LAS FRUTAS DE LA LUNA
DE ÁNGEL OLGOSO
F. MORALES LOMAS
Las frutas de la luna, XX
Premio Andalucía de la Crítica 2014, es un libro rico en experiencias narrativas
y en procesos escriturales en el que aborda una gran variedad de registros
narrativos y temáticas (no ya en el ámbito fantástico, tan recurrente en su
trayectoria narrativa) sino en lo cosmológico o metafísico que abarcan
situaciones, espacios y experiencias deslumbrantes y bastante originales con
una sublime complementariedad entre la brevedad de algunos y la extensión de
otros, conformando un dominio explícito de la materia narrativa que sigue como
guía en ocasiones la técnica del collage para organizar esos mundos
abigarrados y heterogéneos.
Construye con destreza unos
relatos que crean un espacio literario donde conviven la penetrante imaginación
y el elaborado y pulido uso de la lengua española, de la que es sin duda un
enamorado. Olgoso posee una enorme versatilidad narrativa y se adapta a la
perfección al modelo que requiere cada situación, cada historia, en el que la
sorpresa, el desconcierto o el estupor son factores últimos que atraen
sobremanera al lector.
Su escritura posee muchas
virtudes pero sobre todo una: su poder de impacto sobre este y la creación del asombro
como arma narrativa. Nada es previsible en su obra: dos operarios desmontan el
mundo y nuestra existencia, y a medida que se va elaborando el relato ignoramos
de qué trabajo se trata pues la impresión es que están desmontando un decorado;
sin embargo, este decorado es la propia existencia. Pero estos registros
futuristas o fantásticos cambian en otro momento por situaciones orientales
como en “Un cuenco de madera…” que sigue los parámetros de la literatura china
en alianza con la narrativa gótica, en la que un joven pobre tiene un novio
detenido esperando la sentencia a muerte del gobernador y el efecto mágico de
la púa de su peine clavándose en el corazón del mandatario.
En otras ocasiones su capacidad
para la síntesis es tal que puede construir un mundo en pocas palabras en
“Designaciones”. En determinados momentos de nuevo llega su inspiración
oriental (es muy habitual por estas lides) y escribe una parábola situada en
torno al pintor obligado a pintar todo lo nefasto hasta que muere con la obra
inacaba.
Sus obras adquieren un carácter
simbólico pero penetran en nuestra propia realidad y le dan riqueza y
profundidad inusitada. Es consciente de que eso que llamamos realidad no lo es,
y si profundizamos en ella descubrimos ideas, conceptos, aspectos nuevos que la
enriquecen y conforman desde otra perspectiva. Con ello vivimos otras vidas,
otras formas de acceso a nuestro mundo, que es mucho más amplio que el que
aparentemente muestran los sentidos.
Dejado llevar por esos
múltiples registros, la alegorización se adueña de los textos en “La pequeña y
arrogante oligarquía de los vivos”, donde describe un vasto mar de muertos. De
norte a sur y de este a oeste, en su literatura, con afán universalista, caben
todas las miradas, todo tipo de ceremoniales e historias: desde la enfermedad,
y entonces aparece la historia de Manuel y su locura, donde rechaza la
identidad de todos los seres humanos, en una historia conmovedora que nos
recuerda a Poe. La historia de una enfermedad que bien puede ser un buen
pretexto para adentrarnos en el submundo de los hospitales, o la presencia
fehaciente de la narrativa hispanoamericana en la obra sobre la historia de
este personaje con trastornos en la personalidad: un Manuel cabizbajo que se
aísla, encadenado a la neurosis nacida de la proximidad de los demás.
También está presente la
crítica social en historias como “Materia oscura”, donde el planeta de pronto
se queda a oscuras cuando la Compañía Eléctrica decide cortar la luz del
planeta. Una ironía evidente en torno a ese poder omnímodo de las empresas y la
inanidad del ciudadano ante sus actos. Esta tendría relación con “Los túmulos”,
donde se plantea el avance de la oscuridad en el planeta y la reacción de los
ciudadanos ante ese progresivo oscurecimiento, y dice el narrador: “No deseo
dejar de anotar en mi informe acerca de la naturaleza de este mundo –para
tratarla quizá después en consecuencia- la semejanza entre los dormidos y los
muertos”.
También el esperpento hace su
aparición cuando surge el relicario del prepucio de Cristo en “Reliquias”, la trascendencia lingüística
en el diálogo de “Jueces en el Valle de Josafat”, lo absoluto con una forma de
construcción artística en “Las montañas de los gigantes a la caída de la tarde”…
En ocasiones son historias contadas bajo el mandato literario de lo ensayístico
como en Bestiario sobre el concepto de humanidad.
Un mundo abigarrado, plural,
rico tanto en situaciones y escenarios como en el cuidado uso del lenguaje que
hace de Ángel Olgoso uno de los grandes narradores contemporáneos.
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