POESÍA ULTIMÍSIMA DE VERÓN
GORMAZ
F. MORALES LOMAS
La concesión del Premio de las Letras Aragonesas en 2013 a Verón
Gormaz supone un reconocimiento institucional a uno de los escritores
aragoneses más prestigiosos de las últimas décadas y una
valoración del gobierno aragonés a su dilatada trayectoria y la
dimensión humana y enraizamiento en la sociedad de su tiempo de su
obra.
Conozco desde hace años la obra lírica de Verón Gormaz, de la que
he resaltado la exploración del significado de la existencia desde
la oscuridad de las interrogaciones sin respuesta, la
simbiosis perfecta entre la literatura culta y popular y la maestría
en el manejo de registros y temas de raigambre existencial con un
tono reflexivo, muy cuidado, en el que la asunción de las lecturas
clásicas es todo un signo de garantía.
Sus dos últimas obras por ahora son
Un mar de montes
y Sala de los
espejos, ambas de
2014. son dos libros completamente diferentes y complementarios a la
vez. El primero está dividido en dos partes: la primera, “Penumbra
en el tiempo”, reúne una selección de poemas escritos en los
últimos 30 años y la segunda, “Microcosmos”, cuentos breves
extraídos del libro Cuentos
para sentir las horas.
En Sala de los
espejos aborda un
registro muy querido para Verón Gormaz el epigrama, del que es uno
de los principales cultivadores junto a Badosa y García López.
“Penumbra en el tiempo” aborda
una temática tradicional en su obra: el misterio del tiempo, con
reminiscencias clásicas, tanto manriqueñas como machadianas. Las
dos orillas sirven de encuentro con el misterio de la existencia y el
símbolo eterno desde una literatura que nace de la mirada como guía
vital. La llegada a la noche catapulta al poeta en ese sentir puro
que nace del silencio y lo enigmático del vivir mientras la muerte
acecha al navegante que se adentra en esa bondad de las aguas y en un
camino maltrecho, con el pobre equipaje y las falsas ceremonias.
Cualquier lector puede interpretar el intertexto de los autores
citados sin duda en la asunción de la vida como un encuentro con ese
otro mundo perdido y reencontrado. El silencio, lo nocturno y el
regreso (todo vivir es regresar) se adentran en una ciudad indolente
que se levanta y es contemplada como en sueños. Ese motivo de la
contemplación nos advierte mucho de la importancia de la imagen con
todo su imago mundi.
Existe en ella una raíz profundamente desconsolada, nocturna y
oscura, decadente y melancólica ante el nombramiento de las cosas,
ante ese ruido y consistencia con la que queremos nombrar con la
palabra ese mundo. Y siempre surge la noche, el paso del viento y la
tarde... en la que, no obstante, se pretende recorrer la esperanza.
Las sensaciones vitales se suceden ante ese correr de las horas en
que nos conducimos desde el alba en Tiffany's hasta esa caída y
retorno al encuentro con la nada. Un abismo presente que quizá puede
estar detenido momentáneamente por el misterio de la música, la voz
y el canto: “La espera es un deseo que vuelve hacia el origen./ El
músico imagina que la nota es el viento,/ que en ella se devana la
esencia de las horas,/ el misterio remoto que asoma en la estrellas”.
Una lírica que bucea en el tránsito humano y en esa noche que nos
acomete tras las nieblas de la existencia, tras la amanecida y el
silencio, pero ni este se encuentra libre de sospecha. Las lágrimas,
la soledad pueden ser reacciones humanas para ese encuentro que, al
fin y al cabo, es nuestro recorrido vital y la palabra quizá como
último estertor y refugio: “Si aprecias el valor de la palabra,/
si sientes el valor de su sonido/ y sopla en tu razón su contenido,/
busca una llave que el poema te abra”. Una llave para comprender el
mundo, la metáfora del alma mojada, esos recuerdos que conforman
nuestro equipaje y nos inducen a vivir junto a la esperanza o el
sueño: “Porque somos de viento y de presura,/ de horas contadas
que se precipitan/ sobre abismos de tiempo desbocado”. Una vocación
también de claridad y de sentir esa luz inicial ante la fugacidad de
todo lo perecedero.
En los textos en prosa asume el poder
de creación y conformación de la palabra y el efecto temporal:
“Había soñado que los días eran una colección de sellos con
muchos repetidos”. Imagen, sueño, memoria, paso del tiempo
recurren en crear la imagen de la existencia, ese teatro del mundo en
el que los niños contemplan el escenario sin saber qué sucede. Y
junto a ello temáticas que siempre le han ayudado a comprendernos:
la identidad, las posguerra, el valor de la palabra como instrumento
para comprender, el laberinto en el que tratamos de sobrevivir o los
fracasos vitales como catalizadores...
Ángel Guinda al hablar de sus
epigramas dice que buscan esa próspera tradición que viene desde la
antigüedad clásica tan rica en tierras aragonesas y bucea en la
condición humana: poder, ambición, soberbia, envidia, avaricia,
buen comer y beber, mal carácter, aurea
mediocritas,
infidelidad...; en definitiva, en todo lo que nos define en ese largo
camino por vivir. Y Verón Gormaz lo ejercita con maestría desde esa
condición de los bárbaros en referencia a Kavafis hasta la
categoría del poder y el silencio último que todo lo declama y
cierra. En medio, la asociación del dinero y el amor, el
descubrimiento del armario que algunos llevan dentro o la
singularidad del poeta emergente, que sabe muy bien copiar y peor
crear. Todo un repertorio en el que se concita la habilidad para la
seducción de la mujer (a la que Ovidio le dedicó su Arte
de amar) o la
caridad pasajera: “Esta distante solidaridad,/ que aparece y se
esfuma con limosnas”. Existe en todos estos epigramas una sátira
inteligente a lo que hemos creado, a esos estados que nos conforman
como avaros, maliciosos, perjuros o terribles y denotan esos males
morales a combatir. En ese sentido su literatura se llena de ética,
es ética literaria en la denuncia de los males de la humanidad, tan
actuales como como inmanentes en nuestra condición de personas. Una
lírica, profunda, vital, enormemente rica en matices de uno de
nuestros escritores contemporáneos más prestigiosos.
Verón Gormaz, José (2014): Un mar de montes. Zaragoza:
Gobierno de Aragón.
Verón Gormaz, José (2014): Sala de los espejos (Epigramas,
enigmas y otras contemplaciones). Zaragoza: Olifante, Ediciones
de Poesía.
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