La trascendencia del ensayo que ha escrito Antonina Rodrigo, “Federico García Lorca y Manuel Ángeles Ortiz. Memorias de Granada”, nace de su profunda labor de investigación de una época muy importante para la historia literaria y la pintura de este país. Un poeta, Federico, y un pintor, Ángeles Ortiz (“giennense de Granada”, a quien en 1981 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas), amigos desde su juventud han sido reunidos en su ámbito artístico y literario desde comienzos de siglo XX. Época que es reconstruida con acierto por la autora granadina. Por ella se adentra con un abundante anecdotario de usos y costumbres con intención de traernos, del modo más fehacientemente posible, el ambiente y las sensaciones del momento. Así, aparece el taller de pintura del maestro Larrocha, bajo cuyo magisterio hubo grandes pintores, la Granada de los mendigos, la llegada a Granada de H. Bergson, los tipos y hábitos recreados por Lorca en sus obras, la creación de un poeta ficticio, Isidoro Capdepón (para el que algunos pidieron incluso la Academia), la declaración del estado de guerra en Granada en 1919 por unos sucesos terribles, la muerte juvenil de la mujer de Ángeles Ortiz, los cafés y las tertulias de Granada donde se encontraban los intelectuales de entonces: el Rinconcillo, el Centro Artístico, El Suizo… Aparecen personajes tan conocidos entonces como Antonio Gallego Burín, M. Fernández Almagro, M. de Falla, Fernando de los Ríos, Soriano Lapresa, Pérez Roda. Algunos de gran importancia en la historia de España y en la vida de Lorca y Ángeles Ortiz.
Ha profundizado en los primeros años de formación de Lorca y en toda la gestación vital de Ángeles Ortiz, su ida a París, su encuentro con Picasso, su llegada a Argentina, su amistad con Alberti y Neruda, sus amoríos y sus últimos años. Ha preferido suprimir aquellos acontecimientos suficientemente estudiados en otras obras y detenerse en el día a día de la tertulia El Rinconcillo, centro neurálgico de los jóvenes escritores y artistas granadinos donde Lorca comenzó su ascenso literario y los primeros ataques recibidos de Manolo Góngora. Llama la atención que a Federico y a Ángeles Ortiz les gustara pasear a la hora de la siesta en verano, hasta el punto de que los niños que los veían gritaban a sus madres: “Mamá, mira, dos locos”.
Es una obra de reconstrucción memorial y, a veces, de retazos históricos y personales que poseen un gran interés para el lector que podrá adentrarse en un mundo a veces ignorado y percibir cómo vivían o cómo sentían personajes tan conocidos para la historia. Se adentra también por el exilio y sus penalidades, por los afectos y los sentimientos más abyectos, reconstruyendo una historia sentimental. Y, finalmente, reúne un buen álbum de fotografías de época que ofrecen una visión muy adecuada a los presupuestos del libro que recomendamos vivamente.
Antonina Rodrigo, “Federico García Lorca y Manuel Ángeles Ortiz. Memorias de Granada” Ed. Zumaque, Alcalá la Real –Jaén-, 2010, 475 pp.
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