No sé si habrá en España un autor tan polifacético y prolífico como Francisco Morales Lomas, catedrático de Lengua Castellana y Literatura, licenciado en Derecho y Filología Hispánica, doctor en Filosofía y Letras y profesor titular en el departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga. Lo cierto es que muy pocos pueden atribuirse el privilegio de ser al mismo tiempo un fecundo investigador y un creador poliédrico, obtenido en el denuedo de toda una vida dedicada a la lectura, el estudio, la docencia y la crítica literaria.

No en vano preside la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios (AAEC) y ocupa las vicepresidencias de la Asociación Colegial de Escritores de España, Sección Autónoma de Andalucía (ACE-A), y la Asociación de Dramaturgos, Investigadores y Críticos Teatrales de Andalucía (Adicta). Eclecticismo, compromiso e innovación definen a un hombre y una obra marcada por el dominio lingüístico y una infatigable voluntad pedagógica y constructiva. Morales Lomas ha obtenido relevantes reconocimientos tanto por sus trabajos exegéticos como literarios, sobrepasando el medio centenar las obras publicadas en los diferentes géneros de la poesía, el teatro, la narrativa y el ensayo, amén de la ingente cantidad de artículos vertidos en la prensa periódica como analista, los suplementos literarios como crítico y las colaboraciones derivadas de sus conferencias, discursos y ponencias en las diferentes actas de congresos, simposios y jornadas donde ha participado.

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Morales Lomas nos ilustra en Dramaturgos españoles entre dos milenios sobre uno de los géneros potencialmente más atractivos para el gran público y, sin embargo, escasamente cuidado por las editoriales y los mass media, orientadores del gusto estético y muy influyentes en las transformaciones culturales de las diferentes generaciones. Morales Lomas aspira a transmutar el inexplicable desafuero que ha ido relegando al olvido los grandes nombres de la dramaturgia española contemporánea y el lamentable desconocimiento de los autores dramáticos en activo en vehículo útil de interpretación de la realidad, por muy abstrusa que nos parezca, y devolver al teatro el papel educativo y proteico que siempre lo ha caracterizado. Consciente de la marginación editorial que sufre el sector y el escaso apoyo institucional para un género que exige la presencia de espectadores y toda una parafernalia que excede en mucho la proclive e inmediata actividad de la lectura, Morales Lomas analiza las claves del teatro español entre dos milenios basándose en los textos del valenciano José Sanchis Sinisterra (la poética de la fragmentación), el gerundense Jerónimo López Mozo (la dramaturgia comprometida), el vallisoletano José Luis Alonso de Santos y el toledano Antonio Martínez Ballesteros (la funcionalidad de los recursos humorísticos en el desvelamiento de la eticidad) y los andaluces Federico García Lorca (su menos conocida obra breve y surrealista), Alfonso Zurro (la hermenéutica de la cotidianidad) y José Moreno Arenas (el teatro antropofágico), atendiendo a los aspectos más significativos de una producción dramática que pone de manifiesto, a través de la alegorización y el simbolismo, un evidente análisis de la sociedad española.

La última parte de la obra se dedica al teatro caníbal del autor, analizado por algunos de los más interesantes críticos teatrales de la actualidad: la profesora universitaria María Jesús Orozco Vera y los dramaturgos Adelardo Méndez Moya, Miguel Ángel Jiménez Aguilar y Antonio César Morón. Teniendo como antecedentes literarios la tradición humorística española y el teatro del absurdo europeo, Morales Lomas nos muestra cómo los conflictos «normalizados» de la realidad pueden abismarnos hacia situaciones esperpénticas y hasta dolorosamente trágicas para revelar a través de un lenguaje directo, que no elude la fraseología ni las formas jergales por adaptarse a la personalidad de sus agonistas, el statu quo de una sociedad adocenada, inmersa en el feísmo, la deshumanización y el cainismo; una feroz crítica trabada con ingeniosa ironía que ha abierto una nueva senda en el horizonte dramático de la literatura actual.