Lo
siento, pero no existe el paraíso (Casa de Cartón, Madrid, 2012) es la
tercera novela del escritor valenciano Ricardo Bellveser. Anteriormente había
publicado El exilio secreto de Dionisio
Llopis y Paradoja del éxito que
fueron traducidas a varias lenguas.
Como poeta y también como promotor de la
cultura y la literatura ha obtenido importantes premios literarios como Gil de
Biedma, Vicente Gaos, Castilla y León, Eduardo Dato, Federación Española de
Municipios y Provincias, el Premio de la Crítica Literaria valenciana al
conjunto de su obra… y el año pasado el Premio Nacional de Fomento de la
Lectura concedido por la Federación de Gremios de Editores de España por su
programa cultural y de libros en TV, Encontres.
Como director de la Institució Alfons el Magnànim, Ricardo Bellveser es uno de
los escritores españoles que mayor divulgación hace de la literatura en el
ámbito nacional.
Pero su faceta como narrador se abre de
nuevo con esta obra de plena actualidad en cuyo título va impresa ya la incontestable
opinión del narrador sobre el espacio en el que transitarán los personajes: no
existe el paraíso.
Si por algo quedará en los anales esta
época que nos ha tocado vivir es por la presencia mortífera de la crisis
económica que está consolidándose también como una crisis ética y moral en la
que acaso el sálvese quien pueda ruge con una fuerza inusitada, como se
desprende de la lectura de esta conmovedora y emotiva novela de Bellveser.
Hay fundamentalmente tres personajes
que sirven de emblema o contrapunto entre ellos para conformar la actitud de un
tiempo y una época como la actual: el subsahariano Óscar Caler, el español
Miguel Helbo y el rumano Petru Manescu. Desde lugares del mundo distintos
(África, Europa Occidental y Europa Oriental), desde perspectivas culturales
diferenciadas coinciden en ser las verdaderas víctimas o mártires de la crisis
actual. En dos casos desligándose de su cultura y de su tierra, familia…; en el
otro, desligándose de su familia y uniéndose también simbólicamente al
inmigrante en su victimario final.
La perspectiva narrativa que adopta
Bellveser en primera persona y en tercera personas narrativas con constantes
referencias a la información periodística que corrobora los hechos
desarrollados tiene como objeto acercar al lector a una realidad conocida por
los medios de comunicación y tratar de hacer que la novela progrese desde la
rapidez narrativa y el estilo ágil que debe mucho al periodista Ricardo
Bellveser.
A través de unos capítulos breves el
escritor valenciano aborda uno de los temas más trascendentes de la situación
actual pero frente a otros libros sobre esta temática, Ricardo ha tenido el acierto
de unir a inmigrantes y un nacional en un claro intento de mostrar que la
crisis también afecta con un rigor similar a los que viven en España sin empleo,
hasta el punto de que (se da la ironía) el desahuciado y desempleado español
decide hacerse pasar por inmigrante porque cree que así sus derechos van a ser
más protegidos: “Haré como Petru y te mandaré dinero todas las semanas, y
cuando pueda te llamaré y te vendrás. No aguanto más. Adiós”. No deja de ser
una parodia que revela, no ya el sarcasmo de las situaciones creadas que
superan la realidad, sino la terrible crueldad de la crisis que destroza vidas
ajenas y vidas más cercanas que se sostienen solo en la necesidad exclusiva por
sobrevivir, en una línea similar que podían hacer nuestros compatriotas
decimonónicos.
Los personajes de esta narración
intentan mostrar su aventura personal en busca de esa supervivencia. Así
comienza la novela, cuando el inmigrante Óscar Caler (de 28 años) trata de
llegar en un cayuco a las costas de Canarias: “Me impresionó que me contaran
que en España y en Europa la vida era tan cómoda y ajena a los problemas, que
había médicos para los animales y la gente llevaba a sus perros y tortugas a
los hospitales de lujo, en los que habrían curado a mi madre en pocos días”.
Esta idealización de España y Europa está en la mente del inmigrante que, poco
a poco, se va dando cuenta de que la realidad no tiene nada que ver con la abstracción
neorromántica.
Este primer contacto novelístico le
permite también a Bellveser establecer otra perspectiva: el trato al que son
sometidos los que llegan. Existe una labor de documentación bien llevada que
nos permite adentrarnos en esa realidad con total garantía. Y es un comienzo
que probablemente el lector haya conocido a través de los muchos programas de
televisión y crónicas periodísticas que nos han anunciado la arribada de estos
jóvenes que buscan un “paraíso” en su vida, aunque en este brille con suciedad
también la miseria, nunca tan relevante como en sus países de origen pues
consideran que siempre “esto” será mejor que “aquello”.
F. MORALES LOMAS, RICARDO BELLVESER Y GONZALO SANTONJA
(VALENCIA 2012)
El contraste con Óscar Caler es Miguel
Helbo, el fontanero autodidacta español que, tras múltiples oficios y sin
trabajo, afirma críticamente que la inmigración ha provocado uno de los grandes
males de las sociedades avanzadas como la española: el retroceso en las
conquistas sociales: “Los inmigrantes nos hicieron retroceder cincuenta años,
al menos eso creo yo desde la experiencia. Todo cuanto habíamos progresado los
trabajadores, los derechos sociales y sindicales, desaparecieron. Vinieron a
trabajar y no hicieron distingos a si era de día o de noche, a si se les pagaba
bien o mal y contra eso no se podía competir”. Es la opinión de Miguel Helbo
que, en cierto modo, puede ser el portavoz en la novela de un enfoque amplio
que existe en la sociedad, muy crítica con el statu quo.
A veces, puede resultar poco
solidaria. Pero está claro que en épocas de zozobra y muerte por inanición, el
hombre se convierte en un lobo para el hombre. Un proceso en el que se van a
ver envueltos estos personajes en las últimas páginas del libro y que muestra
de un modo muy cinematográfico Bellveser en los capítulos finales a través de
ese cinéfilo canto a la epopeya y a la muerte como resuello finisecular.
Petru
Manescu es un rumano que ha llegado a España con intención de hacer algún
dinero y traer más tarde a su familia. Pero su vida se complica con la llegada de
su hermano Mitrita hasta el punto de que deviene en una enorme tragedia
personal. A través de un determinado número de capítulos va desarrollándose
esta historia que sería, en esta estructura imaginaria, un fragmento de la
historia total que va integrándose con las otras historias deviniendo un mundo
propio y diversas perspectivas que lo enriquecen. En determinados momentos, la
obra puede resultar bastante kafkiana porque se parte del principio de que todo
puede ir incluso peor de lo que ya está y los héroes novelescos acaban
convirtiéndose así en héroes épicos y trágicos por la dureza a la que son
sometidas sus situaciones vitales.
A medida que avanza la narración,
Ricardo Bellveser lleva a estos a un
terreno conocido, Valencia, que adquiere así un valor intrínseco como
foco del que irradian situaciones y escenarios. En la ciudad del Turia
coinciden Ócar Caler que, poco a poco, va cambiando su destino aciago por otro
más placentero aunque no se pueda decir lo mismo de Miguel Helbo. El racismo de
los skin se hace presente y las víctimas sociales, los inmigrantes, que acaban
en consecuencia siendo convertidos por los medios en héroes frente a la
intransigencia racista, que permite hacer una crítica social evidente en
palabras de Óscar, convertido así en una especie de portavoz general: “A los
inmigrantes nos pegan todos. Lo hace la policía en nuestros países, lo hacen
las bandas que nos venden en los cayucos, lo hacen en los campamentos de
acogida… No tenemos derechos ni existimos legalmente”.
En esa coyuntura social aparecerán otros
personajes como Ana, la periodista que entrevista y seduce a Óscar Caler, Guu,
Elena… y la ayuda de los sindicatos que tratan de ayudarlos en sus necesidades.
A medida que avanza la novela y toma
vuelo, las vivencias de unos y otros van a ir conformando una realidad bestial
y bastante kafkiana de la que es difícil salir como demuestra esa especie de
ratonera en la que caen al final los personajes (los incendios como elementos
cuasi catárticos), que se convierte como un paradigma de sus vidas, y sobre la
que no pretendo desvelar detalles que impidan la lectura.
Tragedia y afectos mezclados,
sensaciones de huida y muerte, caos y desorden que muestran lo dotado que está
el ser humano para el terror y para convertirse en circunstancias extremas en
un héroe o en un canalla.
En definitiva, una novela enternecedora,
ágil, directa, clara… y donde el lector podrá reflexionar pero también
inmiscuirse por unas horas (las que dure la lectura) en la aventura de vivir al
filo de la navaja de la existencia, cuando todo puede ser tan terrible o tan
liberador como la muerte.
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