domingo, 13 de julio de 2008

EL EXTRAÑO VUELO por Rosa Jiménez Ruce





Publicado en Libros, La Opinión de Málaga, 12 de julio de 2008, p. 41.







El extraño vuelo de Ana Recuerda es la última novela de F. Morales Lomas, quinta obra narrativa y tercera novela, aparte de los cuentos publicados en diversas revistas y libros colectivos.
En esta novela desarrolla la historia de una maestra que abandona Málaga y se refugia en un lugar olvidado y aislado de la geografía española, que, por las indicaciones del autor, parece estar en La Alpujarra, para iniciar una nueva vida. Sin embargo, el aislamiento, y ese pretendido paraíso de soledad al que llega pronto se va a convertir en una pesadilla. Simbólicamente el día que llega se ha producido un accidente o un crimen en una cacería. Unos supuestos amigos que están cazando son los responsables. Poco a poco nos va introduciendo en una novela en la que se pueden observar rasgos propiamente españoles pero de otra época, una época de aislamiento, venganzas y rencillas, una época de muerte.
En algunos casos, son personajes extraños a los que no les interesa la sociedad, individuos perseguidos por las leyes, individuos que huyen. Alguien ha querido ver en la historia una especie de alegoría de España. Puede ser, pero yo me quedaría con una visión diferente: la búsqueda de la felicidad. Ana quiere buscar la felicidad, bucea en ella pero finalmente no la consigue y anda hacia el final de la novela en permanente búsqueda, pero hay una esperanza que no fallece nunca a pesar de todo ese vano intento se pierde cada vez más. Suele poner en marcha una esperanza cotidiana en la que confía más que en cualquier providencia infalible. Una esperanza que funciona sola y que le mantiene satisfecha. Con El extraño vuelo de Ana Recuerda, a través de sus casi cuatrocientas páginas, Morales Lomas ha creado múltiples personajes que van organizando el mundo en el que ha ubicado a Ana Recuerda, en cuyo nombre también hay valores simbólicos. Son personajes que también buscan algo, unos lo consiguen; otros no. Y, en el marco, el paisaje, el aislamiento de los personajes que despliegan sus vidas casi en absoluta soledad. Y para construir esa parábola crea un lugar mítico, un territorio literario creado ex profeso: Cártugos. En El extraño vuelo de Ana Recuerda, en cierto modo, está profundizando en la existencia, está creando una novela densa, plural, rica en sus caracteres, sorprendente, como sucede, por ejemplo, con el gitano Barrancos, que va anunciando lo que sucede en el pueblo y va cantando lo sucedido como hacían los poetas de la antigüedad. La multiplicidad de personajes hacen que la novela adquiera una honda consistencia a la vez que un amplio pensamiento y valor lírico. A la vez que asume el realismo, sin embargo, los elementos simbólicos se apoderan del paisaje y juegan una entronización con ellos. El aislamiento social también es personal, y pronto nos damos cuenta de que la búsqueda de la felicidad, uno de los grandes elementos a destacar en la novela, resulta difícil, compleja e individual. Creo que Morales Lomas con esta obra ha querido crear una gran alegoría: la resistencia del ser humano a morir y la presencia constante de la literatura y la vida en un proceso de ida y vuelta. Puede resultar una apuesta evidente por la novela de búsqueda pero también por la existencia en su amplio sentido y los lances de un mundo que está en permanente zozobra.


F. Morales Lomas: El extraño vuelo de Ana Recuerda, Ed. Alhulia, Granada, 2007, 388 págs.

sábado, 12 de julio de 2008

APROXIMACIÓN A LA NARRATIVA DE A. MUÑOZ MOLINA por Morales Lomas



Podemos afirmar que la narrativa de Muñoz Molina es una síntesis entre la tradición y la modernidad. ¡Cuánto de Cervantes hay en sus obras! ¡Cuánto de la novela negra! Pero también cuánto de los Faulkner y los Proust o la narrativa hispanoamericana. En este sentido es un fagocitador de situaciones, una memoria de escenas y una engullidor de personajes de la narrativa mundial que son transformados en su obra y adquieren nuevo valor y símbolos, pero como dice Scheerer[1]: “Característica de Muñoz Molina es el hecho de que, haciendo uso de los modelos, nunca se entrega enteramente a ellos, es decir se asegura que los paradigmas queden explícitos en el momento mismo de ser objetos de adaptaciones y variaciones lúdicas.”
A los treinta años obtiene el Premio Ícaro de novela con su primera obra, Beatus Ille y, dos años, después fue galardonado con los premios Nacional de la Crítica y Nacional de Literatura por su novela El invierno en Lisboa. En 1988 publicó el libro de relatos Las otras vidas y en 1989 su tercera novela, Beltenebros, llevada al cine de la mano de Pilar Miró. En 1991 publicó El jinete polaco y en 1992 Los misterios de Madrid. Otros títulos que podemos seleccionar son: Nada del otro mundo (1993), El dueño del secreto (1994), Ardor Guerrero (1995), Las apariencias (1995), La huerta del Edén (1996), Plenilunio (1997), La colina de los sacrificios (1998), Carlota Fainberg (1999), En ausencia de Blanca (2000) y Sefarad (2001)...

Se puede decir de modo casi axiomático que la narrativa de Muñoz Molina es un bello canto a la mentira, en cuanto su prejuicio crítico inicial antes de elaborar cualquier novela es la hermosa mentira de la ficción: “Los libros mienten, pero muestran casi con ingenuidad las leyes de la mentira y nos educan contra ella”[2]. La mentira en los libros extraída indiciariamente de La paradoja del comediante de Diderot, leído por Juan Carlos Rodríguez. Esta aceptación de la mentira como límite de sí mismo coopera en la organización de un tipo de novela de ámbito simbólico y centrada en los grandes mitos del siglo XX: lo literario, el jazz, la novela policíaca, la Guerra Civil, los demonios familiares y la metaficción. Lo importante de las historias, como dirá el propio autor, a través de la boca de su personaje Solana, no son su verdad o su mentira sino la maestría al contarlas.
Como decía el propio Muñoz Molina[3], Beatus ille surgió teóricamente de dos bases de inspiración narrativa: Josep Torres Campalans, biografía falsa del pintor catalán cubista, escrita por Max Aub, y Los papeles de Aspern de Henry James. También Beatus ille es la historia olvidada de un escritor republicano y vanguardista de la generación del 27, Jacinto Solana. Como dice el profesor Latorre Madrid[4], “Muñoz Molina nos presenta a un personaje que está dentro de la categoría de mito, de héroe republicano, para atrapar al lector, representado en el personaje Minaya, y extraer una amarga e irónica verdad al final del libro: nada de lo que se ha dicho sobre este personaje resulta ser verdad, todo era pura apariencia. Solana no llegó a ser nunca el héroe que todos pensábamos cuando leemos el libro, por tanto, todo es un engaño. Con este descubrimiento final, Muñoz Molina nos está advirtiendo sobre los peligros que plantea el mundo actual: nada es lo que parece, no existe una verdad Absoluta, todo es relativo”. Gracias a la horma de la novela policíaca que recorrerá sus siguientes novelas, Muñoz Molina introduce al lector en un “ambiente cerrrado, por el que es atraído poco a poco, en el que llega a detectar la existencia de un crimen ocultado durante mucho tiempo”[5]. Este crimen es investigado por el estudiante Minaya mientras intenta recobrar la memoria de un escritor olvidado de la generación del 27. La investigación se entrelaza con su propia vida y con la del escritor Solana, así como los sucesos de la casa de su tío Manuel y el asesinato de su esposa la misma noche de bodas. Pero también la novela intentará descubrir quién es el asesino de Solana y su padre.

El invierno en Lisboa es un excelso homenaje al cine negro americano y al mundo del jazz. Desarrolla la historia de Santiago Biralbo, un pianista que se enamora de Lucrecia, casada con Malcom, quien, junto con Morton, persiguen a Lucrecia que les ha robado una pintura de Cézanne. La historia de Biralbo y Lucrecia junto a la del robo de la obra de arte y la espectacular historia de Billy Shwan se imbrican en el libro de tal forma que el tiempo adquiere una densidad enorme y endiablada saltando del presente al pasado y creando una historia apasionante, con un ritmo enérgico y vigoroso. Es una novela de espacios interiores (como en Bergman) en la que la presencia del cine y sus múltiples planos se ensamblan a través de los emblemas que serían los componentes de una supuesta posmodernidad. Los elementos de esta novela, sus semejanzas y trucos con lo negro-jazzístico, sus arquetipos deben tanto a este cine y a esta música que sin ellos no existirían, pero en esta envolvente novela que, a veces, da la sensación de nebulosa donde el lector y los propios personajes andan perdidos, lo trascendental, como dijo Gullón[6] es la palabra que “verdaderamente alumbra, traduce e inventa; quien se impone al receptor como lo más personal y valioso de la invención”. Aquí radica la diferencia fundamental con la novela negra americana, creada por tenues recursos lingüísticos, por una pobreza de léxico compulsiva y por una insulsez de estilo manifiesto, más atenta a la reverberación de la acción y la trama, pero nunca un homenaje al estilo literario, como es esta novela de Muñoz Molina.

En el Epílogo a la novela Beltenebros[7], que lleva por título: “Epílogo y Arqueología de un libro”, el propio autor nos descubre los prolegómenos de la novela, el pretexto: “Lo único que yo puedo contar sobre esta novela (...) es aquello que no fue escrito, lo que había antes y detrás del acto de escribir: unas pocas imágenes involuntarias, una fotografía, unas palabras que leí por casualidad en un libro” (p.267). Más adelante, pormenoriza, identifica y concreta esas “imágenes involuntarias”: un viaje a Florencia –esta ciudad aparece por primera vez en la novela en el capítulo I, página quince-, una foto de Julián Grimau –podemos entender que en la novela es Darman-, las novelas de Edward Goodman, un escritor de novelas de alquiler –en la obra estarían escritas por Rebeca Osorio –madre-, una película de Boris Karloff (más adelante profundizaremos en la importancia del cine en su obra), un pequeño titular en la esquina de un periódico, el recuerdo de dos cines de su infancia, un poema de Justo Navarro, un libro de Gregorio Morán acerca del Partido Comunista, la soledad en los pasillos de los aeropuertos y el nombre de Beltenebros, que aparece en el Quijote.

Todas las sensaciones a las que se refiere Muñoz Molina, nacidas tras la pulsión de la inmediatez de los objetos, las cosas y las personas, no crean evidentemente una novela, pero son el cemento que une, el basamento, la sustancia que provoca la efervescencia arquitectónica del edificio narrativo. Está estructurada en dieciocho capítulos. Desde la primera línea el escritor crea el suspense (instrumento vital de la novela negra, subgénero al que pertenece ésta): “Vine a Madrid para matar a un hombre a quien no había visto nunca”. Ese misterio que se va creando se conforma con las alusiones a la vida secreta del futuro asesinado, los nombres falsos. Un elemento clave en todo el desarrollo posterior de la novela es la función metaliteraria, a través de la introducción de la literatura dentro de la literatura, en concreto el interés hacia las novelas sentimentales que leía el futuro asesinado. El juego con el tiempo es fundamental en su narrativa y, a veces, punto de confusión para determinados lectores que se pierden en las continuas analepsis y prolepsis. De modo que en muchas ocasiones el tiempo real del relato deviene una nebulosa, como algunas de sus novelas. Y, efectivamente, el organigrama o el edificio narrativo presenta ese carácter de circularidad, de círculos concéntricos que giran en torno a un punto, el Universal Cinema, sin embargo, no cabe duda de que el tiempo de la narración es uno de los elementos más significativos de la obra. Existiría el tiempo de la narración, el tiempo de la evocación y el flash-back o analepsis.

Tal vez resida el mayor mérito de El jinete polaco (1991) en la rememoración de la subjetividad masculina, ligada al cuerpo y al afecto, que explora minuciosamente las vergüenzas y las humillaciones de la adolescencia de un joven lúcido y desplazado, que ha huido a Madrid. Tal exploración se extiende al entorno familiar y a la vida de la ciudad de provincias, y se convierte en un estudio valioso del Bildungsroman de la nación española, sus cambios sociopolíticos, desarrollo turístico, llegada de la tecnología (estufas de butano y tele en blanco y negro), y diferencias de los gustos generacionales (el vestido, la música, el amor). En el proceso, Muñoz Molina ha creado una historia, de escritura brillante y rara sentimentalidad. Pero también esta novela es un encuentro con sus propias raíces, con la memoria y con los territorios de la infancia que llegan una y otra vez en forma de situaciones e historietas envolventes como la del cuerpo emparedado o la del retratista. En todo este proceso de conformación de la memoria se van ampliando los encuentros con el sentimiento que ha creado el paso del tiempo, trascendente en todo este proceso narrativo y el débito a las gentes, a las historias y a los mitos de su ciudad natal.

La trama de Plenilunio (1997) gira alrededor de un inspector de policía obsesionado con resolver el asesinato de una niña. Los personajes son todos personas comunes y corrientes. Incluso el asesino es exactamente lo que se puede esperar de una persona capaz de matar a una niña. Como el inspector no quiere saber mucho de sí mismo, tampoco nosotros lo podemos conocer muy bien; sabemos que cree que va a poder encontrar al asesino por sus ojos, por su mirada. La historia del inspector, que intenta rehacer su vida, correrá pareja a la historia sentimental, su enamoramiento, y la investigación sobre el asesinato. Pero sobre todo es la historia de los perdedores, a la que es bastante fiel Muñoz Molina, la de seres que han perdido la brújula de sus respectivas existencias.

Dice en el prólogo Muñoz Molina que la novela Carlota Fainberg acaba muy pronto. Mas habría que precisar que no es la novela la que finaliza pronto sino Carlota Fainberg, el personaje. Las mujeres del escritor ubetense, igual que le sucede a las de Antonio Soler, siempre son misteriosas, intrincadas, complejas, inabarcables, espejismos en el desierto urbano. Es de suponer que debería decir que lo mejor de la novela es, por tanto, el desarrollo psicológico de Carlota Fainberg (C.F.) en las páginas centrales, pero en realidad son los sutiles hilos de los que se sustenta, la capacidad de transmitir una visión alucinatoria, la ingravidez que provoca su aparición en el relato, los elementos que permiten descubrir la bondad de su narrativa, el hechizo al que somete el narrador al lector. Carlota Fainberg es un personaje fascinante, vampiro, histérico, mágico (¿la maga de Cortázar?), sólo entreverado gracias a la sutileza estilística de Muñoz Molina. No podemos decir lo mismo del resto de la novela, que fuera del magistral personaje, más parece un barquichuelo de pesca a la deriva en el mar del estilo.
Sefarad es un peregrinación y exploración de los demonios más profundos del siglo XX que trajeron como consecuencia una de las mayores represiones de la historia: la del nazismo, también la del estalinismo. Pero hablaríamos de una parte de la novela, y no del todo, si nos quedáramos en este comentario simplista. Sefarad es bastante más: la memoria de Muñoz Molina, que se convierte en personaje evocado en primera persona, en la época en que trabajaba como administrativo en el Ayuntamiento de Granada o ya escritor famoso dando conferencias en Göttinga, Praga o Estados Unidos. Pero también la historia de su pueblo, Úbeda, y la historia de Madrid, sus arrabales, sus ruidos, sus encuentros y desencuentros. Por eso Sefarad es una novela (no de novelas como anuncia la contraportada) sino de contrastes y complementos. Una novela de personajes que adquieren un alto valor simbólico y, en cierto modo, resonancias épicas, vidas personales en el magma denso de un siglo de sometimiento ya fenecido, y también novela memorial sobre la propia vida del escritor Muñoz Molina, pura ficción metaliteraria. Se iría de lo particular a lo general creando una malla consistente de mundos personales que trascienden sus propias vivencias. Contrastes entre la ciudad y el pueblo, entre el presente y el pasado, entre la represión y la libertad, entre el yo y el ellos. Novela de exilios interiores y exteriores, en la que tan importante es la historia de un zapatero y una monja como la persecución de Münzenberg o el deceso de Lévi. En la que se mezcla lo autobiográfico con lo referencial histórico sobre el que el escritor –como advierte en la Nota de lecturas del final- se ha empapado en libros como El fin de la inocencia de Stephen Koch, El pasado de una ilusión de François Furet, The invisible writing de Arthur Koestler, las Cartas a Milena de Kafka, etc. Apoyatura bibliográfica que, a veces, no está suficientemente digerida en el texto, y da la sensación de que el escritor se ha dedicado a hacer un resumen u ofrecernos el cortar y pegar. Pero, al fin y al cabo, literatura dentro de la literatura le ha servido a Muñoz Molina, no sólo para construir un discurso metaliterario, sino un discurso histórico con profundas resonancias épicas.






El pasado y el presente van y vienen a través de la prolepsis y la analepsis sin solución de continuidad, perfectamente integrados, creando entre los diversos capítulos una serie de vasos comunicantes estructurales que intentan evitar técnicamente el riesgo más evidente de esta novela: el fragmentarismo o la construcción de parcelas independientes sólo unidas por un espíritu secular. El empleo de la primera, la segunda y la tercera personas narrativas, es un instrumento de primer orden para organizar ese magma narrativo de derribo, ese conjunto de historias que son las piezas del puzzle en que se convierte esta novela. Novela-río en la que Muñoz Molina demuestra una vez más el dominio de la técnica novelesca y su compromiso con la libertad personal, su crítica a la sinrazón y la persecución y el muestrario de los demonios personales.
Vídeos de Muñoz Molina

[1] Toro, A. de y Scheerer, T. (1995): La novela actual española. Autores y tendencias. Kassel: Ed. Reichenberger, p. 235.
[2] Muñoz Molina, A. (1993): La realidad de la ficción. Sevilla: Renacimiento, p. 242.
[3] Muñoz Molina, A. (1998): “Destierro y destiempo de Max Aub”, en Pura alegría, Madrid: Alfaguara, p. 100.
[4] Latorre Madrid, M.A. (2003): La narrativa de Antonio Muñoz Molina. Beatus ille como metanovela, Málaga: Universidad de Málaga, p. 15.
[5] Martinón, M. (1995). “Género y narrador en Beatus ille de Antonio Muñoz Molina”, en Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, nº 14, p. 88.
[6] Gullón, R. (1994): La novela española contemporánea. Madrid: Alianza Editorial, p. 324.
[7] (1ª ed. Seix Barral, 1989), Círculo de Lectores, Barcelona, 1990.

viernes, 4 de julio de 2008

TRES NOVELAS DE ANTONIO OREJUDO por Morales Lomas




ANTONIO OREJUDO, madrileño, y profesor en la Universidad de Almería pertenece a la última hornada de novelistas y con sus tres novelas ha comenzado a ser considerado como uno de los grandes descubrimientos de finales del XX y comienzos del XXI.
Ha publicado tres obras: Fabulosas narraciones por historias (1996), que obtuvo el premio Tigre Juan, Ventajas de viajar en tren (2000), muy bien acogido por la crítica, Premio Andalucía, y Reconstrucción (2005). Sobre todo su segunda obra motivó que se hablara con mucha frecuencia sobre él y se le reconocieran una serie de valores literarios.
Fabulosas narraciones por historias (1996) fue saludado con interés por la crítica. Se destacaba su diversión y entretenimiento así como la apuesta por la iconoclastia, la sátira más que la historia narrativa y el humor brutal y disparatado; aunque se le reprochaban sus excesos: mucho diálogo, mucho discurso y aluvión general. Desarrolla la historia de tres amigos: Patricio, el escritor que desea fervientemente publicar su novela; el pueblerino Santos, enamorado de la pornografía y las mujeres entraditas en años, y el sobrino de Azorín, Martiniano. Los tres viven en la Residencia de Estudiantes en el período más interesante de ésta, cuando se encuentran los Lorca, Dalí, etc. Allí, como si se tratara de un colegio mayor de niños-bien, viven la algarabía de los años veinte en Madrid: sabotajes de conferencias, enfrentamientos con otros grupos de estudiantes, novatadas, tertulias de la época..., creando como una especie de complot y no siendo conscientes de que ponen en peligro la creación del 27. En la obra aparecen escritores y personajes históricos muy conocidos de la época (Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, José Moreno Villa, José Antonio Primo de Rivera...) de los que se ofrece bastante fiabilidad y sobre los que ironiza constantemente, y a los que irreverencia con denuedo: por ejemplo, de Lorca dice que era culón y de piernas cortas...
Orejudo logra crear una narración perspicaz y sutil, asistida formalmente por técnicas diversas: descripciones esperpénticas, recursos a la novela sentimental disfrazada o a la histórica deformada, notas de periódico, cartas a diarios pornográficos de la época, citas de memorias (reales y falsas, aunque esta distinción no existe como ya se verá) y la tradicional narración omnisciente en tercera persona. Juan Murillo[1] dice “No hay duda, la novela es valiente, en varios sentidos. Orejudo no tiene problema en desmitificar e incluso vilipendiar a todos los grandes intelectuales de España. Para que un escritor haga eso en España, siendo español, hay que ser temerario, ya está visto que lo que a uno lo hace reír al siguiente lo hace rabiar. Pero además de correrse el riesgo de indignar a los espíritus almidonados que no se saben reír, Orejudo decide meterse de vez en cuando con el resto de los mortales. Se siente en ese momento una temeridad casi suicida donde pareciéramos ver al autor acercarse al borde del precipicio y quedarse ahí meditando si sería capaz de saltar (...) Una novela inteligente pero también divertida. Ha escrito una novela que satisfará igualmente al que busque reírse con una narración divertida y fabulosa y al que busque el trasfondo filosófico de esta”.Y Rafael Conte añadía: “Singular apuesta en la que el disparate roza la locura, el terrorismo se convierte en crítica literaria, el sexo atenta contra todos los amores, y el canibalismo final disfrazado de gastronomía no es sino la imagen metafórica de una guerra fratricida y total, de la que hasta el autor, que ni siquiera la ha rozado, parece disculparse al decir que su libro es [2].

Ventajas de viajar en tren es una novela irónica y frenética que muestra, como decía Domene[3], la relación entre la locura y la escritura, las desviaciones sexuales y la hipocresía. Es una historia de historias donde el psiquiatra protagonista defiende desde el principio que la escritura es la mejor terapia contra la esquizofrenia. Desarrolla la historia de una mujer que ingresa a su marido en un hospital psiquiátrico cuando descubre que es coprófago. En el viaje de vuelta en tren, Helga Pato, la mujer, conoce a Ángel Sanagustín, psiquiatra del hospital donde está ingresado su marido. Este encuentro le servirá para conocer múltiples historias y voces que se cruzan en las que aparecen mundos insólitos, pero reales, con conspiraciones literarias y gubernamentales, pornografía, tráfico de drogas y órganos, perversiones sexuales, inmigrantes. Todo un cóctel de la realidad que exige un conjunto de conocimientos profundos y una previa labor de indagación y búsqueda documental de información, un poco en la línea también de los narradores decimonónicos, pues se deben imbuir de unos extensos conocimientos que forman base esencial de la intriga. Sobre el proceso de creación de esta obra decía el autor: “Uno no sabe cómo concibe una novela. En mi caso, que tengo un modo caótico de trabajar, rescribiendo la novela una y otra vez, recordar cuál fue la idea inicial es una tarea poco menos que imposible. Sí recuerdo que quería hacer una novela con muchas voces entremezcladas, muchas historias cruzándose y contaminándose. De hecho, la primera versión de la novela se titulaba Selva. En la versión final se han eliminado muchos personajes, voces e historias. El resultado, como en mi novela anterior, es una narración que provoca incertidumbre”[4]
En este sentido hay que decir que se adentra en la realidad, pero también su narrativa es una síntesis entre la tradición y la posmodernidad teniendo a Cervantes como guía. En este sentido Juan Antonio López Rivera[5] ha relacionado su obra con la de Cervantes (aunque ya de hecho el propio autor había hablado de ello en algunas entrevistas, como cuando decía “el rechazo de toda trascendencia en la escritura es otra de las actitudes que he aprendido de Cervantes, y que está presente en la mayoría de los escritores que admiro”[6]) y ha destacado cuatro componentes esenciales:
a) El conflicto realidad/ficción: Ventajas de viajar en tren presenta una historia donde la realidad y la ficción se entrecruzan y confunden constantemente.
b) Metaliteratura: Ventajas de viajar en tren comienza de la siguiente manera: “Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda...”
c) ¿Novela o conjunto de relatos?: Ventajas de viajar en tren puede leerse como una novela o como un libro de relatos. En esto se relaciona con las dos “novelas ejemplares” más populares de Cervantes, El casamiento engañoso y El coloquio de los perros.
d) Ruptura de la verosimilitud: Otro fuerte vínculo entre Cervantes y Orejudo es su poco apego a un elemento que tradicionalmente se ha considerado requisito imprescindible en todo texto de ficción: la verosimilitud.
También es una novela donde se pretende recorrer el ámbito de la cultura posmoderna y donde lo socialmente correcto e intelectual está muy lejos de la “basura” por la que somos invadidos.

Reconstrucción (2005) es ya una novela histórica ambientada en el siglo XVI, en la ciudad alemana de Münster, en un debate entre los seguidores de Roma y los partidarios de Lutero que van imponiendo sus condiciones. En esta geografía centroeuropea surge la figura de Bernd Rothemann, jefe de una revuelta contra la jerarquía católica, en el momento en que el obispo, maestro y amante se dispone a recibirlo para ser consagrado como sacerdote. Se trata, por tanto, de una obra que analiza las luchas de poder. Brend Rothmann durante su juventud defiende con fuerza inusitada sus ideas anabaptistas y a medida que cumple años sigue una nueva vida con otro nombre. Su seudónimo es Joachim Pfister. Estas dos vidas, como dice, Álvaro Colomer[7] (una como reformista y otra como tipógrafo) “sirven de ejemplo para entender cuáles fueron los dos hechos más importantes de la época: el desgaste de la Iglesia católica y la culturización del pueblo gracias a las imprentas. Estos dos elementos marcaron la aparición de nuevas interpretaciones bíblicas y, por tanto, la división de los cristianos en distintos grupos (a veces sectas). De alguna forma, lo que narra esta novela es lo que resumen estas líneas: ‘La actual división de la cristiandad es la consecuencia de no haber querido o de no haber sabido adaptarse a los nuevos tiempos’ (p. 97)”. La novela, como en sus obras anteriores, es una reconstrucción de un periodo en su existencia, pero también de un desengaño. Orejudo sigue en las tres novelas una técnica bastante similar: la conformación de sus historias desde materiales diversos son reconstrucciones arquitectónicas. En este caso la novela va dando saltos de un lugar a otro (también lo hacía en Ventajas de viajar en tren y en su primera novela) con intención de mostrar una realidad plural y amplia. Tras afirmar la bonhomía de la novela, Rafael Conte[8] al respecto decía que “es curioso que utilizando los moldes trágicos de la novela histórica con absoluta corrección y fidelidad a prueba de bomba –aunque anacronismos y disparates vengan a minar tanto formalismo de manera sorda y disimulada- el fondo histórico sea dinamitado por la tremenda severidad de la historia contada, con lo que viene a dar la razón cuando afirmaba que (...) Quizá la respuesta de Orejudo sea la adecuada: verter en moldes viejos las fábulas de verdad, y darle la vuelta a esa hecatombe sombría de crímenes, canibalismos y violencias sin final y así manda a los dos últimos protagonistas (uno es el mismo del principio) por la calle de Miguel Servet con que le ha honrado Ginebra”.

[1] Murillo, Juan: “Fabulosas narraciones por historias, Antonio Orejudo” [en línea ] Dirección URL:<>. (Consultado el día 3 de mayo de 2008).
[2] Conte, R. (1997): “Fabulosas narraciones por historias” en ABC Cultural, nº 281, p. 11.
[3] Domene, P. M. (2001): “Terapia tranquila” en Cuadernos del Sur, núm. 687, p. 10.
[4] Gómez Espada, A. (2004): “Entrevista a Antonio Orejudo”, Revista Electrónica de Estudios Filológicos, núm. 7.
[5] López Rivera, J. A. (2006): “Una novela para el siglo XXI: Ventajas de viajar en tren de Antonio Orejudo” en Revista Electrónica de Estudios Filológicos, núm. 12.
[6] Gómez Espada, A. (2004): “Entrevista a Antonio Orejudo”, Revista Electrónica de Estudios Filológicos, núm. 7.
[7] Colomer, A. (2006): “Reconstrucción de Antonio Orejudo”, [en línea] Dirección URL:<>. (Consultado el día 13 de mayo de 2008).
[8] Conte, R. (2005): “Orejudo contra la historia” en Babelia, nº 689, p. 15.

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano