decide ir a nadar. El resultado final lo dejamos para el lector o el
espectador en su caso.
Conceptos
como la comida (la glotonería) y el sexo, tan primarios y necesarios se
convierten también en instrumento para la reflexión vital y el sarcasmo como
cuando dice AURORA BOREAL MALLÉ en un monólogo: “¿Y la masturbación? ¿A qué se
creen, sino, que me dedico mientras que no como? Pero ya hasta el onanismo
frenético dejó de consolarme”.
El
planteamiento dramático de García Larrondo muestra su profundo conocimiento
sobre la puesta en escena y una creatividad importante en los diálogos siempre
imprevistos y ágiles que permiten aventurarnos en una obra imprevisible e
impredecible pero en la que, en principio, todo se produce con una síntesis fantasmagórica
entre lo mágico y lo real y en un espacio reducido como es una vivienda. La
ironía y el sarcasmo se cuelan con dulzura y habilidad y comprensión de la homosexualidad
contrastada con la homofobia de sus
personajes femeninos, como cuando dice HIPERBÓREA MALLÉ: “!Jacinto es víctima
del progreso! ¿No viste? Zakarías es quien le contagió esas equívocas
tendencias de invertido y le obliga a practicarlas en contra de su voluntad (…)
Hoy las hembras no saben estar a la altura de los machos”. También y, en esa
línea de pensamiento retrógrado, siempre hay oportunidad para el sarcasmo en
algunos de los comentarios de estas sobre los españoles a los que con
socarronería considera unos “liberales”, no acabando de reconocer la
trascendencia del amor y sí unos recursos a la moralina tradicional y a la
degradación de la especie que conforman ese mundo de mujeres vindicativas de la
que se salvará al final AURORA BOREAL, casi haciendo honor a su nombre. El
hombre para ellas es eso, una animal estúpido al que hay que se seducir
fácilmente con unos filtros de amor que no son otra cosa que el flujo vaginal.
No lo lograrán con ZAKARÍAS que desde el primer momento se mostrará
profundamente crítico con ellas.
García
Larrondo en el exordio inicial titulado “Expiación” explica que existen mucho
de referencias autobiográficas en la obra y se originó como un “resentimiento
crónico” que aspiraba a ser una comedia costumbrista y acabó convertida en
esperpento. En el fondo siempre existe una búsqueda de la felicidad truncada y
una cierta podredumbre cuando no se conservan criterios racionales o
sentimentales para hacerla compatible con la libertad y los afectos.
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