La pretensión desmedida o la aspiración ambiciosa es una actitud ante el hecho estético que no tiene el porqué ir acompañada de una respuesta acorde a lo inicialmente pensado. Gómez Rufo en La noche del tamarindo (Ed. Planeta, Barcelona, 2008) es un escritor pretencioso, y aspira, como en su momento Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray, a hablar de un tema trascendente: la inmortalidad, así como la exaltación de la juventud y la belleza. Después de la obra de Wilde es difícil no caer en recurrencias y acomodos, y sobre todo si el asunto viene condimentado con las técnicas cercanas al thriller de acción, a los lances diversos y a la novela casi bizantina en su afán novelesco y a la repercusión de los distintos ámbitos geográficos en la trascendencia de la obra.
El argumento es sencillo: tras el fallecimiento de su hija, Belén, un multimillonario español, Vinicio Salazar, decide cambiar de personalidad y vivir para siempre. Antes ha debido llevar a cabo toda a una serie de actuaciones novelescas (propias de ese bizantinismo aventurero recurrente) y cometer actos terribles o no impedir su producción. El enigma y, en consecuencia, el suspense se produce cuando se enamora perdidamente de María, que investiga uno de esos actos terribles: la muerte de su hermano a manos de Miguel, el guardaespaldas de Salazar. Ninguno de los dos saben quién es el otro, pero el amor triunfa entre ellos arrebatadoramente (las aventuras dan paso a la novela amorosa o sentimental que tanto éxito deparó en el XVI y en el XX) y, en consecuencia, el suspense se apodera de la novela: ¿qué sucederá cuando María sepa que la persona de la que se ha enamorado es Salazar? ¿Qué sucederá tras el cáncer que se le diagnostica a María? ¿Sobrevivirá o caerá de nuevo la desgracia sobre él? ¿Para qué sirve el dinero, ofrece la felicidad? Son preguntas que se responderá el lector.
La novela de más de quinientas páginas está conformada en diversos apartados con valor musical: cuatro movimientos en total. La pasión por la música del protagonista es obvia. De hecho, desde el comienzo esta surge cuando se lleva a cabo el robo de una partitura en una iglesia de Viena, la supuesta décima sinfonía de Beethoven. Las referencias en el interior son precisas, sin embargo, estructuralmente, en la construcción de la novela creo que no juega ningún papel esencial la música como no sea la asociación a nuevos lugares o acciones.
A pesar de su extensión no es una novela aburrida, y posee mucho de los condimentos de los best-seller al uso: mucha acción, temas trascendentes, condimentación amorosa, cambios constantes de escenario (Hispanoamérica, Gran Bretaña, España –Madrid, Almería, Barcelona..-, Austria...) y de acción. Las secuencias al ser breves y al existir una preeminencia del diálogo permiten la adecuación a los ámbitos privados y personales: algo muy en boga hoy en día.
En consecuencia, Gómez Rufo, aunando e integrando los elementos propios de diversos tipos de novela (policíaca, aventuras, bizantina, sentimental...) y tomando de ellos lo más preciso logra que la obra no se le vaya de las manos y la conduce por el solaz y el interés por un tema que a todos agradará sin duda: la inmortalidad y su relación con el amor: ¿qué sucede si somos inmortales y la persona amada no? Planteamientos y dudas que va creando el rico Vinicio Salazar (cambia de nombre dos veces más llamándose Bentham y en otras Vargas) cuyas reflexiones sobre la vida y la muerte son constantes, pero también sobre el pasado, el amor ...: “Yo creo que la vida es como una cebolla; una cebolla que guarda en su corazón un deseo. Por eso todo lo que hacemos en la vida es ir apartando capas y más capas, en busca de ese centro, de ese corazón (...) Una novela se parece también a las cebollas. Sus capas son escenas sucesivas :de intriga, de ambición, de amor y lujo, exóticas, de aventuras, trágicas..., hasta llegar al fina, que es adonde quiere llegar el lector, donde se encuentra lo verdaderamente importante” (p. 133). En otro momento dice: “La muerte es la gran aliada de la vida” (p. 178) o “La literatura y la vida es a veces la misma cosa” (p. 196).
Junto a ello existen situaciones secundarias, metalepsis e interpolaciones diversas que le dan cuerpo a la obra: la importancia del guardaespaldas Miguel y su historia personal, el doctor Estanislao da Gama, las ambiciones del profesor suizo Blixen, la historia del griego Nikos (al inicio), la voluntad manifiesta de María de conseguir averiguar la verdad del caso Salazar y su obcecación en la búsqueda del enigma... Son elementos que coadyuvan a generar ese codicioso proyecto creador de Gómez Rufo.
La clave simbólica del título de la novela la ofrece el autor en la página 63 cuando dice que el tamarindo es un árbol cuyas hojas se cierran sobre sí mismas cuando llega la noche y deja visible el tronco: “Lo mismo que sucede con muchas de las emociones que saltan a la vista: por la noche son más visibles los gozos y los sufrimientos...” También los personajes, a medida que la obra avanzan, van mostrando su desnudez absoluta y su recurso a los sentimientos como el único sentido de la existencia, y a la vida como fin.
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