lunes, 23 de septiembre de 2013

EL HUMANISMO SOLIDARIO EN LA POESÍA DE MORALES LOMAS POR ALBERTO TORÉS


12/08/2013

Estudio realizado por Alberto Torés, en el año 2005, acerca de la poesía de Francisco Morales Lomas, en donde aparecen las primeras acotaciones y aportaciones acerca de la corriente de Humanismo Solidario.



 

 Alberto Torés, F. Morales Lomas y José Sarria en la presentación en Málaga del Humanismo Solidario, Feria del Libro 2013


(Las palabras que vienen a continuación son un fragmento del Estudio Crítico inicial de Alberto Torés para la Antología Tránsito de F. Morales Lomas publicada en 2005)


  1.  



 La escritura poética de Francisco Morales Lomas ratifica un hecho indiscutible, tal sería la labor del poeta consistente en una búsqueda permanente, una investigación continua que se fundamentaría sobre dos planos básicos: el del conocimiento de la realidad y el modo de interpretarlo o transformarlo. Además, desarrolla un conflicto entre la sensibilidad y la expresión que aquí indaga claramente sobre la vida, sobre lo que mancomuna a los hombres, sobre la disposición de un humanismo solidario[1]. Tal vez, el humanismo solidario que recorre la obra poética, pero también la narrativa y crítica de Morales Lomas se deba en parte al contexto de crisis que parece nacer una vez desaparecidos los acontecimientos de Mayo del 68, cuando ya se habla del final de los grandes relatos o ideologías, en el momento en que el término de “globalización” adquiere tintes de categoría con toda su artillería, entre los que contamos el pensamiento único. No renuncia por ello a ningún detalle por insignificante que parezca. ¿Acaso no podría estructurarse una historia de la literatura basada únicamente en las ausencias? De tal suerte, acude a la historia literaria, al marxismo y a su necesidad de releerlo, replantearlo, repensarlo, al psicoanálisis, al estructuralismo, a los fondos de la educación sentimental para encontrar una voz teórica entre los signos exteriores de la modernidad y las señales inconfundibles del raigambre clásico. Se inserta su poesía en una amplia tradición que con todo se quiere reescribir. El lirismo ahora debe ocuparse de encontrar cabida para el sujeto y la colectividad, el sueño y las cotidianidades. Articular, consensuar sus infinitivos susceptibles de identificar esta poesía orientada en sintetizar las contradicciones, en reencontrar el gusto por la emoción y también por la expresión, en mostrar su inquietud más cercana a lo ajeno que a lo propio, en el eco sonoro de hallar algunos rasgos en los descosidos de la prosa. No es casual que F. Morales Lomas deba leerse desde una perspectiva múltiple. Catedrático de Literatura, el empeño por la actitud docente corre paralelo a la preocupación creativa que a veces toma un modelo versal, en otras ocasiones se ajusta a un referencial narrativo, incluso la inquietud se traduce en forma de tesis doctoral.

El espacio que se busca es el segmento que queda con vocación plena entre teorizar lo poético y poetizar lo teórico: he ahí el punto de partida y a la vez de llegada de esta tendencia humanista solidaria.

Poesía de pasión hasta llegar a la desesperación más perturbadora; poesía de serenidad hasta rozar el desaliento; poesía de verdad hasta configurar la esperanza; poesía que encarna la figura del escritor de la libertad; es por ello, un mundo transfigurado que se percibe con toda riqueza de matiz por el lector interesado. Un lector que comprueba que el poeta ha publicado ya en el apartado de  poesía 9 libros [2], desde que se iniciara en 1981, lo que constituye una antología esencial de su obra, no sólo es de sentido común sino una necesidad cronológica que todo creador ha de plantear en algún momento. Iniciativa llevada a cabo con buen criterio por parte del Instituto de Estudios Giennenses, a la que modestamente me complace contribuir.

            Francisco Morales Lomas es, dentro del campo literario, un trabajador infatigable, de manera que el dicho en virtud del cual el arte se compone fundamentalmente de trabajo -extendido y ratificado por Picasso- encuentra en las múltiples inquietudes de Morales Lomas toda su razón de ser. Crítico literario, narrador, docente y poeta, ha mostrado siempre una feliz luminosidad expresiva a la vez que una absoluta implicación con el texto y su entorno.

            No son contornos indefinidos los que pueblan los versos del poeta jiennense, sino más bien, lo instantáneamente reconocible, lo comunicativo en sus vertientes puras e impuras, ese espacio de la libertad donde se confunden lo real y lo onírico, lo posible y lo necesario. El ensayo continuado de la palabra[3].

             Así los primeros poemas de Morales Lomas se recogen en Veinte poemas andaluces y tratan fundamentalmente de hacer visible lo oculto, de enseñar en cierto modo sin dejar de deleitar o conocer. Son composiciones que se enraízan en las grandes inquietudes del hombre, de su pasado por ser exacto. La fraternidad, la dignidad, el afán de justicia, el amor, los tormentosos deslumbramientos que permiten una conciencia esencial y melancólica, lúcida y asombrosa, intuitiva y decidida. El poeta percibe la maquinización de su entorno, recibe con espíritu crítico las falsedades de unos momentos de la historia, por esta razón quiere contribuir a la rebelión colectiva, pretende acotar la injusticia social desde la atención a la vida, es decir, desde la poesía, ya que, como afirmaba P. Eluard, la verdadera poesía es el reino de la vida y no se vincula con lo que declina y muere.[4] F. Morales Lomas es ante todo un poeta atento a la vida[5].

            Habría que considerar para mejor entendimiento de su obra que, las coyunturas culturales conducen a una diversidad de propuestas teóricas, como lo atestiguan el florecimiento o al menos el mantenimiento de todo tipo de publicaciones relacionadas con la poesía. Bien es verdad que los avances tecnológicos y un manifiesto predominio del pensamiento único, además de cierta pereza mental, han posibilitado un reduccionismo crítico, hasta falsear la misma realidad y plantear la poesía, acaso la renovación de la poesía como una postura irreconciliable entre dos polos. Ese enfoque bipolar nace del deseo expreso mediático, sin contenidos rigurosos y con evidentes contradicciones desde el mismo uso terminológico. ¿Cómo podría resultar la poesía si no se basara en los hechos diferenciales, en la experiencia? El posicionamiento de la “poesía de la experiencia” y la “poesía de la diferencia”, aunque albergara una noble dialéctica originariamente, ha respondido a criterios meramente extraliterarios. Fundamento poco convincente ya que nuestro tiempo poético se caracteriza precisamente por un complejo y extraordinario eclecticismo. En este sentido, se pronuncia un crítico tan certero como Juan Carlos Suñén[6].

        Podríamos añadir otra circunstancia de resultas de nuevas gestiones políticas, por las cuales las instituciones oficiales han prestado atención al espacio de la poesía, y en cierta manera, han filtrado un mensaje uniformado que se podría interpretar como abocada al fracaso, toda perspectiva cultural que no lleve el respaldo público. Habría, en todo caso y antes que nada, que delimitar el terreno de los objetos, las prioridades e incluso los significados semánticos. Sin embargo, la única realidad que aquí me interesa es resaltar a F. Morales Lomas como un poeta, no ya con una voz singular y reconocida por los estudiosos, sino que aporta un nuevo soporte teórico para desarrollar su proyecto poético, lo que, visto la delgadez de las propuestas teóricas sobre las que se han sustentado algunas tendencias recientes, es un hecho casi inusual. Formaría parte de lo que vendríamos a denominar como “humanismo solidario”, términos aparentemente afines y por ello redundantes, pero que por su rasgo de indisociabilidad constituye un recurrencia de énfasis necesario [7].



            Morales Lomas siente una gran afinidad con los poetas del 60 y, dentro de esa generación, con los que edificaron lo que denominamos como el “romanticismo cívico” que, a poco que se establezcan lazos vinculantes, se comprobará que la “poesía de la experiencia” tiene algunas deudas contraídas con estos poetas. Un grupo de autores socialmente implicados pero que huyen del arte panfletario para lanzarse en complejas indagaciones particulares, y, de manera muy especial, para no verse impregnados de la poesía tan cautivadora de Claudio Rodríguez. Pensemos en Rafael Ballesteros, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Hernández, Félix Grande, Rafael Soto Vergés, Jesús Hilario Tundidor, Joaquín Benito de Lucas, Diego Jesús Jiménez, Manuel Ríos Ruiz, José Miguel Ullán, Francisca Aguirre y el roteño Ángel García López que es el más firme defensor de esta magnífica promoción poética[8].

            Un grupo mayoritariamente andaluz que tuvieron todos en común padecer una suerte de exilio, encontrándose  Barcelona y Madrid como focos prioritarios. Pertenecen a un tiempo histórico que viene marcado por el reino de las ciencias humanas, el desarrollo del estructuralismo, la búsqueda de las vanguardias, la primacía de la política pero en exacta y transgresora correspondencia con el texto. La atención se concentra en la escritura, introduciendo un matiz revelador: la era de la sospecha viene sustituida por la subversión. Para todos ellos el trabajo lingüístico es esencial. Para el romanticismo cívico el acto poético se percibe como un acto vital, como una fórmula infractora. El verso debe vivificarse, proponiendo una relación singular que la desate de una articulación ordinaria. Imponen un nuevo ritmo, una nueva manera de decir o de conocer lo real. Si la poesía, aun siendo obra minoritaria, ha conquistado cada rincón de las aulas, se ha democratizado y ha tomado un nuevo impulso, la poesía ha retomado la calle. Ciertamente, es una labor de revitalización que, sin embargo, se sostiene sobre modelos clásicos, además de textos fuentes. Un hecho que se convierte en rasgo común e identificador del grupo. El lector de inmediato comprobará ese puente con nuestra literatura más valiosa[9]. Rafael Ballesteros, además de las referencias universales, muestra una cómplice disposición con Bernal Díaz del Castillo y sobre todo con Fernando de Rojas que desempeña un papel crucial en la misma construcción poemática como protagonista y desde luego como sustento teórico. ¿O qué diremos de Rafael Soto Vergés, cuyo lenguaje poético se nutre de la savia de la poesía barroca del Siglo de Oro, a expresión del académico Víctor García de la Concha?  El poeta Ángel García López directamente plantea ya la trascendencia del asunto en 1978, en su libro Mester Andalusí. Diego Jesús Jiménez establece un equilibrio entre Quevedo y Góngora pero sin olvidarse de Fernando de Herrera. También Jesús Hilario Tundidor recrea regularmente a San Juan de la Cruz.

         Por consiguiente, no debe verse como un condicionamiento sino como un principio de invención y de liberación, ya que a la perspectiva clásica se llega también a través de Vallejo o Neruda en el caso de Félix Grande, de García Lorca en Manuel Ríos Ruiz, de Gerardo Diego en Ángel García López, de Machado en Joaquín Benito de Lucas o de Cernuda en Antonio Hernández, sólo por ejemplificar nuestra consideración.

            Decíamos que Francisco Morales Lomas era respetuoso con la tradición, se enriquecía de la misma y no ponía marcos a su mundo perceptivo. De manera que figurar es emblema del momento, y lo poético es relacional: el espacio de la realidad, en sentido estricto viene a tener figuras. Más que nunca el hecho poético es la connotación, el texto poético es polifónico y se multiplican las isotopías. Se fijan más que nunca en las imágenes, correspondencias, metáforas: la poesía dice una cosa por otra, es el ámbito de las analogías, una manera propia de habitar el mundo y, Morales Lomas, hereda esa vocación poética del romanticismo cívico que no trata de resolver antinomias sino de hacerlas comparecer, coexistir, coparticipar. Quizá, el gran apunte novedoso del “humanismo solidario” sea su posicionamiento dentro del árbol de la literatura: No se quiere romper con tendencias poéticas dominantes ni con anteriores modelos poéticos, sino hacer valer su derecho al eclecticismo, un eclecticismo inteligente que sólo se fundamenta en el placer del texto. Por esta razón, Morales Lomas va a desviar su mirada hacia un paisaje castizo, auténtico y elemental para encontrar ahí el sentimiento de presencias, pero a la vez, valorará la ciudad, la historia, la circunstancia incluso lo aleatorio. El ser, el mundo y oficiando de punto equilibrador, el lenguaje mismo. No renuncia por ello a fijar composiciones en una radicalización teórica, es decir, a concebir que los valores o verdades que la escritura encierra están fuera del alcance por aprehenderlo o destinadas al fracaso, en cierta manera, a considerar la escritura poética como un universo de simulacros.

            Fernando Pessoa  y su concepción del poeta como fingidor tienen igualmente cabida en el verso del giennense. Considero que uno de los grandes baluartes de la poesía de Morales Lomas está en su multiplicidad de registros, su afán de experimentación y el saber disponer la misma trascendencia para el discurso subjetivo que para el mito de la profundidad. En todo caso, a lo largo de su producción poética, la reflexión sobre el propio quehacer literario embarga cada uno de sus libros[10]. La experiencia de la búsqueda es el prisma maximalista que nos propone.

           Los parámetros en los que también se ha movido nuestro poeta no son sino aquéllos que visionan la escritura poética como conocimiento concreto y lógico, como una suerte de desesperación y por ello de depuración de su propia lengua, en definitiva, como la elucidación de su pensamiento. El poemario Aniversario de la palabra [11], uno de los buenos libros de poemas a disposición del lector, es una extraordinaria muestra de manejo temporal que convoca un permanente cuestionar sobre la misma labor creativa pero que anhela y consigue un resultado elegante. Morales Lomas hace indisgregable el binomio ético-estético. Leemos en el poema titulado precisamente “Aniversario de la palabra”:

                        Todas como jinetes del tiempo
                        cabalgan una y otra vez en los ecos,
                        vivos deseos, caminos amplios y dulces,
                        las palabras.

          Por tanto, una voluntad ilustrada e intensa por articular una reflexión profunda a propósito del sentido mismo de la poesía.[12]


[1] Francisco Morales Lomas y Alberto Torés García en Canente Revista Literaria, 2, Málaga, 2001, van analizando algunos rasgos de la poesía española actual, destacando el espacio dedicado a los poetas-profesores universitarios. En dicho artículo, plantean el eclecticismo como característica relevante de la poesía de los 90, e introducen el concepto de “humanismo solidario” aplicado a aquellos poetas que ven la necesidad de recuperar la historia para plantear un conjunto de propuestas teóricas en las que se desarrollen las aplicaciones prácticas. En todo caso, puestos que ambos autores inciden muy especialmente en esta acuñación terminológica, habrá ocasión de ir matizando algunos aspectos a lo largo de estos preliminares.
[2] F. Morales Lomas publica Veinte poemas andaluces, Vizcaya, 1981. Basura del corazón, Barcelona, 1985. Azalea, Málaga, 1991. Senara, Granada, 1996. Aniversario de la palabra, 1998. Tentación del aire, Málaga, 1999. Balada del Motlawa, Córdoba, 2001. Salumbre, Málaga,  2002 Y recientemente La isla de los feacios, Málaga, 2002.
[3] Manuel Urbano en un magnífico trabajo Antología consultada de la nueva poesía andaluza (1963-1978) estudiaba ese doble proceso de coacción y represión personal que se sumaba a la falta de libertad. Un argumento que, por extraño que parezca, sigue siendo vigente hoy por hoy. F. Morales Lomas emprende un camino personal, aunque por afinidad, términos generacionales y coincidencias en la Universidad de Granada, haberse amoldado al discurso poético de la nueva sentimentalidad no hubiese nada descabellado.
[4] La vida de Eluard se confundió con la historia del surrealismo, y se confundirá con la historia de la Resistencia. La poesía no se separa del combate político, amor y libertad son sus dos ejes constructivos tanto en su obra poética como en su producción ensayística.
[5] Se identifica perfectamente con aquel genial verso de Blaise Cendrars: “Je trempe ma plume dans l´encrier de la vie”.
[6] Juan Carlos Suñén, poeta y crítico literario, director de la revista El Crítico, publica un artículo en la revista Magazine Littéraire, Marzo 1995, titulado “Les Nouvelles écritures”, donde afirma que la crítica descubre un grupo de autores, que, sin formar grupo, participa de una misma aventura ética, tal sería la de dar cuenta de un mundo marcado por la discontinuidad.
[7] En la actualidad F. Morales Lomas y A. Torés García están elaborando lo que será la base teórica del “humanismo solidario” que toma gran parte de su filosofía de la Escuela de Frankfurt. En todo caso, el  contexto socio-histórico es determinante. La poesía es también una actitud, y como tal se pide la máxima tolerancia, la más extensa curiosidad, la más persistente inquietud.
[8] En la revista literaria Canente, el primer número de la segunda época, Málaga, 2001, F. Morales Lomas y A. Torés García dedican un amplio estudio a esta generación, base de un futuro libro antológico en trámite de publicación.
[9] Víctor García de la  Concha, Cuaderno de Literatura, 40, Aula José Cadalso de San  Roque, Febrero, 1996, dedicado a Rafael Soto Vergés. En los preliminares escribe exactamente: “Se movía la escritura en un discurso de carácter mágico que presentaba una textura barroca intensamente expresionista”.
[10]  Manuel Gahete en su artículo “Juegos de soledad”, Diario ABC, 13.10.2002, se encuentra en nuestra misma sintonía lectora y señala : “Inmersos en la vorágine del individualismo, nos olvidamos muchas veces de reflexionar sobre lo que ocurre en el entorno donde necesariamente naufragamos... Morales Lomas participa de ese doble interés de la literatura y la vida”.
[11] Un crítico tan certero como Domingo Faílde no escatima adjetivación al referirse al libro de Morales Lomas: “Uno de los mejores libros de este final de siglo, a cuyo influjo acaso se debe cierto tono apocalíptico que contribuye aún más a ennoblecer el discurso, confiriéndole un aire enigmático, una atmósfera densa, dejando en el lector el regusto gozoso de haber leído a un clásico”. Suplemento La Isla, Diario Europa Sur, 13.02.1999.
[12] El eminente profesor y crítico Ricardo Senabre, en los cursos de verano de San Roque de la Universidad de Cádiz, a propósito del acto consciente de escritura, señalaba que, en muchas ocasiones, el sentido último de la obra era desconocido por el propio poeta, lo que en todo caso, no impide el deseo de constatar el universo.


No hay comentarios:

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano