sábado, 16 de noviembre de 2019

FALLECE PURA LÓPEZ CORTÉS. SU POESÍA POR MORALES LOMAS


LAMENTAMOS PROFUNDAMENTE EL FALLECIMIENTO DE LA POETA ALMERIENSE PURA LÓPEZ CORTÉS AYER QUINCE DE NOVIEMBRE. HABÍA SIDO MIEMBRO DE LA ASOCIACIÓN ANDALUZA DE ESCRITORES Y CRÍTICOS LITERARIOS Y DE LA ASOCIACIÓN COLEGIAL DE ESCRITORES, LLEVANDO A CABO UNA INTENSA ACTIVIDAD COMO POETA Y DIFUSORA CULTURAL EN ALMERÍA




LA DESPENSA DE LA MEMORIA

MORALES LOMAS


       La poesía también se escribe para no olvidar. Hubo un tiempo en que la poesía fue un arma cargada de futuro. Incluso una forma de ver el mundo o corresponder con la palabra al pálpito de vivir, como una experiencia vivida. En Alacena, la palabra es memoria, corazón vivido y razón para recordar y rememorar situaciones, momentos, personas que se han ido o ambientes que han organizado un mundo personal. En Alacena, con una bella publicación de Ediciones Carena que dirige el editor y escritor José Membrive desde Barcelona, se hace memoria histórica pero, sobre todo, historia de los sentimientos y los afectos. De ahí su título, sencillo y constante, definitivo, como esta mujer venida de Almería con cuya palabra y presencia constatarán que el verso es también el escritor, la escritora.
         Alacena nos descubre un mundo personal pero también una época, un mundo que se nos organiza estrictamente desde lo social a lo individual y desde lo más lejano a lo más cercano e íntimo. Sus poemas son breves historias, instantáneas, imágenes que nos seducen por su contención y piden al lector la palabra, su complemento, su razón de ser. Desde la sugerencia llega más a ese lector que sabe que la historia la escriben los vencedores pero acaban conquistándola los derrotados. Pura López Cortés viene desde ese ámbito de la capitulación, desde la singladura del cauce que crea la libertad, desde una bondad permanente con el lector con el que quiere la seducción de lo intuido, acaso de lo no dicho, acaso de lo silenciado. Pero otras veces, sobre todo en los versos más íntimos, en los versos de amor, o en los versos dirigidos a sus padres, reconoce un afecto, y se permite palparlo, declararlo libremente, directamente, con absoluta bondad y casi idealismo.
        Hay un halo de autenticidad en estos versos que vienen del frío (la muerte y nuestra guerra civil presiden algunos de ellos) y nos conducen al viento cálido de la memoria cuando su padre se apodera de ellos en los versos finales: “Este vacío extraño, despoblado,/ esta niebla que en le recuerdo insiste,/ esta punzada sorda que persiste,/ este sentirte tan próximo y lejano;/ me hace convocarte, perseguirte/ y casi no consigo, ni en sueños, reencontrarte…”

PURA LÓPEZ CORTÉS Y MORALES LOMAS EN MÁLAGA, EN LA PRESENTACIÓN DE SU LIBRO ALACENA, 2010.

           Pura López Cortés profesora, escritora, crítica y presidenta del Ateneo de Almería durante algunos años, crea una imagen entrañable y sentida de una época y de unos seres queridos que crecen en sus versos, en su paleta cromática de claroscuros, siempre cálidos y seductores.
         El poemario lo conforman “Recuerdos de la guerra”, “Recuerdos de la niñez”, “Recuerdos de juventud”, “Recuerdos de amor y desamor”, “Otros recuerdos” y “Recuerdos de mi padre”.  Y al respecto dice en “Nota del lector” que precede a los mismo a modo de explicación: “Las personas en gran parte somos hijas de nuestro pasado, de un pasado que criba el tiempo, de forma que prevalecen los hechos, las situaciones, las circunstancias, las vivencias más importantes, y son ellos los que, fundamentalmente, configuran nuestro ser y nuestro estar, nuestro hacer y nuestro espectar. Así pues, de algún modo, el recuerdo es, además, no sólo presente, sino también futuro. Así pues, mi memoria me ha hecho sentir como siento, ser como soy”. Un rasgo de sinceridad y compromiso con el sentimiento pero, sobre todo, con la historia familiar y sentimental. Ante el Valle de los Caídos sólo puede sentir vacío y terror.  Y llanto o estremecimiento de sangre ante las muchas injusticias, ante los muchos crímenes franquistas. Personajes concretos son objeto de sus versos, como Canepa, el violinista fusilado… Escenas de guerra, imágenes concisas, innegables, cerradas, que con la paleta negra convierte en relatos donde la historia se adentra por el profundo dolor de lo humano. Pesadillas, mujeres ejecutadas por hacer propaganda antifascista o personajes que nos enseñaban a decir lo que había que decir y a obedecer lo que había que obedecer porque la libertad era cosa de otros.
        La infancia es un proyecto, pero también una imagen sólida en sus versos, a través de esta cromática paleta que sobre todo al principio del poemario es sufridamente trágica y negra. Esa España vencedora que nos enseñó a amar el miedo y poseyó nuestra venganza con prohibiciones, disciplina, actos de contrición y monotonía machadiana. El exilio, la emigración, la huida… como conjuro y acaso como conquista o derrota. Juventud bajo la ideología opresiva que nos enseñaba a sacrificar el alma y el cuerpo y a adorar lo amarillento de nuestra historia de vencimientos: “Me dijeron: no leas a Machado,/ Blasco Ibáñez, García Lorca./ -Miguel Hernández silenciado-./ Pecado leer la Biblia./ Había que ir a misa,/ no pensar en el sexo./ Tenías que ignorar el “Comunismo”,/ las “Sectas Protestantes”, el “Existencialismo”... Moral de época bajo el emblema de las medallas y las estrellas en la bocamanga, moral de puertas cerradas y prohibiciones para una época patria.
       Pero también el amor, un amor que se sincera y advierte de un creciente erotismo que bucea al unísono con la lírica de la espera, una espera permanente como esa Penélope tejiendo sueños, rumores de voces olvidadas o reconstruidas, “esperando la aurora de tu arribo”. Sí, a la espera de una orfandad de amor que desvelara el secreto de los afectos y las declaraciones amatorias: “Amor, te escribiré cuando ya todos duerman,/ cuando sólo tú existas para mí solamente./ Cuando me quede sólo con tu ausencia elevada/ como un puñal de hielo sobre mi boca triste”.  Un amor de ausencia, como en aquellos cancioneros medievales, y un amor hollado, vivido, apasionado en la espera tediosa.
       Pero sobre todo Alacena, es la despensa de los sentimientos más cálidos cuando el poema se acerca a los seres queridos, a su madre cercana, a su padre ausente y rememora situaciones, momentos de esa historia personal. A través de un proceso de concentración, el poema se hace sin embargo extenso en los afectos y almidonado y vamos desde la evocación de lugares hasta la organización del mundo que en el sentimiento posee su última razón de ser: “Cuando arribe mi barca cansada a la otra orilla,/ ¿estarás allí, padre, bajo la sombra fresca/ de añosos eucaliptos, envuelto en esa brisa/ seca y recia de pinos que tanto te gustaba?/ ¿Estarás allí, padre, asomado al balcón/ de los Pueblos del Róo, esperando a los tuyos?

        Poesía, en fin, para ese corazón que se hace memoria y se adensa en la singladura de historias e imágenes que, como dice Antonina Rodrigo en el prólogo, son una reivindicación de la lucha, en un  tiempo doliente, abonado de tristeza, con escaso resquicio para la esperanza, pero también un testimonio de una época, de un sentimiento.

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano