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DOMÍNGUEZ,
JUAN CEYLES (2013)
CRUZANDO
KAZMADÁN. SUMMA INCOMPLETA 1997-2010
MÁLAGA:
CENTRO CULTURAL GENERACIÓN DEL 27.
F.
MORALES LOMAS
Esta
extensa obra se ha ido elaborando entre 1997 y 2010, y reúne
inéditos de ese periodo pero nace de una etapa vital mucho más
amplia pues conformarían los cuarenta años, casi una vida. El
título alude a un país imaginario cuya travesía se pretende
realizar, aunque en realidad es un viaje interior en el que desde el
collage y el pensamiento
fragmentario va construyendo su visión del mundo y el sentido de la
escritura.
Viene
precedido de un buen trabajo del profesor y poeta Francisco Chica,
que ofrece algunas claves del mismo: su insatisfacción e
incertidumbre, el valor de dietario o proyecto de su poesía, el
juego de máscaras (pues no olvidemos que muchos de esos poemas han
sido publicados con los diversos heterónimos que tiene el autor:
Lucio Ségel, Federico Bo, Olga Márquez o Irma Tagla), la necesidad
de multiplicarse en el libro, la dificultad interpretativa de sus
densos pensamientos, el experimentalismo, el valor de autorretrato e
hibridismo congénito junto a la emoción de lo cotidiano de un viejo
militante de izquierdas.
Nos
interesan de esta obra dos principios fundamentales: la voluntad
ruptural, creadora y, en consecuencia, de estilo; y su ámbito
ideológico, su raíz vital y su aportación a la literatura
española. Muchos podrán ver en Juan Ceyles Domínguez una
perspectiva que lo acerca a José Miguel Ullán (con cuyo Maniluvios
lo conecta Chica), un escritor afín que se asimila al espíritu de
la vanguardia en la búsqueda de caminos no hollados y en sentar las
bases de una ruptura del discurso lógico o del realismo al uso.
El
escritor malagueño se declara como un poeta promiscuo y esa
promiscuidad (p. 181) le llega desde la adopción de un
perspectivismo creador en la voluntad inicial y en el uso de técnicas
experimentales como el collage fundamentalmente,
aunque hay mucho de creación léxica,
elipsismo, asociaciones diversas con valor semántico, simbología y
lenguaje metafórico definitorio, juegos antitéticos, fonéticos,
lúdicos... y, sobre todo, de la voluntad estética de estar
continuamente haciéndose preguntas y estar constantemente en el
camino, un camino imaginario que le lleva a recrear la realidad y
ofrecerla según visiones poliédricas, un camino para no llegar a
lugar alguno pero con una enorme fortaleza mental y una evidente
claridad. Los principios estéticos y vitales están muy claros en
los versos del poema “Ocurrencias de Malevi”, unos principios
permanentes y reiterados en toda su obra: la promiscuidad poética,
la ausencia de dogmatismo alguno, su aspiración a contar la
existencia (ese derramarse figurativo), la diversidad... y yo diría
también la heterodoxia en la conformación de un mundo tanto
literario como vital, su raíz pesimista (el concepto asumido de
fracaso) que lo conecta -como dice Francisco Chica en el prólogo-
con los filósofos de la sospecha: Schopenhauer, Heidegger... , los
pesimistas, a los que aluden Copleston y los teóricos de la
filosofía y, finalmente, la ausencia de dogma alguno: su apertura de
pensamiento para entender todo lo que va sobreviniendo al ser humano.
Pero existe, además, como afirma en el poema “Toda mi vida
aprendiendo a ser poeta” (p. 284), una voluntad por definir su
camino, por mostrarse en la normalidad, en la humildad (“poeta y
friegaplatos”, dirá), en el pulso de la vida, en el camino como
metáfora... y en su voluntad de rastrearlo todo. Lo que nos conduce
a su vitalidad discursiva y al enorme valor que ofrece a la palabra y
su consistencia para significar y la fortaleza que ofrecen las dudas.
El
mundo del antirrealismo, la disidencia y la heterodoxia ha encontrado
en Juan Ceyles Domínguez un perfecto aliado para conformar en ocho
secuencias fragmentarias una visión del mundo desde la densidad y la
búsqueda de la transparencia, pero también desde la “pelea”
(pelea vital, pelea por no cejar, pelea por tratar de explicarse el
todo, esta summa
de origen tomista a la que aspira convertir su mundo), desde la dudas
y desde la utopía. ¿Qué sería de la esperanza sin la utopía? Y
Juan Ceyles Domínguez cree en ella. La palabra, con su instinto
creador, con su insatisfacción, con su dolor infinito... se va
adueñando del poema, de sus mensajes, de su pensamiento, ese que
tanto vela y quiere el poeta: “El pensamiento/ como un cable
eléctrico sigue conectado”. En otro momento dirá que es “lo
primero que tenemos que salvar/antes que los bosques”.
La
libertad creadora conforma un rumbo impreciso en el que la elección
siempre es momentánea o temporal, pero esto es solo aparente, porque
en su línea interior hay unos principios irrenunciables que nacen
del desprecio de un mundo en el que no cree y de la emoción ante
todo lo humano.
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