CELEBRACIÓN DE LA CARNE
“Noche oscura del cuerpo”, de Francisco Morales Lomas.
Ancha del Carmen. Poesía. Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga. 2006.
FOCO SUR. Marzo. Crítica. Poesía. Pilar Quirosa-Cheyrouze
La revolución de los cuerpos y su entrega incontinente, toman juego y forma en este cancionero amoroso, del poeta Francisco Morales Lomas, profesor titular del Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Málaga y Presidente de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios. Junto con los versos contenidos en el poemario “Eternidad sin nombre”, y conformando un total de ciento y un poemas de amor, Morales Lomas nos remite a un clasicismo vitalista, que encierra una carga de sutil erotismo, embriagado del poder de los sentidos y del canto a la naturaleza toda. Ímpetu y deseo carnal, que bullen en la profunda necesidad de amar, en el contacto y en el enlace de los cuerpos. “Dime que me amas/ Y que se detenga la quimera,/ Dímelo y crucifiquemos el idioma”.
El lirismo se hace pálpito de luz, recreación, con reminiscencia de la poética arábigo andaluza, un puñal atravesando la noche de los tiempos: “Y me siento crecer en un vuelo de agua/ En los rompientes de tus surtidores”. Vergeles y manantiales nacidos para la contemplación y el aliento vital, a través de horizontes de luz, creados para el gozo.
La desnudez de los cuerpos se encamina hacia la libertad del ser, la contemplación de un único Edén surgido para los sentidos, espuma y olas entrelazadas en comunión amorosa, impregnadas desde el mismo instante en que surge el incruento combate del amor. Naturaleza y mujer, paralajes del arte, Venus surgiendo de entre las aguas. “Romanza en el mar/ Y en la tierra, fogata”.
La memoria se nutre de instantes nacidos para el canto. Un espacio para la evocación, senderos surgidos desde el sueño y la realidad, buscando siempre una respuesta, caminando hacia la claridad: “Un abril de jardines”, un eterno espacio para la primavera.
Amar, y después de amar, amar de nuevo. Vencer a la muerte en el íntimo contacto de los cuerpos, en esa batalla amorosa donde el eco de las conquistas se convierte en feliz reclamo para la supervivencia. “Amas y vences,/ Como una guitarra que recoge/ El fragor de los oleajes,/ Los besos ensartan su carne rendida,/ sexo que sabe a menta,/ Miel que resucita la sangre”.
Palabra y carne, puente transitado por inagotables singladuras, donde siempre se regresa. “Tu cuerpo es la palabra./ Hecha carne, el libro de ti”. Espacio abierto, sereno como el gozo, “Para vivir no necesito el mundo:/ Sólo tu palabra de libro abierto”. La transparencia de la luz. La poesía, como esencia. La arcilla de los cuerpos, moldeada por la mano que comparte. Una balada azul, frente a la soledad existencial, frente a los despropósitos, frente el peso absurdo de la historia. Recomenzar en la unión de los cuerpos, profanando el aire con la presencia de las caricias. Y por siempre la esperanza, la eterna celebración de la belleza.
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