viernes, 30 de julio de 2010

POESÍA COMPLETA DE ANTONIO HERNÁNDEZ POR MORALES LOMAS




(Lo que el lector puede leer a continuación es un extracto del Estudio sobre la poesía completa de Antonio Hernández que se publicará en el libro Poesía viva. Ensayos de poesía contemporánea. Una parte también verá la luz en los próximos meses en la revista de la Asociación Colegial de Escritores de España, República de las Letras)



El poeta de Arcos de la Frontera (Cádiz), Antonio Hernández, acaba de publicar recientemente su poesía completa con el título de Insurgencias (Poesía 1965-2007)[1] en la editorial Calambur, que se une a la de otros componentes de su grupo poético como Benito de Lucas, J. Hilario Tundidor y A. García López. Con este título, Insurgencias, Antonio Hernández ha querido destacar esa profunda veta de rebeldía que ha existido siempre en su vida y en su obra, una constante esta de no casarse con nadie y querer hacer un camino profundo y sereno desde que con pocos años se rebeló contra el mundo y quiso ser poeta abandonando Arcos de la Frontera (Cádiz) y como Bécquer ser él mismo lejos de su patria.
Insurgencias lo componen dos gruesos volúmenes de más de cuatrocientas páginas cada uno, va precedida de un amplio y erudito estudio, “La personalizada configuración poética de Antonio Hernández”, del profesor Francisco J. Peñas-Bermejo, actual director del Departamento de Lenguas de la Universidad de Dayton (USA), y presidente de la Asociación de Licenciados y Doctores Españoles en Estados Unidos.
El primer volumen lo conforman los libros publicados entre 1965 y 1985: El mar es una tarde con campanas (1965), Oveja negra (1969), Donde la luz (1978), Metaory (1979), Homo Loquens (1981), Diezmo de madrugada (1982), Con tres heridas yo (1983) y Compás errante (1985); en el segundo volumen, entre 1986 y 2007 hallamos las siguientes obras: Indumentaria (1986), Campo lunario (1988), Lente de agua (1990), Sagrada forma (1994), Habitación en Arcos (1997), El mundo entero (2001) y A palo seco (2007).
La poesía de Antonio Hernández nace de la convicción del sentimiento y la conmoción. Asciende su plétora de humanidad y surca los inframundos, las quimeras, las sombras huidizas, el dulce bálsamo de la infancia, la curiosa y definitiva prótesis de la muerte. Posee la costumbre de las paradojas y las antítesis y mira hacia la profundidad de lo onírico, hacia la majestuosidad de la palabra no dicha, de la expresión no hollada. Su poesía le permite construir el tiempo, esa fábula en la que se han desvestido tanto Jorge Manrique como Antonio Machado, dos de sus valedores, dos de sus guías más afamados. Sabe que nacemos para crear nuestra historia personal y hacerla única. También su poesía aspira a ello en ese encuentro con la palabra translúcida, con su epos, con su historia de insurgencias y valores. Siempre existe mucho de construcción de una historia personal en su lírica, una historia del corazón, una sumisión a Andalucía, al ámbito familiar, a sus afectos y a sus derrotas. Su poesía no puede permanecer ajena al pellizco del estremecimiento, de la emoción y a la cargazón de lo vital que rezuma una pasión encontrada. Pudo aspirar a la síntesis y a la contención pero su destino es la recreación verbal, los periodos oracionales largos que se consumen en la búsqueda intuitiva de los resortes que configuran una poesía sólida, pensada, amorosamente dúctil y cercana al corazón amplificado. Un corazón “rebelde y tierno”, como dice en el poema XIV de Con tres heridas yo. Pero no podemos dejar al margen una tendencia promiscua a la esencialización de lo que somos, a explicar la evolución vital bajo los resortes de la indagación personal, a convertir el poema también en la dignificación del día a día, de la cotidianidad y sus procesos creadores. Si bien es verdad que bajo la férrea mirada de la conceptualización de un discurso que se presiente abstracto desde la concreción personal.
Existe en su obra un constante compromiso cívico con los más débiles de los que forma parte y con la historia de un pueblo, el andaluz, sobre el que zigzaguea permanentemente, al que no olvida nunca y en torno al que genera una constante trascendentalización nostálgica de esa temática propia: Andalucía. Su infancia y juventud, que tanto debe a su pueblo, Arcos de la Frontera, no puede ser enajenada de su especial visión de Andalucía con quien camina de consuno y ha sido recorrida por la nostalgia y la pasión del ausente a través de sus versos dolidos y sentimentales
Hernández afirmaba que “la función de la poesía es iluminar una zona oscura de la realidad. Por tanto, aunque los haya relevantes, como veremos, vale cualquier tema si el poeta está dotado para hacerlo trascender universalmente, lo que no quiere decir a todo el mundo porque no todo el mundo tiene el mismo grado deseable de capacidad perceptiva”[2].
Ha habido críticos, caso de Laura Rosana Scarano[3], que han señalado el conflicto que subyace en toda la lírica de Hernández que provoca un “extrañamiento” del yo y unas vías para superar este conflicto a través de: 1) Andalucía (se produce un proceso de fusión de identidad entre el hombre y su tierra), 2) El amor humano (el yo ensancha su espacio vital y accede a su plenificación), 3) La palabra (verbalización del yo). Y llega a las siguientes conclusiones: “Es evidente la centralización de los temas poéticos en torno a un yo que se mira y analiza, en un sondeo permanente, descubriendo su identidad conflictiva: la incertidumbre agónica, el vértigo del absurdo, la angustia del desdoblamiento continuo y la coexistencia dual, la extrañeza ante el misterio del propio ser. Esta minuciosa visión introspectiva del yo sumerge también al poeta en un clima de evocación y recuerdo como vía de aprehensión de partes de ese yo imnovilizadas en el pasado”[4].
El mar es una tarde con campanas (1965), su primer libro, puede ser considerado como una especie de magma amplio en cuyas fuentes van a beber otros libros posteriores del autor. La presencia de la amada, con la que conmociona la subversión de un orden, produce la dialogía de los efectos amatorios y una resulta de ars amandi en el juego apostrófico de yo/tú de tan raigambre saliniana. Una poesía que se echa a andar en el cauce de Andalucía y su río, en la conformación del niño que va venciendo a la rutina, la función mágica del deseo o de un paisaje humano y vital.
En Oveja negra (1969), huyendo del pintoresquismo fácil y el tópico andaluz, Hernández denuncia esa Andalucía pobre y marginada en alejandrinos blancos y romances endecasílabos. La oveja negra es la voz de denuncia del poeta ante una Andalucía explotada. Pero frente a la denuncia socializante y prosaica de la generación precedente, la lírica de Hernández es rica lingüística y ornamentalmente. Oveja negra es un viaje profundamente emotivo al sentimiento, la memoria, la infancia, la familia, la raíz y la construcción melancólica de los afectos entre los que está la presencia de Madrid (algo más tardíamente) pero, sobre todo, la constante y arcangélica de Arcos de la Frontera.
En Donde da la luz (1968) están presentes muchas ciudades andaluzas sobre las que hay un homenaje implícito y una reconstrucción de la memoria, la historia familiar y sentimental. Se afirma en sus versos con más fuerza si cabe el neobarroquismo, el culturalismo y la renovación lingüística. Rota, Córdoba, Cádiz, Arcos, Granada, Almería, Málaga… serán motivos recurrentes en este poemario que es un homenaje a la tierra y a la luz que despidieron poetas como Prados, Aleixandre, Alberti, García Lorca, Cernuda y Altolaguirre, nombrados en sus versos con pasión.
Metaory (1979), no es sólo un homenaje a Carlos Edmundo de Ory, a quien ve desde la nostalgia y a quien pretende mostrar una visión personal de un tiempo, sino un retablo sobre Andalucía y sobre él mismo. Pocos han cantado con tanta intensidad, desmitificación, juicio crítico y reflexión sobre la tierra andaluza, verdadera patria del poema.
Homo loquens (1981) es uno de sus libros más sugestivos. El poeta tiene treinta y ocho años y es un libro de madurez donde profundiza en lo que somos, rehuyendo los tópicos al uso y tratando de hallar la máxima expresividad en ese fulgurante encuentro con la palabra y las razones últimas del lenguaje. Recorre el poema la memoria del padre, al que agradece su ejemplo de cosecha, la presencia y consistencia del tacto, la creación del mundo, la frecuencia y presencia continua de la música, el olfato, la boca y también la muerte. Una muerte como legado de arena y cemento. La ternura, uno de sus grandes temáticas, encuentra acomodo en una poesía con la que arrastra el pasado y se cuenta a sí misma desde la infancia y el miedo, desde la prohibición, desde la luz de la poesía y de la vida.

Antonio Hernández y Morales Lomas
Diezmo de madrugada (1981) representa un canto elegíaco dominado por la nostalgia y la muerte. La infancia, siempre presente en toda su trayectoria poética se da la mano con la muerte. Pero también la familia, como en el poemario anterior, ofrece un papel determinante con el que trata de conectar permanentemente Antonio Hernández, para no olvidar las raíces físicas con la tierra ni las afectivas. Algunos poemas están dedicados a su hermano, muerto prematuramente, a sus hijos, a su mujer, a su familia…
Con tres heridas yo (1983). En él pretende el poeta una reflexión sobre las obsesiones del hombre, sin retóricas ni palabras superfluas. Podemos considerarlo como una continuidad, una segunda parte del poemario anterior, por cuanto los temas como la muerte (de tan abundante recordatorio)…
Compás errante (1985) es el último libro del primer volumen de Insurgencias y el poemario más extenso. Centra su temática en los gitanos, los payos, el baile, el cante, la guitarra… A su modo es su propio y esencial “Romancero gitano” y un homenaje profundo y arraigado a la música y al baile.

En el segundo volumen se encuentran los siguientes libros:
En Indumentaria (1986) el poema ha adelgazado, se expresa en pocos términos y aspira a casi una poética del silencio. La claridad y la inmediación lingüística se apodera de una poesía menos transida de búsquedas y tensa en los parámetros de un naturalismo lingüístico. Presa casi del haiku o de la contención de la canción andaluza (en muchos versos) los temas permanentes de su poesía atrapan el poema: la recreación de la memoria, la infancia, la vida, la ubicación del poeta en el mundo, la presencia de la luz, la trascendencia del Sur, el paso del tiempo, la tierra, la muerte, los andaluces y la constante reflexión en torno a la identidad del poeta.
Campo luminario (1988) germina la integración del poeta en lo cósmico. Desde lo concreto de un paisaje, de un recordatorio de la salida de un buque de un puerto, de unos flecos aparentes de la memoria… el poeta busca el poder de la sugestión; a veces desde un lenguaje onírico que se agrupa por corolarios intuitivos y alega la razón de las asociaciones mentales más apasionadas.
El tema de España es la base teórica de Lente de agua (1990), un libro que revela las claves de un país mísero y espacioso. Y, además de revisión histórica, existe la clarividencia del desconcierto cuando, pasados los años (en Hernández siempre hay un antes y un después de la infancia), se revela la veracidad de aquella mentira conquistada, de aquellos héroes que no lo eran, de la impostura como éxtasis en la creación histórica de un país.
En Sagrada forma (1994) la amada propicia la repatriación al ámbito familiar. Se darían los tres caminos a los que se refería Kierkegaard en su diario: el camino estético, el camino ético y el camino religioso (como conquista de la más radical interioridad). La memoria, en el poemario, adquiere matices de salvación ante la desesperanza y la ruina de un tiempo presente, es un refugio, también un mirarse en el espejo: un exilio interior consentido, presidido siempre por la luz, en una suerte de neorromanticismo militante de dulce sabor ético. Poesía que desde una realidad extralingüística se sumerge en un discurso de una fuerte emoción estética, transformando los aperos de lo cotidiano en pensamiento afectivo y lírica con proyección metafísica universal. Sucumbir a la memoria es presenciar en un acto autorreflexivo el anclaje del ser humano en su propia historia personal, conseguir que el olvido no se convierta en el terrateniente del silencio, advertir que no existe diferencia entre el que soy y el que fuimos, que hay un camino de interacciones, que nos movemos en círculos concéntricos y no en las simbólicas vías paralelas del tren.
Habitación en Arcos (1997) con continuas referencias a la infancia y a los ámbitos vitales y cotidianos que bucean en la memoria, asume una exuberancia estética y una emotividad dimanante, con un tono evocativo siempre cercano al lector, por el trasfondo pasional que lo inspira. Se estructura en cinco partes que se centran en el análisis de ese poso que guarda la memoria sobre la infancia y la adolescencia en Arcos, personificado a través del vocativo tú en el poema.
El mundo entero (2001)[5] puede considerarse como un proceso de integración de materiales personales, sociales, críticos, esperpénticos, sarcásticos y elegíacos. Una integración de tonalidades diversas, pero también de variables de la realidad cotidiana a la que le da una trascendencia simbólica y ritual. Antonio Hernández reúne todo su mundo, todos los procesos anímicos, vitales y existenciales regidos en torno a esa Playa Mundi que se convierte en imago mundi, es decir, caja de Pandora de sus sueños, veleidades y frustraciones vitales. La mecánica de esa playa que le sirve de aluvión, como los granos de arena que la componen, adquiere el valor de lo permanente y la alegoría de lo transformable. La expresividad es el otro gran subterfugio en el que Antonio Hernández alcanza sus mayores glorias literarias. Lejos de un lenguaje anclado en los tics clónicos, el escritor gaditano arriesga sobremanera en este libro al intentar sintetizar un lenguaje cuidado literariamente con un caudal profundo de gran variedad y registros lingüísticos, desde las noticias de periódico, las frases hechas de la realidad cotidiana, el lenguaje axiomático, la intertextualidad, la jerga y las transposiciones metafóricas... Todo ello en un verso elocuente y desenvuelto con largos períodos oracionales que se van enlazando en el polisíndeton y las estructuras paralelísticas que van creando el ritmo cadencioso y meditabundo de su discurso lírico.
A Palo seco (2007), la obra que cierra su obra completa hasta el momento, es bastante diferente a su lírica anterior. La primera impresión del lector puede ser la consistencia de la cauterización lingüística del hecho literario y su contribución a la fiereza personal tanto como al pálpito sentimental, cuando no al ajuste de cuentas con el tiempo y la existencia de lo vivido, que es lo mismo que decir personas, lecturas y épocas tempestuosas. Su lírica está sostenida sobre la consistencia del tiempo y la horma de los sentimientos. La lírica de Antonio crece en sí misma. En su verso libérrimo tanto como en sus ironías hiperbólicas, en sus reconocimientos, en su sinceridad, en su legitimidad de respuesta desenfrenada. Desde el título ya se nos advierte, “A palo seco”. Una respuesta sin truco ni cartón, con el discurso directo, sin alambiques, sin intermediarios verbales. Los anhelos, como fugacidades, las creaciones del Hacedor y sus antítesis de impiedades (el dolor acaso). Incluso la necesidad de la locura, porque la locura es también un ejercicio de creación.
En definitiva, la poesía de Antonio Hernández alcanza en la emoción su punto más álgido, crea una época, conforma un espíritu y anida en él la defensa de lo humilde, de lo cercano, de la tierra que le vio nacer como si se tratara de un amor perpetuo y permanente.
[1] Hernández, Antonio: Insurgencias (1965-2007), 2vols., Ed. Calambur, Poesía 109, Madrid, 2010.
[2] Carrión, Héctor: Poesía del 60. Cinco poetas preferentes, Endymión, Madrid, 1990, p. 167.
[3] Sacarano, Laura Rosana: “La poesía de Antonio Hernández: Tránsito del 'yo' al 'nosotros' ”, en Cuadernos para investigación de la Literatura Hispánica, Fundación Universitaria Española, núm. 14, Madrid, 1991, p. 204.
[4] Ibidem, p. 238.
[5] Morales Lomas, Francisco: "El mundo entero de Antonio Hernández" en Ficciones, núm. 9, 2002, pp. 27-29.

miércoles, 7 de julio de 2010

REPRESENTACIÓN DE CANÍBAL TEATRO DE MORALES LOMAS EN SAN SEBASTIÁN

Un momento de la representación de Caníbal Teatro

El pasado mes de mayo se llevó a cabo la representación de la obra Caníbal Teatro de Morales Lomas en San Sebastián .


Se reproduce la noticia.

Puede consultar el siguiente link:



Dentro de la XXIIª Muestra de Teatro Joven organizado por la Dirección de Juventud, Educación, Cooperación y derechos humanos del Ayuntamiento de Donostia y Donostia Kultura, el grupo Binahi S.L. representará en castellano la obra de Francisco Morales Lomas "Canibal Teatro".


En: Donostia-San Sebastián
Fecha 24/05/2010
Horario: 20:00
Lugar: Teatro Principal
Entradas:3 euro



Descripción
Directora: Marga Altolaguirre
Reparto: Aitor Agiriano; Amaia Ruiz De Galarreta; Mikel Suárez; Iban Malo; Kamen Mendiola; Nagore Vázquez; Andoni Novo; Amparo Velasquez.
"Los hijos se los puede usted comer partiéndolos en seis pedazos: cabeza, tronco, brazos, pelvis, muslos, piernas, incluyendo claro está, manos y pies. Pero, si lo prefiere, se puede comer a la persona entera. Amordiscos lentos. Pruebe los ojos. Vera que bocata di cardenale". Queremos ser caníbales culturales, caníbales afectivos, caníbales enamorados de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea. Solo podemos seguir siendo devorando el cuerpo social, la sangre y el pan que nos ofrece este día adía que tanto afirma nuestra propia realidad y existencia. Hay que hundir la nariz en la carne fresca social, en la carne anciana social, en los entresijos de las medulas. Através de esta ingesta atroz nuestro teatro nos distanciará de nuestras víctimas, nuestro drama se hará más clarificador, más emocional, más divertido, llegando al éxtasis sublime de la inmediatez sádica. Juego de sublimación. Juego teatral. Witemberg.



Lugar: Teatro Principal.
Hora: A las 20:00 horas.
Entradas: 3 euros.
Reserva de Entradas: 943 48 19 09 / http://www.donostiagaztea.com/
Organizan: Dirección de Juventud, Educación, Cooperación y derechos humanos del Ayuntamiento de Donostia y Donostia Kultura.

EL TEATRO CANÍBAL DE MORALES LOMAS POR ANTONIO GARRIDO

(Recensión aparecida en diario Sur de Málaga el día 7 de julio de 2010:

http://www.diariosur.es/v/20100703/cultura/comeme-comeme-20100703.html)





¡Cómeme, cómeme!
Francisco Morales Lomas recurre al esperpento y el absurdo para construir 'Caníbal teatro', una manera de ver el mundo a través de una divertida serie de obras breves
03.07.10 - 02:19 -
ANTONIO GARRIDO
Francisco Morales Lomas es un escritor que se atreve con todos los géneros; en efecto, uso atreverse con toda la intención porque escribir es el ejercicio de caminar por el filo de la navaja de las palabras. Desde la década de los veinte del siglo pasado la coincidencia del profesor y del creador es perfectamente normal en nuestras letras. Morales es un buen ejemplo de lo dicho. El hecho de frecuentar todos los géneros hay que explicarlo como una necesidad de experimentación, como una necesidad expresiva del autor, como una manera de crear desde el conocimiento teórico de las formas de representación por medio de la palabra que eso es la literatura en lo esencial.
Conozco bien la obra de Morales, poética, ensayística y narrativa; menos, la teatral, de aquí mi sorpresa, grata, muy grata, vaya por adelantado, cuando me pongo a leer este 'Caníbal teatro' y no puedo dejarlo hasta el final. Se trata de un conjunto de obras breves que tienen como elementos comunes, el esperpento y el humor absurdo.
El título del volumen se corresponde con un concepto teórico así denominado por parte del autor que desarrolla en la 'Introducción'. El punto de partida es el instinto de comernos los pensamientos, los sueños, los cuerpos y las almas de los demás; devorar para mejorar, para poseer, como forma espontánea de actuación, como sacrificio ritual, como control, como forma suprema de amor. ¡Qué guapo eres, hijo! ¡Te voy a comer a besos! y la madre se lanza sobre los mofletes del infante.
El autor ofrece un teatro caníbal de ida y vuelta. Las obras se ofrecen como manjar al público y, a su vez, el público es devorado por el texto. El final del proceso es una gran bacanal en la que todos somos caníbales. El ex emperador Bokassa reconoció que practicaba el canibalismo sin conmoverse, cuando fue derrocado se encontraron cadáveres mutilados en los frigoríficos de sus palacios. Jeffrey Dahmer violó, asesinó, se comió y bebió la sangre de diecisiete jóvenes. El caníbal tenía preferencia por consumir los cerebros de sus víctimas como manera de hacerlos suyo.
No oculta el autor sus fuentes pues dedica el libro a Valle y a Mihura. El esperpento del primero y el humor absurdo del segundo combinados dan como resultado una visión vitriólica de la realidad, una manera de entender el mundo desencajándolo, rompiéndolo para denunciar sus horrores pero siempre desde el prisma del humor. Tengo publicado que Valle nos ofreció con el esperpento una visión de la historia mucho más eficaz y 'real' que la de la historia; baste leer 'La hija del capitán' y se comprende mucho mejor el militarismo que con cualquier tratado sesudo. Lo mismo sucede, en un plano más íntimo y menos externo, con el teatro de Mihura. Ellos son las dos columnas sobre las que se sustentan estas piezas que debe representarse como elementos de una obra más extensa formada por estas partes que adquieren una rigurosa coherencia entre ellas.
Agilidad del lenguaje
La esencia del teatro es el diálogo y las acciones representadas por los personajes que se mueven en la escena. Una característica común a estas piezas es la agilidad del lenguaje que sostiene la comicidad trágica de los hechos representados. Otro hilo conductor es la lucha contra los estereotipos, contra los tópicos. Un magnífico ejemplo es 'La yaya de Mauritania', última obra del volumen. El estereotipo está en el imaginario colectivo. Un emigrante que ha llegado para trabajar no puede tener cultura y, además, se tiene que aguantar con las condiciones que le ofrezcan aunque sean claramente abusivas.
La pareja, nuevos ricos, decide que una emigrante mauritana cuide a sus hijos. La joven Junia llama a la puerta y entra en la casa. El Hombre se sorprende de su belleza e inicia burdas tácticas de acercamiento que son claramente percibidas por la Mujer. A Junia, a la que le cambian el nombre por Yaya no le dejan hablar. El diálogo es una sucesión de tópicos. Por ejemplo, les llama la atención que Yaya tenga carrera y hable varios idiomas. Pensaban que sería una analfabeta muerta de hambre. La injusticia es manifiesta y el humor la hace más evidente.
En 'El urólogo' encontramos un buen ejemplo de diálogo absurdo. La pareja llega a la consulta y es interrogada por la Auxiliar que no hace preguntas clínicas sino del tipo de si al paciente, Pedro Pinta Pinta, catedrático de Derecho Procesal, le gustan los toros; a lo que responde que no, pregunta acertada porque al doctor no le agrada que a sus pacientes le gusten los todos; mientras que, por el contrario, sí le gusta que disfruten con los churros. Pedro ha ido al urólogo para que le introduzca el dedo en el ano y saber si le gusta o no. El desenlace es sorprendente.
La pieza que abre el volumen, 'El caníbal', es un ejercicio de extrañamiento. Un señor bien vestido, educado, amable, no es el modelo de caníbal pero lo es. La señora que le abre la puerta y que piensa que es un vendedor de biblias hasta que se aclara la situación se verá conquistada por sus encantos. Entran en el dormitorio y se acarician; de pronto, la sorpresa, el factor que hace más interesante la historia; en este caso tiene mucho que ver con Bocassa.
Un libro muy divertido, delirante en ocasiones, una manera de ver el mundo, un ejercicio de desmitificación. Allá van Jesús, don Quijote, Dulcinea y la Magdalena a comerse unas torrijas.

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano