Salvador Compán es, junto con su paisano ubetense Antonio Muñoz Molina, uno de los escritores más serios y rigurosos del panorama actual. Con su última novela, Palabras insensatas que tú comprenderás (Editorial Almuzara, Córdoba, 2012) se adentra en una intriga de personalidades desdobladas, en una intriga sentimental a varias voces con la que consigue profundizar en el alma humana, sus contradicciones, sus desafíos, sus podredumbres, su irrelevancia y su poder de destrucción a la vez que aspira a dirimir los tenues límites existentes entre la ficción y la vida. Y como dirá un de sus personajes: “No un simple libro donde se fundan dos biografías, sino algo que refleje la resistencia de las mujeres para superar la presión ajena y la de sus propias trampas sentimentales” (p. 212). No es un simple libro sino una novela compleja con muchas hendiduras y mucha profundidad. Pero sobre todo es una novela sobre el doble –temática tan habitual en escritores como Justo Navarro o Vila Matas-, sus matices, sus recovecos, sus construcciones y deconstrucciones, sus alambiques y sus laberintos en la que el artificio literario, el juego de la literatura y la vida, el juego de la vida imitando a la literatura y viceversa toman el camino de la construcción, el juego de la verdad y la impostura… en una novela muy bien estructurada, ágil, con un ritmo que permite (a pesar de la temática tendente al solipsismo, la evanescencia y la meditación incierta) continuar con soltura y profundidad sus comedidas reflexiones y sus adecuados ritmos. Es uno de los elementos que enseguida aceptamos como determinantes del proceso narrativo solvente.
La intriga se inicia a partir del momento en que el escritor norteamericano y profesor de escritura creativa Scott Cover está en la costa granadina preparando su tercera novela y a punto de iniciar unos cursos en Alabama sobre escritura creativa. Asiste a una escena en la que Luisa Lasarte (la otra gran protagonista de la novela) sufre una agresión de un hombre en su presencia y deja sin pagar la consumición que abona Scott. Después sabremos que Scott Cover tiene asuntos pendientes en EE.UU. donde una alumna lo ha acusado de violación y pesa sobre él una posible condena de cuatro años de cárcel.
Poco a poco van surgiendo los personajes Andrés Salgado (amigo de Cover, licenciado en arte y biblioteconomía), Manuela Blanco (su mujer), Santiago Díaz-Rey (poeta con cierto reconocimiento y marido de Luisa Lasarte) y otros personajes que proceden directamente de la literatura, de los libros de Antonina Rodrigo, como María de la O Lejárraga, mujer del dramaturgo G. Martínez Sierra (mujer “a oscuras”, podríamos decir) y autora de sus obras dramáticas, como Canción de cuna…; feminista y sumisa, miembro del PSOE y activista en la defensa de los derechos de la mujer, que acabará convertida en el doble de Luisa Lasarte.
Se produce de este modo una fusión de la literatura (el personaje María Lejárraga) con la vida (Luisa Lasarte) en una disposición duradera y precisa en la que vemos los vasos comunicantes que actúan entre ambas sin solución de continuidad. Todo ello conduce en determinados momentos por una línea narrativa que ha sido practicada con frecuencia en su obra: la metaliteratura. Emplear la literatura como pretexto para reflexionar sobre ella pertenece al ideario novelesco de Salvador Compán en otras obras anteriores.
En el primer capítulo está casi todo planteado (falta la figura de Pedro Castilla) y son, pues, varias las vías de intriga con las que se van construyendo los materiales narrativos:
1. La historia personal de Cover en EE.UU. (su acusación de violación y su trabajo en su país) y en España. A medida que avanza la obra la relación con Luisa Lasarte será cada vez más profunda y de acabará convertido en su biógrafo y reconstructor de su historia personal.
2. La historia de Luisa Lasarte: un personaje complejo y apasionante en el que confluyen además de su propio mundo interior, la imagen de María Lejárraga, que adquiere la referencia inmediata en la que anclar su vida. Pero a la vez su multiplicidad de perspectivas en su relación con su marido Díaz-Rey, Andrés Salgado, Scott Cover y Pedro Castilla.
3. La historia de María Lejárraga que corre paralela a la de Lasarte creándose así una dualidad: María Lejárraga/ Martínez Sierra y Luisa Lasarte/Díaz-Rey.
4. El tetrágono formado por Cover, Lasarte, Pedro Castilla y Díaz-Rey.
A lo largo de los siguientes capítulos las heterogéneas historias que configuran esta obra adoptarán toda la urdimbre anunciada trasladándonos el autor ubetense de una a otra sin solución de continuidad, singladura que nos permite hablar de vivacidad narrativa y riqueza imaginaria. Todo ello conformado con diversos puntos de vista: la narración en cursiva, donde se presentan los acontecimientos en primera persona relatados por alguno de los personajes; y en redondita, donde se adopta la tercera persona del narrador omnisciente. Lo que puede conducir también, sensu contrario, según algunas percepciones, a una intriga volátil en la que el lector, como una mariposa en el bosque de la narración, de pronto se halla en una u otra situación, en una u otra relación, en uno y otro personaje con tenues filamentos entre unos y otros.
La novela aspira a la reconstrucción de los acontecimientos. Algo también habitual en la narrativa de Compán, como sucedía en Cuaderno de viaje y Un trozo de jardín.
SALVADOR COMPÁN Y F. MORALES LOMAS
Cover (biógrafo oficial de Lasarte) acaba entrando progresivamente en su vida a través de los diarios a los que tiene acceso y va tratando de desentrañarnos ese misterio que existe en torno a ella y la extraña dependencia del marido cuya vida sólo tiene sentido gracias a ella. Y a medida que Lasarte (aparentemente débil al inicio) va ganando consistencia y haciéndose fuerte, su marido adquiere un perfil de absoluta fragilidad inundado por el temor a ser descubierto socialmente en el engaño.
En esos develamientos y en la investigación que esto conlleva Scott Cover va organizando el dialogismo silencioso de Lejárraga/Lasarte como consecuencia de los estudios que Luisa Lasarte hace de Lejárraga, su espíritu feminista, la maternidad frustrada, las infidelidades de Díaz-Rey al mismo tiempo que las infidelidades de Martínez Sierra. Toda una correspondencia de situaciones que van organizando esta nueva singladura de vasos comunicantes. En determinados momentos percibimos que puede existir cierta reiteración en situaciones o en ámbitos psicológicos que habían quedado limitados y pueden resultar prescindibles. Pero quizá lo ha creído oportuno para dar más profundidad a ese dialogismo en la oscuridad novelesca.
De pronto surge un personaje que jugará un papel importante hacia el final de la novela, Pedro Castilla, un ser anodino y prosaico: “Administrativo, viudo y con poco más patrimonio que una cultura de lo trivial y una ligera cojera”. Una persona extraña en su normalidad que padece una enfermedad concretada en un dolor de cabeza permanente difícil de combatir con analgésicos, una persona desequilibrada. Entre ambos comienza a establecerse una historia sentimental en el que ella verá la persona adecuada para encajar esos días, un semental en el que brilla la nobleza de corazón. Dirá Luisa Lasarte: “Me gusto sentirme nueva, con la lengua suelta, un poco puta, mientras le decía, «te estoy hablando de un polvo, no de una boda»” (p. 156).
La visión personal de Pedro Castilla nos llegará a partir del Capítulo III cuando en cursiva explique su visión sobre la realidad y su propia perspectiva narrativa sobre quién es Luisa Lasarte. Lo que nos permite configurar un personaje rico en matices y profundo, del que no nos percatamos con precisión hasta el final porque todo en él está lleno de sorpresas: “Quién soy yo, qué especie de cáncer hay en mi sangre que la paraliza, qué es cosa tan superior a mí que me ha tapado la boca y ha hecho que se encoja el cuerpo hasta hacerlo más débil, mucho más chico, de lo que es”. Más adelante la violencia ejercida por su marido contra él y contra ella abocará al intento de suicidio.
Luisa Lasarte es también una mujer acosada. Se sabe no solo víctima del marido de quien es consciente que su actuación podría conducir a su muerte, una situación sórdida de la que Scott Cover piensa que es difícil escapar. Intenta que Díaz-Rey le dé información sobre el libro que está preparando y del que él forma parte como un actor más. Un personaje que también está encajonado en su violencia vital en ese afán de querer que lo quieran, de querer inventar incluso a quienes lo quisieron. También sabremos más adelante que Luisa Lasarte le firmó un documento a su marido que le cortaba el camino para reclamar sus poemas.
En ese deambular por la coyuntura vital de Luisa Lasarte, el papel de Andrés Salgado es ambiguo, pues si inicialmente busca la ayuda de Scott Cover para que realice el libro sobre Luisa Lasarte, después trata de llevar a cabo trampas para evitar las complicaciones que puede generar el mismo ante las posibles denuncias de Díaz-Rey. Un libro con el que Luisa Lasarte trata de darle objetividad a su vida (todo lo contrario de lo que pretendía el protagonista de Cuaderno de viaje, otra de las novelas de Compán donde el tema de la verdad y la mentira y sus imposturas es básico) porque si ella hubiera escrito la obra sobre sí misma pensarían que lo hacía por despecho.
La estructura, como decíamos es muy precisa: cinco capítulos en los que cada uno tiene un protagonista sobre el que pivota la acción novelesca pero complementado por las reflexiones de la traducción del inglés de los textos de Scott Cover. En el primer capítulo el elemento referencial sustantivo es el escritor americano Scott Cover; en el segundo, Luisa Lasarte; en el tercero Pedro Castilla; en el cuarto, Santiago Díaz-Rey y en el quinto, que sería el epílogo: Scot Coover, Pedro Castilla y Luisa Lasarte.
Hay una precisión de relojería suiza en esta obra que nos permite decir que se trata de una novela muy bien trabajada, perfectamente diseñada y, como una buena maquinaria de escrupulosidad, perfecta en la organización y ensamblaje de sus elementos. A medida que la novela se vaya acercando al final, los subcapítulos serán más breves con intención de que la narración acelere su decurso en un final bastante cinematográfico.
A lo largo del libro también existen reflexiones precisas sobre la existencia en ese juego de imposturas, traiciones y consentimientos como cuando dice: “Puede que una de las claves de la vida consista en comprender que las grandes palabras son solo representaciones de realidades pequeñas, y que lo que llamamos autonomía o, libertad se reduce a maniobrar en el territorio que aún no ha sido inundado por lo ajeno”.
La construcción de la realidad personal y el papel, aparentemente secundario de la mujer (habría que decir primario en estos casos) así como la singladura sentimental de afectos y contradicciones configura una de las mejores novelas que ha escrito Salvador Compán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario