Uno de los narradores andaluces con más proyección en el panorama narrativo actual es el granadino Ángel Olgoso, cuyos cuentos han sido progresivamente recompensados en diversos certámenes poéticos con prestigiosos galardones literarios, por ejemplo, el Premio Clarín, Diputación de Badajoz, Feria del Libro de Almería... Su última obra, Los demonios del lugar (Ed. Almuzara, Córdoba, 2007) recibió también un reconocimiento, el I Premio Internacional de Terror Villa de Maracena.
Conozco la narrativa de Ángel Olgoso desde hace unos años, cuando tuve oportunidad de dar una conferencia en Granada sobre los narradores granadinos (un colectivo amplio y generoso), que merecen más publicidad de la que nos gustaría; y de nuevo en el 2005 cuando publiqué mi Narrativa andaluza fin de siglo (1975-2002), y en el monográfico que dediqué a los narradores nacidos después de 1960 en El maquinista de la Generación (del Centro Generación del 27). Por entonces alabé su obra y no ha defraudado las expectativas. Una producción entre la que podemos citar: El vuelo del pájaro elefante, Cuentos de otro mundo, Granada, año 2039, La hélice de los sargazos...
Ángel Olgoso es un escritor con oficio bien aprendido. Con apenas unos trazos puede construir una historia atractiva, solvente y singular para el lector. Sus historias tienen la sabiduría del equilibrio (ese difícil arte del relato para que no sobre ni falte nada) en la creación de mundos precisos y en la resolución fáctica (qué complicado resolver el final de un cuento) de esos inestables armónicos narrativos, con un lenguaje cuidado, certero, eficaz e imprescindible.
Los demonios del lugar pertenecen a mundos diversos y temáticas abigarradas pero siempre bajo la denominación común del misterio, la fantasía, el terror, la muerte... Una puesta en escena creíble que siempre ha gozado de buen predicamento y que ahora resuelve con pleno acierto.
Desde el inicial “Viaje” (donde alguien transita con una pesada maleta en el tren) hasta “La aurora de Zürn” (con ese repulsivo ser binario de cuatro extremidades) nos encontramos cuarenta y nueve historias ágiles, sugerentes, diferenciadas, fascinantes que nos introducen en mundos diversos, agonizantes, repulsivos... Mundos que son de aquí, de este mundo (en la mayor parte de los casos) pero son presentados con perspectivas y puntos de vista diferentes, bajo el denominador común de lo enigmático, los símbolos, la irrupción de los mecanismos del miedo, la sorpresa o el rumbo del ser humano.
Alguien va a un hospital a recoger su muñón, el hedor de los cadáveres, un hombre mata al asesino de su hijo, a un fundidor de metales único le seccionan las manos, alguien se apodera de la sangre derramada, un hombre que reflexiona ante la contemplación del bosque, el niño que teme la tormenta, la historia del botánico y el pescador, la observación de una cuñada, vecinos que gritan, las memorias del escritor Andrés Leyva, los gustos extraños del señor W. y lo que guarda en unos tarros, alguien que se siente perseguido, el encuentro de un hombre y una mujer en un hotel y los cambios sobrevenidos, historia del holandés y su esposa, el padre protector del hijo, el diálogo del hijo con la madre, el reloj misterioso... . A veces alguna historia puede resultar una excentricidad, como en “El mundo en el año uno antes de la nada”.
Son breves argumentos que proyectan la búsqueda de la identidad perdida, la injusticia del ser humano, su afán de venganza o de equidad, la justificación de los actos, la reacción extraña ante lo insólito del mundo, la superación de la realidad del misterio, la sensación de amenaza permanente que soporta el ser humano, el despliegue de las obsesiones, lo sobrenatural humano, la amistad o la repulsión, la fuerza del pasado y su proyección futura, la función de la amistad y los afectos, lo escabroso, la persecución de la belleza, el miedo a no ser nada ni nadie... Son temáticas que van adquiriendo una gran riqueza de matices y son presentadas con solvencia.
Son mundos agónicos que tienen un referente claro en autores como Kafka (de hecho uno de sus relatos se titula “La primera muerte de Kafka”, escrito a modo de diario con reflexiones del Sr. Kafka en el que desarrolla ideas como “sólo en la vía del cambio puede haber salvación para mí”) o Cortázar, aunque con matices.
Abundan las descripciones, existe una ausencia casi total de diálogo y una proyección simbólica de los mundos, muchos de ellos abiertos, apenas sugeridos, integrados en una realidad agobiante y siempre recóndita. A veces toma como modelo la carta: “Las espuelas y la carne”, pero siempre la síntesis de narración-descripción.
En definitiva, una obra plural que le ha llevado a críticos como Salvador Alonso a decir que estamos ante un maestro del relato fantástico emparentado con Borges o Cortázar y al narrador José Vicente Pascual a reconocer a Olgoso como el más brillante autor de relatos de su generación.
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