jueves, 12 de noviembre de 2015

LA POESÍA DE TERESA DE JESÚS EN SU QUINTO CENTENARIO



VIDA-AMOR-MUERTE EN LA POESÍA CONMOVEDORA DE TERESA DE JESÚS


F. MORALES LOMAS








A Teresa de Jesús la conocemos por ser una mujer que arrebató a esta de la ignorancia de su tiempo y la convirtió en algo grande.
En una época en la que el imago mundi de la mujer era el ideal de la Perfecta casada de Fray Luis de León, una mujer para su marido, perpetua causa de alegría y de descanso, discreta, religiosa y trabajadora, desde una propensión, según el fraile, a ser “vagas e inclinadas  al regalo y más fácil a enmollecerse y desatarse en el ocio, tanto el trabajo le conviene más”…
Teresa de Jesús tuvo la voluntad y el carácter para transformar el statu quo paternalista y alcanzar un nombre y una obra en una época de contrición, abulia y desarrapado dominio del Índex y la desolación. Teresa de Jesús es una gota de agua en un océano de abatimiento.
Sin embargo, el mayor favor que le podríamos hacer hoy día a esta mujer es leerla más y acaso venerarla menos. Teresa de Cepeda y Ahumada escribió una de las primeras autobiografías Libro de la vida, un best-seller de época. Y, aunque no sabía latín, pecado mortal para un escritor que se preciara de tal, sí era, en cambio, una empedernida lectora que examinaba como Cervantes con frenesí, los libros de caballerías y aquellas martirologias  vidas de santos, que causaban tanto frenesí y estrés en una época dada también a la arrogancia y la simbología del santoral.
De no saber latín, ignorancia habitual en las monjas de entonces que vivían del preclaro dominio de los frailes, acabó siendo doctora de la Iglesia, la primera en ser nombrada mientras su vida consistía en una eterna lucha para arrebatar a los inquisidores y evitar su condena definitiva, pues durante doce años se le prohibieron sus memorias, el Libro de la vida.
Si Teresa de Jesús es hoy recordada merecía la pena hacerlo por su literatura y esencialmente porque supo luchar contra la falta de equidad de su tiempo y vencer, a su modo, una época con la sola razón de su palabra, su voluntad y su trabajo. Camino de perfección, el Libro de la vida y el Libro de las fundaciones, nos advierten de su capacidad para la creación literaria y sobre todo su versatilidad, su poder seductor y su pujanza e ímpetu.
Teresa de Jesús era una rebelde de su tiempo que infringía las leyes que consideraba torcidas e inmorales porque imponían un modelo de mujer con el que no estaba dispuesta a transigir, e incumplía la prohibición impuesta a las mujeres de leer las Sagradas Escrituras.
Aunque se ha dicho que la prosa de Teresa de Jesús es de las más sugestivas tras la de Cervantes, hoy, sin embargo, queremos hablarles de su lírica.
Teresa de Jesús no la tenía en mucho aprecio, pero sí reconocía su intensidad y emoción poética. De hecho en esto le sucedía como a Cervantes, que nunca se consideró un consumado vate, aunque había más humildad que razón en lo dicho. También Teresa de Jesús lo llegó a expresar con un lenguaje poco claro: Yo sé persona que con no ser poeta, que le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas” (V 16, 4).

La originalidad y calidad estilística de su obra en prosa no encontró correspondencia en su poesía, si bien esta puede presentar en determinados momentos algunos de sus rasgos más peculiares y geniales: tensión afectiva, habilidad en el manejo de imágenes, etc. No fue poeta de versos. Sin embargo, uno de los valores más sólidos de su prosa consistió en la incrustación de segmentos que por semántica, tono o construcción son más propios del verso -exclamaciones, interrogaciones, expresiones antitéticas, concordancias de opuestos-, cuyas raíces más reconocibles se sitúan en el salterio y los cancioneros (Vega García-Luengos, 2009: s.p.).

En una línea similar ya se expresaba el profesor Valbuena Prat (1953: 685) cuando decía que la obra en verso es muy inferior a la obra en prosa porque no dominaba bien la forma pero era una poesía atractiva por su ternura, y añadía versos como “Véanse mis ojos-Dulce señor bueno”, “Vivo sin vivir en mí”… Una poesía popular y humanista que trata de anclar con fortaleza en la tradición pero anhela reconquistar al ser humano, con esa visión de época que permitía adentrarse en un espíritu mucho más reformista, más ecuánime… que procedía de pensadores como Erasmo de Rotterdam, Pico della Mirandola, Leonardo da Vinci, Miguel Servet, Antonio de Nebrija, Juan López de Hoyos, Fray Luis de Granada, Ignacio de Loyola, Juan Luis Vives…

En las poesías de Santa Teresa —y en menor medida también a veces en la prosa— aparecen determinados rasgos estilísticos propios del cancionero tradicional y, en general, de la poesía castellana del siglo XV, que es funda- mentalmente lo que la Santa pudo leer antes de su ingreso en el convento (…) Encontramos antecedentes, entre otros lugares y poetas del Cancionero, en algunos poemas amorosos poco conocidos de Juan de Mena (…) El tema tan manido de la más conocida poesía de Santa Teresa, Vivo sin vivir en mí, y en concreto el «que muero porque no muero» de su estribillo, lo utiliza también, con anterioridad a nuestra escritora, Diego de San Pedro en su novela Tractado de amores de Arnalte y Lucenda (Garrosa Resina, 1982: 93-95).

Teresa de Jesús escribirá su vida, su poder como ser humano e individuo dotado de una voluntad extrema, pero también fue una poeta mística profunda que desde esa voluntad de sencillez y humildad coincidía con Fray Luis de León en una vida retirada donde solo fuera pacto de los afectos y de la dignidad de esos ermitaños que se confundían si acaso con las estrellas. Sencillez, musicalidad y popularidad son los ejes axiomáticos esenciales de su lírica, donde el gran tema predominante es ''la tendencia a la ascesis y al desprendimiento de las cosas de este mundo para poder estar en forma y poder gozar de los bienes eternos que son los que realmente libertan a las personas y les colocan en perfecta sintonía con Dios, supremo equilibrio de las personas en este mundo y el otro'':

Ella es una mujer popular, cercana al pueblo sencillo con cuyo lenguaje se identifica, aun sabiendo utilizar perfectamente el más apropiado cuando las circunstancias o los destinatarios de sus escritos —cartas— lo requerían. Quizá sea en las poesías donde mejor se aprecie esta popularidad y cercanía a las gentes sencillas de la Madre Teresa, y especialmente en las poesías festivas o villancicos, en las que recrea escenas pastoriles en torno al misterio del nacimiento del Niño Dios (Garrosa Resina, 1982: 95).

La poesía de Teresa de Jesús nace de los metros populares, el arte menor y las redondillas o los versos asonantados y siempre con el efecto de los estribillos, muchas variantes e intertextos de la tradición que ella acoge y acomete a su modo con una significativa musicalidad y muy en la línea de ese folclore popular en el que se habían emplazado. Teresa de Jesús tiene un fabuloso oído musical y su verso fluye alegre pero al mismo tiempo con gran fortaleza emotiva y sustancialidad ideológica:

La huella de la poesía cancioneril de la época es irrefutable. Como ha señalado F. Márquez Villanueva, dicha manifestación lírica era «el terreno donde autores y público se familiarizaban de primera intención con el análisis introspectivo y sus posibilidades creadoras, tan desarrolladas después por la literatura ascético-mística». El estudioso ha apuntado especialmente los nombres de Álvarez Gato, Jorge Manrique, Garci Sánchez de Badajoz. La poesía de cancioneros se refleja con claridad en los versos teresianos -bien directamente, bien a través de las frecuentes divinizaciones-, pero también en la prosa. A su cargo habría que anotar las expresiones paradójicas y antitéticas que surgen al dar cuenta de momentos de especial tensión afectiva (Vega García-Luengos, 2009 : s. p.).

Hay varias líneas sobre las que pivotan las más de cuarenta composiciones que se le atribuyen a Teresa de Jesús: el amor (como encuentro y reconocimiento en el otro), la vida (como lucha agónica) y la muerte (como liberación).
Amor, vida y muerte que ya rescatará Miguel Hernández como la columna vertebral de su poesía y que hallamos en la lírica de esta mujer que encontró en el verso una vía extraordinaria de expansión personal gozosa, pero también un instrumento de primera mano para su dialéctica espiritual. Este eje amor-vida/lucha-muerte está presente siempre de manera gozosa. Existe un arrebato constantemente optimista en el mismo.
Como sucedía en otros místicos, dígase Juan de la Cruz, Teresa de Jesús veía en el amor una forma excelsa de comunicación, un símbolo que alimentaba la existencia. “Mira que el amor es fuerte”, dice. Un amor que lleva a la unión espiritual con Dios pero evidentemente toda la simbología presente posee concomitancias con el amor terreno porque es casi imposible declararlo de otro modo. Y en esa línea y como complemento de ese amor hay varias vías que se ponen en funcionamiento, una de ellas es la caza de amor: el amado como cazador que logra su presa de amor: “Cuando el dulce Cazador/ me tiró y dejó rendida,/ en los brazos del amor/
mi alma quedó caída,/
y cobrando nueva vida/
de tal manera he trocado,/ que es mi Amado para mí,/ y yo soy para mi Amado”. Para Monsalve Flórez (2011: s. p.):

El poema parece ser, hasta cierto punto, una analogía del mito de Cupido y Psique, poniendo a Dios como el cazador que lanza la flecha para el enamoramiento de aquella que inferior es a él. Si se recuerda, el mito de Cupido cuenta, a grandes rasgos, la historia de un dios alado que cuando va a matar a Psique por mandato de Afrodita, se enamora de la víctima, humana.

Pero también está el himeneo, la ceremonia de boda, como motivo poético, que representaría esa unión absoluta y mística. Y en ese camino, desde luego existe el excelso motivo no ya de nuestra entrega amorosa sino de haber conseguido hacer prisionero a Dios. Este es nuestro cautivo. No es ya la amada quien está prisionera sino el amado, Dios: “Ha hecho a Dios mi cautivo/, y libre mi corazón;/ y causa en mí tal pasión/ ver a Dios mi prisionero”. La prisión de amor era un motivo medieval en el amor cortés, desde los trovadores, y pasa a los cancioneros y de ahí se traslada a la literatura popular del XVI en forma de esta antítesis que en la prisión alcanza liberación. En la obra Cárcel de amor de Diegos de San Pedro se evidencia. Obra, por cierto, prohibida por la Inquisición y que leyó con placer Teresa de Jesús. A medida que el amado es mi prisionero la amada alcanza la liberación personal. Es una hermosa metáfora que se sustenta sobre la paradoja de los sentimientos. La única vía es este encuentro en el que existe una completa reiteración de amor: “¿Qué tiene que desear,/
sino amar y más amar,/
y en amor toda escondida/
tornarte de nuevo a amar?”.
El otro gran polo de atención en su lírica es los poemas dedicados a definir y limitar la existencia: la vida como lucha, como sacrificio:

¡Ay, qué larga es esta vida! 

¡Qué duros estos destierros! 

¡Esta cárcel, estos hierros 

En que el alma está metida!

Y en ese afán de lucha desde luego uno de sus discípulos desde otra perspectiva fue Unamuno, que asoció también en su existencia esa lucha vital, agónica:
La vida hay que hacerla a fuerza de sueños, de ficciones, de producción intelectual. La vida es una lucha quijotesca: D. Quijote, Santa Teresa de Jesús y los místicos son para Unamuno los representantes de esta visión del mundo. El amor carnal es solamente pura procreación y en su forma más pasional causa la muerte aniquiladora. No hay metáfora, hay idea, lucha agónica por la vida, constante presencia de la muerte. Amar es desvivirse. Vivir es vivir en agonía, es estar a la muerte. Soñar es vivir (Fernández López ).

Bien lo supo desde muy joven cuando el padre andaba de acá para allá tratando de averiguar los males que la aquejaban. En los últimos tiempos Fernández Ruiz (1963) hablaba de neurosis cardiaca, Pedro Pons consideraba que era neurosis, Marañón creía que había discrepancia entre personalidad y ambiente y López Ibor que había motivos internos y externos que motivaban esos conflictos del yo:
A causa de sus profundos estados de melancolía, se la tacha también de “estigmatizada mística”, “personalidad masoquista”, incluso se la  relaciona con el “Maligno” -en aquella época se pensaba que los “melancólicos ” podían estar endemoniados. Pero, según afirma el Dr. Antonio López Alonso, la Santa no fue rotundamente una melancólica, aunque tuviera motivos para ello pues estuvo enferma largos años de su vida (Manaut, 2012: s. p.).

Toda una visión que se trasladará también a su lírica. En este sentido hay ocasiones en que es una guerra contra la maldad y los pecados de toda laya, y la asunción de la cruz como símbolo de esa vía ascética previa a la vía unitiva. Durante nuestra existencia el sufrimiento (la cruz es el símbolo) debe marcar nuestro modo de ser y actuar y para ello hemos de prepararnos y fortalecernos, porque el mal fortalece y se vence.

Hijas, pues tomáis la cruz,
tened valor,
y a Jesús, que es vuestra luz,
pedid favor.

El os será defensor
en trance tal.

Una vida para vivirla siendo consciente de lo que vamos a soportar. A través de la imagen de los hierros de la prisión, de la celda, por ejemplo, en la que el alma está metida, encerrada esperando al amado que la libere. Y en ese proceso el sufrimiento es solo apariencia. De ahí la concentración en esa defensa de los contrarios que parecen y no lo son. Cuando dice “Sea mi gozo en el llanto,/ sobresalto mi reposo,/ mi sosiego doloroso,/ y mi bonanza quebranto” está empleando pares contrarios: gozo/llanto; sobresalto/reposo; dolor/sosiego y quebranto/bonanza. Estos pares de contrarios son siempre resueltos en el sacrificio y con la esperanza. Porque la persona que ansía, que busca una liberación debe saber que su triunfo es combatir, y el único descanso afanarse. Y en esa línea de pensamiento dice en el bello poema “A la profesión de Isabel de los Ángeles”: “Y mi gloria sea la cruz./
Mi honra el abatimiento,/
y mi palma padecer,/
en las menguas mi crecer,/
y en menoscabo mi aumento”:

Sus escritos, no obstante, se nos presentan hoy como el reflejo de una vida en constante lucha, en continuo esfuerzo. Su obra, pues, tiene un  grandísimo componente autobiográfico tanto de vida externa (viajes, fundaciones, enfermedades) como del desarrollo de su vida espiritual (Benito de Lucas, 2015: 11).

La muerte es la poesía de Teresa de Jesús una vía de iluminación y salvación personal,  la solución de esa ecuación terrible de la vida-muerte y la liberación de los males con la unión con Dios: “Pues vinisteis a morir/ nos desmayéis”, dice. Una muerte que, en el estribillo clásico de “Vivo sin vivir en mí” nos conduce en su paradoja por la vía de la salvación:

La idea de su poema de mayor calado lírico y conceptual -“vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”- se la sustrajo a Juan Escrivá, que cien años antes había escrito: “Ven, muerte, tan escondida que no te sienta conmigo, porque el gozo de contigo no me torne a dar la vida”. (Ansón, s. p.)

Morir por no morir, una tradición lírica excelsa de la literatura española esta de las Coplas del alma que pena por ver a Dios. Pero siempre es una muerte de amor, de modo que el triángulo amor-vida-muerte se convierte en círculo, pues la muerte es de amor y la vida ha sido el camino para alcanzar este éxtasis amoroso:

Lo que ese poema de Teresa de Jesús hace, siguiendo la tradición mística que va de Platón a Juan de la Cruz, es deconstruir esa oposición haciendo que los rasgos semánticos de la muerte (tristeza de la soledad y ausencia de la vida) pasen a la vida, y que los de la vida (alegría y goce) sean asimilados por la muerte. En consecuencia, vivir en realidad es estar muerto, y estar muerto es, en verdad, vivir (Asensi Pérez, 2007: 66).

En muchas ocasiones el poema tiene una estructura dialógica y en otras las preguntas retóricas se hacen eco del mismo para generar una visión más cercana y así preguntará: “¿Qué mandáis hacer de mí?/ Veis aquí mi corazón,/ yo le pongo en vuestra palma,/ mi cuerpo, mi vida y alma,/ mis entrañas y afición”. En otras son frecuentes los recursos habituales en las composiciones amorosas tanto en verso como en prosa en muchos textos de finales del Medievo y de comienzos del Renacimiento:

Las otras semejanzas, menos importantes y llamativas, por constituir real- mente unos lugares comunes en la literatura amorosa de finales de la Edad Media y del Renacimiento, se encuentran en las exclamaciones gozosas con que los amantes —no importa en qué «ladera» nos encontremos, por utilizar la expresión consagrada por Dámaso Alonso— invocan al ser querido, al Ama- do. Comparemos al respecto estas breves efusiones amorosas de Santa Teresa: «0h bondad infinita de mi Dios...! i0h regalo de los ángeles...! i0h qué buen amigo hacéis, Señor mío!» (V. 8, 6); «i0h Señor mío y Bien mío!»… (Garrosa Resina, 1982: 99).

Entre 1558 y 1560 Teresa de Jesús, cuyos problemas psíquicos conocemos, sufrirá todo tipo de experiencias de amor, raptos e ímpetus diversos que la conducen hacia lo que se ha dado en llamar la transverberación.  Y no comenta Teresa:
Quiso el Señor que viese algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije. Esta visión quiso el Señor la viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro encendido, que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan: deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen (Teresa de Jesús, 2014:182).

Un relato en prosa que se traslada en verso en un poema titulado “En las internas entrañas”, donde Teresa de Jesús expresa ese encuentro asimilándolo a un “golpe repentino”, una herida mortal, pero que en su antítesis alcanza su propia paradoja significativa por cuanto es muerte que da la vida; una blasón también, es decir, esa figura que aparece en los escudos de armas. Un término que tanto tiene que ver con la alcurnia y con las hazañas que son vistas en este acto casi bélico en el que la muerte de amor también subyace como subtexto.

En las internas entrañas
sentí un golpe repentino
el blasón era divino,
porque obró grandes hazañas.
Con el golpe fui herida
y, aunque la herida es mortal,
Y es un dolor sin igual,
es muerte que causa vida.

Si mata, ¿cómo da vida?
Si da vida, ¿cómo muere?
¿Cómo sana cuando hiere
y se ve con Él unida?
Tiene tan divinas mañas,
que en un tan acerbo trance,
sale triunfal del lance,
obrando grandes hazañas.
Un concepto el de entrañas que había sido visto por la filósofa María Zambrano (1989) como la metáfora que capta con más fidelidad y amplitud que el moderno término psicológico de subconciencia, lo originario, el sentir irreductible y primero del hombre en su vida y su condición de viviente:

Teresa, al igual que Zambrano, defiende una concepción integral del sujeto que no se reduce a la pura conciencia, o, en la terminología escolástica, a las potencias humanas. La monja del siglo XVI, incluye “pecho“, “entrañas“ y sobre todo al otro divino interiorizado de manera muy sensual e incluso erótica. El alma, la esencia del ser humano, se constituye para Teresa siempre en enfrentamiento con el interlocutor divino. En Teresa, tenemos a un Dios personalizado y una relación explícitamente amorosa con este personaje divino. En cambio, María Zambrano defiende un concepto de lo sagrado que no se concretiza en un personaje teológico, ni mucho menos estrictamente católico. En su lugar, ella habla de 'sentir originario' o de 'lo uno'. El alma solamente logra conocerse a través del reflejo y por la confrontación con Dios, dice Teresa: “[A] mi parecer, jamás nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios.” El asegurarse de la propia existencia a través del reconocimiento y del amor mutuos, la mirada recíproca tanto como la entrega al otro, son centrales para la construcción de la subjetividad en Teresa (Hasse, 2013: 6).

En definitiva, la poesía de Teresa de Jesús nace de tres palabras claves: vida, amor y muerte, en la más profunda tradición de la literatura medieval, en el amor cortés y se adentra en la profunda poesía popular del Renacimiento heredera de esa visión amorosa y profundamente vital para adentrarse, como bien ha señalado Benito de Lucas (2015), en su propia experiencia de vida, en su día a día, en sus idas y venidas, y, sobre todo en la profunda interrelación entre espiritualidad y sentido de la existencia.
Moldes humanos para ascender con emotividad y sentimiento vehemente por esa vía de ascesis que otros la tienen como un reclamo para pronunciar el nombre de una humanidad más llevadera.




BIBLIOGRAFÍA


ANSÓN, Luis María (2 enero 2015). El éxtasis de Santa Teresa. El Cultural.

ASENSI PÉREZ, Manuel (2007). Vivo sin vivir en mí. En Siete siglos de poesía española escrita por mujeres (Eds., Dolores Romero López, Itziar López Guil, Rita Catrina Imboden y Cristina Albizu Yeregui). Bern: Peter Lang,  63-74.

BENITO DE LUCAS, Joaquín (2015). La poesía de Santa Teresa entre la tradición y lo divino. Madrid: Rialp.

FERNÁNDEZ LÓPEZ, Justo. Miguel de Unamuno. Vida y obras. Recuperado de   http://www.hispanoteca.eu/Filosof%C3%ADa%20española/Miguel%20de%20Unamuno%20-%20Vida%20y%20obras.htm (10/09/2015).

GARROSA RESINA, Antonio (1982). Santa Teresa y la cultura de su tiempo. (Referencias literarias profanas en la otra teresiana). Castilla: Estudios de Literatura, 4, 83-117.

HASSE, Jenny (2013). María Zambrano y la mística. Leyendo a una filósofa moderna con Santa Teresa de fondo. SymCity, 4, 1-13.

MANAUT, Stella (11 septiembre 2012). El éxtasis de Santa Teresa de Jesús de Bernini, como punto de partida para un breve análisis de la personalidad de Teresa. Revista Alcazaba (también http://www.laalcazaba.org/el-extasis-de-santa-teresa-de-bernini-como-punto-de-partida-para-un-breve-analisis-de-la-personalidad-de-teresa-por-stella-manaut-escritora-y-actriz/) (10/10/2015).

MONSALVE FLÓREZ, John Alexánder (7 junio 2011). Análisis del poema: Mi amado para mí, de Santa Teresa de Jesús. Recuperado de http://monsalve-jhon.blogspot.com.es/2011/06/analisis-del-poema-mi-amado-para-mi-de.html (2 de octubre de 2015).

TERESA DE JESÚS (2014). Libro de la vida II. Sobre la oración. Madrid: Rialp.

VALBUENA PRAT, Ángel (1953). Historia de la literatura española. Barcelona: Gustavo Gili.

VEGA GARCÍA-LUENGOS, Germán (2009). Santa Teresa de Jesús ante la crítica literaria del XX. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.



La creación literaria y el escritor

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