domingo, 24 de mayo de 2009

MANUEL ALTOLAGUIRRE. IMPRESOR Y EDITOR DE JULIO NEIRA POR F. MORALES LOMAS

J. Neira, Manuel Altolaguirre. Impresor y editor, Consejo Social Universidad de Málaga y Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Málaga-Madrid, 713 págs.



No es sólo un ensayo sobre Manuel Altolaguirre. Reducir las setecientas trece páginas de esta magna obra a la figura de Altolaguirre sería como reducir la inmensidad del océano a un simple mar cerrado. Altolaguirre es amplio pero esta obra es generosa y plural en extensión con un periodo trascendente en la historia de la literatura española contemporánea. En consecuencia, la obra amplía las expectativas y lejos de centrarse sólo en Manuel Altolaguirre se adentra por los vericuetos de una generación tan trascendente en la historia de la literatura del siglo XX, hecho que deja de manifiesto el autor en la Introducción con la pretensión de penetrar en «el conocimiento de la realidad de la literatura española de su época».
Julio Neira, su autor, es profesor titular de Filología en la UNED y anterior director del Centro Generación del 27; en la actualidad coordinador general del Centro Andaluz de las Letras; ha desarrollado una importante labor ensayística sobre el 27. Su último ensayo fue galardonado con el Premio del Consejo Social de la Universidad de Málaga, que coeditó la obra con la Residencia de Estudiantes.
Fruto de un arduo trabajo de investigación durante años, pero también de recopilación y búsqueda, es esta obra que se conforma de los siguientes apartados: Introducción, Etapa de Formación, Litoral y la imprenta Sur, Entre Málaga y París, Concha Méndez y la etapa republicana, Una imprenta en guerra, El exilio de América, El legado de Altolaguirre, impresor y poeta, Un apéndice (índices completos de las revistas que publicó, el catálogo de libros, los pliegos y plaquettes), una bibliografía y un índice alfabético.
Advierte Neira de una imagen que se ha proyectado siempre de Altolaguirre: el poco aprecio que han tenido muchos sobre su poesía y la inmensa generosidad, la simpatía, entrega y lealtad en la amistad de la que él hizo gala. El concepto de ángel aplicado a su persona fue un tópico que creó historia, al igual que el hecho de que desde los cinco años sintiera esa necesidad estética de expresar sus inquietudes a través de la imprenta. De hecho sólo han llegado a valorar en profundidad su obra poética la profesora Laurence Breysse-Chanet y Rosa Romojaro —en este momento, la Universidad de Málaga tiene en prensas el ensayo Invitación a la libertad. La poesía de M. Altolaguirre de la que son autores F. Morales Lomas, Alberto Torés, Rafael Ávila y Eduardo S. Vila— y sólo hay aproximaciones fragmentarias de su actividad como impresor y editor. De ahí el propósito de Julio Neira y también lo que le lleva en la Introducción a decir: «Estúdiese su poesía, seamos capaces de sacar a la luz sus muchos valores, su originalidad, la rareza de su espiritualismo, la nitidez de su acento...»
Neira ha seguido una base documental profunda y enciclopédica, entre cuyos datos se hallan cartas, epistolarios, libros de memorias, aportaciones personales, artículos periodísticos, entrevistas... Y ha construido una obra siguiendo una estela lineal desde la revista Ambos hasta su periodo de La Habana y las publicaciones de México entre 1953 y 1950.
Ambos es el primer encuentro importante con la imprenta, aunque la paternidad de la revista se la atribuyó José María Souvirón. Sin embargo, afirma Neira que hay datos para defender un papel destacado de Hinojosa en su dirección y en su financiación. Revista que desaparece con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera.
Tras el intento de suicidio de Prados y su regreso a Málaga, se consolida su amistad con Altolaguirre que advierte en una carta a Gerardo Diego de 17 de junio de 1925 la proyección de Litoral junto a Rafael Alberti y José María Hinojosa. Y en ella aparecerá una literatura sobre el mar. El capital inicial para el funcionamiento de la Imprenta Sur debió proceder del padre de Emilio y de Altolaguirre. Desde entonces el librero León Sánchez Cuesta será su difusor y vendedor, amén de consejero. Junto a la revista también se anunciaban suplementos de García Lorca, Bergamín, Alberti...

Manuel Altolaguirre
Neira con absoluta meticulosidad va paso a paso descubriendo cronológicamente los momentos, los entresijos, las cartas, las entrevistas de unos y otros, las dificultades, los retrocesos... hasta la consolidación de este hermoso alumbramiento. El primer número tendrá muchas erratas, hasta el punto de que genera un enfrentamiento con Lorca, que confiesa en su Epistolario que el día que recibió la revista estuvo llorando al ver diez erratas en sus romances. Sin embargo, a pesar de las erratas y de los descuidos inherentes a la escasez de medios con los que trabajan la revista, es un éxito, como lo confirma en una carta León Sánchez Cuesta: «Sus libros editorialmente son un gran éxito». Siendo la belleza tipográfica el distintivo de la Imprenta Sur.
En las cuatro primeras entregas de la revista todos los poetas españoles a los que les habían pedido algo colaboran menos Juan Ramón Jiménez y Pedro Salinas, que dijo a Guillén: «Agradable revistita. Mandaré algo», aunque nunca lo haría.
Neira se adentra progresivamente en los demás números de la revista hasta el nueve, que fue el último en publicarse el 9 de junio de 1929. Y profundiza en el análisis de los suplementos de Litoral con las obras de Emilio Prados, Canciones del farero; de Rafael Alberti, La amante; de García Lorca, Canciones; de José Bergamín, Caracteres; de Luis Cernuda, Perfil del aire; de Vicente Aleixandre, Ámbito; de Emilio Prados, Vuelta; de José María Hinojosa, La rosa de los vientos; de Josefina de la Torre, Versos y estampas; de Fernando Villalón, La Toriada; de Manuel Altolaguirre, Ejemplo; de José Moreno Villa, Jacinta la pelirroja...
Sin embargo, la empresa nunca tuvo una buena administración: «Se abría el cajón, se apartaba lo de los obreros, y el resto se dispendiaba, tarde a tarde, en vino y chanquetes». Sin embargo, Málaga ignoró esta revista desde el inicio a pesar de su consideración en el resto del país, como recuerda José Luis Castro, algo muy sintomático en esta ciudad. Sin duda que uno de los eventos más trascendentes será la elaboración de los números 5-7 dedicados a Góngora, aunque buena parte de este número señero quedara sin distribuir y almacenado en la imprenta: las suscripciones no se renovaron y el esfuerzo económico no fue compensado. Se empezaron a publicar fuera de colección y había muchos libros que se autofinanciaban por los autores.
En mitad de esta vorágine también se generaron disputas, sinsabores y problemas. Por ejemplo, uno de los más sonados fue la mala crítica que hizo Gerardo Diego de Vuelta que sumió a Emilio Prados en un silencio editorial hasta el 36; o bien, la recepción crítica negativa de Perfil del aire de Luis Cernuda, que obsesionó al autor sevillano durante toda su vida.
La crisis se producirá en 1928. Los fracasos económicos se suceden y Prados busca la ayuda de Hinojosa (en realidad del padre de Hinojosa) que evitará el fracaso total y será el que decidirá muchas cosas en esta segunda época. Entonces los beneficios de un libro servirán para editar el del compañero sin recursos. Con motivo de la visita a Málaga de Luis Cernuda, en septiembre de 1928, hablarán de una posible Antología de la nueva poesía española.
Destaca la ausencia de los poetas profesores en esta segunda época, a pesar de la petición de Prados. Y comienza a aparecer el surrealismo entre las pretensiones de algunos autores: Cernuda, Aleixandre, Prados, Moreno Villa e Hinojosa. Y fruto de ello será el número 9, muy cercano al surrealismo, aunque Altolaguirre se mostrara lejano.
Como en todos los grupos, también en éste surgirán las envidias. Así lo constata Aleixandre en una carta a Dámaso Alonso: «Como siempre, veo envidias de unos y otros, malquerencias, feos gestos, toda la lira». Alberti, Villalón y Bergamín contra Cernuda; y éste, intransigente, excomulgando a los otros. Las deudas acaban engullendo el proyecto. Sin embargo, Litoral acabará porque había dejado de significar un proyecto colectivo y perdió su razón de ser.
Durante la etapa de 1930-31 aparece Poesía: de ésta dirá Julio Neira que será en ese periodo la única publicación española de calidad y algunos –como Rafael Osuna- llegaron incluso a decir que el número IV fue el mejor que jamás se había confeccionado de una revista española. Saldrá de una máquina de imprimir que compró Altolaguirre con su propio dinero, ahorrando, y demuestra una voluntad innata y un elogioso empeño del malagueño para, con medios ridículos, llevar a cabo una gran labor. Salinas, que no colaboró nunca en Litoral, ahora lo hace en Poesía. Y esto, entre otras cuestiones, se debe a que su opción estética se mantiene fiel a la poesía pura que representa Salinas y la estela enorme de Juan Ramón Jiménez. Le ayudarán Guillén y también Alfonso Reyes... Y fruto de ello será una serie que tendrá como protagonista a Hispano-América.
Seguirá pasando apuros económicos y, unido a sus fracasos amorosos, decide marchar a París, donde conseguirá seguir imprimiendo y escribiendo, aunque se queje: «Ahora estoy más pobre que nunca y me convendría recibir algún ingreso». Su trabajo es precario e inviable, no tiene licencia de impresor ni empresa legal que comercialice sus publicaciones, casi es un trabajo clandestino. Juan Ramón incluso criticó las famosas faltas de ortografía de Altolaguirre.
Entre 1931 y 1936 inicia la etapa republicana junto a Concha Méndez en Madrid y Londres. Entre 1932-33 la revista Héroe en Madrid; entre 1934-35 la revista 1616 en Londres; y entre 1935-36, Caballo Verde para la Poesía en Madrid, revista que dirigirá Pablo Neruda.

Julio Neria

En verano de 1932 se casa con Concha Méndez, que será «quien da a la máquina», joven y fornida deportista, antigua campeona de natación, que llevará la imprescindible perspectiva financiera y comercial. Sin ella no hubiera habido imprenta y fue la socia capitalista. Algunos criticaron esta unión, como Morla, que dijo que Manolito se había casado con su tía o su mamá. Salinas le escribirá una carta terrible; le llamaba insensato y a su mujer monstruo, que se pelea con él por ser mejor poeta: «Yo creo que Manolo se casó por distracción (...) ¡Pero bien se está enterando el infeliz ahora! A mí me da mucha lástima de él (...) Ella, en vez de ayudarle lo llama idiota, estúpido...» Sin embargo, son llamativas las infidelidades de Altolaguirre a Concha con la cubana María Luisa Gómez Mena. Llama la atención la desaparición de Emilio Prados en la nómina de los colaboradores, entre los que sí se encontrarían Juan Ramón Jiménez, Salinas, Lorca, Aleixandre y Cernuda... En definitiva casi todos los amigos del grupo, incluido Alberti, aunque Alberti había roto con Salinas y Guillén, que rechazaron sus poemas sobre la Unión Soviética; también es significativa la ausencia de Hinojosa. Héroe destacará por su belleza tipográfica y resulta una revista de gran interés con aspectos innovadores y con la síntesis entre elementos clasicistas y surrealistas.
En 1933 salen para Londres Concha y él para estudiar la poesía espiritualista inglesa. Pero pronto comienzan con una nueva revista, 1616, año de la muerte de Shakespeare y Cervantes, la revista más bella, delgada y lujosa que se publicaba en Londres. En ella pretenden vincular la poesía española y la inglesa, de la cual el principal benefactor fue Ramón Pérez de Ayala, embajador de España en Londres por entonces. Fueron en total diez números en los que aparecerán textos de Byron, Shelley, Stirling, S. Richardson, Perry, Keats... junto a los amigos de siempre y la novedad de Pablo Neruda.
El 19 de junio de 1935 regresan a Madrid, se inicia la etapa de Caballo verde para la poesía y nace Paloma, su hija. Se dice, no obstante, que Neruda fue su director simbólico, pues la gestión comercial de la revista la hizo Concha Méndez. Surge ahora con fuerza la poesía impura, que se tomará como un revulsivo y una invectiva contra Juan Ramón Jiménez. Llegarán los ataques contra Neruda, al que tildarán de «descuidado escritor realista de desorbitado romanticismo». Juan Ramón los llamará «apocalípticos nebulósicos cósmicos». Tampoco el chileno se quedará atrás en sus ataques, llamando a Juan Ramón Jiménez «barbudo confitero poético» y a los puristas «viejos artistas estilizados que se agarran a la rosa y la ejecutan en interminables aforismos de odio senil». Sin embargo, los jóvenes (Rosales, Panero, Vivanco y Miguel Hernández) seguirán a Neruda.
De Caballo verde para la poesía se publicaron cuatro números con textos de los amigos y de poetas en formación como Panero, Miguel Hernández, Serrano Plaja, Chacel, Mediano Flores... y el recuperado Prados. Jiménez Millán descartó el «carácter militante» de Caballo... Y Juan Gil-Albert reprochó a Neruda su no profundización en el compromiso social. Finalmente, Ramos Ortega hablará de una síntesis entre el surrealismo y la poesía comprometida o rehumanizada.
Más tarde llegará la colección Héroe, en 1936, donde aparecerán textos de Neruda, Cernuda, Moreno Villa, Altolaguirre, Miguel Hernández, Concha Méndez, Alberti, Prado, Chacel, Vivanco, Panero, Bleiberg, Serrano Plaja, Juan Bautista Arriaza... Comienza a surgir con fuerza la temática religiosa, que no había tenido presencia significativa hasta entonces y, en el otro polo, la acción política y revolucionaria con textos de Alberti...

Julio Neira, Andrés Soria y F. Morales Lomas
Hay un capítulo dedicado a la imprenta en guerra. Destaca el alineamiento de Méndez y Altolaguirre con la República y contra los sublevados, y su posicionamiento con la ideología izquierdista es patente, afirma Neira, trabajando con la Alianza de Escritores Antifascistas que le encargó la sección teatral de La Barraca y del Teatro español. Y en 1937 funda en Valencia (junto a A. Sánchez Barbudo, Rafael Dieste, Juan Gil-Albert y Ramón Gaya) la revista Hora de España. Llegaron a publicar veintitrés números. Fue una revista comprometida con las ideas republicanas y abarcó todos los campos del pensamiento, la literatura y el arte. En ella participaron escritores de diversas promociones: A. Machado, Benavente, Unamuno, Ernestina Champouncín, Miguel Hernández, Octavio Paz...
También durante este tiempo colabora con la revista de Valencia Nueva Cultura, y en las Ediciones Españolas, que pretendían una claro apoyo a la República; algunos números fueron impresos por él. Y en ese ámbito creo la Nueva Colección Héroe. Durante el tiempo que estuvo en Barcelona sustituyó a Corpus Barga como jefe de Relaciones Culturales del Ministerio de Instrucción Pública. A los 33 años será movilizado, junio del 38, y se hará cargo de la imprenta del XI Cuerpo del Ejército junto a Juan Gil-Albert, Bernabé Fernández-Canivell, Darío Carmona y Walter Reuter. Surgirán Los Lunes de El Combatiente.
En La Habana, a partir de 1942, se iniciará una nueva etapa con la imprenta La Verónica, que publicará una gran cantidad de obras de todo tipo y la revista La Verónica que aparece los lunes, entre el 26 de octubre de 1942 y el 30 de noviembre, donde aparecerán textos del propio Altolaguirre y de Unamuno, María Zambrano, Lidia Cabrera, Guillermo Owen, Rafael Alberti... Pero antes, como decimos, estarán los suplementos de La Verónica, dos colecciones de libros poéticos. La primera será El Ciervo Herido, que pretende vincular la tradición poética hispana con la cubana a través de su iniciador José Martí. Está dedicada en su origen a poetas muertos: Lorca, José Martí, Jorge Manrique, Miguel Hernández, Garcilaso, José de Espronceda, Antonio Machado.
Pero casi al mismo tiempo aparece Ediciones Héroe, que le da la localización de Madrid, La Habana, Londres. Ésta se dedicará a la publicación de autores cubanos: Emilio Ballagas, Juan Marinello, Alberto Riera, Manuel Navarro Luna... También en La Verónica se llevó a cabo la publicación de la revista Nueva España, la primera que puso en marcha el exilio republicano. La Verónica publicó muchas obras de las que se hace noticia Neira en profundidad y también fuera de colección.. Pero no sólo poesía, también publicó novelas... Muchos trabajos de encargo, etc. Imprimirán La espuela de plata, la revista de Lezama Lima, Danza, Atentamente... Todo ello permite ver que La Verónica, a la altura de 1941, imprimía a buen ritmo.
A partir de 1943 y hasta 1959 es el periodo mexicano. Altolaguirre vivió dieciséis años en México. Se iniciará la tercera época de Litoral el 1 de julio de 1943, con sólo tres números: el tercero, un especial dedicado a Enrique Díez-Canedo. Aparecerán también la Antología de España en el recuerdo, la colección Aires de mi España, las ediciones Isla con números sobre los Siglos de Oro y los modernos, etc. Realizará múltiples oficios: guionista, exhibidor, productor, articulista, editor, conferenciante y director cinematográfico. En el ámbito personal, el año 1944 significa la separación de Concha Méndez por la cubana María Luisa Gómez Mena, que marchó desde Cuba a México para estar con él. Esta etapa se interrumpirá dos años más tarde, a causa de los celos de Altolaguirre; y en 1949, María Luisa volverá a reunirse con Altolaguirre. Durante estos años publicará Poemas de las islas invitadas, una selección de toda su obra. En México se reunió con el grupo malagueño: Emilio Prados, José Moreno Villa, Francisco Giner de los Ríos, el cordobés Juan Rejano, etc. con los que iniciaría la etapa de Litoral aludida. En ella se observa una influencia decisiva de Juan Ramón Jiménez, que ahora sí va a colaborar a fondo y la adopción de una estética místico-simbolista. Su amor por los clásicos españoles se materializará en Ediciones Isla. Pero su nueva pasión será el cine, desde octubre de 1946, con éxitos importantes como Subida al cielo, la película dirigida por Buñuel y el galardón de los Periodistas Cinematográficos de México a Altolaguirre por su argumento.
En el último apartado, Neira se centra en el legado como editor e impresor de Altolaguirre: «La impresión fue para él una profesión y una manera de ganarse la vida y sostener a su familia». Los recuerdos de Canales aparecen cuando regresó a Málaga en 1950; y de nuevo Litoral, una vez desaparecido Altolaguirre, de la mano de José María Amado en 1968.
En definitiva, llevado por una labor profunda de investigación e indagación en la correspondencia de diversos escritores y en documentos privados Julio Neira ha llevado a cabo una concienzuda labor de organización de la vida laboral y escritural de un poeta al que no se le han dedicado aún los estudios completos suficientes sobre su obra que se merecen. Esta obra significa una recuperación de toda su labor como editor pero indirectamente Julio Neira rescata con pasión la figura de un Manuel Altolaguirre extraordinario al que injustamente muchos han considerado como el mejor de los poetas menores de la Generación del 27.

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