lunes, 29 de junio de 2015

CURSO DE VERANO SOBRE LA POESÍA DE ANTONIO HERNÁNDEZ, PREMIO NACIONAL DE LITERATURA Y PREMIO NACIONAL DE LA CRÍTICA






EL MIÉRCOLES Y EL JUEVES PARTICIPO EN EL CURSO SOBRE LA POESÍA DE ANTONIO HERNÁNDEZ CON UNA PONENCIA SOBRE SU POESÍA Y EN UNA MESA REDONDA






ANTONIO HERNÁNDEZ Y F. MORALES LOMAS

viernes, 26 de junio de 2015

LA POESÍA DE F. MORALES LOMAS EN LA TERTULIA DEL PIMPI (MÁLAGA) POR ALBERT TORÉS



JOSÉ INFANTE, ALBERT TORÉS, F. MORALES LOMAS, FRANCISCO CAMPOS Y SU NIETO



LA POESÍA DE F. MORALES LOMAS
EN LA TERTULIA DEL PIMPI (MÁLAGA)
ALBERT TORÉS

Si hiciera ciertos malabarismos en la curva del tiempo, un acto tan arduo como inútil, empezaría diciendo que soy amigo del poeta desde hace 30 años. Y aunque no parezca pertinente, creo que la literatura entre sus múltiples funciones encierra la de actuar como embajadora de la amistad. Y lo demás es literatura-
Decía José Bergamín que él no podía ser objetivo porque no era objeto, y a esto Roland Barthes le añade la imposibilidad de poder hablar de los que nos gusta. Falta un último ingrediente, mi negativa hasta ahora de cumplir con los actos protocolarios. Como veis se nos hace complicado la presentación. Pero hay más: la trayectoria creativa de Francisco Morales Lomas impide directamente una presentación razonable, mínimamente precisa.  Por fortuna, no será su faceta de novelista y narrador la que nos ocupe con más de 17 títulos, ni su pendiente teatral con más de 20 piezas entre obras de teatro breve y volúmenes de su teatro completo, ni tampoco el terreno ensayístico  con casi 30 libros publicados, ni tampoco su vertiente periodística y de crítica literaria que no sabría contabilizar. Nos centraremos en sus 16 poemarios , recorriendo desde aquel libro inicial  VEINTE POEMAS ANDALUCES de 1981  hasta llegar al poemario PUERTA DEL MUNDO de 2013. Aunque aviso ya. No me sorprendería que a lo largo de la lectura anuncie un nuevo libro.
Por tanto, la primera consideración al acercarnos  al conjunto de la obra poética de Morales Lomas es entender que no sólo es un testimonio literario indiscutible, lo avala fundamentalmente su obra sino que es un referente intelectual refrendado por su actitud, sus inquietudes, sus gestiones, en definitiva, su modo de implicarse literariamente y vitalmente. Aquí no hay afán protocolario sino el reconocimiento objetivo de los hechos que a todos nos ubica con justa precisión en el lugar que merecemos.
En principio es manifiesto que la producción poética de Morales Lomas constituye dentro del actual panorama de tendencias poéticas en activo, una voz singular y reconocida. Con toda certeza porque la concepción de la escritura es universalizadora y con voluntad global. Morales Lomas es un hombre de letras en el más amplio sentido del término como hemos visto y ello, le permite consagrarse con igual destreza a la poesía, la narrativa, la dramaturgia, la crítica, el artículo periodístico, el ensayo, la investigación, la docencia.

F. MORALE LOMAS EN LAS BODEGAS EL PIMPI (MÁLAGA, 23 DE JULIO 2015) 

Para nuestras palabras hemos tomado como referente la obra  TRÁNSITO, precisamente  por ser una antología, diría más, una antología requerida y como tal constituyente de un mapa de introspección y expectativas, una reordenación con afán definitivo  que tras pasar examen nos ofrece un sólido libro de poemas que se caracteriza por su actitud, es decir, el considerar la poesía como una fuente de conocimiento, repleta de pasiones, como un hacer indisgregable del binomio ético-estético. Expresa en cada verso la reformulación lúcida de sus inquietudes como lector y como escritor y, a mi modo de ver, encarna perfectamente la consideración de  entender la poesía como un lenguaje meditado, atendiendo a la humanidad y por consiguiente siendo eje esencial de lo que se conoce como el humanismo solidario.
El poema, aquí es un trasunto de vida, un acto que combina por igual la inteligencia y la emoción. Creo que la participación efectiva de la esperanza es primordial tanto que es el eje constructivo o al menos el hilo conductor de la antología. La esperanza es una plaza que ha sabido fraguar una escritura poética que atiende en las mismas dosis los procesos de lectura y los de creación, que configura una arquitectura donde el concepto es vital, estamos ante un verso sustantivo pero para dar paso a un paradigma meditativo donde se dibuja una memoria sobre el paso del tiempo, donde se establece una nueva óptica con la presencia de la muerte, donde, desde los actos de la maternidad se busca ese lenguaje que se ocupe del entorno amoroso, que renueve los tejados de la poesía experiencial.
Por otro lado, nuestro mirada se detiene en esta relevante selección y por tanto nos permite esbozar unas líneas maestras,  marcar ese viaje hacia la intimidad. Siempre el paisaje ha desempeñado  un papel relevante no sólo en la producción poética sino también narrativa de nuestro autor. De hecho, no son pocos los títulos que parten directamente de la puesta en escena de un viaje. Sin embargo, a partir del libro   Eternidad sin nombre de 2005, parece que se produce un diluir contextual, una mayor abstracción que apela a la sutileza, al impresionismo, a la melancolía, a la puesta en marcha en definitiva, de un ensayo de otras vías poéticas que se producen al finalizar ese aludido tránsito. 
Si tuviera que acuñar alguna terminología crítica o buscar un titular que asumiera con cierta exactitud el conjunto de rasgos específicos de la poesía de Morales Lomas, afirmaría que estamos ante un eclecticismo inteligente, base primordial del   humanismo solidario. De hecho, en alguna poética suya, ( dónde o en cuál, pues vaya a saber) he leído que su escritura obedece a una necesidad de búsqueda permanente fundamentada en el conocimiento de la realidad y en el modo de interpretarla o transformarla, explicitando que se da sobre la disposición de un humanismo solidario.

F. MORALES LOMAS, JOSÉ INFANTE Y ALBERT TORÉS EN EL PIMPI

Francisco Morales Lomas sabe muy bien que el poeta debe escribir a partir de un modelo (educación literaria) pero un modelo reflexionado (educación literaria e ideología). De hecho, el propio autor en sus esquemas básicos no está sino reclamando el derecho a la diversidad, a lo otro, a la divergencia. A la vez, hay un mensaje que se cifra en la nobleza de unas lecturas sin cuyo sedimento, por mucha imaginación que se tuviera, se podría esbozar una sola línea. Es un hecho que constituye el foco de intencionalidad productiva, insertando una mirada nítida, profunda, disconforme y serena, con la reivindicación del sólido equilibrio entre contemplación y producción,  meditación y acción.
El verso de Morales Lomas va asociado al discurso de la razón, al genuino límite donde se plasma la legitimidad del pensamiento, donde la conjugación de muestras y pasiones literarias por un lado y el caudal de experiencia personal por otro,  nos llevan a una conocida fórmula de poesía  como fondo crítico de la vida, como si escribiera desde la vida. A la esperanza que percibimos de manera continuada, le sumamos la conciencia absoluta de moverse en el espacio de la libertad por excelencia, pero como humanista solidario, no renuncia a ninguna aportación, conciliando y yuxtaponiendo elementos diversos que van de las grandes epopeyas griegas al mundo de revés de Valle Inclán, de las vanguardias europeas al imaginario andaluz, del universo de la poesía social a las particularidades románticas,  pero en definitiva que van rastreando las huellas de la historia, que apuntalan la conciencia histórica del poeta. Morales Lomas no acepta concesiones porque en el campo de batalla o en el escenario del mundo se trata de conquistas. Sin duda es un romántico cívico que ejerce de humanista solidario, libertario y a ciencia cierta, el lector interesado ha de agradecerlo.
Unos versos magistrales lo ejemplifican con más nitidez y belleza:

Mis padres sólo me enseñaron a trabajar
Y besar el pan cuando cae al suelo.
La vocación de pisar en la tierra
Y buscar la fuerza de su raíz.

F. MORALES LOMAS, JOSÉ INFANTE Y ALBERT TORÉS

 Si tenemos a docentes en la sala, la poesía de Morales Lomas es un claro ejemplo para la educación en valores. Si tenemos  amantes y aficionados a la literatura, la poesía de Morales Lomas  es un modelo a emular, a estudiar. Si tenemos políticos en la sala, la poesía de Morales Lomas es una muestra de conflictos resueltos.  Si tenemos a cristianos, musulmanes, budistas o laicos, la poesía de Morales Lomas es un referente a seguir porque plantea la tolerancia y la necesidad de la alteridad. Si tenemos a incrédulos, Morales Lomas nos da una lección para disentir, para alcanzar un juicio crítico es preciso saber analizar en primera instancia.
 Si estamos aquí, seamos lo que seamos, es porque entendemos que el amor es el motor de la humanidad, que la esperanza no tiene fronteras y que las grandes inquietudes de los hombres siguen generando contradicciones. Todo ello  nos recuerda que la literatura es el antídoto de la sin razón y que tiene edad milenaria, y, en esta necesidad de plantear vida y literatura como fuente de conocimiento, nos encontramos con la obra de Francisco Morales Lomas.

ALGUNOS LIBROS DE POESÍA DE F. MORALES LOMAS















viernes, 19 de junio de 2015

EL TEATRO DE JUAN GARCÍA LARRONDO POR F. MORALES LOMAS





AGOSTO EN BUENOS AIRES
DE JUAN GARCÍA LARRONDO
F. MORALES LOMAS

Agosto en Buenos Aires de Juan García Larrondo obtuvo el IX Premio El Espectáculo Teatral (Ediciones Irreverentes, Madrid, 2015). García Larrondo define esta obra como “melodrama gaditango y cósmico”, y acaso divertimento que bromea con cosas serias sobre temas tan de actualidad como la homosexualidad, la aventura enloquecida de los políticos y la decadencia de las divas o divos y sus espectáculos televisivos.
Una opereta bufa que aspira también a mostrar las claves de la aventura amorosa en sus diversas dimensiones y los juegos de pasiones y mentiras o medias verdades que se encierran cuando se palpa esa esfera de la sentimentalidad. Existen el humor negro y la circunstancia mágica como elementos con los que discernir una aventura en la realidad que acaba siendo una incursión en un mundo sorprendente y desestabilizado, porque a medida que avanza la acción esos personajes reales, de carne y hueso, acaban derivando en paradigmas de una fábula a lo tartufo con la licencia imaginaria de fantasmas que son vistos solo por una persona, como emblema o reproducción de que la memoria, lo realizado, siempre se guarda en el magín como un acto de consciencia que puede pervertir toda una vida. Siempre se convive con el pasado y pocas veces se es ajeno a su influjo.
La obra está desarrollada en tres actos con un añadido final a modo de coda, una escena última que es como una especie de anuncio de inicio para provocar la sonrisa final del espectador y una presunta circularidad. Está ambientada en Cádiz en un tórrido mes de agosto de finales de los noventa del silo pasado, y plantea la historia de una pareja de homosexuales que tienen previsto hacer un viaje a Buenos Aires (de ahí el título). Con este motivo alquilan su piso a una mujer y su hija que son precisamente argentinas y están en España de paso. Sin embargo, el viaje de los españoles se impide y acaban conviviendo los cuatro en el mismo piso. A partir de ese instante, el único objetivo de la madre, HIPERBÓREA MALLÉ, es conseguir que su hija conquiste amorosamente a JACINTO, que vive enamorado de su pareja ZAKARÍAS. Los filtros amorosos elaborados a partir del flujo vaginal mezclado con el mate harán milagros y JACINTO, como en éxtasis, acabará abandonando a ZAKARÍAS cayendo en brazos de AURORA BOREAL MALLÉ, con lo que el melodrama está servido.
Poco a poco se irá aclarando el misterio en torno a esta pareja de mujeres: “Te conozco (dice AURORA BOREAL MALLÉ a su madre) y sé que no habríamos huido del país si no hubiese algo más que vos sabés”. La más dominante y agresiva es HIPERBÓREA, una diva de ópera venida a menos, forjada en los ámbitos de la corrupción, la manipulación y el despropósito, cuyo objetivo ha sido seducir a políticos incautos. Su salida de Argentina se debe a un affaire con uno de ellos, de lo que se ha derivado el embarazo de su hija AURORA BOREAL MALLÉ y, una vez en Cádiz, tiene un nuevo en el magín: “Cazaremos a un hombre como sea y cuando volvamos a Argentina, sobornaremos a la prensa, nos forraremos haciendo un tour televisivo y lo desmentiremos todo con exclusivas…”

JUAN GARCÍA LARRONDO, DRAMATURGO

HIPERBÓBREA es realmente el alma dramática de la obra, en torno a ella, sus conflictos emocionales, su pasado, ese desdoblamiento entre al realidad y la ficción y sus demonios particulares (que aparecen en cualquier momento y al que ella coloca simbólicamente dentro del frigorífico) pivota gran parte del sentido último de la representación. Es un hallazgo incontestable de García Larrondo por su originalidad y fuerza dramática. A medida que avanza la obra mostrará esa baraúnda de personajes fantásticos, esos fantasmas que le echan en cara su pasado y su perverso modus operandi, advirtiendo así que no viene sola con su hija sino acompañada por una serie de prototipos de su pasado (escuchados y vistos solo por ella) que tratarán de vengarse cuando puedan, como así harán en una de las simpáticas escenas finales cuando HIPERBÓREA decide ir a nadar. El resultado final lo dejamos para el lector o el espectador en su caso.
Conceptos como la comida (la glotonería) y el sexo, tan primarios y necesarios se convierten también en instrumento para la reflexión vital y el sarcasmo como cuando dice AURORA BOREAL MALLÉ en un monólogo: “¿Y la masturbación? ¿A qué se creen, sino, que me dedico mientras que no como? Pero ya hasta el onanismo frenético dejó de consolarme”.
El planteamiento dramático de García Larrondo muestra su profundo conocimiento sobre la puesta en escena y una creatividad importante en los diálogos siempre imprevistos y ágiles que permiten aventurarnos en una obra imprevisible e impredecible pero en la que, en principio, todo se produce con una síntesis fantasmagórica entre lo mágico y lo real y en un espacio reducido como es una vivienda. La ironía y el sarcasmo se cuelan con dulzura y habilidad y comprensión de la homosexualidad  contrastada con la homofobia de sus personajes femeninos, como cuando dice HIPERBÓREA MALLÉ: “!Jacinto es víctima del progreso! ¿No viste? Zakarías es quien le contagió esas equívocas tendencias de invertido y le obliga a practicarlas en contra de su voluntad (…) Hoy las hembras no saben estar a la altura de los machos”. También y, en esa línea de pensamiento retrógrado, siempre hay oportunidad para el sarcasmo en algunos de los comentarios de estas sobre los españoles a los que con socarronería considera unos “liberales”, no acabando de reconocer la trascendencia del amor y sí unos recursos a la moralina tradicional y a la degradación de la especie que conforman ese mundo de mujeres vindicativas de la que se salvará al final AURORA BOREAL, casi haciendo honor a su nombre. El hombre para ellas es eso, una animal estúpido al que hay que se seducir fácilmente con unos filtros de amor que no son otra cosa que el flujo vaginal. No lo lograrán con ZAKARÍAS que desde el primer momento se mostrará profundamente crítico con ellas.
García Larrondo en el exordio inicial titulado “Expiación” explica que existen mucho de referencias autobiográficas en la obra y se originó como un “resentimiento crónico” que aspiraba a ser una comedia costumbrista y acabó convertida en esperpento. En el fondo siempre existe una búsqueda de la felicidad truncada y una cierta podredumbre cuando no se conservan criterios racionales o sentimentales para hacerla compatible con la libertad y los afectos.


martes, 9 de junio de 2015





UNA LECTURA HETERODOXA
DE FRAY LUIS DE GRANADA
Y EL HUMANISMO SOLIDARIO


(Esta reflexión se ha publicado en los números 21-22 (febrero 2015) de la revista de literatura EntreRíos que dirigen Mariluz Escribano y Remedios Sánchez)


F. MORALES LOMAS


Hace un tiempo me comprometí a escribir sobre Fray Luis de Granada, el más grande de los oradores sagrados que ha conocido España y best-seller del siglo de oro con su Libro de la oración[i].
Y algunos dirán: ¿cómo una persona agnóstica como usted se decide a escribir en el momento actual sobre alguien como Fray Luis de Granada, uno de los intelectuales más importantes de la España del siglo XVI, defensor de ideas tan doctrinarias aunque amenazado por la Inquisición? ¿Qué hace una oveja descarriada interpretando a un sabio del clasicismo español del Cinquecento? ¿Qué puede aportar, si acaso, fray Luis de Granada al no creyente, al agnóstico o simplemente al cristiano?
Siempre existe una intrahistoria (en palabras de Unamuno) en cualquier toma de decisiones importante que se lleve a la práctica en la vida. Y, como era de esperar, también en esta.

FRAY LUIS DE GRANADA

La decisión tiene mucho que ver con la memoria, los sentimientos y los afectos… y hay que incardinarla en una vuelta al pasado. Quiero decir que al pensar en Fray Luis de Granada, de pronto la adolescencia ha aparecido en mí con su rubor de antaño, con su osadía y con su cielo conquistado, ganado o definitivamente perdido. Les estoy hablando de los últimos años del franquismo, los cursos 1971-1972 y 1972-1973. Por entonces España estaba hecha unos zorros (casi como ahora) y algunos andábamos contemplando las boqueadas de un régimen dictatorial que se tambaleaba en un misticismo egregio a pesar de los pecados contra el sexto (cosas de la edad y la sangre) a los que teníamos que hacer frente de continuo porque ya se sabe que “la cabra tira al monte”. ¡Y había tantas cabras descarriadas entonces!
Digo yo que algo de aquel misticismo  pródigo vendría por nuestra asistencia a las clases de quinto y sexto de bachillerato en el Seminario Menor (o habría que decir más propiamente el Instituto que como anejo había al mismo) y aquel aire de luminosa presencia de los futuros curas de Granada que inundaban las aulas de entonces. Algunos compañeros míos hoy ejercen su magisterio religioso, aunque los años han creado una distante pátina en nuestros apegos.
Eran años de una eficaz quimera. Se vislumbraba la utopía. Sabíamos que al dictador no le quedaba ya mucho resuello y la democracia estaba vecina. Sin embargo, los jóvenes que entonces andábamos por los catorce años vivíamos aquel misticismo especulador al que me refería. No en vano, vivíamos rodeados de seminaristas y eran las aulas del seminario, sus instalaciones deportivas, su biblioteca y su salón de actos los que nos servían de refugio y cerco a nuestras vidas, de espacio dorado, que diría el poeta, donde razonar y sazonar el tiempo.
Por entonces dirigía aquel centro una de las mejores personas que he conocido en mi vida (no he conocido muchas, la verdad): Don Gaspar de la Chica Cassinello. Un verdadero prócer de la cultura, catedrático de latín y más tarde profesor de la Universidad granadina. Un mocoso como yo (¿qué son catorce años si no?) hablaba con él como si fuera su amigo, me invitaba a ir a su casa (un verdadero museo, pues no en vano, su afición era la arqueología) y charlábamos de algo que en esa edad viene muy a propósito y está en la línea unamuniana de la exsitencia: la búsqueda del sentido de las cosas, la trascendencia de lo religioso, los límites que esto nos impone y la exploración de la verdad y la libertad en un mundo hostil. Nosotros, a la vez que estábamos descubriendo la sexualidad y a la mujer, también estábamos descubriendo el mundo. Y había muchas cosas que nos atraían, muchas de ellas pecaminosas, porque ya se sabe que el pecado ha ejercido siempre mucha atracción por su componente de prohibición corrosiva. Y, por entonces, diezmado por las enseñanzas recibidas había ocasiones que me sentía un pecador como la copa de un pino. No mucho menos que la mayoría de los que ¡ahí! casi andábamos con pantalones cortos.
En mis ataques de misticismo (era asiduo a la misa y a oficiar de ayudante cuando se apreciaba, casi monaguillo diría) buscaba libros que aclararan mi existencia y ese mundo ruinoso que hallaba a mi alrededor. Miseria por todas partes, egoísmo, hipocresía… Me estaba comenzando a dar cuenta de lo que era el mundo y no me gustaba ni un ápice. Cuando podía, ayudaba en causas perdidas: en organizaciones no gubernamentales que ayudaban a los necesitados y a dar mi sabiduría (¿qué podía ofrecer un chico de catorce o quince años?) a los que se hallaban todavía más faltos de ella que yo. Hacía lo que podía y estaba comprometido con la causa de la humanidad. Esa palabra que suena tan rimbombante y que ahora se ha puesto de moda, quizá porque hemos llegado a la conclusión de que la globalización ya sí nos ha hecho a todos un poco más hermanos y humanos.
La lectura también me servía de consuelo. Era el único consuelo ante tanta soledad, desolación y aislamiento. Con frecuencia me acercaba por la calle Elvira donde había una librería de viejo con el que me llevaba muy bien y que, seguramente, era el mejor bibliófilo que había entonces por Granada. Allí compré muchas obras: Crimen y Castigo, El extranjero de Camus, poemas de Garcilaso, novela negra… y, por supuesto, en ese arrebato místico-ascético al que vengo aludiendo, la obra de la que quería hablarles: Guía de pecadores de Fray Luis de Granada[ii], en una publicación de la Editorial Sopena de Argentina y en la colección Universo, que llevaba fecha de edición de 1946. Libro que ejerció una gran seducción entre los heterodoxos como el abate Marchena o Emilio Castelar. Todavía la conservo como un regalo de época, igual que conservo todos aquellos libros que fui comprando. Pero ya está deslucida, amarillenta, con ese color ocre que ofrece la cultura cuando pasan los años por ella. Por entonces no había dinero para comprar libros, pero había tomado la iniciativa de guardar en una hucha el escaso estipendio que me daban mis padres para unas chucherías o para ir al cine y así hacer una biblioteca de la adolescencia que ahora me llena de pasado y nostalgia.

Guía de pecadores es un libro que ayuda a vivir al que se considera cristiano, pero desde luego puede ayudar (y mucho) al que sencillamente desea, como hoy se dice, “poner en valor” los beneficios de eso que se llama humanidad compartida y humanismo solidario.
Desde luego que el sabio granadino nos ofrece las reglas del bien vivir bajo la férula del cristianismo: de ahí la conversión del pecador con la exaltación de la oración, la confesión y la comunión, pero sobre todo, y ahí está lo que más me interesa: la perfección y la buena vida, que algunos confunden con estar borrachos todo el día o bajo los efectos de esos menjunjes que nos conducen por los paraísos artificiales de la idiocia.
Un pensamiento que está muy presente siempre en su obra es penetrar en el interior de uno mismo y comprendernos, comprender el mundo que nos rodea si previamente nos hemos conocido a nosotros mismos. El consejo de Sócrates parece que está presente: conócete a ti mismo. Solo a partir de este momento, podremos penetrar en el enigma de la humanidad y en el otro, el verdadero referente para nosotros de eso que hemos dado en llamar “humanismo solidario”.
El concepto de muerte nos delimita el terreno (“eres hombre, sabes por cierto que has de morir”), el campo de juego de la vida. Con mucha frecuencia, o somos ajenos estos límites o nos cercenan nuestra existencia, pero para Fray Luis de Granada son un buen reclamo para imbuirse del concepto relativo de las cosas y la trascendencia de otras realmente superiores. Necesita que dejemos esa liviandad en la que nos movemos y nos introduzcamos en lo sustancial. Las preguntas del poeta en su poema “Lo fatal” de Rubén Darío, parece que están presentes cuando Fray Luis de Granada se pregunta retóricamente: “¿Dónde irás? ¿Qué harás? ¿A quién llamarás?” Y se responde que “alegre cosa es para el que vive la vista de sus hijos, y de sus amigos, y de su casa y hacienda, y de todo lo que ama”.
Surge entonces el concepto de rendimiento de cuentas ante la existencia, del recordatorio de las cosas y las actuaciones de la vida. Al final, siempre hay que colocarse en el final, y rememorar qué ha sido nuestra existencia. Este propósito nos permitirá seguir avanzando. De ahí que nos hable de ese “juicio final” que para un agnóstico debe ser un análisis permanente de la realidad y un compromiso con el todo. Esta visión apocalíptica que él ofrece lo hace introducirse en lo que llama la “gloria de los bienaventurados”, es decir, esos principios que, según San Agustín, deberían regir nuestros actos: vida sosegada, vida hermosa, vida limpia, vida sin tristeza, sin dolor, sin congoja…: “Cuanto más te considero, más me hiere tu amor. Grandemente me deleita el deseo grande de ti, y no menos me es dulce tu memoria”. Cualquier enamorado suscribiría estas bellas palabras.
Pero existen prisiones del “corpezuelo” que nos impiden esa travesía placentera a la que se refiere el sabio Fray Luis, que habla metafóricamente de tormentas, ladrones y corsarios, guerras… ese infierno de la vida en cuya eternidad de males andamos de continuo y acosan nuestra existencia. Fray Luis de Granada expresa la necesidad de, a pesar de todo, agradecer el haber existido y el esfuerzo de los demás por nuestra existencia habiendo siempre una necesidad de agradecer permanentemente los beneficios recibidos. Se debe estar ejerciendo la libertad y postulándose frente a la maldad y rehuyendo la mala vida: “El niño llora cuando sale del vientre de su madre, porque no conoce cuánto mejor es  este a donde viene, que aquel de donde sale”. Y nos incita a valorar la bondad de lo bello y lo bueno que existe en esta vida y obviamente incita, desde su perspectiva, a esa conversión necesaria. Pero desde luego existe una apuesta por la otra vida: “No se acaba del todo el hombre cuando muere… queda otra vida perdurable”.
Sin embargo, lo que me interesa resaltar es algo que conecta esta visión con ese humanismo solidario al que nos referimos, sobre todo cuando dice: “No hay criatura en el mundo, si bien se mira, que no nos llame al amor y servicio común del Señor”. Idea extensible a esa humanidad en la que se concitan las expectativas del hombre contemporáneo a la que nos referimos. Y el camino que propone para conseguir esa humanidad no es otro que “la razón, y la justicia, y la ley…” Palabras en las que obviamente se reconocerá cualquiera. Y es que Fray Luis de Granada bebe de Erasmo y de su espíritu humanista, de ese humanismo cristiano en este caso, como bien nos recordaba León Navarro[iii], y de un humanismo esperanzado, que no ingenuo, como la mayor parte de los humanismos defendidos por esas antropologías de época que acabarían en el desengaño, sino otro tipo de humanismo, comunicable y espiritual:

Con ello descubrimos en el ser humano su apertura a la trascendencia, la comunicabilidad con los otros y con el Otro, Dios, y la capacidad de ser elevado al orden de la gracia[iv].

  Y de hecho, esta aventura humanista, lo hizo enfrentarse al tribunal de la Inquisición que afiló sus cuchillos contra el fraile a principios del verano de 1559 y cuyas obras estarían destinadas a estar en el Índice de libros prohibidos[v] que iba a enumerar el Tribunal de la Santa Inquisición como también advertía Alonso del Campo[vi]. Es obvio pensar que en ese humanismo militante de fray Luis de Granada la existencia de ese ser humano no es ajeno a Dios (Sumo Hacedor) cuya presencia y valores deben ser tenidos en cuenta:

La amenaza más grave sobre el hombre es que llegue esa dimensión esencial de su vida. Si hay dominio del mundo y tecnificación, pero falta la adoración, no hay humanismo. Sin la llamada de la trascendencia, el hombre corre el grave riesgo de ser manipulado, con fines que no son los de un verdadero servicio al hombre. Sin contemplaciones el mundo acabaría en la humanización.

Para ello propone unas reglas del bien vivir que se reducen a un principio muy básico, como de andar por casa: “Guardarse del mal y hacer el bien”.
Lo que le lleva, en consecuencia, a proponer una serie de males de los que debemos de huir y una serie de bienes a los que debemos hacer frente. Entre los males sitúa la blasfemia (pero también la infidelidad, la desesperación y el odio a Dios), el jurar el nombre de Dios en vano, la torpeza y carnalidad, el odio y la enemistad formada con deseo de venganza contra el otro, el retener lo ajeno contra su voluntad, el quebrantar cualquiera de los mandamientos eclesiales, pero también la envidia, la ira, la murmuración, el escarnecer y mofarse del otro, el juzgarlo temerariamente… y la mentira y la lisonja que procura beneficios.
Pero existe todo un corolario de maldades que no acaban en estas palabras mayores contra Dios y el “otro” (el prójimo) sino que conforman y delimitan esa inferencia de la maldad que no debe menospreciar las cosas menores porque presto caerá en las mayores: la vanagloria, la gula, los pensamientos ociosos, las burlas desordenadas, el perder el tiempo e incluso (algo que llamará mucho la atención) el dormir demasiado…
Son los males que la humanidad, según fray Luis de Granada, debe alejar de sí misma si quiere progresar en las bondades humanas. Y lo primero de todo es tener suficiente humildad para reconocerlo. Este principio nos salvará.
A continuación enumera los remedios contra esas maldades y apunta las siguientes: analizar detenidamente todo lo que perdemos por incidir en esas abusivas maldades pero también evitar aquellas malas compañías que puedan inducirnos a la maldad. La rapidez en la reacción tiene tanta o más importancia como el uso de los sacramentos, la oración o los buenos libros. Incluso el ayuno o la abstinencia de determinados alimentos (algo que procede de esa larga tradición oriental y que llegará al medio oriente, como tantas otras cosas) y la realización de buenas obras que redunden en el ejercicio de la bondad. Pero desde luego el encontrarse consigo mismo en la meditación que genera el silencio y la soledad, que nos permitan entrar en la idea de la importancia que tiene no perder el tiempo vanamente. Y, desde luego, hacer un ejercicio básico de humildad y abandono de la vanidad suma que todo lo corrompe.
Pero, sobre todo, a partir del capítulo IX propone una serie de principios que van a permitir el uso de los valores del ser humano. Se parte de un principio básico: el dar a cada uno lo suyo, que nace de un principio de justicia sobre el que debe sostenerse ese ser humano. Ese principio de justicia conlleva en consecuencia la denuncia de la injusticia y la postura crítica ante esta.  Y este ha de tener dos pilares básicos que son: la prudencia y la fortaleza para ejecutar todo con rigor y severidad. En esa tradición que tanto tendría que ver con el orfismo y otros ritos (no comer carne ni derramar sangre animal…) propone que el cuerpo sea tratado con rigor y aspereza.  El credo órfico proponía una nueva interpretación del ser humano (cuerpo/alma, esta última como la única que sobrevive) que tendría precedentes en Homero (que ad sensu contrario vería lo verdadero en el cuerpo y no en el alma como los órficos), lo que el iniciado debe cuidar siempre y esforzarse en mantener pura para su salvación. El cuerpo es un mero vestido, una prisión, una tumba del alma. De ahí la necesidad de ese rigor al que se refiere fray Luis de Granada. Dice que si hubo ciudades y reinos que se perdieron por los regalos y las delicias, por esa demasía en las cosas, el cuerpo debe permanecer ajeno a esa “erótica” que ejerce la blandura y la vida regalada y se debe ejercitar en la aspereza “en el comer, en el beber, en el vestir, en la cama, en la mesa, en la casa, y finalmente en todas las cosas que pertenecen para la conservación del cuerpo; en las cuales no se ha de tener respecto a su regalo, sino a la necesidad”. De ahí la necesidad también, en el trato con nuestros semejantes, de ser humildes, suaves, mansos y graves.
Y es que, como vamos viendo, existe en su vocación humana una preocupación trascendente por los problemas del hombre y el modo de resolverlos. En esa vocación, que fue la de toda su vida, sus escritos tratan de establecer las coordenadas previstas con la presencia de este como frontispicio de sus actuaciones, pues ve a este como creación divina antes que cualquier otra cosa, y su propósito es que vuelva a cerrarse en él ese círculo de su profunda humanidad.
Habría pues una búsqueda de la raíz ontológica de ese ser. Pero también se ejercita en él esa apertura a lo trascendente que nace de la mente de cualquier hombre (sea o no religioso), y, en consecuencia, las derivas de su mundo interior. Y también, como vemos en las últimas ideas, hay una realidad biológica a la que no es ajeno y que influye sobre manera en esa voluntad de pureza anímica:

La consecuencia primaria y básica de la visión del hombre en fray Luis es que debe estar animado por una esperanza viva que contrasta con el pesimismo, el nihilismo, la opacidad, la desesperanza y el desarraigo o el individualismo insolidario a que han conducido gran parte de las antropologías modernas, encerradas en un subjetivismo, en un inmanentismo reacios o negadores absolutos de toda trascendencia en el hombre[vii].

Es en esa capacidad contemplativa y la apertura a lo trascendente es donde radica el humanismo solidario que propone fray Luis de Granada, con lo que defiende uno de los elementos básicos de cualquier ser humano: su dignidad:

Fray Luis deja al hombre en un silencio capaz de acercarle a su propia intimidad. Frente al hombre disperso y dividido, fray Luis presenta al hombre de la interioridad y la armonía[viii].

En esa búsqueda de la perfección en el ser humano, defiende que una de los instrumentos fundamentales está en la lengua, y siguiendo al sabio, dirá: “La muerte y la vida está en manos de la lengua”. De modo que esta es un fiel reflejo del ser humano, su dignidad y su bondad. Y uno de los elementos básicos es la humildad, definida por San Bernardo como el desprecio de sí mismo, que es una forma de contemplar con distanciamiento las cosas del mundo, aspirando a otros bienes espirituales.
Desde luego que la imaginación mal conducida también puede ser una fuente de conflictos para el ser humano, sobre todo cuando tiene como aliado la falta de entendimiento y la ausencia de prudencia, que se define básicamente como una forma de conocerse el hombre a sí mismo.
Cuando esto sucede estamos condicionados para realizar los peores pasos, tanto como cuando  abandonamos el justo medio que ya habían predicado, entre otros, Confucio, Budha, Lao Tsé, Platón, Aristóteles, Krishna, el Bagavad Gita... Confucio, cuya doctrina de la Medida Áurica se tradujo como el Justo Medio, propone el Cheng-Yung o doctrina del medio. Aquello que no se desvía a un extremo se llama (Cheng), y lo que no es confiable recibe el nombre  de perseverante (Yung). El camino recto o ley ordenada  del universo representa el centro, el hecho de mantenerse  en el mismo supone la perseverancia.
En Grecia, la doctrina del "Justo Medio" la desarrollan de manera manifiesta Platón  y Aristóteles. Sin embargo, ya otros sabios griegos dijeron:" Nada en exceso, todo es bueno a la medida". En la Ética a Nicómaco, Aristóteles afirma que la virtud moral es el punto medio entre los dos extremos.
Y fray Luis de Granada dirá: “Huir siempre de los extremos y ponerse en el medio. Por donde, ni todo lo condenes, ni todo lo justifiques, ni todo lo niegues, ni todo lo concedas, ni todo lo creas, ni todo lo dejes de creer…” Toda una filosofía vital que conecta con uno de los grandes principios del humanismo solidario: el otro. Y dice fray Luis en este sentido: “La segunda parte de justicia es hacer el hombre lo que debe para con sus prójimos, que es usar con ellos de aquella caridad y misericordia que Dios nos manda”. Que se traduce en el sumo principio del amor hacia los otros y la humanidad, la clemencia y la indulgencia como instrumentos que nos hace más seres humanos. Aquí radica uno de los elementos definitorios de este pues el que ama está en el primer grado de caridad, el que ayuda, el que perdona y el que edifica con sus palabra y buena vida la y trabaja por tener “un corazón de madre”. Y todo ello porque, en el discurso de la “otredad” que venimos propugnando, el otro es visto como uno mismo o como la bondad divina, en palabras de fray Luis de Granada: “No has de mirar al prójimo como a extraño sino como a imagen de Dios”.
En la obra de Laín Entralgo, La antropología en la obra de fray Luis de Granada, que culmina con dos monografías La espera y la esperanza y Teoría y realidad del otro, Laín habla del concepto de encuentro con el otro  y sus diversas formas de encuentro (amor, comunicación, relación interpersonal…) y propone un estudio profundo del concepto antropológico que poseía fray Luis de Granada y al que remitimos al lector.
Fray Luis parte de ese concepto de ser humano de microcosmos que refleja ese macrocosmos (de origen oriental), y en consecuencia, el objeto último será Dios y su criatura predilecta: el ser humano. Así se considera el hombre como un breve mapa donde Dios representó el mundo. Pero, además, y aquí radica otra de sus ideas fundamentales, este ser humano es estructuralmente complejo, como lo es el Otro. Y así dirá Alsina Calves[ix]:

El trasfondo intelectual de la anatomía humana de fray Luis de Granada es una combinación de elementos galénicos y aristotélicos, que constituyen su armazón ideológico con aportaciones de anatomistas contemporáneos… Andrés Vesalio, Juan de Valverde de Hamusco y Bernardino Montaña de Montserrate.

En definitiva, la clarividente obra del fraile granadino, el mejor orador de la historia de España, según el parecer de muchos, nos habla de una de las grandes ideas que más nos preocupan en la actualidad: el ser humano. De lo que seamos capaces de hacer por él, que es lo mismo que decir por nosotros mismos, depende la deriva o el acierto de la humanidad.



[i] Véase el artículo de Rhodes, E. (1989). “El Libro de la Oración como el best-seller del siglo de oro”, AIH, Actas X, 525-532. Más de cien ediciones entre 1554 y 1679. “Publicado veintitrés veces durante los primeros cinco años después de su primera aparición, el libro seguramente habría seguido publicándose al mismo ritmo desaforado si no hubiera sido por la intervención del índice de Fernando de Valdés” (p. 526).
[ii] Impreso en Salamanca por primera vez en 1556, aunque su redacción definitiva es de 1567.
[iii] León Navarro, V. (1984): “La lectura en Fray Luis de Granada en el siglo XVIII”, Anales de la Universidad de Alicante, Historia moderna 4, 323-338.
[iv] Alonso del Campo, U. (2005): “Fray Luis encausado por la Inquisición” en Vida y obra de fray Luis de Granada, Salamanca: Editorial San Esteban 312.
[v] En la edición B, del Índice de Salamanca, en la página 41 de esta segunda edición del catálogo del inquisidor Fernando de Valdés, se prohíben tres obras de fray Luis de Granada: el Libro de la Oración y Meditación, la Guía de pecadores y el Manual de diversas oraciones y espirituales  ejercicios. Por entonces, como nos recuerda Hernández Martín, R.: “La espiritualidad del padre Granada, signo de contradicción”. Dirección URL: <http://angarmegia.com/espiritualidad_granada1.htm> (Consultado el día 11 de noviembre de 2013), fray Luis de Granada era Provincial de la Provincia dominicana de Portugal con un gran prestigio ante la corte, ante la jerarquía eclesiástica y ante el pueblo de esa nación y de España, que escuchaban entusiasmados sus sermones y consejos, y que leían ansiosamente sus libros por la insondable riqueza de su doctrina espiritual y por la belleza difícilmente igualable de su lenguaje. Y, por si esto fuera poco, sus obras comenzaban a traducirse entonces a las principales lenguas europeas
[vi] Ibidem, pp. 104-111.
[vii] Alonso op. cit. p. 326.
[viii] Ibidem, p. 329.
[ix] Alsina Calves, J. (1999): “Las ideas anatómicas de fray Luis de Granada en la primera parte de la Introducción al símbolo de la fe”, Llull, 22, 337-345.

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano