UNA VISIÓN GENERAL DE LA LÍRICA DE
FÉLIX GRANDE
FRANCISCO MORALES LOMAS
(DE PRÓXIMA APARICIÓN EN MI ENSAYO POESÍA VIVA)
F. Morales Lomas, Félix Grande, Antonio García Velasco
Universidad de Málaga
Su formación autodidacta, su educación lejos de la institución
universitaria y académica, serán factores definitivos para seguir una línea de poesía
con una dimensión moralizadora en la que la memoria -como delimitación del
presente e impulso para el futuro, amén de rasgo común a la mayoría de los
Poetas del 60- poseerá un papel reglado. Antes de 1960, Félix Grande comienza a
escribir Gran música, un libro
que quedará inédito por voluntad expresa del escritor y al que se refería Ruiz
Silva[1] de
esta guisa: “Se trata de una obra de claro aliento romántico, escrita con
predominio de versos cortos y que refleja el encuentro con Francisca Aguirre,
quien más tarde se convertiría en esposa del escritor”.
Su primera obra, Las piedras, fue publicada en 1964, y había sido Premio Adonais el año
anterior. Aunque lo comenzó a escribir después de Taranto. Homenaje a César Vallejo,[2] obra que se publicará siete años más tarde.
Los poemas de Las piedras fueron
escritos entre 1958 y 1962. Desde este libro inicial muestra una proclividad a
la renovación formal, sin renunciar al sustrato crítico. Esta obra está
dividida en tres partes con una introducción romanceada. Según Francisco
Lucio,[3]
“el libro enunciaba expresamente por vez primera lo que podríamos llamar visión
felixgrandiana de la existencia, que se entiende como conflicto irresoluble
entre el amor y el terror, las dos a que se alude en el
título”. Desde un punto de vista formal, Grande introduce fórmulas líricas
populares junto a otras de carácter más innovador y en su conjunto está
presidido también por la música, elemento recurrente en toda la obra: “El uso
de la música como elemento lírico, embellecedor, estético, lo encontramos en
las partes menos personales, más de tradición andalucista, casi lorquiana, como
en ”[4].
Dos años más tarde, el mismo que aparece Arde el mar de Pere Gimferrer, Félix Grande publica Música amenazada (1966). La relación
trascendental de la música y Grande se afianza aún más en este título, se
continúa en el siguiente Blanco
spirituals y Taranto..., y se
consolida a lo largo de su vida con una serie de importantes estudios dedicados
al flamenco (remitimos a la biobibliografía)[5].
Sus poemas fueron compuestos entre 1963 y 1966. Bajo la influencia directa de
autores como A. Machado, Cernuda, Vallejo, Pavese, Kafka, Dostoyevski... quiere
mostrar la amenaza ante una explosión atómica. Es una poesía que no sigue las
normas usuales y se decide por la libre asociación de elementos dispares con
objeto de ofrecer una visión apocalíptica. El recurso a la memoria –es muy
frecuente como venimos diciendo en otros escritores de los sesenta: García
López, A. Hernández, Ríos Ruiz, Diego Jesús Jiménez... Tiene el efecto, como
dirá José Ortega[6],
"además de reflejar los efectos del deterioro del tiempo (...), evitar la
desintegración en el presente".
El concepto de música, en un sentido que podíamos conectarlo con fray
Luis de León, la música como símbolo de la felicidad en la tierra, convive con
la injusticia y el terror. Lo que le ha llevado a tildar a Francisco Lucio[7]
a esta lírica de tremendista, tomando el vocablo prestado de la narrativa de
posguerra. Desde un punto de vista estilístico, el poemario se caracteriza por
la absoluta libertad, tanto ortográfica como morfosintáctica, los vulgarismos,
la intertextualidad, las frases hechas, enumeraciones caóticas, aliteraciones
y, en definitiva, la ebullición verbal que le ha llevado a decir a Ruiz Silva
que estamos ante “el barroquismo de lo miserable”[8],
sobre todo cuando se refiere al léxico empleado por Félix Grande. Pero lejos de
esa amenaza nuclear, también en el poemario rezuma esa “vacilación existencial
entre el yo y el todos, acrecentada en su obra siguiente”[9].
En definitiva un poemario que refleja la angustia existencial del escritor por
intentar reconciliarse con su entorno, en tanto la desesperación lo invade.
Blanco spirituals (1967) es uno de sus libros más importantes, reeditado en
Cátedra con anotaciones y prólogo de Manuel Rico[10].
Sobre el título decía Arturo del Villar[11]
que es “una adaptación definitoria e intencionada de los , esas canciones que ponen la esperanza de un pueblo esclavizado
en las promesas religiosas”, pero obviamente no es la parábola del negro sino
del blanco, y en concreto de seres desdichados que viven en la más abyecta
degradación y miseria. Ruiz Silva[12]
en este sentido afirmaba que en este libro “el poeta se siente solidario con
las víctimas de una guerra imperialista, con las prostitutas, con los negros,
con los rechazados por una sociedad hipócrita y despiadada”. No existe, pues,
una intencionalidad racial, sino que su centro es el ser humano que vive la
situación más desfavorecida. Para Francisco Lucio[13]
en esta obra “se atenúa la fuerza crítica y de denuncia, a la vez que se
advierte un cansancio, una creciente conciencia de envejecimiento vital en
virtud de la cual se acrecienta el aspecto confesional”. En este libro la
pasión por el jazz está presente con nombres míticos como Charlie Parker, Fats
Waller, John Coltrane, Billie Holliday, la cantora de los Negro
Spirituals, pero también el flamenco,
con autores como Manolo Caracol y la
música pop. La presencia de la música corre pareja a la actualidad más rabiosa
con recortes de periódico, declaraciones
políticas, flamenco, citas de Rimbaud, con una estructura anárquica y un
léxico, a veces, jergal o grosero, la enumeración caótica, el monólogo
interior, el lenguaje coloquial, los préstamos literarios... Ante una situación
histórica concreta como la americanización de la guerra de Vietnam, la
existencia de una violencia institucionalizada, Grande reacciona con una
evidente intencionalidad moral, personal y colectiva. La literatura de Grande
es, pues, heredera del compromiso cívico, ético y solidario del poeta con los
más desfavorecidos, en esa línea de neorromanticismo militante que invade en
gran parte toda la lírica de estos poetas que estudiamos. Se puede pensar, a
veces, en un excesivo protagonismo del "yo" del poeta, pero éste debe
ser interpretado como "una forma más afectiva para que el hablante lírico
asuma el sentir de la otredad"[14].
El poeta se siente en la necesidad de ofrecer un testimonio del sin sentido de
la existencia y la trascendencia que existe en el hombre si es capaz de
desarrollar su libertad conscientemente. Pero también, como decía Emilio Miró,[15]
en este libro “heterodoxo, acumulativo, enfático, Félix Grande rompía formas, buscaba
nuevos caminos entre el testimonio y la experimentación”. Poesía de gran fuerza
expresiva con la que el autor "viene a inquietarnos, a herirnos en medio
del pecho, a despertar nuestra mala conciencia, a sacudirnos el alma y el
cuerpo con versos que son gritos, quejas, aullidos, denuncias,
derrumbamientos", dirá José Luis Cano[16].
El protagonista de esta obra será la colectividad y su representación
inmediata en el libro Concepción Oconto, una humilde mujer, como Félix, peruana
rescatada del anonimato gracias al periodismo. Uno de los que mejor ha
sintetizado los grandes temas presentes en Blanco Spirituals ha sido Manuel
Rico[17]
que enumera los siguientes: los desheredados, el desdoblamiento lírico del
narrador, la ciudad contemporánea occidental, la historia de España, la
cotidianidad como refugio, la cultura como ingrediente de una cosmovisión, el
miedo como metáfora de la angustia existencial, la memoria como fermento de la
propia identidad, la reflexión sobre el acto de escribir y, en definitiva, la
profunda renovación del lenguaje.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche (1971) está
escrito en prosa poética. Es un libro más intimista. Si Blanco Spirituals va del
yo al nosotros en lo que se puede llamar un cierto “romanticismo ético”, este
libro mira más hacia las pesadillas, las neurosis y las confesiones del
escritor: “esta especie de denso y ético sermón terrible que Félix Grande nos
propone en su noche de versos más tristes refleja, en realidad, como en mayor o
menor medida toda su obra anterior, la música ya desabrida, ya tierna, ya
acusadora o atroz que el poeta escucha resonar en su más arcano y recóndito
interior. Lo que nosotros escuchamos es su eco”[18].
Se trata de un poemario en la que el yo adquiere una singular relevancia, como
una especie de regreso a su interioridad y a los demonios personales. Pero no
se debe olvidar que incluso en estas circunstancias profundamente personales
está latiendo ese referente colectivo, es decir, ni siquiera en este momento se
abandonan aspectos como la solidaridad o la conciencia crítica con respecto al
mundo real, lo que no significa que este acontecimiento ético sea el centro,
sino que sería la fuerza centrífuga, pues la fuerza centrípeta del poemario,
como recordaba Paloma Lapuerta[19]
se centra en el viaje iniciático hacia el centro del "yo".
Taranto. Homenaje a César Vallejo (1971), en realidad fue escrito en
1961, pero no fue publicado hasta diez años más tarde. En él existe un evidente
intento de emulación del poeta peruano y una singular fascinación por el
flamenco, como ya hemos comentado con anterioridad. En una noche de vigilia, en
tanto gira un disco de Bethoven, el escritor reúne a sus escritores preferidos:
Sartre, Pavese, Machado, Dostoyevski, Vallejo, etc. Según Pilar Palomo[20] con
esta obra comienza una carga de rehumanización bajo la sombra tutelar de César
Vallejo, aunque, como ya comentamos ya estaba presente en Las piedras, y añade: “Taranto
será un libro de denuncia, en
el que resuena ese testimonial poema, donde se eleva casi a
símbolo de horror histórico la fecha de su propio nacimiento, 1937, en medio de
la guerra civil”. Hecho importantísimo en su bibliografía porque hace conectar
a este escritor con la generación precedente, pero que a la vez genera un
impulso estético con nuevas fórmulas expresivas, que lo diferencia a su vez de
esa generación anterior. Situaciones que afianzan la teoría a la que aludíamos
cuando hablábamos de la Promoción del
60, es decir, por un lado, conexión con la generación anterior y, por otro,
voces propias con apuestas estéticas diferentes.
Biografía (1971) recoge los cinco libros de poesía publicados
hasta esta fecha por el poeta, y cuatro años más tarde una antología: Años: Antología (1975).
En Las rubáiyátas de Horacio Martín (1978),
tiene como referente la "rubáiyat", una composición fundamentalmente
erótica escrita por Umar Jayyan, nacido en Naishapur de Korassam a mediados del
s. XI. Si la base de la poesía de éste era la salvación del cuerpo, porque de
ella dependía el cosmos y la vida, también esta inicial concepción ideal de
Grande existe en un poemario eminentemente erótico. En la introducción en
prosa, el autor-narrador reconstruye, en ausencia de Horacio Martín -artificio
literario, heterónimo que le sirve para desdoblarse, nacido en 1971 y del que
existen poemas que seguirán apareciendo sin duda[21]-,
las claves de su vida y la búsqueda de unas señas personales y literarias.
Horacio Martín, su heterónimo, tiene un compromiso con el cuerpo de la mujer y
el lenguaje “que el poeta vive y canta, siente y piensa, y defiende
apasionadamente, identificados eros y libertad (como expresa de forma explícita
en el poema El buen salvaje). Con la exaltación de la carne se une, en esta
última poesía publicada de Félix Grande, la alabanza de la palabra, su otra
creencia, su otra fidelidad, fundiéndolas, haciéndolas una sola realidad”[22].
Existe, pues, un evidente sentido simbólico y alegórico en esta presentación de
un poemario carnal y eminentemente amoroso. Porque si la huida de Horacio
Martín a tierras americanas crea en el autor problemas existenciales, entre
ellos, la soledad, es verdad que a través de los poemas se produce esa
reconciliación con uno mismo, con el cuerpo que toma conciencia. De nuevo aquí
tiene una importancia fundamental el recurso a la memoria. Dice José Ortega[23]
que se produce la invocación del pasado, el no-olvido, "en forma de
experiencia amorosa, como instrumento liberador necesario para asumir la
mismidad en el presente (...) La liberación del pasado no concluye con la
reconciliación en el presente, sino asumiéndolo y realizándolo en esa
temporalidad del lenguaje, donde los contrarios se adecuan en una
instantaneidad que funde acto amoroso y actividad poética". Dirá el poema:
"La carne me ha enseñado el más hondo saber/ y el lenguaje me enseña su
lección venerable:/ que el Tiempo es un abrazo del hombre y la mujer". En
este camino martiniano llegamos a una conclusión que es reiterada en la poesía
de Grande: su concepción ética, y así lo recogía Arturo del Villar[24]:
"la erótica martiniana implica una ética, por cuanto su experiencia queda
señalada como un ejemplo posible para los demás amadores, tanto los ortodoxos
como los heterodoxos".
La concepción del amor en este poemario tiene una evidente génesis
oriental, tanto árabe como hindú, de donde posee el concepto de que la verdad
suprema habita en el cuerpo, porque todo lo es. Pero esa lectura de la cultura
oriental le llega a Grande, como ha señalado Almaïda Mons[25],
a través de la lectura de Conjunciones y disyunciones de
Octavio Paz. No obstante, en esta obra se advierte una suerte de síntesis y
mestizaje entre esa lírica oriental y los referentes del canto ancestral de la
cultura gitana y del jazz en una progresión de cruzamiento cultural en el que
siempre creyó Félix Grande, pero además ampliados con lecturas de Wilhelm
Reich, Freud, Marcuse, Jung, Miller o la Generación Beat americana, de cuyos
ejes fue la cultura del amor libre y la ruptura de las convenciones sociales. La
amante es identificada con los términos de Loba o víbora, a la vez que existe
la presencia de una Doina, la metáfora de la fidelidad. Pero nos interesa
destacar fundamentalmente una idea que ya reflejó Rico[26]
al insistir en el concepto de poesía amorosa como ruptura de los
convencionalismos sociales. Es decir, que incluso cuando la poesía es amorosa y
por tanto con una carga individual evidente, se tienen en cuenta los aspectos
sociales del extrarradio de la pasión: "Desde esta perspectiva, el libro
tiene un contenido crítico evidente y se aleja -aunque parezca paradójico en
una poesía que busca lo radical íntimo- de lo que llamaríamos poesía del
ensimismamiento". Años más tarde publicará: Capigliatura misericordiosa (1985), La
noria (1986), Biografía: poesía
completa (1958-1984) en 1986, Carta
abierta. Antología (1987), Seis
poemas (1991), Cuaderno (1993), Con buenas formas (1997), Conversación (1997) y La canción de la tierra (1998), las
cuatro últimas son antologías.
Podríamos citar finalmente las palabras de Manuel Rico[27]
como un perfecto resumen de la obra de Grande: "Dos procesos dialécticos:
de un lado, el que se establece, en el plano formal, entre ruptura y tradición;
de otro, el que en lo que se refiere a los contenidos, delimita la experiencia
íntima -el yo- y la colectiva -los otros. Esa doble dialéctica gravita sobre
toda su obra y se manifiesta en el núcleo de sus grandes obsesiones temáticas,
a saber: el tiempo, que es abordado en un proceso evolutivo que parte de la
concepción del mismo como angustia existencial (...) y la conciencia de la
muerte". Ambos temas recorrerán la obra de Grande desde esa doble
perspectiva aludida. A estos habría que añadir: el amor -(tanto hacia la mujer
como hacia el resto de la humanidad), por esa componente solidaria, cívica, que
tiene no sólo su obra sino la de todos los miembros de este grupo de poetas-, y
la presencia constante de los referentes urbanos y de la música, sea clásica o
popular. “Predomina –dice Benssoussan y Le Bigot- en la poesía de Félix Grande
un tono narrativo y cierto experimentalismo verbal que lo diferencian muy
claramente de los poetas sociales con quienes comparte el impulso fraternal y
la esperanza"[28]
[1]Ruiz
Silva, Carlos: “Contrapuntos a la
poesía de Félix Grande” en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 375, 1980, p.
692-693.
[2]Ibidem. Pág. 695. Comentaba que Taranto es “el primer libro publicado”,
aunque en realidad lo que querría haber dicho Quiroga es que fue el segundo
libro comenzado a escribir, después de Gran
música (inédito), ya que Taranto lleva la fecha de publicación de 1971.
[3]
Lucio, Francisco: “La poesía de Félix Grande, entre el insomnio
y el miedo” en Ínsula, nº 307, junio de 1972, pág. 14.
[4] Ibidem, pág. 695.
[5] Ibidem. Págs. 688-717. En las págs. 689-690
decía Ruiz Silva que en 1954 ó 1955 Grande “recibe lecciones de guitarra
flamenca de José María el Herrador, y sigue dos cursos de solfeo con el
director de la banda de música de Tomelloso (...). Con estos conocimientos
Grande acompaña a un grupo de flamenco durante algún que otro verano. “Aquí, en
estos años, en estos encuentros y en estos descubrimientos debe buscarse la
raíz de la pasión de Grande por el flamenco y el indudable influjo de éste
sobre su poesía” (pág. 690). La pasión por el jazz llegará un poco más tarde.
Es también significativa, en este sentido, la obra de Félix Grande, Mi música es para esta gente, Ediciones
Castilla, Madrid, 1975.
[6]
Ortega, José: "Tanatos y eros en
la poesía de Félix Grande",
en Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 379, enero 1982, pág. 144.
[7] Ibidem, pág. 14.
[8] Ibidem, pág. 700.
[9] Ibidem, pág. 697.
[10] Op. cit.
[11]
Villar, Arturo del: “La poética de Félix Grande, entre la ética y la erótica”
en Papel Literario de Diario de Málaga-Costa del Sol, 4 de julio de
1999, pág. V
[12] Ibidem, pág. 707-708.
[13] Ibidem, pág. 14.
[14] Ibidem, pág. 146.
[15] Miró,
E.: “La poesía desde 1936”
en Historia de la literatura española
(Ed. de José María Díez Borque), Tomo IV, Madrid, Taurus, 1980, p. 373.
[16]
Cano, José Luis: "Félix Grande y
sus Blanco Spirituals", en Poesía
española contemporánea. Las generaciones de posguerra, Guadarrama,
Madrid, 1974, pág. 229.
[17] Ibidem, págs. 28-63.
[18] Ibidem, pág. 705.
[19] Lapuerta Amigo, Paloma: La obra poética de Félix Grande, Verbum,
Madrid, 1994.
[20]
Palomo, Pilar, Poesía, op. cit., pág. 149.
[21]
Félix Grande ha querido crear este heterónimo para que represente la conciencia escindida de sí
mismo. Horacio Martín es una síntesis entre Abel Martín, el complementario de
Antonio Machado, y Horacio Oliveira, el personaje de Cortázar en Rayuela. Nació el 2 de abril de 1940 en Barco de
Ávila, fue biznieto de Abel Martín y su suicidó en 1991, según cuenta Félix
Grande en el prólogo a la colección de textos de Horacio Martín, Sobre el amor y la separación, Valdemar,
Madrid, 1996.
[22] Miró (1980:373)
[23] Ibidem, pág. 149.
[24]
Villar, Arturo del: "La poética de
Félix Grande, entre la ética y la erótica", en Papel Literario de
Diario de Málaga-Costa del Sol, núm. 303, 4 de julio de 1999, pág.VIII.
[25] En el prólogo a la obra de Félix Grande Las rubáiyátas de Horacio Martín,
Anthropos, Barcelona, 1989.
[26] Manuel Rico, Op. cit.,
pág. 84.
[27] Manuel Rico, Op. cit.,
pág. 22.
[28]
Benssoussan, A. y Le Bigot, C.: Poetas
españoles del siglo veinte, Université de Rennes, Rennes, 1996.
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