domingo, 18 de octubre de 2009

Crítica de Rafael Morales a la obra "Entre el XX y el XXI"



Esta crítica ha sido publicada en la Revista Papel Literario, el día 18 de octubre de 2009, en la siguiente dirección:
http://www.papel-literario.com/

Ha llegado a mis manos Entre el XX y el XXI. Antología poética andaluza (II), compilada y prologada por Francisco Morales Lomas. Este segundo tomo completa los nombres que el primero de ellos trajo al lector, con el indudable mérito de acercar poetas poco difundidos más allá de Andalucía. Lo cual siempre es de agradecer. Poetas como Rosa Díaz o Manuel Gahete y Juan José Téllez, cuya obra es mucho menos conocida que la de algunos ilustres antologados como Benítez Reyes o Ana Rosetti, aparecieron en el 2007 con una muestra suficiente de poemas como para que los lectores pudiéramos apreciar los indudables méritos de la poética andaluza contemporánea y el porqué de su elección. Y lo mismo vuelve a ocurrir en este segundo tomo donde a los bien conocidos Luis García Montero, Aurora Luque y Rosa Romojaro o Álvaro García y Antonio Jiménez Millán, se incorporan los de Fernando de Villena, José Sarria, Alberto Torés, Antonio Enrique, Domingo F. Faílde para difundir la que desde siempre viene siendo la mayor cantera de poetas española. José Membrive y la editorial Carena parece que se han propuesto traer con esta aventura sin pacto buena parte de lo más representativo de una época, aunque siempre faltarán nombres (Juan Lamillar, Juan Bonilla o Josá Mateos entre otros, como no podía ser menos en algo tan personal, aunque se ajuste a sólidos criterios) y también por dejar testimonio de una época. En este sentido la apuesta de Morales Lomas, tiene la virtud de traer en este tomo segundo escritores poco difundidos de calidad, aunque siempre haya ausencias, lo que parece hacernos creer que ha hecho su elección sabiendo que hay corrientes representadas en algunos nombres y no es necesario insistir en poetas de mérito que deben dejar espacio a los desconocidos ilustres. La apuesta ha salido bien al traérnoslos en sustitución de otros bien representados, y de hacerlo a veces con inéditos, como en el caso de Alberto Torés, Domingo F. Failde o Jose Sarria. Lo cual indica que se ha preocupado por conferir actualidad al trabajo. Quizá echemos en falta la presencia de las poéticas jóvenes, Juan Bernier, Elena Medel, Juan Carlos Abril, David Leo, Javier Vela entre muchos y que seguramente serán materia de un tercer tomo. Porque ahora se ha inclinado Morales por las poéticas de madurez y hablar de autopistas ya hechas.
Cuando Antonio Enrique en Viendo caer la tarde muestra toda esa complicidad con una anciana desposeída, en “¿A dónde va esa mujer de negro?” (casi como las de Vicente Valero, pero con una perspectiva más inmediata), sabemos de una atención que rastrea sin pacto en lo humano, y rescata para el lector lo próximo, huyendo de la abstracción con que buena parte de las poéticas se han ensimismado e incluso encriptado. Tal y como ocurre en Domingo F. Failde, cuando aborda la penumbra del dejar de ser, “Ghost”, tal y como aquella nadadora fatal encontraba al poeta de Habitaciones separadas, y por entonces le desdeñaba. Una agonía que se trocaba en humor y gozo, remiendo divertido y sano, en La casa sosegada. Faílde es un poeta que funciona a veces desde la réplica y la angustia de las influencias en sus mejores momentos (“Manifiesto”), pero también en la melancolía del rememorador que no se avisa, sino se consuela en la memoria (“La sombra del celindo”). Una versatilidad que Francisco Lomas ha leído bien, sin anteojeras, incluso para destacar el estupendo poema religioso, en época de ausencias, de Fernando de Villena en “Nacimiento de Nuestro Señor”. Toda una contención que se desborda en los inéditos de Pistas de lluvia, como en “Inventario”. En cualquier caso opuesta sólo en la fórmula tonal a esas miradas de Venecia de José Sarria desde la perspectiva de Heráclito y el fragmento 124, El mundo más bello es un montón de escombros dejados caer en confusión, que nos hablan del consuelo/desconsuelo sin romanticismo ni desolación extrema por pérdida del albergue metafísico (Lukács). Un resultado que llega como simple melancolía con Alberto Durero y Richard Burton, próximas a la casa Usher de Poe, o a las fotografías de Martín Usher y Robert Burrows, frente al clasicismo del primer Carlo Ponti, y traen esa otra faceta de Sarria que dialoga con la cotidiana/ excursión hacia la muerte (más desabrida de esos momentos), y casi en los mismos términos que Carlos Marzal en Metales pesados. Sarria ahí se muestra tan espléndido como en “Pecados”, un delicioso poema erótico, de muy diferente sinclinal. Y es que Francisco Morales ha sabido mostrar, tal vez demasiado poco, quizá por dejar el comienzo de la aventura al lector, esta apuesta donde hallaremos buena parte de la mejor poética de la poesía andaluza al día de hoy. Debemos pues felicitarnos, porque no está entre nosotros otra antojología, como dice con humor su antólogo, sino un trabajo que quiere exponer y dar a conocer a muchos poetas semiocultos y de valía sin embargo, solo leídos por críticos y lectores próximos, que han formado desgraciadamente parte, hasta ahora para el lector nacional, de la poesía secreta. Saludemos pues y agradezcamos esta empresa y enfoque, sin duda con sus riesgos, pero que habla de un trabajo hecho con cuidado y al que su labor divulgativa y seria, ha puesto un pequeño prólogo orientativo. Y porque se ha preocupado de pedir a los seleccionados una poética para que los lectores hagan su cartografía lírica de primera mano.

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