EL HUMANISMO
SOLIDARIO EN ALGUNOS POETAS JÓVENES ACTUALES
F. MORALES LOMAS
Presidente de la Asociación
Internacional Humanismo Solidario
La ética siempre ha
ido ineludiblemente unida a la estética. Tanto Nietzsche como después
Wittgenstein dijeron acertadamente que ética y estética eran una misma cosa,
pues desde el momento en que se desenmascara el origen convencional de la
moral, el ser humano queda liberado. Se trata de las dos caras de la misma
moneda y proyectar que una vaya desligada de otra es como si pretendiéramos
descubrir que el arte o la literatura viven ajenos a los valores, a las
conductas sociales o al ser humano como ente que crece y “es” en sociedad, pero que no desea que esta lo domine con planteamientos ajenos
al desarrollo propio como ser humano.
Como afirmaba la
psicología humanista a partir de los 60 del siglo pasado (Fromm, Goldstein,
Horney, Rogers, Maslow...), la existencia del ser humano se consuma en el seno
de las relaciones humanas, es decir la peculiaridad del ser humano se expresa,
por ejemplo, a través del hecho de que su existencia está siempre ligada a
relaciones interhumanas, y a través de una serie de elementos como la
creatividad, el amor, los valores superiores, humor, afecto, naturalidad,
calor, trascendencia del ego, objetividad, autonomía, responsabilidad... El ser
humano vive orientado hacia una meta, es decir, la persona vive orientada hacia
un objetivo o unos valores que forman la base de su identidad, hacia una
autorrealización.
E. Fromm en El corazón del hombre afirmaba que existían tres fenómenos que, en su opinión, constituían la
base de la forma más maligna y peligrosa de la orientación humana: el amor a la
muerte, el narcisismo maligno y la fijación simbiótico-incestuosa. Las tres
orientaciones, cuando se combinan, forman el "síndrome de decadencia",
el que mueve al hombre a destruir por el gusto de
destrucción, y a odiar por el gusto de odiar. En oposición al "síndrome de
decadencia" describió el "síndrome de crecimiento", que consiste
en el amor a la vida (en cuanto opuesto al amor a la muerte), el amor al hombre (opuesto al
narcisismo) y la independencia (opuesta a la fijación simbiótico-incestuosa).
Solo en una minoría de individuos aparece plenamente desarrollado uno u otro de
los dos síndromes. Pero es innegable que cada individuo avanza en la dirección
que ha elegido: la de la vida o la de la muerte, la del bien o la del mal.
HUMANISMO SOLIDARIO
aspira en el siglo XXI a incidir en ese amor a la vida al que hacía referencia
Fromm y no considera al individuo como algo ajeno a la sociedad sino como parte
integrante de esta. Su propuesta estética, como diría Wittgenstein al que sigue
Eugenio Trías, es ya toda una ética. No podemos asumir la esfera privada,
individual, contemplativa como algo completamente ajeno a la esfera pública,
social, solidaria (porque solidaridad viene de adhesión a la causa de la
comunidad). El artista, el escritor... vive una comunión en la que nada es sin
lo otro. Y en este sentido, como dijo Kant en la Crítica
del Juicio, la belleza (el texto pictórico o escrito) se convierte en un símbolo
moral.
En consecuencia,
como recuerda Claude Le Bigot en Bullettin
Hispanique, nadie puede negar que está de vuelta la cuestión del compromiso –ya no en
el sentido gramsciano de posturas defendidas por el intelectual orgánico– sino
como discurso crítico que la literatura puede mantener sobre el estado del
mundo. Pero, a la hora de valorar los modos de compromiso, recuerda el profesor
francés, hay otras perspectivas tan importantes o más: no hay que perder de
vista que para el escritor el único compromiso que no puede regatear es asumir
la plena conciencia de los problemas de su propio lenguaje frente a la realidad
que lo rodea. La cuestión de fondo entonces ya no es tanto el compromiso como
la ética de la literatura.
Sin duda que el
poeta comprometido toma conciencia de los problemas vitales y estimula el
diálogo con ellos, resultando el modelo de un poeta cívico de nuevo cuño en el
que están presentes temas como la incomunicación, la soledad, la marginación,
el militarismo, el agobio tecnológico, los nuevos dominios ocultos o la
búsqueda de la identidad en un mundo globalizado que nos sobrepasa, y todo ello
conducido por un imperativo ético que proclama una insumisión activa como
respuesta a su insatisfacción moral.
Sobre los escritores
jóvenes que siguen esta línea de pensamiento, y sobre los que haremos una breve
reflexión, podemos citar a: Juan Carlos Abril, L. Bagué Quílez, J. Cabrera
Martos, Raquel Lanseros y Fernando Valverde.
JUAN CARLOS ABRIL
Juan Carlos Abril apuesta por la fragmentariedad sobre una realidad
que se conforma como una exigencia estética. Existe mucho de indagación en el
poema, de necesidad de encontrar la verdad y su sostenimiento: y la escritura
es una protección, una compañera que admite esos mensajes que van hacia la
felicidad. El fragmento, la asociación suspendida o irracional, el juego de
contrastes, son elementos que determinan una lírica en la que la imagen
proyecta la necesidad de conquistar una realidad irrealizada. Lo que conlleva
una investigación permanente para definirse en el mundo, para situarse, para
entenderse dentro de la lógica que proyecta la realidad.
En su poesía también
el pasado coadyuva en esa indagación, en la organización del todo, desde las
dudas, las vacilaciones y las crisis diversas. Fragmento y agrietamiento de una
sociedad, de un espacio vital, de un yo poético que trata de entendernos, desde
una análisis constante de esa realidad que se le escapa por momentos, como en
el poema “Para escapar”, donde sus definiciones crean la complejidad de sus
indeterminaciones y se va despertando el otro que hay en uno mismo.
Como ha dicho Bueno
Maqueda, la incertidumbre del poeta se construye como un estadio natural desde
el que se podrían cuestionar los acontecimientos que son recogidos
racionalmente, si bien se sienten de modo irracional porque pertenecen a otra
esfera de nuestro conocimiento, de ahí la exigencia estética que se persigue
ante la realidad, pero lo cierto es que posee un matiz ético de posicionamiento
moral.
LUIS BAGUÉ QUÍLEZ
En el poema
“Introito” Luis Bagué Quílez presentaba la duda como una forma de presencia:
“¿Qué demonios/ hemos venido a hacer aquí?” El poeta como hacedor y agente
activo, un hecho que ya había dejado claro en su obra ensayística Poesía en pie de paz. Modos del
compromiso hacia el tercer milenio, una obra básica para entender la reciente
historia del compromiso literario, con la que realiza varios acercamientos al
mismo en la poesía española reciente.
En ella se plantea
una duda recurrente en todos estos autores y con la que abríamos la exposición
de Bagué Quílez: “¿Qué demonios/ hemos venido a hacer aquí?” El poeta necesita
un lugar desde el que abordar ese proceso de identidad, esa estabilidad para la
acción. En ocasiones es complejo centrarse en ella de un modo fácil y coherente
porque conlleva también la precisión sobre el concepto de individualidad, tan
inherente al poeta, y es que ello concita una especie de utilidad, como decía
Bagué al referirse a su obra, situada a medio camino entre el concepto
ilustrado de moral privada y el concepto materialista de conciencia cívica, y
la aceptación de la historicidad de la literatura conduce a la recuperación del
compromiso.
Pero, a través de la
literatura, como dice Alberto Santamaría hablando de su poesía, se escenifica
el problema entre la mirada y lo mirable a través del arte, llevando a
sustantivar la idea de que la poesía no solo está en la pantalla de un cine,
sino también en las sinuosas calles de una ciudad o en el celuloide rancio de
la memoria, en el acercamiento a los otros, pues el poeta anda entrometido,
siempre en medio, como testigo incómodo de lo sucedido.
La búsqueda de la
identidad y el motivo de la construcción, que implicaría cierta dosis de
proceso creativo, es inmanente en su obra pero también el tema de la
solidaridad, como el poema “Otraedad”, en la que se reflexionaba sobre el
concepto de alteridad y esa serie de preocupaciones que a todos los teóricos de
la postmodernidad interesan porque configuran las señas de identidad del
Humanismo Solidario. Como en su momento Grotowski defendía un teatro pobre,
también en su poema “Arte pobre” surge la misma idea para reafirmar que desde
lo más humilde se puede crear con intensidad.
JOSÉ CABRERA MARTOS
La poética de José Cabrera Martos es la resultante de la alianza entre fondo y
forma, esa síntesis en la que tan importante resulta el proceso de comunicación
poética como la orfebrería formal en torno a ella. Los poemas de Cabrera Martos
se transforman en un medio de comunicación para trasladarnos las injusticias
que tienen lugar en muchos lugares del mundo, por ejemplo, Palestina. Pero, al
mismo tiempo, es difícil encontrar de modo habitual en los poetas jóvenes tan
férrea voluntad rítmica y musical como se halla en sus versos. Es más frecuente
ese cuidado formal y esa reflexión métrica en la poesía hispanoamericana,
como nos recordaba Jauralde Pou al analizar su obra, y en algunos círculos de
la poesía peninsular pero muy de tarde en tarde. El catedrático madrileño
considera a Cabrera Martos un artífice muy consciente de la sonoridad expresiva
que puede adornar y canalizar su locución, tesis que le ha llevado a decir al
propio Cabrera Martos que podría considerarse desde esta perspectiva formal una
obra dirigida a una minoría. No desde luego desde el ámbito semántico, pues sus
referentes sociales y culturales están muy presentes en toda ella y abiertos urbi et orbe.
En su obra siempre
vibrará la esencia más profunda de un ser humano dolorido, en una tradición que
llegaría desde el modernismo en su última época, pero también existe un canto a
la libertad, como sucede en su obra Goethica, a la que podríamos
considerar un diálogo con el ser humano actual, donde la solidaridad está muy
presente al evidenciar esa tragedia del pueblo palestino y al demostrar la
desestabilización del mundo actual con toda su diatriba mortuoria. Puede servir
de ejemplo su poema “Ética de chistera” donde hace alusión a la foto de las
Azores: “Triada de homo sapiens/ ¿sapiens? en las Azores. / La salvación de la
tierra: / No viene el anticiclón, / sí buitres sobrevolando/ Babel por bajas
presiones.”
RAQUEL LANSEROS
La poesía de Raquel Lanseros penetra con la agudeza de la frescura y la
audacia de lo definitivo. Su lírica es sólida y penetrante, y, como bien dice
Antonio Enrique, produce la sensación de estragamiento emocional, de
agotamiento sensitivo. Sus versos están imbuidos de honda vena imaginativa y de
indagación reflexiva. En otros momentos adquieren un reivindicativo tono social
que va muy acorde con el momento, como en el "Locus amoenus" o en
“Acción de gracias ante tus manos”, donde el espíritu de rebeldía se hace
presente: “A los indómitos que sobrevivieron/ sin dejar de abrazar sus
convicciones”.
Pero con frecuencia
asoma en su lírica un desencanto histórico, con la nostalgia del paraíso
perdido y se pide a sí misma no ser presa del escepticismo, y pide, además,
creer siempre en la vida. Su lírica penetra en las cosas pequeñas que conforman
nuestra existencia y alcanzan un lugar emblemático, en esa contemplación del
mundo, pero también existe una mujer herida que no solo trata de curar las
cicatrices del amor sino las del mundo.
Decía Chicharro
Chamorro que, al igual que la poesía de Machado era un doble diálogo con el
tiempo al elaborar un discurso sonoro que fluye en él y nos ofrece su emoción
profunda, también acaece en la lírica de la jerezana. De ahí que nuestra joven
poeta apueste por una defensa del discurso esencial de la poesía, de ese
espacio de belleza siempre paradójica, situada entre la utilidad de una belleza
natural y la aparente inutilidad en el espacio de la cultura.
FERNANDO VALVERDE
Existe una enorme
preocupación en la lírica de Fernando Valverde por el estilo. Se
reafirma en la defensa de la sencillez, algo tremendamente complicado, como
dirían Juan Ramón Jiménez y A. Machado. Lo difícil para Valverde es conseguir
que un poema sea sencillo y bello, dos máximas que siempre persigue. Su
esfuerzo por conseguir esa sencillez expresiva se evidencia y también en seguir
la secuencia de predecesores a los que admira como Ángel González, Gil de
Biedma o García Montero. Lo que le permite crear un espacio de confidencialidad
y oralidad necesaria junto al coloquialismo, sin olvidar que el cultivo de la
imagen y su fortaleza metafórica es una de sus evidentes cualidades.
Sin embargo, no todo
es forma en su obra, existe en sus temas una evidente preocupación por la
suerte del ser humano, en ese humanismo de nuevo cuño que defendemos y en ese
compromiso de la posmodernidad, sin caer en el panfleto o las estridencias de
antaño. Una poesía que, como se ha dicho, se debate entre los sueños rotos y
los anhelos, los claroscuros del diario vivir.
Miembro del
colectivo “Poesía ante la incertidumbre” y de “Humanismo Solidario”, es
consciente de que la poesía puede arrojar luz, diálogo y, sobre todo,
humanidad. La poesía aporta un significado a la existencia y va ineludiblemente
unida a la búsqueda de la libertad y a darle un sentido a nuestro tiempo.
En su última obra, La insistencia del daño, se presenta como un recorrido sentimental por
el dolor (el daño del título) desde esa infección del poema inicial, con la
denuncia de algunos personajes históricos, como el asesino Ratko Mladic, en una
línea profundamente comprometida con el ser humano y con la que va recreando un
creciente juego simbólico en el que se identifica el fracaso del caminante que
observa el mundo y recorre su quebranto. Una poesía que podemos definir como
“la épica del dolor” desde una intimidad profunda que aspira a contarnos la
tragedia actual en un recorrido sin precedentes por conflictos vitales y
existenciales.
2 comentarios:
Una entrada excelente, muy completa.
Un abrazo.
HD
Gratitud es una palabra limitada para nombrar tanta generosidad, tanto tiempo, tanta certera mirada
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