viernes, 15 de mayo de 2009

LA ACTIVIDAD DEL ESCRITOR POR F. MORALES LOMAS

(El texto que sigue es un fragmento de un extenso estudio sobre la realidad del escritor en el momento actual. Formará parte de la siguiente obra: Actividad productiva y empleo en la cultura


Índice

1. Introducción
Hernández Pavón, Enrique. Profesor Titular de Economía Aplicada. Universidad de Sevilla.

Aspectos transversales

2. El empleo cultural en la era digital.
Greffe, Xavier. Catedrático de Economía. Universidad Paris I – La Sorbonne.

3. Nuevas posibilidades de empleo en el sector de la cultura.
Carrillo Benito, Emilio. Experto Internacional en Desarrollo Local.

4. Análisis de la productividad en el sector de la cultura y el ocio.
Rausell Köster, Pau. Profesor Titular de la Universidad de Valencia.

5. La gestión del conocimiento en el empleo cultural (La gestión cultural en el Espacio Europeo) .
Ariño Villarroya, Antonio. Universidad de Valencia.

6. Financiación de proyectos culturales
Bonet Agustí, Lluis. Profesor Titular de Economía Aplicada. Director postgrado en Gestión Cultural. Universidad de Barcelona.

7. La colaboración con instituciones, organizaciones y empresas culturales
Cáceres Salazar, Antonio. Director del Centro Cultural de la Fundación ELMONTE

8. El mercado de trabajo en el sector cultural de Andalucía.
Hernández Pavón, Enrique y González Limón, Myriam. Universidad de Sevilla.

9. Rasgos productivos de la empresa cultural en Andalucía.
Ruíz Navarro, José. Catedrático de Economía de la Empresa. Universidad de Cádiz.

10. Aspectos jurídicos de la producción cultural por los profesionales autónomos.
Cruz Villalón, Jesús. Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad de Sevilla.

11. La contratación de artistas en el ordenamiento jurídico español.
Valdés Alonso, Alberto. Profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Complutense de Madrid.

12. Situación de la fiscalidad de los artistas en el ordenamiento tributario español.
García Novoa, César. Catedrático de Derecho Financiero y Tributario. Universidad de Santiago de Compostela.

13. La formación y el ámbito laboral de los técnicos superiores en animación sociocultural.
Carles Monclús Garriga. Profesor del Ciclo Formativo de Grado Superior de Animación Sociocultural.

Aspectos sectoriales

13. Creación y trabajo en el mundo audiovisual
Checa Godoy, Antonio. Director del Departamento de Comunicación Audiovisual. Universidad de Sevilla.

14. La actividad del escritor
Morales Lomas, Francisco. Presidente de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios.

15. La situación actual del artista en las artes escénicas
Virgili Belda, Concepción. Catedrática de Sociología. Universidad de Barcelona

16. Actividad y empleo en el flamenco.
Hernández Pavón, Enrique . Universidad de Sevilla.

17. Prevención de riesgos laborales en los proyectos arqueológicos. Carmona, Carlos. Abogado. Maestranza Consultores.

18. Empleos en la difusión del patrimonio: especial referencia al ámbito de la museología.
Gregori Berenguer, Joan J.. Director Administrativo de la Xarxa de Museus. Diputación de Valencia.

19. El empleo en la restauración de los bienes culturales
González López, María José. Profesora Titular de la Universidad de Sevilla.

20. La actividad profesional de los restauradores.
Parrado Ramírez, María José. Conservadora y restauradora de bienes culturales.

21. La actividad laboral en las artes plásticas
Carrasco Gimena, María Teresa. Profesora Titular de Dibujo. Universidad de Sevilla.




(FRAGMENTO)

El escritor y su función social


El escritor cumple una función social: convierte el mundo en objeto artístico. Esta capacidad para subjetivar la realidad con sentido o sin él, es decir, con el absurdo del arte, que sería el mayor de los discernimientos, convierte al escritor en un demiurgo. Y adquiere el bagaje de la creación. Toma sus bártulos y se echa al camino para conquistar la verdad del hombre o su tontería, su bondad o su maldad, su personal comprensión o concepción de lo observado. El escritor, a su modo, es un dios pequeño, un dios vago y estéril que trata de encontrar acomodo en la creación. Intenta descubrir «objetos» que adquieran forma definida. La reinvención de la realidad o su acomodamiento a la misma (su mimesis) con otros ojos es el ministerio del escritor y, en consecuencia, cumple la función de dotar a la realidad de múltiples sentidos y de ampliar su punto de partida, su recepción múltiple. Decía Antonio Machado que la poesía es diálogo del hombre con el tiempo, y esta dimensión temporal del escritor va en relación con su transitoriedad pero, sobre todo, y también, con la proyección de su obra ad límine, en otras épocas, con objeto de que sirva de comprensión novedosa de su visión en la tierra.
Este afán testimonial ha permitido hablar del escritor como artista transformador o revolucionario y de la literatura con un afán claramente instigador, la palabra como un arma cargada de futuro en versión de Blas de Otero, Gabriel Celeya o José Hierro. Y así fue en determinados momentos, sobre todo cuando esta podía coadyuvar en la transformación del statu quo. Quizá por ello el arte (y la literatura como tal) no es para Marx una actividad humana accidental sino un trabajo superior en el cual el hombre despliega sus fuerzas esenciales como ser humano y las objetiva o materializa en un objeto “concreto-sensible”, como bien nos decía Adolfo Sánchez Vázquez en Las ideas estéticas de Marx[1].
Pero no siempre fue así. En muchas ocasiones el escritor lo que trata es de comprender el mundo y transmitir su visión de esa comprensión, que no tiene el porqué ser verdadera o cierta, pero sí personal y única. En consecuencia, mucho hay de transitoriedad en la labor del escritor y disposición a ser testigo de una época. Y como no todas son iguales, la literatura es informadora siempre de un momento histórico, aunque la comprensión de una realidad en un momento histórico determinado pueda sentirse en otras circunstancias ad futurum o al menos puede apreciarse su voluntad de objeto artístico permanente. Y esto sucede así porque la literatura es la recipiendaria de un sentimiento. Y los sentimientos son históricos: pertenecen a una coyuntura, nunca son eternos.
El escritor dota de sentido a la observación de lo contingente y perecedero. Su trabajo es apasionante porque su encuentro con la materia es doble: por una lado, lo observado; por otro, la praxis de la escritura[2], su voluntad de ordenar el mundo desde el verbo: al principio fue el verbo, y el verbo habitó entre nosotros: “El poeta que va a hacer un poema tiene el vago sentimiento de que parte hacia una cacería nocturna en un bosque muy lejano”, dirá García Lorca[3] para expresar esa dimensión ignota del hecho creador.
Esta plenitud tenebrosa de la creación literaria ofrece para el escritor una sugestión extraordinaria, la verdadera motivación de la escritura (o al menos una de ellas) pues sucumbe a la seducción ex nihilo: crea algo que no había antes. Pero también es cierto que, en esta búsqueda y tránsito por un mundo inédito, el escritor también se enfrenta solitariamente a la creación en su dimensión dramática, en absoluta soledad y con la intuición de que la creación a la que se ha encomendado lo sitúa frente al problema de su propia existencia, su libertad y el lugar que ocupa en el mundo, material o espiritual, que quiere representar, como decía Pérez Rizzi[4].
Pero en su poder de creación, en esa consistencia de demiurgo, la vocación estética procede del objeto observado: “La obra de arte adquiere verdaderamente una existencia propia, que le permite imponerse como individualidad estética, sólo en la medida en que parece habitada por una especie de necesidad interna, que debe traducirse en una adecuación rigurosa de la forma al material y viceversa. En la obra acabada se da como un equilibrio milagroso que el menor desplazamiento podría romper y que corresponde a la perfecta materialización de la forma”[5]. Pero también la literatura aporta una dimensión colorista al dar una visión esperanzadora (al menos así la ha visto Alan Woods) pues el arte (y la literatura lo es) en todas sus formas “nos hace abrir los ojos, aunque sea sólo por un momento fugaz, ante nuestra monótona existencia cotidiana, nos hace sentir que hay algo más en la vida, que podemos ser mejores de lo que somos, que las relaciones entre las personas pueden ser humanas, que el mundo puede ser un lugar mejor. El arte es el sueño colectivo de la humanidad, la expresión del sentimiento arraigado de que nuestras vidas no deberían ser así y que deberíamos luchar por algo diferente”[6].
El artista debe huir de su propia persona y situarse en un plano superior sobre el que contemplar el teatro del mundo. El artista es el único que puede desprenderse del guión establecido y sentarse en el auditorio para contemplar cómo los simples mortales interpretan su papel. Él puede llegar a comprender el guión y situarse en la verdadera realidad, fuera del tiempo y el espacio. Sobre todo fuera del tiempo, que para Schopenhauer no tiene una existencia absoluta, no es una manera de ser en sí de las cosas y no es más que la forma de conocimiento que tenemos de nuestra existencia. De este modo tiene el artista la capacidad de situarse en un plano externo al mundo, contemplando y entramando sus leyes con la posibilidad de salirse de ellas, dejando a un lado las apariencias del espacio y del tiempo. Sin tiempo la palabra muerte no tiene sentido ya que sería el fin de la vida y no puede haber principio o fin si eliminamos el tiempo. Comprendemos la vida cuando nos enfrentamos a la muerte, a la ausencia del tiempo, y el arte puede hacernos comprender esto aunque sólo en determinados instantes.




Situación profesional de los escritores

Partiendo de esa importante función social que cumple el escritor, ¿cuál es en la actualidad la situación profesional de los escritores en España y Andalucía? ¿Qué contrariedades tienen los escritores andaluces en la actualidad? ¿Cómo se enfrentan a ellos? ¿Qué dinámica se sigue...? ¿Cuál es, en definitiva, su situación profesional?
Sin duda que las primeras palabras que nos vienen a la escritura en este momento son las pronunciadas hace dos siglos por Mariano José de Larra[7] cuando pretendía explicar instantáneamente lo que suponía para un periodista decimonónico intentar ejercer su oficio de un modo digno y honesto, sin caer en la tentación de descerrajarse un tiro en la sien. Vano empeño como a la postre se demostró. Y dijo entonces aquellas palabras para la historia que bien se podían extender (y con más razón) a cualquier lugar del país: “Escribir en Madrid es llorar”[8]. Llorar como síntoma de impotencia, como presagio de rabia contenida ante la imposibilidad de que la maltrecha situación cambie. Y durante el siglo XX, Luis Cernuda en su poema “A Larra con unas violetas” hizo la glosa de las mismas y añadió que escribir en España es morir:

Escribir en España es llorar, es morir,
Porque muere la inspiración envuelta en humo,
Cuando no va su llama libre en pos del aire.

Esta llama de la escritura a la que alude Cernuda es la gran madrastra que mantiene a los escritores andaluces en una absoluta diáspora. Díganme si no a cuántos escritores conocen en la actualidad que no hayan tenido que emigrar fuera de Andalucía para ser conocidos en su propia comunidad o para que se reconozca su obra fuera de su ámbito territorial...

[1] SÁNCHEZ VÁZQUEZ, A. (2006) Las ideas estéticas de Marx. Madrid: Siglo XXI, 2006. Afirma que para Marx el hombre lo es en la medida en que crea un mundo humano, y el arte en general aparecería como una de las expresiones más altas de este proceso de humanización y como trabajo superior eleva las condiciones de ese ser. Por supuesto, muy interesante en este sentido es la obra de MARX C. Y ENGELS F. (1968) Sobre arte y literatura. Madrid: Editorial Ciencia Nueva, 1968.
[2] El elemento técnico (la techne para Aristóteles) es consustancial al hecho creativo. García Lorca decía que él era poeta gracias a Dios y a la técnica. Y también decía Kant que “Genio es el talento (dote natural) que da la regla al arte”. La dimensión genética o deífica, y la dimensión léxica y la capacidad de organizar el mundo a través de la palabra. Como dice LABRADA, M. A. La racionalidad en la creación artística. [en línea]
[Consulta: 30/04/2009] que cita a su vez a HEIDEGGUER, M. (1961) Nietzsche. Tübingen: Neske, vol. 1.°, p. 96, “como es sabido, el término «arte» —en el sentido usual hoy de creación, deriva del término «techne» empleado por Aristóteles y que los latinos tradujeron por «ars». Del mismo término aristotélico (techne) deriva asimismo el actual de «técnica», y es, precisamente, esta proximidad de los términos «arte» y «técnica» lo que plantea problemas para distinguir el significado de ambos: «el arte es la techne. Se ha sabido después de mucho tiempo que los griegos denominaban con este nombre tanto el arte como el oficio, y según este término denominaban también al artista y al artesano con el nombre de technites...»”
[3]GARCÍA LORCA, F. La imagen poética, citado por IBÁÑEZ LANGLOIS, J. M. (1964) La creación poética. Madrid: Rialp, 1964, p. 221. Aunque también dijera García Lorca en Juego y Teoría del Duende, que: “El ángel guía y regala…vuela sobre la cabeza del hombre, está por encima, derrama su gracia y el hombre sin ningún esfuerzo realiza su obra… La musa dicta y en algunas ocasiones sopla… despierta la inteligencia.”
[4] PÉREZ RIZZI, M. A. El problema de la creación artística. [en línea]
[Consultado: 30/04/2009].
[5] LADRIERE, J. (1978) El reto de la racionalidad. Salamanca: Sígueme, 1978, p. 151.
[6] WOODS, A. El marxismo y el arte. [en línea]

[Consultado: 28/04/2009].

[7] En la misma línea recientemente el periodista GUTIÉRREZ, J.L. Sobre Larra, automóviles y poder. Leer, núm. 200, marzo 2009. También [en línea]
<> [Consultado: 22/04/2009].
José Luis Gutiérrez traía a colación la famosa frase de Larra para referirse también a la labor del periodista en relación a la Ley de Prensa: “Si Larra resucitara hoy en España, sin duda el susto de lo que contempla le llevaría de nuevo a la tumba, no sin antes parafrasearse a sí mismo: «Escribir en España es llorar». Sobre todo al conocer que el régimen jurídico de la Prensa –él, tan fustigador de la censura y la mentira– en nuestro país se regula a través de normas del régimen anterior, muy especialmente de la Ley de Prensa de Franco, vigente en todo su potencial censor”.
[8] El fragmento en el que iba inserta la famosa frase es el siguiente:“Escribir como escribimos en Madrid es tomar una apuntación, es escribir un libro de memoria, es realizar un monólogo desesperadamente triste para uno solo. Escribir en Madrid es llorar.”(”El artículo literario y periodístico”, pp. 46-47). Los versos que siguen reiteran una vez más un sentimiento que no era solo pasajero sino arraigado incluso en la lírica:

¿Cuándo, Delio, insensato he de mirarte
libro y pluma arrojar y en el tintero
dejar metido entre algodón el arte?
¿Estudias en España majadero?
¿No tienes experiencia? ¿Estás demente?
¿Tan poco aprecias, bárbaro, el dinero?

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