Recientemente, he llevado a cabo la edición, selección y estudio crítico (ochenta y seis páginas donde analizo la obra) de Ser un instante (Antología poética 1956-2010) del poeta granadino Rafael Guillén, Premio Nacional de Literatura en 1994 y uno de los autores vivos más importantes del panorama actual de la literatura española. La publicación ha sido llevada a cabo en un bello volumen de cuatrocientas cuarenta y tres páginas por la Fundación Unicaja, dentro de la colección Clásicos Contemporáneos de Poesía que coordina J. García Pérez.
Rafael Guillén nació en la calle San Juan de Dios, esquina a Cardenal Mendoza, el año 1933. A los dos años muere el padre. Después llegará una dura posguerra en la que cursará estudios elementales en el Seminario de S. Cecilio, dirigido por los Jesuitas, y realiza diversas ocupaciones para ayudar a la familia. Asiste más tarde como libre oyente al Instituto Padre Suárez y después se matricula en la Escuela de Comercio, ingresando en el Banco Hispano Americano.
En 1953 funda con José G. Ladrón de Guevara, Elena Martín Vivaldi, Julio Alfredo Egea, José Carlos Gallardo, Miguel Ruiz del Castillo y otros poetas el grupo "Versos al aire libre”, un grupo que rompió el silencio tras el asesinato de García Lorca. Conoció a Blas de Otero con motivo de su servicio militar y fundó y dirigió, junto con José G. Ladrón de Guevara, la colección de libros Veleta al Sur, única manifestación poética en Granada desde 1957 hasta 1966.
En 1962 colabora con Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Félix Grande y Jaime Ferrán, en el nº 1 de la rev. "La Trinchera", dirigida en Sevilla por José Batlló. Y en 1963 consiguió el Premio Internacional del Círculo de Escritores Iberoamericanos de Nueva York al que se unirá desde entonces un largo etcétera de reconocimientos como el Premio Leopoldo Panero, el Boscán… hasta llegar al Premio Nacional de Literatura en 1994, premio que hasta entonces sólo había recaído en un granadino, Luis Rosales, en 1951.
Posee la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Granada y es miembro de la Academia de Buenas Letras, también de Granada, en cuya creación ha participado.
Poemas y artículos suyos han sido traducidos a numerosos idiomas. La Editorial Northwestern University Press, de Evanston, Il. (USA) ha publicado en 2001, con el título I´m Speaking, una antología de su obra, en edición bilingüe, con traducción al inglés de Sandy McKinney.
En la Historia Crítica de la Literatura Hispánica la catedrática Pilar Palomo lo estudia en el epígrafe "Poetas de los 50"; y se le consideraba como a "uno de los mejores poetas actuales".
Pilar Gómez Bedate en la Historia de la Literatura Española (Cátedra), Elena Barroso en Poesía Andaluza de hoy (1950-1990) (Biblioteca de la Cultura Andaluza) y Angel L. Prieto de Paula en Poetas españoles de los cincuenta (Biblioteca Hispánica, de Ediciones Colegio de España, Salamanca), entre otros autores, lo incluyen igualmente entre los más importantes autores de su generación.
Rafael es el caso significativo del escritor fiel a sí mismo y a su modo de ser y estar en el mundo. Siendo su lírica uno de los acontecimientos poéticos más importantes de los últimos años.
Su lenguaje del sur ha enriquecido la lírica española a la que ha dotado de una profundidad en lo esencial, en el núcleo de los temas que han preocupado históricamente al ser humano: el amor, el tiempo, la materia, el sentido de la existencia, nuestra necesidad de conocimiento y nuestra soledad ante los avatares del mundo, con esa duda metódica que aspira a la esperanza.
Su profunda reflexión de todo ello conlleva la emoción sublime de la palabra poética.
Hay poetas que organizan, sistematizan, crean pero son contenidos en la conmoción lírica, romos en sus esencias de humanidad conquistada.
No lo es Rafael Guillén, en el que impera el sentido de la excitación poética y acude al lector como su mejor y más conmovido intermediario.
Un aliento poético creador que tanto se aprecia en los temas amorosos, metafísicos, sociales o puramente testimoniales… inmersos en las cosas cotidianas.
Hay una profunda reflexión neorromántica también en torno al ser humano y una apreciable conquista del terreno cuántico del hecho lírico.
Pero su poesía está originada en el clasicismo español, se adentra en él y lo perfecciona para después seguir sus propios derroteros líricos al imbuirse del sentido último que posee la realidad y la inmersión en ella del ser humano. De ahí también una poesía profundamente humanista y esencialmente solidaria con la que pretende crear una metáfora del mundo.
Su independencia artística, su voluntad de creación personal, le ha hecho conformarse como un escritor con su propio camino, al entender la poesía como una forma de ser y como una forma de sentido de la existencia. Un personal estado de palabra a través del que ha querido llegar a la transparencia del mundo, su comprensión última, y conquistar las grandes respuestas cuando todo eran/son preguntas.
Una poesía que sorprende, sugerente y seductora, que trata de iluminar las últimas verdades del ser humano a través de la búsqueda y la interpretación intuida.
Presentación de Ser un instante: J. García Pérez, Mariano Vergara, Rafael Guillén y Morales Lomas
La conciencia poética y la voluntad creadora de la palabra irán de la mano para organizar un sentido del espacio y del tiempo desde la esencia de eso que llamamos humanidad. Y para ello todos los sentidos se necesitan porque hay una singladura en la que entrar y un camino que recorrer, por lo que, a veces, su lírica se proclama desde la perspectiva del homo viator o de un camino de conocimiento. Lo que hace engrandecer una poesía profundamente sensorial y creadoramente reflexiva con la que se aspira a la transparencia, a la luz, a un estado de conciencia con el que superar los límites de nuestra gnosis y de nuestro mundo físico.
Por su parte, Joaquín Marco, en la Historia y Crítica de la Literatura Española (Grijalbo) de Francisco Rico, lo sitúa genéricamente entre los "poetas de postguerra" y Emilio Miró, en la Historia de la Literatura Española (Taurus) coordinada por Díez Borque, entre los que "ocupan un puesto indiscutible en nuestro panorama poético".
Sobre su obra existe una extensa bibliografía que incluye monografías y tesis doctorales.
Todos estos son méritos suficientes para ensalzar una obra sobre la que recientemente he realizado un estudio crítico que conocerán en poco tiempo en el que digo entre otras cosas, que su obra tiene una proyección humana, vitalista, ecuménica y formal sostenida sobre la precisión, el cuidado y la eficacia de la palabra poética que progresivamente van a desarrollar escritores como Caballero Bonald, Claudio Rodríguez o José Ángel Valente.
Rafael Guillén reivindica la palabra como concepto poético y sustenta su visión de la poesía en el macrocosmos de riqueza vital y cultural que es el planeta Tierra, por el que ha viajado con profusión y cuya obra ha visto la luz desde Chile a China o desde África hasta Noruega.
Desde su origen la obra de Rafael Guillén ha seguido un camino personal aunque asentado en esa rica tradición que procede del 27 con la que él conecta directamente. De hecho, Rafael Guillén ha manifestado no sentirse adscrito a ninguna de las promociones de posguerra y sí considerarse contemporáneo de la Generación del 27. Y aunque Guillén llegó a cultivar la lírica social, sin embargo, su obra se diversificó, se fortaleció y amplió por otras sendas mucho más sugerentes y ricas en las que habría que constatar su voluntad de realzar la palabra, el lenguaje, trascendentalizar sus contenidos poéticos y acercarlos a una realidad metafísica y existencial que alcanzará una gran vía en la lírica de José Ángel Valente o la de Francisco Brines en la cavilación elegíaca y melancólica, como ha visto Prieto de Paula.
No es el individuo en cuanto integrante de una entidad social sino el individuo en cuanto ser humano el que realmente le importa. Es la humanidad del ser lo que prima en su obra, su esencia como individuo en libertad, su percepción como persona con unos valores precisos. Por tanto, su poesía más que socializadora (que en determinados momentos puede darse) tiene más una proyección de neorromanticismo humanista con ascendiente universal, concentrado en ocasiones en la trascendencia de los derechos humanos como guía y en la voluntad del poeta de oponer resistencia.
Una poesía siempre abierta a la capacidad de sugerencia de la palabra con la que pretende organizar una particular visión del mundo y de la existencia, pero nunca como proceso de reducción sino de amplificación consciente.
También hay en su obra una especial concepción de lo real que la conecta con las nuevas vertientes del pensamiento que se ha desarrollado con fuerza en los últimos cincuenta años, la lírica cercana a los descubrimientos de la ciencia y de una nueva forma de mirar la realidad. Esta constatación, que tiene que ver mucho con el concepto de estética cuántica y su especial observación del hecho en sí, nos permite adentrarnos por una poesía conceptual que indaga con solvencia en todo aquello que aparentemente no es realidad (una apariencia sensible) pero que lo constatan el pensamiento y los sentidos.
Obras como Los estados transparentes, Los vientos, Límites, Moheda, Mis amados odres viejos, Los dominios del cóndor, Las edades del frío o el ciclo gestos que reúne: El gesto, Gesto Segundo, Tercer Gesto... son ya literatura de un profundo clasicismo en la lírica española contemporánea. Con ellas se capta la emoción que es atendida como una estridencia permanente en la mente y la sensibilidad del lector y conforma una de las obras más seductoras que le ha llevado a decir al catedrático Antonio Sánchez Trigueros estas palabras que comparto:
Poeta de la palabra precisa y de la versatilidad expresiva, poeta de tradición, moderno y vanguardista, distanciado de modas, poeta de la sorpresa en cada rincón del poema, poeta reflexivo, indagador del ser en la palabra, poeta del tiempo como proceso de vida y como proceso de muerte, poeta del amor más allá de la arruga, poeta de la duda, poeta que trastorna, que perturba, poeta solidario, poeta elegíaco, poeta de los vacíos expresivos, de lo perdido y recuperado por la palabra, poeta de la luz, de los sentidos, poeta de los límites, poeta de los mil temas y los mil matices, poeta, en suma (y son palabras suyas) para quien la poesía no es sino una manera de respirar[1].
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[1] A. Sánchez Trigueros, La pluma en el dintel, Universidad de Granada, Granada, 2008.
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