domingo, 24 de febrero de 2008
LA PRECARIEDAD DEL TIEMPO (Sobre "Días precarios" de Miguel García-Posada, publicado en el Suplemento Libros de La Opinión de Málaga, 23.02.2008)
F. MORALES LOMAS
La precariedad del tiempo, las posibilidades de la memoria en la organización vital, la justicia histórica, la expulsión de los demonios interiores y un aire de desenlace y entrega final parecen adueñarse del último poemario de García-Posada, Días precarios. El poemario es diverso, plural, heterogéneo y abigarrado tanto desde el punto de vista estilístico como temático.
Si es verdad que en determinados momentos encontramos un lenguaje directo, confesional, claro, arañado, emotivo y neorromántico; en otros podemos hallar una compensación a la retórica, al gusto por la metáfora, a la creación formal per se, no en el sentido de la retórica en sí misma, sino de la vuelta al barroco español.
Temáticamente es diverso porque podemos encontrar series diferentes y bien organizadas: una de ellas lleva por título sueño: de la amiga de veinte años, de Ignacio Prat, del turista italiano, de la decrepitud, del desesperado, del soñador... Catorce sueños que se extienden por el reconocimiento cuando van dedicados a los amigos muertos: Prat, Álvarez Palacios o Jiménez. Pero también desde ellos observamos el tópico del paso del tiempo y su doliente y próximo fin. Se llenan los poemas de una confidencialidad lastimosa y triste. Se desvela la añoranza por aquel amor que no llegó o por la finitud de lo que va pasando imperceptiblemente: “Todo será lo mismo para este transeúnte de los días precarios”. La precariedad, del ser humano, su interinidad, su tránsito vuelan con rigor y decadente mirada este poemario dolorido. La descripción posee un gran valor como elemento definidor cuando se refiere a las personas citadas porque es un compromiso personal con ellas, un reconocimiento y un aliento vital. Y se hace duro y justiciero cuando llama a la puerta el innombrable, el dictador Franco, su verso se vuelve duro, directo, punzante: “Odió a muchos y a muchos/ aborreció. Mató y encarceló y desterró y torturó a demasiados”. La pérdida de la energía vital y la resolución del conflicto existencial permite ofrecer una metafórica expiación personal: “La vejez es el tiempo/ de la sabiduría inútil”. Es una voz prestada al pesimismo barroco y sus rémoras existenciales, en las que la decrepitud, la desesperación y el desconcierto campean a sus anchas. En el bello poema “Sueño del soñador” hace una de las más grandes defensas escritas sobre Cervantes, “el que quemó sus días postrimeros/ en la precariedad y la penumbra”. ¿Acaso también como él mismo se siente? La épica de lo narrativo transita por la confidencialidad del poema “Reuniones”, y un trasfondo sentimental, de confesión, de reconocimiento la definición de la casa en “Retorno a Bideshead”. Pero siempre están presentes las sombras, la desolación, la claudicación, la sensación de que la vida se va, de la caída vital. De ahí que el apartado titulado “Fin”, compuesto por ocho sonetos, se reproduzca el misterio de la palabra y toda la presencia metafórica y vital/mortuoria del barroco español: nihilismo, imágenes proyectivas, enumeraciones, la antítesis luz/sombras, el encabalgamiento como procedimiento solemne y reflexivo, la intertextualidad manriqueña y su caducidad: “El oro de la edad tornose cobre./ Postrero, voy sin mí y oliendo a muerto./ Caduco, soy un pájaro sin nido”. En los últimos versos nos ofrece un homenaje a Góngora que tiene un aire doctrinal y didáctico en torno al concierto de la vida, la definición del mundo y la memoria elegíaca del corazón. Un legado de sensaciones y sentimientos que nos conducen por una poesía vital, desgarradora y comprometida con el ser humano y su fin.
García-Posada, Miguel: Días precarios, Madrid, Visor, 2007, 80 pp.
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