domingo, 28 de septiembre de 2008

HISTORIA LITERARIA CORDOBESA DE A. MORENO AYORA por MORALES LOMAS



No existen muchos profesores ni críticos que lleven a cabo en Andalucía un trabajo sistemático y serio de análisis literario y atención a los escritores andaluces a lo largo de los años. Los hay que de vez en cuando escriben alguna cosa. Sin embargo, cuando contamos con una persona así, como es el caso del cordobés A. Moreno Ayora, debemos constatarlo y realzarlo. Moreno Ayora es doctor en Filología Hispánica y Premio Extraordinario de Doctorado, Catedrático de Lengua Castellana y Literatura, Académico Correspondiente de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes y Profesor de la Universidad de Córdoba.
Su última obra es “Historia literaria cordobesa (Lecturas y reseñas críticas, 2000-2005)”, publicada en la colección de ensayo de Ánfora Nova.

En esta obra necesaria (ojalá otros críticos abordaran algo similar en las diversas provincias andaluzas) Moreno Ayora analiza algunas obras de los siguientes escritores: Manuel Gahete, Campos Reina, Antonio Luis Ginés, José A. Santano, José Luis Rey, María Rosal, Joaquín Pérez Azaústre, Mercedes Antón Cortés, Alfredo Sánchez Navajas, Antonio Llamas, José María Molina Caballero y Antonio Rodríguez Jiménez. Evidentemente no están todos los que son ni ésta ha sido la pretensión de Moreno Ayora, por lo que el lector podrá presuponer algunas ausencias. En realidad es un compendio de algunos de los muchos artículos que habitualmente publica en revistas y suplementos literarios, y con estos ensayos breves ha pretendido acercar la literatura actual a muchos de los que la ignoran, rescatar desde el periódico o la revista artículos y reseñas que, de otro modo, podrían o pueden caer en el olvido en poco tiempo.
De Manuel Gahete destaca dos ideas básicas: la superación de la elegía y la experiencia amorosa, sabido que Gahete es un poeta torrencial en el amor al que ha dedicado muchísimos versos. Nos habla de su lenguaje exquisito y sugerente (se centra en “Elegía plural” y “El legado de arcilla”) y la experiencia sublime aplicada al amor.
De Campos Reina, de cuya obra es uno de los máximos conocedores –en palabras del propio novelista- aborda brevemente su ciclo narrativo “Trilogía del Renacimiento”, sobre el que dice que acaba configurándose como un símbolo de la historia del hombre en el siglo XX y como una expectativa de lo que la bondad humana puede deparar. Destaca las virtudes de Campos Reina en su obra: detallismo, capacidad de observación, agilidad narrativa, documentación, reflexión y profundo análisis de los sentimientos.
Se centra en el tercer poemario de Antonio Luis Ginés, “Buena suerte”, un cuaderno de once poemas al cuidado de María Rosal, y del cuarto, “Animales perdidos”. Del primero destaca la inteligibilidad, la expresión juvenil y el tono de lenguaje cotidiano; y del segundo, la desolación, la desesperanza, la meditación sobre la existencia, la experiencia y el pasado.
“Suerte de alquimia” y “Trasmar” (que obtuvo el Premio de la Crítica de Andalucía como Ópera Prima) de José A. Santano ocupan su atención. Poesía de ritmo suave y tonos cadenciosos, de fluidez narrativa y sugerentes alusiones plagadas de erotismo en un caso y una obra, la segunda, en la que existe la pulsión del recuerdo, la autobiografía, el paisaje y la seducción lingüística.
De poeta consagrado tilda a José Luis Rey, accésit del Adonais y Premio Andalucía de la Crítica a su Ópera Prima, así como por los elogios de Gimferrer..., etc. Lo compara con Cernuda, al que sin duda tiene como modelo. Su poesía es una búsqueda de la belleza centrada en el mundo natural y con una profunda sentimentalidad.
“La resaca del fuego” y “Otra vez Bartleby” de María Rosal son otros libros abordados. Nos habla de una mujer experimentada en vivencias pero desengañada por cuanto significa pérdida y fracaso. Pero también de la fina ironía y el humor, junto al desaliento de otra lírica, la directez, la sinceridad... Las composiciones –dice Moreno Ayora- dotan al texto de originalidad expresiva.
También se centra en el análisis de “Una interpretación” de Pérez Azaústre, un libro de poemas con carácter narrativo lleno de recuerdos de la infancia y una ambientación irreal en el que hay un excelente manejo del endecasílabo.
Desconozco a la escritora Mercedes Antón Cortés, que ya había publicado una novela en 1996 y ahora amplía la ficción de entonces, “Ifni”, caracterizados los relatos por el análisis de la realidad circundante pero con una enorme proyección autobiográfica. También desconozco al narrador A. Sánchez Navajas, a cuyo análisis de su novela “El escribano” dedica unas páginas; un texto caracterizado por el costumbrismo y la recreación histórica.
A Antonio Llamas, del que aborda “Paraísos irregulares”, lo considera la esperanza de la lírica, con una vena culta y una atrevida originalidad, musicalidad, y la selección léxica con la llaneza del dicho coloquial.
De José María Molina Caballero comenta “La simetría del sueño” y en él destaca la dificultad de su lírica, el halo reflexivo, el detallismo, las pretensiones humanas y los sueños, así como un esfuerzo por entender los mecanismos de la existencia.
Y, por último, el capítulo 12 lo dedica a A. Rodríguez Jiménez y a su libro “El valle de los pájaros”, en el que ve una poesía de fluidez sintáctica, incontenible, en el que la temática amorosa se instaura, con una gran pasión a través de una historia de amor narrada con todo lujo de detalles.
En definitiva, una obra que es todo un acto de generosidad y de reivindicación crítica.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

RESUCITAR A UN COMUNISTA: SARTRE por F. MORALES LOMAS


Ahora que los comunistas no están de moda, me gustaría traer a la memoria a uno de ellos. Resucitar su última década a través de la voz y las palabras de su compañera sentimental: Simone de Beauvoir. En un bello libro publicado en Editions Gallimard en 1981, "La ceremonia del adiós", reunía su visión sobre la última década que le tocó vivir con el filósofo, dramaturgo, novelista... Jean Paul Sartre.
Simone de Beauvoir en su libro de memorias escritas linealmente desde 1970 hasta 1980, fecha de fallecimiento del filósofo, reúne más las sensaciones sentimentales que las intelectuales en torno a Sartre, su visión sobre la realidad, su juventud permanente y su paciencia ante la muerte, con la que no se llevaba mal, pero a la que tampoco quería como aliada: “Cada uno lleva en sí su muerte, como la fruta el hueso”, decía Rilke. Para un espíritu luchador y animoso como el suyo, la muerte sólo era una forma de no estar, de pasividad: “No era la muerte lo que le inquietaba: era su cerebro. La muerte, seguro que la presentía, pero sin angustia. Estaba , me dijo Housset, o mejor, dijo, corrigiéndose, ”. Siempre soportó con humildad todo lo que le sucedía y no quería molestar a nadie con sus achaques, que eran muchos, como casi todos los viejos. Amaba la vida con fuerza exquisita pero aceptó siempre la muerte sin ponerle obstáculos algunos, pues estaba satisfecho con lo que había hecho durante su existencia, estaba conforme con su creación, una de las más importantes de la historia de la humanidad. En una época de entreguerras y de posguerra mundial en la que la muerte llamó a luchar por la existencia y en la que el capitalismo le ganó la partida al comunismo, aunque ahora se tambalee con una crisis financiera que inicia el camino de una época y los ultraliberales jueguen un poco al intervensionismo de estado ayudando a los de su clase, las elites.
Nos recuerda Beauvoir que Sartre siempre estuvo cuestionándose a sí mismo, permanentemente, dictaba mucho de ese intelectual dogmático que está seguro de sí hasta el punto de convertirse en un predicador engreído. Siendo consciente de que el intelectual era dueño del saber práctico, encarnaba la conciencia infeliz, la contradicción desgarradora entre la universalidad del saber y el particularismo de la clase dominante, cuyo producto era. Su ideal del intelectual es el que se funde con las masas para alcanzar un nuevo estatuto popular.
En el año 1970 estaba en contacto con miembros de la I.P. (Izquierda Proletaria) y con los maoístas creadores de La Cause du Peuple que propusieron para Sartre el puesto de director cuando éste fue arrestado, aceptándolo. El 1º de mayo aparecerá el primer número de La Cause
du Peuple en el que el director era Sartre. Junto a esta dedicación a las causas políticas maoístas, Sartre durante un tiempo fija su interés intelectual en el novelista Flaubert, del que le llamaba la atención la preeminencia en su obra de la imaginación. Hacia años (en 1955) que abandonó un estudio de más de mil páginas sobre Flaubert, transformándolo a partir del 68 y 70, con el título de El idiota de la familia, que comenzó a aparecer en una sobria edición de Gallimard, su editorial de siempre, en 1971. Sobre él decía que le gustaba tanto como la publicación de La náusea (una de sus obras emblemáticas). Tres mil novecientas cinco páginas en tres volúmenes de análisis crítico sobre la vida y la obra del autor de Madame Bovary. ¿Quién ha dedicado tantas horas, años y esfuerzo a un colega? Emplea su método psicológico-existencial abierto al análisis del contexto social y la teoría marxista. Es su dificultad de aprender a leer –Flaubert lo hizo a los siete u ocho años- lo que lo convierte en el idiota de la familia.


En 1970 vivía en un edificio austero y llevaba una vida rutinaria, oyendo música de Berg, Webern, Scokahusen, Reno, Monteverdi, Mozart... Sobre todo disfrutaba las veladas de los sábados. En septiembre participó en un gran mitin junto a Genette. Fumaba dos paquetes diarios y bebía mucho vodka. Con frecuencia tenía vértigos y en el pasado (y en el futuro) tuvo graves crisis de hipertensión: sus arterias estaban demasiado estrechas. Hasta el punto que se le descubrieron serios trastornos circulatorios en la zona izquierda del cerebro, la del lenguaje. Su miedo era a no poder hablar en público. A pesar de ello, seguía con sus actividades políticas. Con frecuencia leía novelas policíacas, manuscritos y soñaba con una obra de teatro. El día 1 de noviembre crea un nuevo periódico, J´accuse (fusionado después con La Cause du peuple), con Glucksmann, Manceaux, Fromanger y Godard.
El 14 de enero de 1971 participó en un gran mitin a favor de los procesados del juicio de Burgos. Sus ideales socialistas entonces estaban en la línea del hombre que se asienta en su tierra, su lengua y sus costumbres renovadas. En consecuenci, se convirtió en un defensor de las minorías, vascos, occitanos, bretones y de todas las minorías oprimidas por el centralismo. Durante las cenas tomaba whisky y charlaba (algo que le encantaba). Cenaban poco, algo de salchichón y una pastilla de chocolate, aunque al mediodía se desquitaban yendo a buenos restaurantes. Por la tarde, leía o paseaba. En mayo Juan Goytisolo le pide que se adhiera a una carta contra Fidel Castro por el caso Padilla (de hecho Castro consideraba en ese momento a Sartre como a un enemigo). Y Sartre no se hacía ningunas
ilusiones con Cuba. Tendrá un ataque y de nuevo la circulación sanguínea. Se le torció la boca, aunque él seguía con su habitual buen humor. Comenzó a tener dolores en la lengua y comenzaba a estar triste, como ausente. Es el momento en que Simone de Beauvoir comenzó a presentir que era la ceremonia del adiós, el título de este hermoso libro. Se marchan a Suiza y después a Italia: tomaba sus medicamentos, pero seguía bebiendo: un vaso de vino blanco en la comida, cerveza en la cena y dos wiskies. A finales de noviembre participó con Foucault y Genette en una nueva manifestación para protestar contra el asesinato de un joven argelino de quince años. A partir de diciembre, comienza a sentir que va a morir pronto: “Y me habló de su entierro. Deseaba una ceremonia muy simple y ser incinerado. Deseaba que un gran número de maoístas acompañaran su féretro”.
Sus problemas de fe se presentaron a los once años cuando percibió que no creía en Dios y a los quince que la había reemplazado para él la idea de la supervivencia eterna. Y también surgirá con fuerza a lo largo de su vida el concepto de justicia incardinado en el pueblo: “Yo he escogido la justicia popular como la más profunda y la única verdadera”. Durante este año de 1972 comenzará a tener problemas de incontinencia urinaria y con su dentadura. Y estaba deprimido. Con frecuencia decía que la edad se transforma en un jarrón de porcelana. Se le
detecta anoxia, asfixia del cerebro, debido en parte al tabaco y sobre todo al estado de las arterias y arteriolas. Se sentía vacío. El doctor le recomendó a Sartre que “puesto que ya no podía escribir obras serias, que se ejercitara en la poesía”. Lo que no deja de ser un contrasentido y ofrece una percepción cierta del valor de la poesía o su seriedad para algún que otro doctor. La situación física se deteriora progresivamente: el oculista le descubre una trombosis en una vena temporal y una triple hemorragia en el fondo del ojo: el glaucoma se va abriendo paso. Durante esta época hace pocas cosas: contemplar el mundo: “En Junas, se sentaba en el balcón y, durante largo rato, contemplaba el pueblo. Me alegraba de que la ociosidad no le pesar, pero tenía un poco el corazón en un puño, pues para que estuviera a gusto en la ociosidad, tenía que estar verdaderamente , tal como le había dicho al médico”. Van de nuevo a Italia, visitan Génova, Verona, Roma... Sigue su actividad intelectual a ráfagas. En el mes de octubre ha de presentarse ante el tribunal correccional de París, citado por ocho redactores de Minute que le piden a La Cause du Peuple ochocientos mil francos por daños y perjuicios por difamación, insultos y amenazas de muerte. El juicio lo dejó extenuado y la semiceguera estaba en ciernes. Además tenía diabetes y su encefalograma estaba alterado. Por entonces Simone le leía con frecuencia Libération y tenía la idea siguiente sobre el conflicto en Oriente Medio: “No estoy a favor de Israel en el momento actual. Pero no admito la idea de su destrucción (...) No se puede ser pro árabe sin ser también un poco pro judío”. Es una época de absoluta oquedad. Cuando se le preguntaba dónde estaba, él respondía: “En ninguna parte. Me encuentro vacío”.
A pesar de todo, aceptó codirigir con Le Dantec y Le Bris una colección, La France Sauvage. En ella desarrollará aspectos de la teoría de la libertad. No se debate en esta época por votar a Miterrand, pues consideraba que un gobierno de izquierda no toleraría su forma de pensar: “No veo por qué tenemos que dar nuestro voto a gente que sólo tiene una idea en la cabeza: la de rompernos la cara”. Durante este año de 1974 Simone de Beauvoir recorrió España pero no le acompañó Sartre. De nuevo volvió a asistir a las reuniones de Les Temps Modernes y seguía viéndose con los colaboradores de Libération. El 4 de diciembre se entrevistará en la prisión con Baader, acompañado por Cohn-Bendit, Croissant y Pierre Victor. Y después hará un llamamiento con Heinrich Böll para la formación de un comité internacional que protegiera a los prisioneros políticos.

A partir de 1975 seguían los encuentros con el , tres veces por semana y del 23 marzo al 16 de abril visitaron Portugal, donde un año antes había tenido lugar la . Sin embargo, salió bastante defraudado de los estudiantes con los que estuvo, pues le decepcionaron por su falta de reacción a sus preguntas y le dio la sensación que soportaban la revolución en lugar de hacerla. Fiel a su línea de pensamiento último el día 17 de junio hizo un llamamiento a favor de los nacionalistas vascos. Con ocasión de su setenta cumpleaños tendrá una entrevista en Le Nouvel Observateur y, entre otras cosas, afirma que su oficio de escritor estba completamente destruido, pero no se encontraba ni triste ni melancólico: “Ahora todo lo que puedo hacer es conformarme con lo que soy”, y con su vida, y no se arrepentía de nada de lo que había hecho.
Durante el verano marchan a Creta, Atenas, Rodas... Pero de nuevo la enfermedad se hace presente: la comisura de la boca y la punta de la lengua estaban casi paralizados, la tensión la tenía a 25. Apareció también la incontinencia urinaria. Hacia finales de octubre habla del dictador Franco y entre otras cosas lo define como con la “jeta abominable de canalla latino”. Y participa con Malraux, Méndez France, Aragon y François Jacob en un manifiesto para impedir la ejecución de once condenados a muerte en España.
Sin embargo, existía una especie de vacío en él, por eso le daba por la bebida, la comida o fumar. A pesar de todo era un amante de la vida: “Él amaba la vida, incluso con ardor, pero a condición de poder trabajar; hemos visto a lo largo de esta crónica que el trabajo era para él una obsesión”. Le encantaba el trato con mujeres jóvenes. Y tenía una preocupación cierta: el dinero. Su prodigalidad había sido tanta y había dado tanto a tantas personas que apenas si tenía para satisfacer sus propias necesidades. Esta situación le creaba bastante ansiedad.
Durante estos años uno de los libros que verdaderamente le interesó fue Pouvoir et liberté cuya continuación escribía con Víctor, porque la contradicción y la vida –decía- estarán en el libro. Durante el verano de 1978 estarán en Roma. Y ya comenzado el 79 participó activamente en el coloquio entre israelíes y palestinos que se celebró bajo la égida de Les Temps Modernes en una apartamento que le cedió el filósofo Michel Foucault, amigo suyo. Después de un viaje fuera de París, un belga loco, Gérard de Clèves, poeta y protegido de unos amigos suyos hirió levemente a Sartre. Con frecuencia le pedía dinero a Sartre cuando salía del psiquiátrico y éste le daba pero en la última ocasión sacó un cuchillo y lo hirió en la mano. Su amigo Goldman corre peor suerte y es asesinado a sangre fría.
Pero es en 1980 cuando le llega su fin. En reuniones con sus amigas se hacía llevar botellas de whisky y wodka que bebía con frecuencia. Cae enfermo de un edema pulmonar. Se le diagnostica uremia (acumulación en la sangre y en los tejidos de sustancias nocivas derivadas del metabolismo orgánico eliminadas por el riñón cuando el estado es normal). Los riñones no le funcionan, no eliminaba la urea. No había más solución que dejarlo morir en paz. Por falta de circulación sanguínea, la gangrena le atacó el cuerpo, dormía mucho. Ante el diálogo con Simone sobre su entierro, la falta de dinero... se agobiaba mucho. A las nueve de la noche del 15 de abril acabó su vida. Sus cenizas se depositarían definitivamente en el cementerio de Montparnasse: “Todos los días manos desconocidas depositan sobre su tumba ramilletes de flores recién cortadas”.




jueves, 18 de septiembre de 2008

LA NARRATIVA DE ÁNGEL OLGOSO por MORALES LOMAS



Uno de los narradores andaluces con más proyección en el panorama narrativo actual es el granadino Ángel Olgoso, cuyos cuentos han sido progresivamente recompensados en diversos certámenes poéticos con prestigiosos galardones literarios, por ejemplo, el Premio Clarín, Diputación de Badajoz, Feria del Libro de Almería... Su última obra, Los demonios del lugar (Ed. Almuzara, Córdoba, 2007) recibió también un reconocimiento, el I Premio Internacional de Terror Villa de Maracena.
Conozco la narrativa de Ángel Olgoso desde hace unos años, cuando tuve oportunidad de dar una conferencia en Granada sobre los narradores granadinos (un colectivo amplio y generoso), que merecen más publicidad de la que nos gustaría; y de nuevo en el 2005 cuando publiqué mi Narrativa andaluza fin de siglo (1975-2002), y en el monográfico que dediqué a los narradores nacidos después de 1960 en El maquinista de la Generación (del Centro Generación del 27). Por entonces alabé su obra y no ha defraudado las expectativas. Una producción entre la que podemos citar: El vuelo del pájaro elefante, Cuentos de otro mundo, Granada, año 2039, La hélice de los sargazos...
Ángel Olgoso es un escritor con oficio bien aprendido. Con apenas unos trazos puede construir una historia atractiva, solvente y singular para el lector. Sus historias tienen la sabiduría del equilibrio (ese difícil arte del relato para que no sobre ni falte nada) en la creación de mundos precisos y en la resolución fáctica (qué complicado resolver el final de un cuento) de esos inestables armónicos narrativos, con un lenguaje cuidado, certero, eficaz e imprescindible.
Los demonios del lugar pertenecen a mundos diversos y temáticas abigarradas pero siempre bajo la denominación común del misterio, la fantasía, el terror, la muerte... Una puesta en escena creíble que siempre ha gozado de buen predicamento y que ahora resuelve con pleno acierto.
Desde el inicial “Viaje” (donde alguien transita con una pesada maleta en el tren) hasta “La aurora de Zürn” (con ese repulsivo ser binario de cuatro extremidades) nos encontramos cuarenta y nueve historias ágiles, sugerentes, diferenciadas, fascinantes que nos introducen en mundos diversos, agonizantes, repulsivos... Mundos que son de aquí, de este mundo (en la mayor parte de los casos) pero son presentados con perspectivas y puntos de vista diferentes, bajo el denominador común de lo enigmático, los símbolos, la irrupción de los mecanismos del miedo, la sorpresa o el rumbo del ser humano.
Alguien va a un hospital a recoger su muñón, el hedor de los cadáveres, un hombre mata al asesino de su hijo, a un fundidor de metales único le seccionan las manos, alguien se apodera de la sangre derramada, un hombre que reflexiona ante la contemplación del bosque, el niño que teme la tormenta, la historia del botánico y el pescador, la observación de una cuñada, vecinos que gritan, las memorias del escritor Andrés Leyva, los gustos extraños del señor W. y lo que guarda en unos tarros, alguien que se siente perseguido, el encuentro de un hombre y una mujer en un hotel y los cambios sobrevenidos, historia del holandés y su esposa, el padre protector del hijo, el diálogo del hijo con la madre, el reloj misterioso... . A veces alguna historia puede resultar una excentricidad, como en “El mundo en el año uno antes de la nada”.
Son breves argumentos que proyectan la búsqueda de la identidad perdida, la injusticia del ser humano, su afán de venganza o de equidad, la justificación de los actos, la reacción extraña ante lo insólito del mundo, la superación de la realidad del misterio, la sensación de amenaza permanente que soporta el ser humano, el despliegue de las obsesiones, lo sobrenatural humano, la amistad o la repulsión, la fuerza del pasado y su proyección futura, la función de la amistad y los afectos, lo escabroso, la persecución de la belleza, el miedo a no ser nada ni nadie... Son temáticas que van adquiriendo una gran riqueza de matices y son presentadas con solvencia.
Son mundos agónicos que tienen un referente claro en autores como Kafka (de hecho uno de sus relatos se titula “La primera muerte de Kafka”, escrito a modo de diario con reflexiones del Sr. Kafka en el que desarrolla ideas como “sólo en la vía del cambio puede haber salvación para mí”) o Cortázar, aunque con matices.
Abundan las descripciones, existe una ausencia casi total de diálogo y una proyección simbólica de los mundos, muchos de ellos abiertos, apenas sugeridos, integrados en una realidad agobiante y siempre recóndita. A veces toma como modelo la carta: “Las espuelas y la carne”, pero siempre la síntesis de narración-descripción.
En definitiva, una obra plural que le ha llevado a críticos como Salvador Alonso a decir que estamos ante un maestro del relato fantástico emparentado con Borges o Cortázar y al narrador José Vicente Pascual a reconocer a Olgoso como el más brillante autor de relatos de su generación.

lunes, 15 de septiembre de 2008

LA NARRATIVA DE JUAN MANUEL GONZÁLEZ POR F. MORALES LOMAS



AHORA QUE EL TIEMPO ES INÚTIL. LA NARRATIVA DE JUAN MANUEL GONZÁLEZ (Junto a Octavio Paz)


El muy querido amigo Juan Manuel González, poeta, narrador, ensayista y periodista madrileño, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios-Críticos Del Sur ha muerto en Madrid. Juanma se ha querido marchar, sólo de equipaje y con un revolver humeándole. La imagen de Larra se repite una vez más. Los malos vientos pueden hacer que una pistola sea sólo el índice que nos señala la eternidad. Acaso el réquiem para olvidar la gloria mundana y el sol de mediodía. En el mes de febrero, fiel a su cita de Arcos de la Frontera, Juan Manuel González participó como jurado en el Premio Andalucía de la Crítica de este año 2008, del que formaba parte desde su fundación. Entonces, mientras subíamos parsimoniosamente las empinadas rampas de Arcos en dirección al Ayuntamiento para la elección de los ganadores de este año del Premio de la Crítica, lo veía lejano, distante, profundamente triste, profundamente melancólico. Me confesaba que no veía sentido a la existencia, que no le hacía ilusión nada, que las cosas no cambiarían.
Como en el personaje del cuento de Fernández Santos, "Cabeza rapada", yo trataba de animarlo, intentaba mostrarle el mundo. Pero él no hacía caso al mundo. Él ya no estaba en el mundo; quizá él habitaba ya un mundo otro. Juanma, como le llamábamos los más cercanos, era en sí mismo un tipo literario. Lo decía su formación germana, bretona e irlandesa, de cuyas literaturas era un profundo conocedor. Lo decía su cachimba que llevaba casi siempre en la mano derecha como un resorte al que amarrarse, como ahora se ha desamarrado con una bala, con una bala que nos reduce a sueño y eleva nuestra memoria yacente. Lo decía también aquel pijama generoso con la literatura -cual don Quijote- con borla y amplitud de calzas, que se embutía cuando iba a dormir como si fuera un nuevo mago, un nuevo espíritu que se adentrara en el sueño con ropajes antiguos. Lo decía su porte elegante y aristocrático. Juanma tenía una mirada inteligente, escrutadora, y unos labios finos y enigmáticos, hechos para la ironía inglesa. Les confieso que le tenía un profundo afecto a este Juanma, mitad madrileño y mitad andaluz (de Huelva). Era de mi misma generación y compartíamos gustos, sueños, aficiones y amigos. Me causó un profundo dolor su muerte (y era la segunda). Unas semanas antes de decirnos adiós estuve hablando con él por teléfono para pedirle dos ensayos breves sobre Antonio Prieto y Juan Eslava Galán; el primero llegó pero el segundo no ha llegado; y jamás lo hará. El sábado 3 de mayo de 2008 yo publicaba en el suplemento de libros del diario La Opinión de Málaga una recensión sobre su libro Tras la luz poniente(Visor, 2007), ganador del Premio Jaime Gil de Biedma y última obra literaria que ha publicado.
Juan Manuel González, como el también amigo José María Bernáldez (muerto unas semanas antes en Sevilla y miembro del Jurado de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios), han fallecido con una diferencia de dos meses. Es una gran pérdida para el mundo literario, y también una gran pérdida para los sentimientos, para los afectos, que quedan huérfanos de su palabra y su ternura. Pero también es una pérdida terrible para los amigos de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios en la que ellos creían profundamente.
Poeta, novelista y crítico literario, Juan Manuel González, que, entre otros galardones poseía el Premio Rafael Alberti y Ateneo de Sevilla, así como el Atlántida de Crítica, el Ojo Crítico de Narrativa y el Internacional Sial, amén de haber quedado finalista del Premio Nacional de Narrativa con su novela El sol de octubre, fue un vigoroso escritor en todos los géneros citados, en los que ha destacado siempre por su rigor y solvencia. Profundo conocedor de la literatura centroeuropea y nórdica sobre la que ha realizado diversas investigaciones.
Su primera novela, Cuaderno de combate azul data de 1993 y desde entonces no abandonó una de sus facetas como creador que compatibiliza con las demás. Su siguiente novela es El sol de octubre; luego llegará Fuego en las olas (2004) y los relatos Umbrías y litorales y Viajes antiguos.
El sol de octubre (1999), publicada por la Junta de Castilla y León, es un remake personal y erudito sobre la oposición antifranquista y la Revolución de los claveles en Portugal. Utilizando como estructura novelesca el libro de viajes y el punto de vista del narrador en primera persona, González nos va introduciendo en situaciones concretas de la oposición a Franco y en la perspectiva de diferentes personajes con los que convive en Francia, Gran Bretaña y Portugal, así como en la compleja personalidad del protagonista y sus dos leit motiv: las mujeres y la política.
Es una novela completamente autobiográfica, así la entendemos, de un escritor de izquierdas comprometido con un momento histórico concreto. En el prólogo que escribe Rosa Montero dice, entre otras cosas, que “lo mejor de El sol de octubre es su narrador, un personaje improbable, en parte misántropo esteta y erudito, en parte pistolero canalla, en parte delicado y febril amante”.
La acción en realidad comienza en 1994, pero siguiendo la analepsis, el narrador se retrotrae en el tiempo en veinte años y comienza a contar acontecimientos que habían sucedido entonces. El primer capítulo (de los siete en que está estructurada la novela) se abre misterioso porque de un modo oscuro y ambiguo nos da a entender el narrador que está al final de una etapa junto a una mujer que va a ser víctima de sí y de sus mutuos pasados (el de ella y el de él): “La he encontrado. Veinte años después. Está en el centro del punto de mira de mi querida carabina checa”. Al final de la obra, que no desvelamos, la ambigüedad sigue latente. Pero este comienzo fulgurante de alguien que va a ser “tiroteado” no tiene una continuidad, sino que el personaje-narrador comienza a contarnos acontecimientos concretos y puntuales de los últimos años del franquismo. Novela de acción y novela agónica. Desde el comienzo nos introduce en las reflexiones o digresiones constantes del narrador sobre su situación vital y social: “Hombres que imaginamos héroes e ideales, caímos en la ingenuidad de soñar con una victoria sin escombros”. Es verdad que la historia que nos cuenta Juan Manuel González es un proceso también psicológico de destrucción del personaje fundamental que va observando como los ideales de antaño van siendo minados a medida que avanza el tiempo. Hay mucho de El extranjero de Camus, esa novela de corte existencialista que plantea constantes interrogaciones al lector y al propio narrador.
En el segundo capítulo comienza la acción veinte años antes, en el primer domingo de enero de 1974. El protagonista nos presenta de un modo parsimonioso y con abundancia de descripciones los paisajes de su infancia. El lirismo, muy abundante a lo largo del libro, demuestra el dominio de la técnica, bastante normal, por otra parte, cuando se trata de un poeta como Juan Manuel González, conocedor de la expresividad del lenguaje, y al que realmente en esta novela le saca mucho partido. Sobre todo a través de un tipo de descripciones en el que predomina la frase corta, directa, de trazos, como siguiendo al impresionismo en pintura.
El narrador pertenece a una célula política y a su cargo están más de noventa personas en toda la ciudad. Al comienzo todos los acontecimientos transcurren en Madrid. Igual se narra en pasado que en presente. Va alternando los acontecimientos o las opiniones sobre la situación política con otros personales, sobre su situación anímica y amorosa. Podría entenderse que existe un monólogo interior que determina la divagación del protagonista, pero los acontecimientos tienen un orden y no se trata de ese discurrir libre de la conciencia del personaje. No obstante, no existe linealidad narrativa y en muchos casos los acontecimientos están deslavazados con continuos saltos narrativos e incisos como el del cruce de cartas entre Gerda y Martin –en 1942- o los la historia del Majestic, que impiden crear un todo armónico y sí una novela-río con aristas que apuestan en muchos casos por un cierto anarquismo narrativo y digresivo. Tanto es así que a la narración sucede la descripción y la exposición, con abundancia de estas dos últimas que permiten darle un tempo lento y reflexivo.
En otros la narración avanza rauda y un acontecimiento sucede a otro. De Madrid salta a Mallorca y después a la ciudad de la luz, París, en el capítulo titulado “La flecha en la veleta” , hacia la mitad de la novela. Existe una cierta tendencia naturalista en algunos momentos del relato, quizá en aras de una mayor expresividad, en la que González nos ofrece todo lo más fermentado de la realidad. Quizá la escena más llamativa se produce hacia el final de la novela cuando describe la caza del cochino que es paralela a la cacería de una mujer, y dice textualmente: “Mi tacón izquierdo hace palanca en su papada, y logro sacar la mano, y el pincho, y mis dedos, y quizá algún trozo de su hermoso corazón (...) Su sangre me resbala hasta el codo, me cruza la cintura, y no puedo evitar beberla, caliente, antes de que entinte de fuerza la nieve” (p.239). El protagonista siempre está opinando absolutamente de todo, de lo divino y humano, de la política y el amor, de la existencia y de la esencia. Por ejemplo, cuando nos habla de la reencarnación y la curiosa teoría de la justicia retributiva. (p.143). Lisboa se abre con el capítulo titulado “Margen izquierda”. Allí encuentra a Esmeralda, una militante del Movimiento de Esquerda Socialista. Abundan de nuevo las descripciones, las frases intelectuales y las citas como la de Nietzsche: “Únicamente el pensamiento grande es el que da grandeza a una acción o causa”. Oración que parece ser el motivo vital del protagonista. Se suceden los acontecimientos trágicos de la Cafetería “Rolando” en Madrid, la Revolución de los claveles, etc. que demuestran el dominio del lenguaje periodístico del autor. Sin duda, su trabajo durante tantos años como periodista le permite con facilidad acceder a la noticia y contar el suceso con breves trazos, hasta el punto de que si reconstruimos los hechos objetivos podemos obtener una breve historia de la oposición franquista.
Novela, pues, personal, profundamente bulliciosa, reflejo o punto de vista de una época desde la mirada de un hombre de izquierdas. Pero también novela crítica e imprevisible, aunque perfectamente coherente con el pensamiento del narrador. Si bien es cierto que todos esos pensamientos de una época parecen quedar en entredicho cuando dice el protagonista: “La verdad es que no sé por qué soy medio marxista. El marxismo niega todo lo que de verdad late en mí; es una escolástica de lo tangible, de lo vulgarmente indispensable (...) pensar en una sociedad idealista, regida por la capacidad de sacrificio, el honor y el combate limpio” (p. 193). Novela, pues, de ideas, esto que tan poco se lleva en la actualidad, y de una profunda originalidad.

Su última novela Fuego sobre las olas (Ed. Planeta, Barcelona, 2004) es una extensa obra narrativa que bucea en los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial. El narrador, un alférez bávaro, Ludwig Pocchamer, cuenta en primera persona (de modo lineal, salvo referencias a la memoria o a acontecimientos del pasado, que se van interpolando continuamente), casi a modo de diario, las vivencias en el buque de guerra Emden, desde que por sorpresa estalla la Primera Guerra Mundial hasta que es destruido por un barco de guerra alemán entrado el otoño. La novela, que abarca un período de unos meses, cierra con una especie de epílogo, una carta del narrador fechada en Munich el 17 de marzo de 1938 y dirigida a su amigo y compañero de fatigas, Geerdes, en la que advierte de la llegada al poder de Hitler en Alemania.
Pocchamer es un caballero, una persona refinada y noble que ve la guerra como un arte militar, dotado aún de ese afectación un tanto neorromántica en una época, a principios de siglo, que ve el derrumbamiento de su linajudo mundo (con toda la parafernalia en torno al honor militar) y el despertar de nuevos imperios: “Uno puede ser un desastre como persona, pero jamás perder el honor” (p. 220). Un hombre que no cree en la guerra como ejercicio para dominar al rival sino como un hecho caballeresco y como tal ha sido educado (“Para creerme un héroe. O al menos un aprendiz de héroe”, p. 206). Muy conocedor de la tradición germánica, del santo Grial, sobre el que ofrece continuas interpretaciones e interpolaciones, melómano, refinado en los gustos de la mesa y del amor, es un perfecto representante de aquellos caballeros renacentistas en los que se unían el arte de la guerra y el de las letras. De hecho las referencias literarias, los comentarios críticos, las recomendaciones y las lecturas son amplias y convergentes. Todo ello nos da una imagen de un héroe honorífico que más que en la guerra cree en el amor. De hecho a todo lo largo de la novela es constante la presencia de una dama portuguesa a la que incluso buscará inútilmente al final de este conflicto sin llegar a hallarla. Este hecho, y también el que sea narrador en primera persona, obliga a continuas referencias literarias que, en determinados momentos, convierten a este novela en un ámbito para la profundidad en las grandes ideas, en acontecimientos literarios o artísticos, y le da un aire intelectual en la línea de escritores como Antonio Prieto, o lo hace deudor de escritores de principios de siglo como Ramón Pérez de Ayala.
Pero la novela puede ser considerada dentro del subgénero de aventuras y sería también deudora, de un modo sentimental y romántico, de las grandes obras inglesas del siglo XVIII así como de las novelas románticas alemanas, por ejemplo, el Werther de Goethe a quien, por cierto, comentará en la obra. Se da, por tanto, esa simbiosis inter-subgéneros, entre la novela histórica, de aventuras, intelectual, romántica y memorial. Todo ello es a la vez y todo esto le da su variedad y su ingenio. El estar al límite de uno y otro género le permite al narrador adentrarse por los tópicos de unas y de otras, así como manejar con soltura el proceso narrativo, tanto en cuanto todo él depende de las dosis: la contención en los excesos lleva a una suerte de equilibrio que le hace mantener un ritmo adecuado, una singladura, como la del propio buque Emden, proporcionada.
Con esta novela Juan Manuel González construye no sólo un buen proyecto literario sino también estético por su interés histórico, por el punto de vista que adopta, el de un alférez bávaro, y por aderezar todo este proceso con los acontecimientos en una cuota tal que no cansan al lector. Más bien lo contrario.
La sensualidad es el flujo sanguíneo inicial en el que sostiene un comienzo fulgurante, amoroso y lírico, con una prosa de gran calidad literaria y un soporte estético creciente que amplía los resortes para la significación que nos ha recordado su novela El sol de octubre. Una sensualidad que nos traslada al erotismo en algunos momentos (aunque no muchos, en torno a una mujer de la que sabemos misteriosamente algunas cosas y de la que descubriremos su final cuando la obra concluya). Una mujer sobre la que se sustenta el tú permanente y la horma estructural. El despertar del amor coincide al principio con el de la primavera y el lector se deja imbuir y seducir de ella a través del narrador, el oficial bávaro Pocchamer, cuya bisabuela era andaluza (como la del propio narrador si no me equivoco; de hecho los andaluces son definidos como gente dotada “de una alegría sencilla y apacible”; en este sentido hay que situar un caro homenaje a Cádiz: “Era una ciudad muy singular, casi una isla...”). Pero acto seguido los miembros de la tripulación conocen el asesinato del heredero de Austria y su esposa desde Tsing-Tao (Asia). A medida que avanza la novela vamos conociendo a parte de la tripulación entre los que se hallan filias y fobias: Ellerbock, Von Müller, Von Mücke, Geerdes, Lauterbach, Atkinson..., y vamos comenzando a saber de Pocchamer, su pasión por el Tao Te Ching (algo que realmente puede colisionar con la supuesta formación germánica del protagonista, pero no si viene de un espíritu renacentista que está ávido de conocimiento) y el Parsifal.
A medida que avanza esta suerte de memorias lineales desde el fallecimiento del archiduque de Austria hasta la finalización del conflicto (con un epílogo en el período de Hitler) del paso del tiempo en medio de un conflagración armada, el protagonista recupera la evocación personal y nos va incardinando fragmentos de su pasado, de sus relaciones amorosas, de sus lecturas, impresiones, intervenciones militares, reflexiones, críticas literarias, comentarios, melomanías... Con un mapa ante sí podemos recorrer la singladura del barco desde el golfo de Bengala hasta Indonesia intentando rehuir al enemigo o haciéndole frente..., que transcurre pareja a su propia singladura (dos singladuras que se van intercambiando técnicamente) personal por los mares de la memoria y el amor. Con un referente apostrófico a su enamorada, a la que contaría esta especie de diario de a bordo.
A la vez que todo este proceso de reconstrucción del pasado y del presente se engasta con lecturas que sirven de símbolo o de reconstrucción pictórica de sucesos. En un momento de la narración dice: “Qué diferencia de mundos. El Oriente, sensual, sabio en lo pausado, nuestro Occidente, simbólico y sufriente, arrebatado por la sangre y lo intangible” (p. 65). Ambos mundos surgen pero con una distancia intelectual, y se puede decir que en el protagonista confluye la síntesis, pues posee elementos que como tal lo conforman. En este sentido la novela aspira a reconstruir ambos mundos, a atraerlos y darles consistencia hermanándolos literariamente.
Las islas Celebes, Tanah Djampeah, Colombo, Calcuta, el golfo de Bengala, Bara, las islas Cocos... nos van a servir de descanso y descripción de ambientes y situaciones cuando los marineros hacen escala y también de encuentros. Nietzsche, Goethe, Wagner y sus ideas son comentadas con acierto. Pero hay una aspiración a convertir esta novela en cervantina por la interpolación de todo tipo de situaciones e historias, como la del demonio (en el que se manifiestan disquisiciones entre el sueño y la realidad), comentarios sobre España y los españoles (siempre de agradecer cuando vienen de un español, aunque se vista de bávaro), la cultura de los samurais, los relatos en torno al Grial, situaciones eróticas, cartas, la metaliteratura (en torno a la novelista Myriam Harry), la historia del capitán español Luis María Guzmán, los comentarios de Il Piaccere de D´Annunzio, la historia de Ludwig, los análisis políticos sobre la situación europea (aunque no es precisamente la política una referencia imprescindible y sí necesaria para distribuir el orbe de la narración), los lupanares, la historia de Mijail Skariatin, el ocultismo de Goethe y Madame Blavatsky (la gran ocultista de finales del XIX, que tanto influiría en Valle-Inclán), etc.
Con esta bien organizada novela lo colectivo se sustancia en lo particular y la historia de Europa en la historia de Pocchamer; en la síntesis de lo Occidental y lo Oriental, de la memoria y del presente hay todo un viaje por la memoria y por la esencia de un periodo. Todo ello adobado con la presencia intelectual de un recio escritor que maneja como nadie el discurso literario y sus bondades.
En resumen, la narrativa de Juan Manuel González es depositaria de un español esmerado en el decir, culto en la conformación de unas ideas que sostienen con profundidad una visión política y social, pero fundamentalmente una visión idealista que sustenta un tipo de personajes comprometidos con la realidad y con una visión aristocrática de la existencia. En sus manos, el castellano alcanza un gran valor literario y la obra narrativa adquiere una valía intrínseca.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

LA INMORTALIDAD Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD por F. MORALES LOMAS



La pretensión desmedida o la aspiración ambiciosa es una actitud ante el hecho estético que no tiene el porqué ir acompañada de una respuesta acorde a lo inicialmente pensado. Gómez Rufo en La noche del tamarindo (Ed. Planeta, Barcelona, 2008) es un escritor pretencioso, y aspira, como en su momento Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray, a hablar de un tema trascendente: la inmortalidad, así como la exaltación de la juventud y la belleza. Después de la obra de Wilde es difícil no caer en recurrencias y acomodos, y sobre todo si el asunto viene condimentado con las técnicas cercanas al thriller de acción, a los lances diversos y a la novela casi bizantina en su afán novelesco y a la repercusión de los distintos ámbitos geográficos en la trascendencia de la obra.
El argumento es sencillo: tras el fallecimiento de su hija, Belén, un multimillonario español, Vinicio Salazar, decide cambiar de personalidad y vivir para siempre. Antes ha debido llevar a cabo toda a una serie de actuaciones novelescas (propias de ese bizantinismo aventurero recurrente) y cometer actos terribles o no impedir su producción. El enigma y, en consecuencia, el suspense se produce cuando se enamora perdidamente de María, que investiga uno de esos actos terribles: la muerte de su hermano a manos de Miguel, el guardaespaldas de Salazar. Ninguno de los dos saben quién es el otro, pero el amor triunfa entre ellos arrebatadoramente (las aventuras dan paso a la novela amorosa o sentimental que tanto éxito deparó en el XVI y en el XX) y, en consecuencia, el suspense se apodera de la novela: ¿qué sucederá cuando María sepa que la persona de la que se ha enamorado es Salazar? ¿Qué sucederá tras el cáncer que se le diagnostica a María? ¿Sobrevivirá o caerá de nuevo la desgracia sobre él? ¿Para qué sirve el dinero, ofrece la felicidad? Son preguntas que se responderá el lector.
La novela de más de quinientas páginas está conformada en diversos apartados con valor musical: cuatro movimientos en total. La pasión por la música del protagonista es obvia. De hecho, desde el comienzo esta surge cuando se lleva a cabo el robo de una partitura en una iglesia de Viena, la supuesta décima sinfonía de Beethoven. Las referencias en el interior son precisas, sin embargo, estructuralmente, en la construcción de la novela creo que no juega ningún papel esencial la música como no sea la asociación a nuevos lugares o acciones.
A pesar de su extensión no es una novela aburrida, y posee mucho de los condimentos de los best-seller al uso: mucha acción, temas trascendentes, condimentación amorosa, cambios constantes de escenario (Hispanoamérica, Gran Bretaña, España –Madrid, Almería, Barcelona..-, Austria...) y de acción. Las secuencias al ser breves y al existir una preeminencia del diálogo permiten la adecuación a los ámbitos privados y personales: algo muy en boga hoy en día.
En consecuencia, Gómez Rufo, aunando e integrando los elementos propios de diversos tipos de novela (policíaca, aventuras, bizantina, sentimental...) y tomando de ellos lo más preciso logra que la obra no se le vaya de las manos y la conduce por el solaz y el interés por un tema que a todos agradará sin duda: la inmortalidad y su relación con el amor: ¿qué sucede si somos inmortales y la persona amada no? Planteamientos y dudas que va creando el rico Vinicio Salazar (cambia de nombre dos veces más llamándose Bentham y en otras Vargas) cuyas reflexiones sobre la vida y la muerte son constantes, pero también sobre el pasado, el amor ...: “Yo creo que la vida es como una cebolla; una cebolla que guarda en su corazón un deseo. Por eso todo lo que hacemos en la vida es ir apartando capas y más capas, en busca de ese centro, de ese corazón (...) Una novela se parece también a las cebollas. Sus capas son escenas sucesivas :de intriga, de ambición, de amor y lujo, exóticas, de aventuras, trágicas..., hasta llegar al fina, que es adonde quiere llegar el lector, donde se encuentra lo verdaderamente importante” (p. 133). En otro momento dice: “La muerte es la gran aliada de la vida” (p. 178) o “La literatura y la vida es a veces la misma cosa” (p. 196).
Junto a ello existen situaciones secundarias, metalepsis e interpolaciones diversas que le dan cuerpo a la obra: la importancia del guardaespaldas Miguel y su historia personal, el doctor Estanislao da Gama, las ambiciones del profesor suizo Blixen, la historia del griego Nikos (al inicio), la voluntad manifiesta de María de conseguir averiguar la verdad del caso Salazar y su obcecación en la búsqueda del enigma... Son elementos que coadyuvan a generar ese codicioso proyecto creador de Gómez Rufo.
La clave simbólica del título de la novela la ofrece el autor en la página 63 cuando dice que el tamarindo es un árbol cuyas hojas se cierran sobre sí mismas cuando llega la noche y deja visible el tronco: “Lo mismo que sucede con muchas de las emociones que saltan a la vista: por la noche son más visibles los gozos y los sufrimientos...” También los personajes, a medida que la obra avanzan, van mostrando su desnudez absoluta y su recurso a los sentimientos como el único sentido de la existencia, y a la vida como fin.

martes, 2 de septiembre de 2008

CLAVES DEL ANDALUZ. HISTORIA DE UNA CONTROVERSIA de F. MORALES LOMAS


Ya puedes encontrar en tu librería el nuevo libro del escritor Francisco Morales Lomas, Claves del andaluz. Historia de una controversia, Ed. Aljaima, Málaga, 2008 (ISBN 978-84-95534-46-0) (El diseño de la portada es un cuadro del pintor José Boyano)

Con mucha frecuencia a lo largo de la historia el andaluz ha sido motivo de profundas reflexiones y vivas controversias. Desdel el siglo XVI, en que nos tildaban ya los andaluces de hablar mal, hasta hoy, muchos consderan que el andaluz es una forma perversa de hablar el castellano. Nada más lejos de la realidad. En andaluz, o más correctamente las hablas andaluzas, ha sido desde la Edad Media la forma más evolucionada del castellano. Los andaluces, com su espíritu emprendedor en el ámbito lingüístico, hemos creado a lo largo de la historia profundos cambios que nuncha han sido contemplados con acierto por los ensayistas interesados. Pero hay muchos, por ejemplo, José Bergamín, que han dicho que el español del futuro es el andaluz actual. Ahí está para demostrarlo la pujanza del español de América, que debe al andaluz muchos de sus rasgos.
El propósito del autor, el profesor de la Universidad de Málaga, F. Morales Lomas (que ha impartido en los últimos cinco años la asignatura "Norma y habla andaluzas" hasta la supresión) ha sido crear una simbiosis entre una obra de divulgación, que aborde los elementos más trascendentes de las hablas andaluzas y, a la vez, los elementos técnicos que desde el ámbito de la fonétia y la fonología están presentes en las lenguas.
El origen del andaluz, el proceso de conformación, los rasgos esenciales de éste, la polémica y la controversia en su entorno, los aspectos fonéticos y sociolingüísticos son abordados en esta obra, imprescindible para cualquiera que necesite conocer la realidad de la lengua española y la forma de hablar en Andalucía el español.
Índice
1. El andaluz: visión de conjunto
1. 1. Aspectos geográficos e históricos.
1.1.1. El concepto de Andalucía y Al- Andalus.
1.1.2. Situación plurilingüe, límites geopolíticos y repoblación.
1.1.3. Fecha de configuración de la modalidad andaluza.
1.1.4. Denominaciones del andaluz, modalidades y zonas.
1.1.5. Hipótesis y datos iniciales. Procedencia de la diversidad lingüística andaluza.
1.2. Concepto de habla andaluza.
1. 2. 1. El concepto de dialecto y habla, lo normativo.
1. 2. 2. Definición de la modalidad y los medios.
1. 2. 3. Las modalidades del andaluz.
1.3. El habla andaluza y la norma lingüística.
1. 3. 1. Definición de conceptos.
1. 3. 2. ¿Quién impone las normas?
1. 3. 3. Conceptos normativos en español. Modelos.
1. 3. 4. Niveles de norma.
1. 3. 5. Criterios para que exista una norma lingüística.
1. 3. 6. La norma sevillana.
1. 3. 7. Problemas de una norma mediática andaluza.
1. 3. 8. Norma peninsular española y norma andaluza.
1. 3. 9. Algunas conclusiones.
2. Naturaleza del habla andaluza
2.1. Algunos rasgos fonéticos relevantes.
2. 1. 1. El vocalismo andaluz.
2. 1. 2. Sistema consonántico.
2. 1. 3. Desfonologización de la oposición s/θ.
2. 1. 4. Aspiración de consonante implosiva.
2. 1. 5. Articulación deslateralizada de lateral palatal.
2. 1. 6. Fricatización de la africada prepalatal sorda.
2. 1. 7. Neutralización de lateral y vibrante.
2. 1. 8. Consantes finales.
2. 1. 9. La dental fricativa sonora y otras consonantes.
2. 1. 10. La pronunciación de la velar fricativa sorda.
2. 1. 11. La nasalización.
2. 1. 12. Valoración sociolingüística de los rasgos fonéticos.
2. 1. 13. La pronunciación y el acento andaluz.
2.2. Características morfológicas y sintácticas.
2.3. Características léxico‑semánticas.
3. La sociolingüística andaluza
3.1. Conciencia sociolingüística del hablante andaluz. .
3.2. Presente y futuro del habla andaluza.
3.3. Presencia y valoración del andaluz en la escuela. Sugerencias y propuestas.
4. Bibliografía

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano