EL
EUNUCO DE TOMBUCTÚ DE ANTONIO LLAGUNO, UNA HISTORIA PRECISA
F. MORALES LOMAS
El escritor, psicólogo y político Antonio Llaguno
ha desempeñado, entre otras actividades, la alcaldía de Cuevas de Almanzora
(Almería) durante doce años y la secretaría general de Políticas Ambientales,
además de haber sido consejero delegado de diversas empresas de la Junta de
Andalucía.
Pero
es su encuentro con un personaje histórico, Diego de Guevara, un paisano de
Cuevas de Almanzora, el que le supuso ingresar de lleno en la historia de
nuestro país y en la de este héroe que acabó conquistando la mítica Tombuctú
con el nombre de Yuder Pachá.
En
una época en la que en el imperio de España no se ponía nunca el sol y en la
que Cervantes vivió una agitada vida de joven militar huido a Italia y adulto
en las armas y en la prisión de Argel. Durante bastante tiempo Llaguno ha profundizado profusamente en la figura de Yuder Pachá y ha escrito
varias obras: La conquista de Tombuctú:
La gran aventura de Yuder Pachá y otros hispanos en el País de los Negros
(Almuzara, 2006), Tombuctú: El reino de
los renegados andaluces (Almuzara, 2008) y El eunuco de Tombuctú (Almuzara, 2016), que cierra este ciclo
histórico.
Las dos primeras son consideradas
como monografías de investigación y divulgación histórica frente a la tercera,
que comentamos, catalogada por el propio autor como novela. Un concepto sobre
el que realiza algunas aclaraciones el escritor a partir de la página 345
cuando afirma que “aunque el texto es una novela (…) hay que precisar que en su
gran mayoría los acontecimientos que se narran son verídicos (…) Claro está que
los diálogos –prosigue Llaguno- son en su mayor parte imaginados (…) Esta
verosimilitud hace que la mayor parte de los personajes que aparecen sean
reales (…) Junto a los ciento cincuenta y cuatro personajes que llamo
históricos porque han existido realmente, también he recurrido a otros
ficticios (…) tan solo trece”. En esas mismas precisiones históricas nos
advierte que se ha permitido tres licencias:
1)
No hay constancia de que la princesa
Lalla permaneciese todo el tiempo en Marrakech.
2)
Se
aventura a decir que el nombre de la zauia (escuela o monasterio religioso) a
la que fue exiliado Yuder por Al-Mansur se ubicaba en Tamegrut.
3)
Sitúa
la celebración del maulud por Yuder en julio de 1591 y no en diciembre como se
celebró ese año.
Aparte
de estas precisiones, en el libro los referentes a los años en que se
desarrollan los acontecimientos son constantes. Se diría que existe por parte
del autor una necesidad de precisión histórica absoluta.
José María
Merino, cuando hace referencia a los límites entre la historia y la ficción, distingue
entre las novelas donde la historia es un mero telón de fondo, las que
mantienen cierta fidelidad a una época y las que falsifican la historia. Aquí
desde luego nos encontramos con la fidelidad absoluta a la época y el rigor
como piedra angular.
Desde
en su Arte Poética Aristóteles
delimitaba dos conceptos teóricos que consideraba trascendentes y desde hace
más de dos mil cuatrocientos años siguen vigorosos: el escrito desarrollado por
el historiador y el que conforma el poeta o escritor. Y todo ello gira en torno
al concepto de verosimilitud. El historiador –dice Aristóteles- cuenta las cosas
como sucedieron. El escritor, como pudieran haber sucedido. Y añade que por
este motivo la literatura (habla de poesía adoptando el término de un modo
genérico) es más filosófica y doctrinal que la historia. Dice Aristóteles en
concreto: “Es manifiesto asimismo de lo dicho que no es oficio del poeta el
contar las cosas como sucedieron, sino como debieran o pudieran haber sucedido,
probable o necesariamente; porque el historiador y el poeta no son diferentes
por hablar en verso o prosa pues se podrían poner en verso las cosas referidas
por Herodoto, y no menos sería la verdadera historia en verso que sin verso);
sino que la diversidad consiste en que aquel cuenta las cosas tales cuales
sucedieron, y este como era natural que sucediesen. Que por eso la poesía es
más filosófica y doctrinal que la historia; por cuanto la primera considera
principalmente las cosas en general; mas la segunda las refiere en particular.
Considerar en general las cosas es cuál cosa conviene a un tal decir o hacer,
conforme a las circunstancias o a la urgencia presente; en lo cual pone su mira
la poesía, acomodando los hombres a los hechos. Referir las cosas en particular
es decir qué cosa hizo o padeció́ en realidad de verdad Alcibíades”.
A partir de aquí habría que colegir que la llamada novela histórica
plantea siempre la disquisición teórica en torno a los límites del concepto de entre
historia y literatura. ¿Hasta dónde debe llegar el creador? ¿Hasta dónde debe
llegar el creador que emplea los acontecimientos históricos en su obra? Existe
una evidente permeabilidad entre creador e historiador en estos casos, pero
siempre los que hemos escrito novela histórica o historia novelada colegimos sobre
este asunto que existe una necesidad en los creadores de que la historia no ahogue
la creación novelesca. Y si nos atenemos a la definición de Víctor Hugo o
Walter Scott, la novela histórica sería aquella en que los personajes son
ficticios pero existe un escenario documentado por la historia.
En este sentido habría que decir que El eunuco de Tombuctú por estructura, por organización, por
temática, por precisión histórica sería un híbrido entre investigación
histórica y creación novelesca, más que una novela histórica con un formato
novelado o con acontecimientos novelescos, que los hay no obstante. Desde las
páginas iniciales existe, en esta línea de pensamiento, una exhaustiva
organización estructural que se va observando en el devenir temporal de cada
uno de los capítulos, siempre breves, raudos y múltiples que se cierran en sí
sobre un acontecimiento preciso y siempre marcado por un tiempo determinado:
1606, 1574…
La obra se conforma en cuatro grandes apartados y un epílogo. El
primero es corto (cuarenta y seis páginas y diez capítulos). Nos encontramos en
la prisión de La Sahena donde Yuder Pachá espera la muerte en 1606. Este acontecimiento
nace en la obra con una voluntad circular pues
conecta directamente con los últimos capítulos de la cuarta parte.
El escritor alterna diversas voces narrativas para conformar una perspectiva
amplia, un enfoque diverso y plural del personaje que lo haga más rico y evite
la autocomplacencia o la manipulación histórica, aunque es evidente la
querencia de Antonio Llaguno hacia el personaje. Estas voces plurales son las del
propio Yuder a través de sus confesiones; en otros momentos toma como voz
narrativa las cartas de Dughali a Pedro de Dez, o los memoriales, como el de Diego Marín, y
también en otras situaciones la presencia de un narrador-observador de los
acontecimientos en tercera persona. Es un sistema de voces diversas que
conforman una complejidad en aras de ofrecer riqueza en los puntos de vista y
evitar el agotamiento narrativo en una línea unidireccional. En este primer
apartado, el escritor nos sitúa en 1606 pero después por un proceso de
analepsis narrativa (33 años antes) se adentra en épocas históricas anteriores,
facilitando así el filtrado de la memoria, con objeto de configurar el momento
en que el joven Diego de Guevara (futuro Yuder Pachá) es detenido por los
berberiscos comandados por Al-Dughali en el río Almanzora de Almería junto a
muchos compatriotas y llevados a Tetuán como esclavos. En ese apartado también
sabremos de los problemas de los moriscos en esta zona (Diego lo era), las
referencias a Aben Humeya así como la expulsión de los moriscos en 1570 cuando
interviene el hermanastro del rey Felipe II, don Juan de Austria.
La segunda parte es mucho más extensa (noventa y siete páginas y
dieciséis capítulos) y desarrolla los acontecimientos históricos de modo lineal
desde el año 1574 hasta el año 1579. En este apartado se detiene en aspectos
relevantes de las costumbres, modos y usos de la época y la corte del sultán:
la organización del harén, los eunucos, las princesas y el modo de ordenar la
madraza, los revuelos familiares y algunos acontecimientos históricos. Son
cinco años en los que se produce la mutación del joven Diego de Guevara en
eunuco hasta la despedida de Marrakech, una vez que con el nombre de Yuder
Pachá y su conversión al Islam, consigue la confianza del sultán y se forma en
el ámbito militar, religioso (asistiendo a la madraza de Ben Yussef y
profundizando en la teología islámica) y social, en una especie de ascenso que
en el caso de Yuder le reportó pronto un enorme prestigio. En esa conformación
vivencial Antonio Llaguno no se detiene en pormenores o detalles innecesarios
sino que su estilo es raudo, rápido, al hilo de los acontecimientos, pasando de
uno a otro, de una a otra situación con una voluntad determinante. Como no
podría ser de otra forma, existen hechos históricos fundamentales como La
batalla de los tres reyes y la conspiración de Al-Dughali y el rey Don
Sebastián que acabaría siendo derrotado en la conocida batalla de
Alcazarquivir, donde, por cierto, murió también uno de los grandes vates de la
época Francisco de Aldana, del que no me resisto a escribir este poema:
En fin, en
fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto
variar vida y destino,
tras tanto,
de uno en otro desatino,
pensar todo
apretar, nada cogiendo,
tras tanto
acá y allá yendo y viniendo,
cual sin
aliento inútil peregrino,
¡oh, Dios!,
tras tanto error del buen camino,
yo mismo de
mi mal ministro siendo,
hallo, en
fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es
lo mejor que en él se asconde,
pues es la
paga de él muerte y olvido,
y en un
rincón vivir con la vitoria
de sí,
puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.
Un año
fundamental en la vida de Yuder Pachá con la encomienda que recibe del sultán y
su nombramiento de pachá (o bajá, una especie de gobernador general o militar)
pero también es consciente de que posee poderosos enemigos que son contrarios a
los moriscos y renegados, entre los que se encuentra Yuder, y que serán a la
postre los causantes de su muerte. Esa atroz envidia que siempre persigue a los
grandes personajes.
En el tercer
apartado, el más corto (treinta y nueve páginas y ocho capítulos), transcurre
desde el año 1579 hasta 1589. Diez años que le van a permitir convertirse a
Yuder Pachá en uno de los hombres más queridos y a la vez más odiados, gracias
al gran poder obtenido con la conquista de Tombuctú y Gao en Sudán. A través de
diversas voces conocemos que las zauias se niegan a pagar impuestos, pero
también el cruce de cartas con Diego Marín y las reflexiones sobre el sufismo
(la mística musulmana que tanto atractivo e influjo tuvo en Cervantes), el
surgimiento del amor (Nana)…
Podríamos
decir que es un apartado de transición ante el más extenso y amplio, el cuarto
(de ciento treinta páginas y veintiocho capítulos) que conforma el grueso de
las intrigas en Marrakech y los acontecimientos más decisivos de la obra en una
aventura lineal que iría desde 1589 hasta 1606, año en que Yuder Pachá es
detenido y cortada la cabeza por orden del príncipe Abdallah, hijo del sultán
Al-Mamun, en un periodo que significa en España el paso de Felipe II a Felipe
III y a uno de los periodos más corruptos de la historia de España con el duque
de Lerma y Rodrigo Calderón su guardia de corps.
Llegar a Sudán significa para Al-Mansur conquistar el oro del que
estaba tan necesitado en esos momentos y para ello la persona en la que deposita
su máxima confianza es Yuder Pachá. A
través de cartas como la del escribano Hakim Al-Andalusí, las propias confesiones
de Yuder en primera persona… vamos conociendo linealmente una serie de efemérides
precisas, como la organización del ejército conquistador (con la enumeración,
página 224, exhaustiva de los arcabuceros, infantes, camellos…) la travesía, la
famosa batalla de Tondibi en 1591, que representó para Yuder Pachá el máximo
reconocimiento militar, y todos los sucesos posteriores que ampliaban la imagen
de un envidiado militar hasta el que el mismo sultán temía, pues pensaba que se
procuraría para sí la independencia de Sudán. Son capítulos breves, pero de una
enorme escrupulosidad que muestran la gran labor de investigación desarrollada
por Antonio Llaguno en este libro exhaustivo y preciso.
La acusación de traición a Yuder no será sino una nota más de esa
envidia y ese proceso que traerá como consecuencia su ajusticiamiento final,
con todo lo que conllevó la guerra intestina entre los herederos del sultán
entre 1599 y 1606, estando ya Yuder en Marrakech pues había sido requerido a
ello. Un proceso de total caída acosado el sultanato por la peste (Al-Mansur
murió a causa de esta) y las guerras de
Mamun con Abu Faris y Zidán.
En el Epílogo de dos páginas Antonio Llaguno hace una síntesis del
reinado de Al-Mansur (veinticinco años) y cómo con la muerte de Yuder Pachá
comenzó el declive del pachalato de Tombuctú, aunque perduraría hasta 1833.
Una obra densa, poderosa, animada y versátil que muestra a un narrador
enamorado de su personaje y convencido de su necesidad y presencia en la historia
de España.
NOTICIA APARECIDA EN DIARIO SUR DE MÁLAGA EL 9 DE ABRIL SOBRE ESTA OBRA.
NOTICIA APARECIDA EN DIARIO SUR DE MÁLAGA EL 9 DE ABRIL SOBRE ESTA OBRA.
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