sábado, 24 de abril de 2010

ETA Y LA NARRATIVA DE VILLAR RASO POR MORALES LOMAS



El zulo de los elegidos, Ed. Quadrivium, Girona, 2010, 282 págs.


La maestría literaria de Villar Raso ha sido contrastada a lo largo del tiempo en múltiples obras de variada temática, sobresaliendo su ciclo de novelas africanas a las que en su momento dedicamos un cumplido comentario.
Su última creación, publicada por la editorial gerundense Quadrivium, El zulo de los elegidos, desarrolla una historia imposible. Existen retos para los narradores al construir espacios novelescos; sin embargo, la creación de un espacio narrativo como el existente en El zulo de los elegidos es complejo por cuanto nace de unas condiciones adversas: encerrar a un personaje, secuestrado por ETA durante doscientos sesenta y cinco días y ver qué pasa con él es de una gran osadía novelesca, porque es muy fácil caer en la monotonía inventada, en el pleonasmo, en la dispersión libresca o el recurso abusivo del monólogo interior. Todas estas posibilidades son salvadas con acierto y con unos presupuestos teóricos complejos Villar Raso logra construir una obra entretenida, variada y ágil que concita el interés y la atención del lector, pero sobre todo su humanidad, y alcanza la sustancialidad de la existencia, por cuanto a medida que avanza la obra los presupuestos iniciales (de corte político-social, fundamentalmente) cambian hacia los de la complejidad sentimental y vital del ser humano y su enmarañado mundo interior, que muchas veces vive ajeno al resto.
Cuando el empresario Santos Rivera sale del Hotel Borges en Madrid, un comando de ETA lo secuestra y lo introduce en un zulo de dos metros sesenta por uno ochenta. A muchos lectores les sonará la anécdota que nace de los anales de la historia de ETA (de casos concretos) y sus felonías. No es nada nueva, lo nuevo es saber trasladar al lector una historia interesante con unos rudimentos tan reducidos. Ahí aparece el gran novelista. Todo el proceso narrativo se sostiene sobre el diálogo y los excursos narrativos que nos adentran en las reflexiones del protagonista sobre él mismo y sus secuestradores. Desde el punto de vista de la tercera persona omnisciente, el narrador no sólo hace creíble a sus personajes sino que logra llevar el proceso dramático y vivencial del mismo con un absoluto rigor. No hay nada para la galería y el protagonista piensa y se expresa con un realismo deslumbrante, no exento, a veces, de una componente neoexpresionista; pero sobretodo Villar Raso aspira a construir psicologías y procesos de construcción-deconstrucción de las mismas. También de evolución, por supuesto, ya que el Santos Rivera de las primeras líneas nada tiene que ver con el de las últimas.
Santos Rivera es el hombre hecho a sí mismo: sin estudios construyó un emporio tras su paso por la construcción y su diversificación en las computadoras y el diseño, que declara en unas palabras seleccionadas por el novelista al inicio como fuente: “Soy uno de los elegidos por el terror que abre los ojos por primera vez y no consigo relajarme. He descubierto que el mundo perfecto, que había soñado a mi medida, no tiene el menor sentido”. Estas palabras anuncian cambios que se irán produciendo a medida que avance la anécdota novelesca. Esta terrible experiencia lo hace apreciar otras cosas, lo hace evolucionar: ser otro. Su aprendizaje es evidente: “Aprendes donde debes ir y lo poco que queda por hacer, lo poco que tienes ya que temer y esto se lo debo también a ellos. Porque sientes tu destino” (p. 255). Pero fundamentalmente descubre que, a pesar de todo, sigue siendo el amor, el amor hacia Miren, la etarra, el mejor instrumento para la ardua travesía de la existencia, el elixir que todo lo conmueve y todo lo ensalza y le evita la caída, su propia muerte: “En su mente estaba el zulo día y noche y una muchacha de pelo castaño que venía a verlo a todas horas y que siempre le sonreía” (p. 268). Siempre de la mano, a medida que el terror se hace monótono y habitual, surge el deseo, el amor que lo sustituye con su bondad y su eficacia como discurso valioso.
El elemento temporal (con las prolepsis evidentes para organizar el gran magma personal) se confecciona desde la linealidad y a ello contribuye la estructura en capítulos que llevan el dígito de los días transcurridos en el zulo como prisionero. Al principio cree que la pintura (el símbolo del arte como efecto vital) le ayudará a salvar la locura del encierro, pero será el amor el último instrumento para no caer en la depresión y la depresión, a través de Miren, una de las etarras. La construcción del proceso psicológico de adaptación al medio y a su nueva realidad resulta efectiva a partir de la historia que va construyendo, su propia memoria de terror: el zulo de los elegidos.

VILLAR RASO Y MORALES LOMAS


En tan extenso proceso está presente tanto el análisis político de la realidad vasca con todos sus componentes sentimentales e irracionales como el psicológico de los miembros del comando que aparecen y desaparecen o son motivo de sus diálogos. Pero es a partir de la mitad de la obra cuando Miren va adquiriendo un compromiso progresivo y una función estética, pues crea el mestizaje de la novela de corte político-social con la de corte sentimental. Ahí radica el verdadero sentido. Si la vocación política se hubiera hecho exclusiva habríamos asistido a una novela más. La presencia de Miren y su relación con el secuestrado le da una originalidad precisa, una nueva dimensión, y aspira a evitar los tópicos profundizando en los afectos humanos como elementos de reconciliación aunque las ideas sean distintas. Santos Rivera es de otra clase, de otra visión socio-política, pero esto no impide el acercamiento sentimental (a pesar de la diferencia de edad) entre ambos. Este es el hecho novelesco y su valor simbólico y original. La angustia, la desolación, la ruina física y moral, el deterioro progresivo están presentes en la obra, pero sólo los sentimientos hacia ella, ni siquiera la posibilidad futura de ser liberado, lo hacen cambiar y resistir: sólo los afectos: “Un hombre no tiene vida sin una mujer (…) Esa noche, ella le haría compañía y todo lo daría por bueno si conseguía estar a solas con ella, y verla sonreír” (p. 139).
Por supuesto que las consecuencias políticas están presentes en la obra, los raudos análisis sicológicos de los personajes (Mikel, Potot, Kepa, Idota…) a través de los diálogos, los enfrentamientos dialécticos, la conjunción de microrrelatos que van apoderándose a ratos de la estructura interna, los elementos oníricos como diapasón y la voluntad de fragmentariedad aleatoria que juega de contrapunto al proceso histórico-lineal de los personajes y la ficción: “Cuando se es mayor –le replicó don Santos sin inmutarse-, los ideales mueren, lo comprobará usted en su propia carne, y nos queda la televisión, el fútbol y la polaca. A mí nunca me ha interesado ni la televisión, ni el fútbol y la política ni cuando era joven. Sí me interesan los derechos humanos” (p. 194). De modo que sólo hay una linealidad aparente marcada por los estados psicológicos y el avance de los mismos. Por un momento la inquietud se adueña del lector, la sensación de terror; en otros, el erotismo y su constante presencia. Acaso sea el erotismo lo que surge cuando la muerte se presiente cercana.
Sus ideas sobre el país –en los abundantes diálogos de la novela- son críticas y piensa que deben suceder cosas muy gordas para que cambie el statu quo reinante. Desde esta visión pesimista avanza curiosamente una idea optimista en su trabajo como individuo y ser creador de riqueza: “Ve a España tal como es, un país con poca entidad y con los sueños rotos, sin políticos con conciencia de lo que debieran ser, y le duele. A sus sesenta y dos años nunca lo había visto así; nunca ha hecho otra cosa en su vida que trabajar sin pararse a reflexionar (…) Ha despreciado los temas grandes de lavida y de la historia del país…” (p. 209). Pero todo ello cambia, su evolución se evidencia. Diríamos que se hace más humano y comprende el sentido de la humanidad desde sus propias sensaciones y experiencias vitales.
El zulo de los elegidos es una buena apuesta novelesca que muestra una vez más la trascendencia de la narrativa de Manuel Villar Raso y ahonda en un proceso creador iniciado hace ya treinta y cinco años.

sábado, 17 de abril de 2010

LA POESÍA DE ANTONIO CARVAJAL POR MORALES LOMAS




En la bella colección Antologías poéticas del Instituto de Estudios Giennenses (dirigida por el poeta Manuel Urbano Pérez Ortega) acaba de aparecer la obra Del condestable cielo del granadino Antonio Carvajal, profesor de la universidad de Granada. Un escritor imprescindible en el panorama de la poesía española contemporánea. Premio de la Crítica en 1991, Carvajal publicó su primera obra en 1968, Tigres en el jardín, y desde entonces se ha convertido en uno de los máximos exponentes de la poesía clásica española por su cultivo constante del soneto, las décimas, el romance, las sextinas y toda suerte de tipologías métricas, y también por una constante presencia de la naturaleza y el paisaje en su obra que lo conecta directamente con la mejor poesía española del Renacimiento y el Barroco. Tanto en San Juan de la Cruz como en Lope de Vega y Góngora ha encontrado un venero que le ha llevado a construir obras imprescindibles como Casi una fantasía, Noticia de setiembre, Testimonio de invierno, Alma región luciente o Los pasos evocados, que recibió el premio Francisco de Quevedo.
En Del condestable cielo agrupa una serie de poemas que ya había publicado en libros diversos y reunidos para la ocasión en torno a la temática giennense. Los precede un inicial estudio fecundo y preciso de Antonio Chicharro, donde ofrece al lector las claves de su obra poética.
Destacaría tres elementos trascendentes en esta obra: la precisión musical, la cuidada perfección formal y recreación estética; la majestuosa presencia del paisaje giennense y la dimensión vital y la amplia emoción de una lírica que significa magnificencia en su desvelamiento estético y ampulosidad en su construcción física. La poesía para Carvajal, aun partiendo de elementos anecdóticos y autobiográficos (como es el caso en esta obra, que es un recorrido por la geografía de Jaén y sus lecturas) la lógica poética impone su presencia y conforma la realidad en proceso estético, en construcción bella. Se compone de cinco apartados que llevan por título “Odas y elegías”, “Siete miradas desde el camino de Andujar”, “Dos cancioneros”, “Nidos y variaciones” y “Lluvia en la Quintería”. Algunos de los poemas del primer apartado, los dedicados a José Hierro, o los “Aires de Tíscar” son de gran altura poética. El canto a la piedra como valor creado que sostiene nuestros ciegos impulsos, la alegoría de una noche en el transcurso del tiempo, la rutina de las ciudades de provincias con su aire doliente y cercano o el fervor de las ruinas con el juego de palabras como techo, piedra, hombres… admiten la imposibilidad de la piedra, el abandono de Dios y la soledad de los hombres. Desde la geografía se construye el alma del poeta desasistido y abandonado que encuentra en la destreza de la palabra y su humanidad el principal resorte de su música como en la temática cuerpo/alma del poema “Hospital en silencio”. Mucho de alegoría de la vida (una palabra trascendental, como dice Chicharro) en su obra, pero también la correspondencia entre piedra/agua/luz. En una triada que advierte de los cauces del alma y las singladuras de los ríos, como en el que comienza “El camino derecho de Andújar es un río”.

Morales Lomas y Antonio Carvajal
También hay ocasión para las burlas en una lírica sarcástica que nos llena plagada de gracejo e ironía: “La gallina de Arjona/ le teme al sacristán/ porque le mete el dedo/ para ver si pondrá”. Una poesía luminosa y grácil que conmueve por la bondad de su mirada y por la cercanía y reconocimiento de la tierra de Jaén y el río (el Guadalquivir), ese río de la “Evocación a la vista de Marmolejo”. En otras encontramos juegos y variaciones esteticistas como en las endechas de las tres morillas: Aixa, Fátima y Marién; pero siempre hallará el lector a un poeta que ansía la perfección poética, rehuye de sus tópicos y crea una poesía de gran altura como en el soneto: “Tíscar: la nevada”: “Y fue la aurora blanca en la blancura/ total del monte, el valle, la llanura,/ un campo de azucenas sin fragancia,/ blancos los cielos, blanca tu hermosura// y blanco el humo que la oculta hoguera/ elevada del monte en la ladera/ -denso el perfume y blanca la distancia:/ Toqué tu mano y blanca y tibia era”.
Una lírica que conmueve por su canto de esperanza, como el poema III de “Lluvia en la Quintería” que produce el triunfo de la vida, la promisión del esplendor de la existencia con su lluvia de frutos y “galope en corceles de semillas”. Una lírica para soñar despierto y amando el paisaje andaluz.

martes, 13 de abril de 2010

PRESENTACIÓN INVITACIÓN A LA LIBERTAD LA POESÍA DE MANUEL ALTOLAGUIRRE

Rafael Ávila, Morales Lomas y Eduardo Vila en la presentación de
Invitación a la libertad. La poesía de Manuel Altolaguirre
Marina Martínez

La losa de «poeta menor» ha pesado sobre Manuel Altolaguirre (Málaga, 1905-Burgos, 1959) desde que entre los años veinte y treinta del pasado siglo despuntara como impresor. El reconocimiento de su valor en la edición ha eclipsado de tal forma su obra lírica que ha llegado a ser incluso desconocida para muchos. Ahora, en el 95 aniversario de su nacimiento, un grupo de escritores y profesores malagueños reivindican esa producción poética en 'Invitación a la libertad. La poesía de Manuel Altolaguirre', el primer ensayo publicado en España sobre la poesía completa del autor de la Generación del 27.
Editada por la Universidad de Málaga (UMA), la obra pretende «hacer justicia» y cubrir el «déficit» existente en torno a la obra lírica del malagueño, sobre la que sí había estudios parciales. En este caso, quien abandera la iniciativa es el escritor Francisco Morales Lomas. El también presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios y profesor de la UMA se ha aliado con su colega en la docencia Eduardo Vila y con los poetas Alberto Torés y Rafael Ávila para romper una lanza por los versos de Altolaguirre. Lo hacen a partir de la obra completa publicada en 1999 por la editorial Cátedra. A ella se añade 'Alba quieta', título inédito de 1927 que vio la luz en 2005 y que esconde una curiosa historia.
Cuenta Morales Lomas que el reconocido impresor se la dio a leer a Juan Ramón Jiménez, pero este «no le hizo mucho caso», lo que le retrajo de publicarla. No en vano, según el coautor del ensayo, el poeta onubense consideraba al malagueño «a su nivel» y era él «por el que más afecto sentía» de los de su generación. Teniendo en cuenta lo crítico que era Jiménez, dice mucho del talento poético del que fuera fundador de 'Litoral'. Como recuerda Morales Lomas, ni él mismo «se dedicó a difundir su obra». Tampoco sus coetáneos. «Tenían muy buena consideración de él como persona, incluso le llamaban 'el ángel' por su generosidad y carácter bonachón; sin embargo, no lo trataron bien como poeta», aclara el también escritor que no deja lugar a dudas: «Es el gran poeta olvidado de la Generación del 27». Quizás porque «se centró en hacer una poesía propia, alejada de las modas». «Se sentía libre escribiendo poesía». De ahí el título del ensayo ('Invitación a la libertad'). También referente -destaca Alberto Torés- a la versatilidad artística de un poeta e impresor que también escribió teatro e hizo cine.
Un valor añadido
«La labor de impresor no debería verse como un desprestigio, sino como un plus», advierte Torés, para quien, como ocurriría a otros autores, el exilio, «más que una tragedia, «se convertiría en una fuente de enriquecimiento» para Altolaguirre.
No perdería su esencia el malagueño. Ese carácter intimista que identifica su obra se vería complementado durante la República y la Guerra Civil con marcas propias de una época trágica para muchos. Eduardo Vila subraya entre ellos el dolor y la pérdida (por algunos familiares y por amigos como Lorca), la memoria y el futuro, y la alteridad -«la mirada al otro se visualiza mucho más», observa Vila-.
(Publicado en Diario Sur, Málaga, 13 de abril de 2010).
Algunos enlaces que contienen la noticia:

jueves, 8 de abril de 2010

PRESENTACIÓN DE INVITACIÓN A LA LIBERTAD. LA POESÍA DE ALTOLAGUIRRE


PRESENTACIÓN DE
INVITACIÓN A LA LIBERTAD.
LA POESÍA DE MANUEL ALTOLAGUIRRE





El próximo LUNES 12 ABRIL A LAS 20:00 se presenta en el ATENEO DE MÁLAGA (C/ COMPAÑÍA 2, MÁLAGA) la obra “Invitación a la libertad. La poesía de Manuel Altolaguirre”, el primer ensayo que se escribe en España sobre la obra poética completa del escritor malagueño.
Ha sido publicado por la Universidad de Málaga en su colección “Estudios y Ensayos”, núm. 120, y ha participado en su elaboración Morales Lomas, Alberto Torés, Rafael Ávila y Eduardo Vila.

ÍNDICE


PRÓLOGO.


PRIMERA PARTE. La lírica de Manuel Altolaguirre hasta 1931.

1. Los difíciles comienzos y el concepto de poesía: la ontología estética
y San Juan de la Cruz.
2. El hermetismo y la presencia barroca, cauce de la tradición literaria.
3. La dialéctica del agua, de la luz y del viaje como retórica alegórica.
4. La deuda con Juan Ramón Jiménez. Intimismo, soledad y búsqueda
memorial.
5. El discurso de la naturaleza y el hombre como afinidades estéticas:
la licuación de la naturaleza y el ser.
6. El descubrimiento locuaz y monológico del amor y otros correlatos
vitales.
7. La antropología ascendente. Una obra olvidada: Alba quieta.


SEGUNDA PARTE. La República en su quehacer literario.

1. Manuel Altolaguirre y la libertad en tiempos de guerra: viaje al país
posible.
2. Alteridad e identidad.
3. Dolor y pérdida.
4. Memoria y futuro.


TERCERA PARTE. La guerra civil y el exilio. Poemas de encuentro y libertad.

1. El exilio al galope de la década de los cuarenta.
2. Fuentes y esencialización de la escritura poética.
3. La inquietud múltiple como eje constructivo.
4. La antítesis de su técnica metafórica.
5. A tinos y errancias de la crítica. La poética de la esperanza.



CUARTA PARTE. La lírica de Manuel Altolaguirre en la década de los cincuenta.

1. El retorno poético.
2. La mirada interior.
3. Hombre, naturaleza, paisaje.
4. Memoria y olvido.
5. El regreso.

BIBLIOGRAFÍA
(Fragmento del Prólogo)

Ni en la importante obra de Concha Zardoya, Poesía española del siglo XX (1974)[1] en cuatro volúmenes, centrada en la primera mitad del siglo XX, ni en la de Dámaso Alonso, Poetas españoles contemporáneos[2] (1978), ni en los críticos y compañeros de su generación hay monografía extensa alguna de la obra de Manuel Altolaguirre. Lo decía Garrido Moraga[3] en 1983 con meridiana claridad: “La bibliografía sobre Altolaguirre no nos ofrece demasiado, especialmente en cuanto a análisis de conjunto que sistematice las grandes unidades en que se articula la lírica del malagueño”.
Una generación, la del 27, «muy amistosa y unida» aunque en los epistolarios cruzados que se se han publicado hasta ahora[4] bien mostraron que no había tanto como se decía. Sirva de ejemplo el comentario que hacía Cernuda[5] (el gran y admirado amigo de Altolaguirre, testigo de su boda con Concha Méndez junto a Juan Ramón Jiménez, García Lorca y Guillén) sobre el poeta malagueño, aclarando previamente que este defecto que le imputa a su obra también lo hace de modo genérico a cualquier escritor que se precie: “No creo que se haya reconocido bien el valor de la poesía de Altolaguirre (…) Cierto que es desigual, a pesar de la brevedad de su obra; que al lado de un poema perfecto hay otro inefectivo; al lado de unos versos admirables, otros inexpertos. Pero eso no es razón bastante para explicar aquel desconocimiento de los lectores hacia la poesía de Altolaguirre”.

[1] Madrid: Gredos.
[2] Madrid: Gredos.
[3] Garrido Moraga, A. (1983). “La poesía de M. A.” en Analecta Malacitana, VI, 1, pp. 183-191 [183]. También lo reitera Esteban, J. (1977): “Altolaguirre, visto por sus compañeros de generación” en Ínsula, núm. 368-369, p. 5: “No deja de ser curioso que, siendo M. A. uno de los poetas de la generación del 27 menos estudiado y cuya bibliografía sobre su obra es, quizá, la menos extensa de todos, sea, sin embargo, el más citado y recordado por sus compañeros de generación que, sin duda, vieron en él algo que hasta ahora no hemos sido capaces de encontrar nosotros”.
[4] Aunque hay abundantes referencias a ellos, podemos citar los Altolaguirre, M. (1991): Epiostolario. De Altolaguirre a Gerardo Diego. (Ed. de Maya S. Altolaguirre). Madrid. Caballo Griego para la Poesía. Altolaguirre, M. (1989): Diez cartas a Concha Méndez. (Ed. de James Valender). Málaga: Centro Cultural de la Generación del 27. Hinojosa, J. Mª (1997): Epistolario (1922-1936). (Ed. de Julio Neira y Alfonso Sánchez Rodríguez). Sevilla: Fundación Genesian. García Lorca, F. (1997): Epistolario completo. (Eds. Andrew Anderson y Christopher Maurer). Madrid: Cátedra. Salinas, P. y Guillén, J. (1992): Correspondencia (1923-1941). (Ed. de Andrés Soria Olmedo). Barcelona: Tusquets. Diego, G. y Cossío, J. M. (1996): Epistolario. Nuevas claves de la generación del 27. (Ed. de Rafael Gómez de Tudanca). Alcalá-México: Universidad y FCE. Aleixandre, V. (1986): Epistolario. (Ed. de José Luis Cano). Madrid: Alianza Editorial y también de José Luis Cano (1992) la edición de Epistolario del 27. Cartas inéditas de Jorge Guillén, Luis Cernuda y Emilio Prados. Madrid: Versal-Cátedra. Prados, E. y Sanchis Banús, J. (1995): Correspondencia (1957-1962). (Ed. de Juan Manuel Díaz de Guereñu). Valencia: Pretextos.
[5] Esteban (1977: 5) Esteban recoge el comentario de Luis Cernuda sin citar el lugar o la fuente.








La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano