viernes, 8 de abril de 2016

EL EUNUCO DE TOMBUCTÚ DE ANTONIO LLAGUNO POR F. MORALES LOMAS






EL EUNUCO DE TOMBUCTÚ DE ANTONIO LLAGUNO, UNA HISTORIA PRECISA
F. MORALES LOMAS


El escritor, psicólogo y político Antonio Llaguno ha desempeñado, entre otras actividades, la alcaldía de Cuevas de Almanzora (Almería) durante doce años y la secretaría general de Políticas Ambientales, además de haber sido consejero delegado de diversas empresas de la Junta de Andalucía.
Pero es su encuentro con un personaje histórico, Diego de Guevara, un paisano de Cuevas de Almanzora, el que le supuso ingresar de lleno en la historia de nuestro país y en la de este héroe que acabó conquistando la mítica Tombuctú con el nombre de Yuder Pachá.
En una época en la que en el imperio de España no se ponía nunca el sol y en la que Cervantes vivió una agitada vida de joven militar huido a Italia y adulto en las armas y en la prisión de Argel. Durante bastante tiempo Llaguno ha profundizado profusamente en la figura de Yuder Pachá y ha escrito varias obras: La conquista de Tombuctú: La gran aventura de Yuder Pachá y otros hispanos en el País de los Negros (Almuzara, 2006), Tombuctú: El reino de los renegados andaluces (Almuzara, 2008) y El eunuco de Tombuctú (Almuzara, 2016), que cierra este ciclo histórico.
Las dos primeras son consideradas como monografías de investigación y divulgación histórica frente a la tercera, que comentamos, catalogada por el propio autor como novela. Un concepto sobre el que realiza algunas aclaraciones el escritor a partir de la página 345 cuando afirma que “aunque el texto es una novela (…) hay que precisar que en su gran mayoría los acontecimientos que se narran son verídicos (…) Claro está que los diálogos –prosigue Llaguno- son en su mayor parte imaginados (…) Esta verosimilitud hace que la mayor parte de los personajes que aparecen sean reales (…) Junto a los ciento cincuenta y cuatro personajes que llamo históricos porque han existido realmente, también he recurrido a otros ficticios (…) tan solo trece”. En esas mismas precisiones históricas nos advierte que se ha permitido tres licencias:
1)                    No hay constancia de que la princesa Lalla permaneciese todo el tiempo en Marrakech.
2)                    Se aventura a decir que el nombre de la zauia (escuela o monasterio religioso) a la que fue exiliado Yuder por Al-Mansur se ubicaba en Tamegrut.
3)                    Sitúa la celebración del maulud por Yuder en julio de 1591 y no en diciembre como se celebró ese año.
Aparte de estas precisiones, en el libro los referentes a los años en que se desarrollan los acontecimientos son constantes. Se diría que existe por parte del autor una necesidad de precisión histórica absoluta.
José María Merino, cuando hace referencia a los límites entre la historia y la ficción, distingue entre las novelas donde la historia es un mero telón de fondo, las que mantienen cierta fidelidad a una época y las que falsifican la historia. Aquí desde luego nos encontramos con la fidelidad absoluta a la época y el rigor como piedra angular.
Desde en su Arte Poética Aristóteles delimitaba dos conceptos teóricos que consideraba trascendentes y desde hace más de dos mil cuatrocientos años siguen vigorosos: el escrito desarrollado por el historiador y el que conforma el poeta o escritor. Y todo ello gira en torno al concepto de verosimilitud. El historiador –dice Aristóteles- cuenta las cosas como sucedieron. El escritor, como pudieran haber sucedido. Y añade que por este motivo la literatura (habla de poesía adoptando el término de un modo genérico) es más filosófica y doctrinal que la historia. Dice Aristóteles en concreto: “Es manifiesto asimismo de lo dicho que no es oficio del poeta el contar las cosas como sucedieron, sino como debieran o pudieran haber sucedido, probable o necesariamente; porque el historiador y el poeta no son diferentes por hablar en verso o prosa pues se podrían poner en verso las cosas referidas por Herodoto, y no menos sería la verdadera historia en verso que sin verso); sino que la diversidad consiste en que aquel cuenta las cosas tales cuales sucedieron, y este como era natural que sucediesen. Que por eso la poesía es más filosófica y doctrinal que la historia; por cuanto la primera considera principalmente las cosas en general; mas la segunda las refiere en particular. Considerar en general las cosas es cuál cosa conviene a un tal decir o hacer, conforme a las circunstancias o a la urgencia presente; en lo cual pone su mira la poesía, acomodando los hombres a los hechos. Referir las cosas en particular es decir qué cosa hizo o padeció́ en realidad de verdad Alcibíades”.
A partir de aquí habría que colegir que la llamada novela histórica plantea siempre la disquisición teórica en torno a los límites del concepto de entre historia y literatura. ¿Hasta dónde debe llegar el creador? ¿Hasta dónde debe llegar el creador que emplea los acontecimientos históricos en su obra? Existe una evidente permeabilidad entre creador e historiador en estos casos, pero siempre los que hemos escrito novela histórica o historia novelada colegimos sobre este asunto que existe una necesidad en los creadores de que la historia no ahogue la creación novelesca. Y si nos atenemos a la definición de Víctor Hugo o Walter Scott, la novela histórica sería aquella en que los personajes son ficticios pero existe un escenario documentado por la historia.
En este sentido habría que decir que El eunuco de Tombuctú por estructura, por organización, por temática, por precisión histórica sería un híbrido entre investigación histórica y creación novelesca, más que una novela histórica con un formato novelado o con acontecimientos novelescos, que los hay no obstante. Desde las páginas iniciales existe, en esta línea de pensamiento, una exhaustiva organización estructural que se va observando en el devenir temporal de cada uno de los capítulos, siempre breves, raudos y múltiples que se cierran en sí sobre un acontecimiento preciso y siempre marcado por un tiempo determinado: 1606, 1574…
La obra se conforma en cuatro grandes apartados y un epílogo. El primero es corto (cuarenta y seis páginas y diez capítulos). Nos encontramos en la prisión de La Sahena donde Yuder Pachá espera la muerte en 1606. Este acontecimiento nace en la obra con una voluntad circular pues  conecta directamente con los últimos capítulos de la cuarta parte.
El escritor alterna diversas voces narrativas para conformar una perspectiva amplia, un enfoque diverso y plural del personaje que lo haga más rico y evite la autocomplacencia o la manipulación histórica, aunque es evidente la querencia de Antonio Llaguno hacia el personaje. Estas voces plurales son las del propio Yuder a través de sus confesiones; en otros momentos toma como voz narrativa las cartas de Dughali a Pedro de Dez,  o los memoriales, como el de Diego Marín, y también en otras situaciones la presencia de un narrador-observador de los acontecimientos en tercera persona. Es un sistema de voces diversas que conforman una complejidad en aras de ofrecer riqueza en los puntos de vista y evitar el agotamiento narrativo en una línea unidireccional. En este primer apartado, el escritor nos sitúa en 1606 pero después por un proceso de analepsis narrativa (33 años antes) se adentra en épocas históricas anteriores, facilitando así el filtrado de la memoria, con objeto de configurar el momento en que el joven Diego de Guevara (futuro Yuder Pachá) es detenido por los berberiscos comandados por Al-Dughali en el río Almanzora de Almería junto a muchos compatriotas y llevados a Tetuán como esclavos. En ese apartado también sabremos de los problemas de los moriscos en esta zona (Diego lo era), las referencias a Aben Humeya así como la expulsión de los moriscos en 1570 cuando interviene el hermanastro del rey Felipe II, don Juan de Austria.
La segunda parte es mucho más extensa (noventa y siete páginas y dieciséis capítulos) y desarrolla los acontecimientos históricos de modo lineal desde el año 1574 hasta el año 1579. En este apartado se detiene en aspectos relevantes de las costumbres, modos y usos de la época y la corte del sultán: la organización del harén, los eunucos, las princesas y el modo de ordenar la madraza, los revuelos familiares y algunos acontecimientos históricos. Son cinco años en los que se produce la mutación del joven Diego de Guevara en eunuco hasta la despedida de Marrakech, una vez que con el nombre de Yuder Pachá y su conversión al Islam, consigue la confianza del sultán y se forma en el ámbito militar, religioso (asistiendo a la madraza de Ben Yussef y profundizando en la teología islámica) y social, en una especie de ascenso que en el caso de Yuder le reportó pronto un enorme prestigio. En esa conformación vivencial Antonio Llaguno no se detiene en pormenores o detalles innecesarios sino que su estilo es raudo, rápido, al hilo de los acontecimientos, pasando de uno a otro, de una a otra situación con una voluntad determinante. Como no podría ser de otra forma, existen hechos históricos fundamentales como La batalla de los tres reyes y la conspiración de Al-Dughali y el rey Don Sebastián que acabaría siendo derrotado en la conocida batalla de Alcazarquivir, donde, por cierto, murió también uno de los grandes vates de la época Francisco de Aldana, del que no me resisto a escribir este poema:
En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto variar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,

tras tanto acá y allá yendo y viniendo,
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh, Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga de él muerte y olvido,

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.
Un año fundamental en la vida de Yuder Pachá con la encomienda que recibe del sultán y su nombramiento de pachá (o bajá, una especie de gobernador general o militar) pero también es consciente de que posee poderosos enemigos que son contrarios a los moriscos y renegados, entre los que se encuentra Yuder, y que serán a la postre los causantes de su muerte. Esa atroz envidia que siempre persigue a los grandes personajes.
En el tercer apartado, el más corto (treinta y nueve páginas y ocho capítulos), transcurre desde el año 1579 hasta 1589. Diez años que le van a permitir convertirse a Yuder Pachá en uno de los hombres más queridos y a la vez más odiados, gracias al gran poder obtenido con la conquista de Tombuctú y Gao en Sudán. A través de diversas voces conocemos que las zauias se niegan a pagar impuestos, pero también el cruce de cartas con Diego Marín y las reflexiones sobre el sufismo (la mística musulmana que tanto atractivo e influjo tuvo en Cervantes), el surgimiento del amor (Nana)…
Podríamos decir que es un apartado de transición ante el más extenso y amplio, el cuarto (de ciento treinta páginas y veintiocho capítulos) que conforma el grueso de las intrigas en Marrakech y los acontecimientos más decisivos de la obra en una aventura lineal que iría desde 1589 hasta 1606, año en que Yuder Pachá es detenido y cortada la cabeza por orden del príncipe Abdallah, hijo del sultán Al-Mamun, en un periodo que significa en España el paso de Felipe II a Felipe III y a uno de los periodos más corruptos de la historia de España con el duque de Lerma y Rodrigo Calderón su guardia de corps.
Llegar a Sudán significa para Al-Mansur conquistar el oro del que estaba tan necesitado en esos momentos y para ello la persona en la que deposita su máxima confianza es Yuder Pachá.  A través de cartas como la del escribano Hakim Al-Andalusí, las propias confesiones de Yuder en primera persona… vamos conociendo linealmente una serie de efemérides precisas, como la organización del ejército conquistador (con la enumeración, página 224, exhaustiva de los arcabuceros, infantes, camellos…) la travesía, la famosa batalla de Tondibi en 1591, que representó para Yuder Pachá el máximo reconocimiento militar, y todos los sucesos posteriores que ampliaban la imagen de un envidiado militar hasta el que el mismo sultán temía, pues pensaba que se procuraría para sí la independencia de Sudán. Son capítulos breves, pero de una enorme escrupulosidad que muestran la gran labor de investigación desarrollada por Antonio Llaguno en este libro exhaustivo y preciso.
La acusación de traición a Yuder no será sino una nota más de esa envidia y ese proceso que traerá como consecuencia su ajusticiamiento final, con todo lo que conllevó la guerra intestina entre los herederos del sultán entre 1599 y 1606, estando ya Yuder en Marrakech pues había sido requerido a ello. Un proceso de total caída acosado el sultanato por la peste (Al-Mansur murió a causa de esta) y las guerras de  Mamun con Abu Faris y Zidán.
En el Epílogo de dos páginas Antonio Llaguno hace una síntesis del reinado de Al-Mansur (veinticinco años) y cómo con la muerte de Yuder Pachá comenzó el declive del pachalato de Tombuctú, aunque perduraría hasta 1833.
Una obra densa, poderosa, animada y versátil que muestra a un narrador enamorado de su personaje y convencido de su necesidad y presencia en la historia de España.


NOTICIA APARECIDA EN DIARIO SUR DE MÁLAGA EL 9 DE ABRIL SOBRE ESTA OBRA.




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