F.
MORALES LOMAS
La última obra de la
poeta madrileña Alicia Aza, Arquitectura
del silencio (Valparaíso Ediciones, 2017) nace del compromiso y la ética, y
se halla inserta claramente en la corriente poética Humanismo Solidario (Visor,
2014), que ha sido definida como una propuesta cívica con grandes dosis de
neorromanticismo. Una aspiración a replantear
el papel del discurso literario (despojándolo de sus mecanismos y corsés de
antaño) y profundizar en los mecanismos históricos y la perspectiva del sujeto,
que mira y observa la realidad como referente inmediato para ofrecer un
discurso personal. Un discurso donde la
colectividad está muy presente tanto como las cotidianidades y los sueños. Así
dirá la autora: “Hay que ahondar en el soy, sentir las piedras/ en los dedos
del alma descompuestos” (Poema V).
Desde el eclecticismo
estético, se necesita que la poesía recobre su fuerza histórica, una fuerza
motriz en la que el escritor no mira “solipsistamente”, sino que es un
ciudadano responsable (o sea, que responde) ante una realidad que sí le
importa. Esa realidad afecta al individuo que expresa una reacción y reclama
una vuelta a los valores y no a una sociedad que nace mirarse a sí misma.
Los trece poemas que
conforman esta arquitectura son, como indica el título, un espacio vital, una
edificación, efectivamente, “silenciada”. Y la poeta quiere dotarlos de dicción,
quiere convertir esa afonía, esa sordina, ese mutismo… en vocablos. Por eso
dirá: “Tenemos la palabra, el antídoto/ al olvido en la orgía de los cisnes” (Poema
II). Sólo esta puede llenar esta “arquitectura” que se consume en su propio abandono.
Es una forma de honrar a los muertos que yacen en las cunetas de la historia,
en los desaguaderos de todos los exilios, “Y que el mundo no olvide su
metáfora”.
Hay un propósito moral
que nace de una convicción ante la realidad, presentada como una bacanal de
muerte, como una alegoría bosquiana. Aquellos cuadros de El Bosco donde
habitaba la muerte y la guerra, y el ser humano solo podría ser “nadie” en su
inmensa futilidad, una “humanidad marcada y humillada”, donde la voz subjetiva
de la poeta alcanza a la colectividad y se envuelve en su propia bandera: “Auscwitz-Birkenau, lágrimas salvajes
donde el llanto no tiene baluarte”.
Alicia Aza habla desde
el corazón a la conciencia, a esas conciencias humilladas, arrebatadas a la
vida, por “hombres inhumanos,/ inexpertos amantes de la guerra”. Ante esta
historia silenciada, Alicia Aza adquiere la perspectiva de una nueva Penélope
que teje con sus versos la condición última de la palabra, que es dar fe de
nuestra existencia, convertirse en prueba de cargo.
Los grandes conflictos
subyacen como referentes conceptuales o pruebas inmarcesibles de nuestra
existencia. Pueden ser las Torres Gemelas, el permanente conflicto de Oriente,
los campos de concentración en Europa, Tiananmen, Ceaucescu, Kim Phuc, los guerrilleros
del Viet Cong, la caída de la dictadura… A través de ellos miramos con los ojos
comprometidos ofreciendo claridad a la conciencia, tratando de rescatar del
olvido la rémora de la desmemoria: “Miramos de la mano lo que fuimos/ porque
los dos sabemos que hubo un mundo/ más allá de Al Quaeda y de Bin Laden./ Sólo
cabe el silencio ante la muerte”.
Una poesía que nace de
una inmensa elegía en la que la compasión, el sufrimiento, la inocencia, la
muerte, la esperanza… son estados de ánimo que elevan la palabra y la conducen
a la recuperación de un mundo que siempre debe estar presente en nuestra
memoria colectiva. Pero siempre con la necesidad última de recuperar “la música
en el alma”, ese simbólico gorrión (del poema VI) que anuncia, el nacimiento, el
estremecimiento a la vida, “Una vida florece al exterminio”.
También España, como
realidad histórica, está presente en el poema X: la muerte de Franco, Tejero,
ETA… al tiempo que va creciendo su condición de madre y los seres que lleva
dentro nacen en ese magma presidido por “la incertidumbre de mi vida”. Niños
que nacen quizá para recuperar esa humanidad perdida: “La humanidad nos pesa y
me guarezco/ en la cara del niño que no sabe/ que el odio es una estrella en el
paisaje/ de campos de silencio con mortaja”.
Son referentes
históricos que conforman una historia personal donde surge una poesía
desgarrada, cívica, profundamente comprometida que permite a través del
endecasílabo blanco adentrase en la hechuras de la historia con un lenguaje
directo, alegórico y sumamente denunciador de una realidad que sí nos atañe y
donde la palabra de Alicia Aza se emplea para recuperar la presencia: “En mis
amaneceres, una herida,/ la memoria quemada es una llaga,/ cerebro amordazado
en el olvido/ del sufrimiento no experimentado”. Una forma de rescatar la
barbarie, siempre presente, para el ser humano contemporáneo e impedir su
ocultamiento: “¡Cuántos libros quemados! La memoria/ huérfana a la deriva del
asfalto” (Poema VIII).
El libro se abre con
una pregunta, una cita de Pessoa: “¿Qué sería del mundo si fuéramos humanos?” y
se cierra con otra del último poema: “¿Y qué sueñan los héroes mientras
duermen?”
Dos enigmáticas
preguntas que nos introducen como lectores en la reflexión, en la
participación, en la necesidad de no quedar en el anonimato, en la cuarta pared
de un teatro inexistente.
Un libro para la
conciencia y, sobre todo, para el humanismo solidario.
ALICIA AZA
Alicia Aza Campos es Licenciada en Derecho por la
Universidad Complutense, Abogada en ejercicio, miembro de la junta directiva de la Asociación
Colegial de Escritores de España y colaboradora habitual de diversas revistas
de carácter divulgativo y cultural.
Ha publicado los poemarios “El libro de los
árboles”, que fue distinguido como Finalista del Premio Andalucía de la Crítica
2011; “El viaje del invierno”, galardonado con el Premio Internacional de
Poesía Rosalía de Castro 2011, y “Las huellas fértiles”. También ha publicado
la edición serigráfica “La estación fría”, ilustrada por el pintor Francisco
Escalera. Su obra literaria ha sido incluida en diversas antologías de carácter
internacional.
En el ámbito de la narrativa,
es autora de diversos relatos breves que han sido publicados en diferentes
revistas literarias. Su obra poética ha sido traducida al italiano, serbio,
francés, búlgaro e inglés.
SERGIO ARLANDIS, ALICIA AZA Y F. MORALES LOMAS EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE GRANADA
ARRIBA: MANUEL GAHETE, JOSÉ CABRERA MARTOS, JOSÉ SARRIA.
ABAJO: F. MORALES LOMAS, REMEDIOS SÁNCHEZ Y ALICIA AZA
CASA DE AMÉRICA (MADRID) PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA HUMANISMO SOLIDARIO
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