sábado, 8 de noviembre de 2008

LA SIESTA DE EPICURO DE AURORA LUQUE POR F. MORALES LOMAS


Publicado en el Suplemento de Libros de La Opinión de Málaga el día 15 de noviembre de 2008.

"Comamos y bebamos que mañana moriremos", dijo Epicuro, el filósofo griego hedonista que sostenía la ataraxia como guía vital, esa tranquilidad de ánimo que nos conduce a la felicidad cierta. La siesta de Epicuro de Aurora Luque quizá está inspirado en “La siesta del fauno” de Debussy, recreado por Vaslav Nijinski, que a su vez lo toma de “L´après-midi d´un faune”, poema de Mallarmé. “La siesta del fauno" provocó en su estreno un escándalo mayúsculo cuando el bailarín Nijinski se masturbó con el pañuelo que habían dejado las ninfas.
La concepción sobre la vida, la existencia, el placer de vivir y la trasgresión que provoca la muerte, el límite firmado, son la esencia de este libro que actualiza nuevamente percepciones míticas de la tradición clásica actualizándolas, en una línea que es canónica en la lírica de Aurora Luque, con cuyo libro ganó el X Premio Internacional de Poesía Generación del 27.
La siesta de Epicuro apuesta por una concepción hedonista de la existencia desde la misma cita inicial de Michel Onfray, y desde el primer poema: “Tienes que vivir vidas”, la recolección de vida, la pitanza de todo lo bueno que tiene el estar aquí y ahora: “A vivir y a gozar que son dos días/ y uno sale nublado”. Se hace así vivificada, cosmopolita, itinerante, transitoria, pero antes recobra el deseo, se siente atraída por él, con su cargada patria de antorchas en campanias diversas, la instrucción en el vino (ese canto de los hedonistas: “Me animé con el vino de Mollina”) y tomando a la literatura (y la literaturización del hecho estético, su metaliteratura cíclica) como pretexto para la creación de un mundo con su sentido. Y su definición última: “Yo soy yo más Euterpe y Dioniso” (la musa de la música y el dios del vino).
La filosofía de Epicuro se sostenía sobre la negación de los dioses como algo superfluo (también los rechaza Luque cuando dice: “Ojalá que los dioses/ me abandonaran. Todos”), el rechazo al temor que produce el futuro (ella en un poema dice que “esperaba el futuro”) aunque el futuro no es algo que le preocupe especialmente, como no sea el futuro de no ser; y la muerte (para Epicuro es una quimera, pues cuando estamos nosotros ella no está) y la vejez que en Aurora Luque es sinónimo de pérdida del deseo que motiva la existencia, el anhelo de conocer, el anhelo de los sueños. La muerte, directa o indirectamente se encuentra presente como una sombra en buen número de poemas. Con evidencia en “Ellos, el pájaro”: “Malditísima muerte/ que te llevas lo bueno, lo gustoso/ lo mejor de esta vida, puñetera”; en “Lesbia hoy” alude al motivo de la luz que se apaga: “Y luego llega/ el apagón molesto de la muerte”; en el fondo es tomada como cleptómana de sensaciones: “Ahora que ya sé/ lo que roba la muerte/ me importa mucho el aire de esta noche/ mitogénico, vivo, generoso”. También en ese afán experimental, y tomando el futurismo de la informática como pretexto, dice que “la muerte tiene cara de impresora”. Son los últimos versos, a la postre y sin embargo, su posdata, el sentido último de su vida. La necesidad de sentirse vivir, de «ser en la vida», de poseerla mientras pueda, casi agónicamente. En consecuencia, la muerte no es temida, incluso es ignorada, se cuenta con ella, y se juega con ella. En determinados momentos se mofa de ella, se hace juguetona con ella, a través del humor negro, como cuando dice siguiendo a Gómez de la Serna que “a la muerte le importa la gramática”. Pero sobre todo, “la muerte nos advierte de la vida”, nos hace contemplar la indulgencia de todo cuanto nos rodea, como en ese hermoso poema titulado “Bosque”, que nos habla de la pureza genesíaca y la naturaleza como un orden necesario, esa naturaleza que tan presente está en Epicuro; también en el poema 3 de Cabo de Gata.



La emoción es la esencia del libro, una emoción que al principio goza de médula y flamígera palabra, pero a medida que avanza el libro se hace contenida; pocas veces existe en la lírica de Aurora Luque una agitación copiosa, exuberante o lujuriosa, una vibración perturbadora; apuesta en cambio por la contención, la mesura, el comedimiento, la circunspección en una línea bastante epicúrea (y muy presente también en El libro del Tao de Lao Tsé). Siempre es contenida, siempre meditabunda, siempre racional. Aunque, a veces, como en el hermoso poema “La soledad de mi madre”, la retórica de las emociones se hace un cauce sentimental. O en el poema “La serpiente que ulcera a Filoctetes”, donde afirma en un discurso directo y sin tapujos: “El mundo nos lastima/ nos abre ardientes úlceras,/ se adentra en nuestra carne, ajeno y bronco”. A la vez que incita a la lucha y a no desfallecer.
La serie de haikus de “El jardín de Filodemo” contiene treinta y dos poemas en heptasílabos y pentasílabos de tres versos en los que de nuevo el hedonismo vital está presente y su interpretación sobre la soledad, el deseo, el mar, el camino, la muerte, la vida, el tiempo... a través de una recurrencia a lo enigmático, equívoco y recóndito: “Un peregrino/ en sueños vi su espalda:/ poeta Borges”.
Temas tan actuales como la anorexia (“Mueres porque no sientes/ apetito carnal de algo infinito,/ ganas de penetrar/ con la lengua la pulpa de los mundos”), pero también el homenaje al Nilo, o el sensual poema “Himno a la lentitud”. No es ajena a los contenidos vigentes y a la recuperación de lo que llamaría la teoría de lo sensual y del vivir aunque la presencia de Catulo, Lucrecio, Epicuro... se compagina con la interpretación de la existencia y de la definición de lo que ésta significa para ella. Y, a veces, se cuela de rondón esa preocupación periodística a la que ha cedido en los últimos tiempos, y fruto de ello son poemas como el irónico “Senatus Hispanus” (con los sorpresivos Zaplana y Acebes de protagonistas) u “Ocio”, con las Marbellas de turno bajo el hálito del tedio que arruina a los ociosos. Poemas ajenos a la línea estética expresada, pero que conforman también ese mundo creado, ese mundo en el que la actitud creadora va pareja a un intento de ruptura lingüística y experimental, amén de una gran variedad de registros formales y una frescura que rompe la dinámica de la poesía dominante en la actualidad.

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