sábado, 5 de marzo de 2011

NUEVO LIBRO DE MORALES LOMAS SOBRE JORGE LUIS BORGES

JORGE LUIS BORGES

Próximamente se publicará en Barcelona, en Ediciones Carena, http://www.edicionescarena.org/, el ensayo Jorge Luis Borges, la infamia como sinfonía estética, del que es autor el escritor F. Morales Lomas, profesor de la Universidad de Málaga y presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos que concede y promueve desde hace diecisiete años los Premios Andalucía de la Crítica.

Con esta obra, Morales Lomas, en el Año Borges, pretende unirse al conjunto de actos que se llevan a cabo para conmemorar esta trascendente onomástica. Borges es uno de los escritores más importantes en lengua española del siglo XX y un referente para las generaciones venideras.

El Centro de Arte Moderno y la Delegación Madrid de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges efecturaron el lanzamiento del Año Borges, por cumplirse 25 años de la muerte del escritor argentino Jorge Luis Borges, que contó con la presencia de la Presidente de la Fundación, Sra. María Kodama.En el transcurso de este acto se ha realizado la entrega a la Sra. Kodama de ejemplares de los libros "La hermana de Eloísa", de Jorge Luis Borges y Luis a Mercedes Levinson, y "Los Rivero", de Jorge Luis Borges, ediciones especiales realizadas por "Del Centro Editores".Convocaron a este acto cultural el Director del Centro de Arte Moderno, Raúl A. Manrique Girón; su Director, Claudio F. Pérez Míguez y Zulema González Guerrero, de la Delegación Madrid - Fundación Internacional Jorge Luis Borges.
Tras las exposiciones y entregas de diversos obsequios por parte de artistas argentinos y españoles a la Sra. María Kodama, hemos departido con ella y uno de los anfitriones, Claudio Pérez, junto a la escritora y psicóloga argentina Alejandra Tallarico, sobre distintos aspectos del año cultural que en el CAM se ponía en marcha, en torno a la figura y literatura de Jorge Luis Borges.

Reproducimos algunas palabras del ensayo sobre la narrativa de Borges:


Antes que escritor, Borges siempre se consideró lector: “Un libro, cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado”[1]. Es más, su escritura no dejó de ser una forma de transgredir aún más sus lecturas, un apéndice de la lectura. Una especie de quebrantamiento o desobediencia de esa voluntad de lector. Sus lecturas siempre estaban sumergidas en su escritura y esta nacía de aquellas. ¿Qué habría sido del escritor Borges sin las lecturas precedentes, sin las intertextualidades, sin ese reguero de citas y alusiones, imitaciones y frases textuales? Quizá porque la lectura era una forma de conectar con el pasado, de saber qué fuimos y hacia dónde iríamos. De ahí la imposibilidad de anularlo mientras los libros tuvieran vigencia y Borges deseaba conectar con ese pasado y acaso sentirse parte de su creación, como el Dios de la novela Niebla de Unamuno. Acaso porque la existencia del mismo, como dijo Mallarmé, dependiera de los libros precedentes: El mundo existe para llegar a un libro. Y esta imposibilidad de luchar contra lo evidente, la función del libro en la historia, impidió al emperador chino Shih Huan Ti, su propósito: quemar todos los libros anteriores. Ante la imposibilidad, afirmó: “Los hombres aman el pasado y contra ese amor nada puedo”[2]. Que, en el fondo, opinaba como Paul Valéry cuando afirmaba que la historia de la literatura debería ser la historia del espíritu.
Borges se consideraba un «lector hedónico» que leía por mero placer y en absoluto mediatizado por un sentimiento de deber sino por el mero hecho de la lectura deleitable:

Ni probé fortuna dos veces con autor intratable, eludiendo un libro anterior con un libro nuevo, ni compré libros –crasamente- en montón[3].

Y uno de los elementos que más admiró siempre en ellos fue la imaginación. Consideraba que en ella radicaba una de las grandes ausencias de la literatura argentina, su falta de imaginación, aplicable también a la falta de imaginación aplicable a la vida cotidiana. Lo que le llevó a apuntar tras reflexionar sobre “La perpetua carrera de Aquiles y las tortuga”: “Aceptemos el idealismo”[4]. Y la aceptación definitiva de que el mundo “requiere irrealidades visibles”.
De hecho, nunca se animó a escribir una novela extensa. Decía que no eran necesarias tantas palabras para decir unas cuantas ideas. También hubo reparos a la escritura. Inmerso en una época dominada por las vanguardias, Borges entendía que su mundo no podría ya ser el realismo decimonónico ni tampoco esos efluvios juveniles indiciarios de comienzos de siglo. Y optó por un modelo de literatura en la que se sustanciaban dos elementos aparentemente contradictorios (realidad/fantasía) que él llevaba a una perfecta imbricación a partir de procesos escriturales mágicos, metafísicos o intertextuales. Aunque en una tardía fecha como 1970 dijera en el “Prólogo” de El informe de Brodie que sus cuentos eran realistas:

Observan, creo, todas las convenciones del género, no menos convencional que los otros y del cual pronto nos cansaremos o ya estamos cansados.[5]

[1] Borges, “Del culto de los libros”, Obra completa, vol. 2, op. cit., p. 229.
[2] Borges, “La muralla y los libros”, Obra completa, vol. 2, op. cit., p. 133.
[3] Borges, “Paul Groussac”, Obra completa, vol. 1, op. cit., p. 77.
[4] Borges, “La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga”, Obra completa, vol. 1, op. cit., p. 98.
[5] Borges, “Prólogo” de El informe de Brodie, op. cit., p. 373.

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