viernes, 16 de noviembre de 2012

LO SIENTO PERO NO EXISTE EL PARAÍSO DE RICARDO BELLVESER POR F. MORALES LOMAS






 EDITORIAL CASA DE CARTÓN, MADRID, 2012


     Lo siento, pero no existe el paraíso (Casa de Cartón, Madrid, 2012) es la tercera novela del escritor valenciano Ricardo Bellveser. Anteriormente había publicado El exilio secreto de Dionisio Llopis y Paradoja del éxito que fueron traducidas a varias lenguas.
       Como poeta y también como promotor de la cultura y la literatura ha obtenido importantes premios literarios como Gil de Biedma, Vicente Gaos, Castilla y León, Eduardo Dato, Federación Española de Municipios y Provincias, el Premio de la Crítica Literaria valenciana al conjunto de su obra… y el año pasado el Premio Nacional de Fomento de la Lectura concedido por la Federación de Gremios de Editores de España por su programa cultural y de libros en TV, Encontres. Como director de la Institució Alfons el Magnànim, Ricardo Bellveser es uno de los escritores españoles que mayor divulgación hace de la literatura en el ámbito nacional.
        Pero su faceta como narrador se abre de nuevo con esta obra de plena actualidad en cuyo título va impresa ya la incontestable opinión del narrador sobre el espacio en el que transitarán los personajes: no existe el paraíso.
        Si por algo quedará en los anales esta época que nos ha tocado vivir es por la presencia mortífera de la crisis económica que está consolidándose también como una crisis ética y moral en la que acaso el sálvese quien pueda ruge con una fuerza inusitada, como se desprende de la lectura de esta conmovedora y emotiva novela de Bellveser.
         Hay fundamentalmente tres personajes que sirven de emblema o contrapunto entre ellos para conformar la actitud de un tiempo y una época como la actual: el subsahariano Óscar Caler, el español Miguel Helbo y el rumano Petru Manescu. Desde lugares del mundo distintos (África, Europa Occidental y Europa Oriental), desde perspectivas culturales diferenciadas coinciden en ser las verdaderas víctimas o mártires de la crisis actual. En dos casos desligándose de su cultura y de su tierra, familia…; en el otro, desligándose de su familia y uniéndose también simbólicamente al inmigrante en su victimario final.
       La perspectiva narrativa que adopta Bellveser en primera persona y en tercera personas narrativas con constantes referencias a la información periodística que corrobora los hechos desarrollados tiene como objeto acercar al lector a una realidad conocida por los medios de comunicación y tratar de hacer que la novela progrese desde la rapidez narrativa y el estilo ágil que debe mucho al periodista Ricardo Bellveser.
         A través de unos capítulos breves el escritor valenciano aborda uno de los temas más trascendentes de la situación actual pero frente a otros libros sobre esta temática, Ricardo ha tenido el acierto de unir a inmigrantes y un nacional en un claro intento de mostrar que la crisis también afecta con un rigor similar a los que viven en España sin empleo, hasta el punto de que (se da la ironía) el desahuciado y desempleado español decide hacerse pasar por inmigrante porque cree que así sus derechos van a ser más protegidos: “Haré como Petru y te mandaré dinero todas las semanas, y cuando pueda te llamaré y te vendrás. No aguanto más. Adiós”. No deja de ser una parodia que revela, no ya el sarcasmo de las situaciones creadas que superan la realidad, sino la terrible crueldad de la crisis que destroza vidas ajenas y vidas más cercanas que se sostienen solo en la necesidad exclusiva por sobrevivir, en una línea similar que podían hacer nuestros compatriotas decimonónicos.
       Los personajes de esta narración intentan mostrar su aventura personal en busca de esa supervivencia. Así comienza la novela, cuando el inmigrante Óscar Caler (de 28 años) trata de llegar en un cayuco a las costas de Canarias: “Me impresionó que me contaran que en España y en Europa la vida era tan cómoda y ajena a los problemas, que había médicos para los animales y la gente llevaba a sus perros y tortugas a los hospitales de lujo, en los que habrían curado a mi madre en pocos días”. Esta idealización de España y Europa está en la mente del inmigrante que, poco a poco, se va dando cuenta de que la realidad no tiene nada que ver con la abstracción neorromántica.
         Este primer contacto novelístico le permite también a Bellveser establecer otra perspectiva: el trato al que son sometidos los que llegan. Existe una labor de documentación bien llevada que nos permite adentrarnos en esa realidad con total garantía. Y es un comienzo que probablemente el lector haya conocido a través de los muchos programas de televisión y crónicas periodísticas que nos han anunciado la arribada de estos jóvenes que buscan un “paraíso” en su vida, aunque en este brille con suciedad también la miseria, nunca tan relevante como en sus países de origen pues consideran que siempre “esto” será mejor que “aquello”.

F. MORALES LOMAS, RICARDO BELLVESER Y  GONZALO SANTONJA
(VALENCIA 2012)

        El contraste con Óscar Caler es Miguel Helbo, el fontanero autodidacta español que, tras múltiples oficios y sin trabajo, afirma críticamente que la inmigración ha provocado uno de los grandes males de las sociedades avanzadas como la española: el retroceso en las conquistas sociales: “Los inmigrantes nos hicieron retroceder cincuenta años, al menos eso creo yo desde la experiencia. Todo cuanto habíamos progresado los trabajadores, los derechos sociales y sindicales, desaparecieron. Vinieron a trabajar y no hicieron distingos a si era de día o de noche, a si se les pagaba bien o mal y contra eso no se podía competir”. Es la opinión de Miguel Helbo que, en cierto modo, puede ser el portavoz en la novela de un enfoque amplio que existe en la sociedad, muy crítica con el statu quo.
         A veces, puede resultar poco solidaria. Pero está claro que en épocas de zozobra y muerte por inanición, el hombre se convierte en un lobo para el hombre. Un proceso en el que se van a ver envueltos estos personajes en las últimas páginas del libro y que muestra de un modo muy cinematográfico Bellveser en los capítulos finales a través de ese cinéfilo canto a la epopeya y a la muerte como resuello finisecular.
        Petru Manescu es un rumano que ha llegado a España con intención de hacer algún dinero y traer más tarde a su familia. Pero su vida se complica con la llegada de su hermano Mitrita hasta el punto de que deviene en una enorme tragedia personal. A través de un determinado número de capítulos va desarrollándose esta historia que sería, en esta estructura imaginaria, un fragmento de la historia total que va integrándose con las otras historias deviniendo un mundo propio y diversas perspectivas que lo enriquecen. En determinados momentos, la obra puede resultar bastante kafkiana porque se parte del principio de que todo puede ir incluso peor de lo que ya está y los héroes novelescos acaban convirtiéndose así en héroes épicos y trágicos por la dureza a la que son sometidas sus situaciones vitales.
        A medida que avanza la narración, Ricardo Bellveser lleva a estos a un  terreno conocido, Valencia, que adquiere así un valor intrínseco como foco del que irradian situaciones y escenarios. En la ciudad del Turia coinciden Ócar Caler que, poco a poco, va cambiando su destino aciago por otro más placentero aunque no se pueda decir lo mismo de Miguel Helbo. El racismo de los skin se hace presente y las víctimas sociales, los inmigrantes, que acaban en consecuencia siendo convertidos por los medios en héroes frente a la intransigencia racista, que permite hacer una crítica social evidente en palabras de Óscar, convertido así en una especie de portavoz general: “A los inmigrantes nos pegan todos. Lo hace la policía en nuestros países, lo hacen las bandas que nos venden en los cayucos, lo hacen en los campamentos de acogida… No tenemos derechos ni existimos legalmente”.
     En esa coyuntura social aparecerán otros personajes como Ana, la periodista que entrevista y seduce a Óscar Caler, Guu, Elena… y la ayuda de los sindicatos que tratan de ayudarlos en sus necesidades.
       A medida que avanza la novela y toma vuelo, las vivencias de unos y otros van a ir conformando una realidad bestial y bastante kafkiana de la que es difícil salir como demuestra esa especie de ratonera en la que caen al final los personajes (los incendios como elementos cuasi catárticos), que se convierte como un paradigma de sus vidas, y sobre la que no pretendo desvelar detalles que impidan la lectura.
           Tragedia y afectos mezclados, sensaciones de huida y muerte, caos y desorden que muestran lo dotado que está el ser humano para el terror y para convertirse en circunstancias extremas en un héroe o en un canalla.
        En definitiva, una novela enternecedora, ágil, directa, clara… y donde el lector podrá reflexionar pero también inmiscuirse por unas horas (las que dure la lectura) en la aventura de vivir al filo de la navaja de la existencia, cuando todo puede ser tan terrible o tan liberador  como la muerte.



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