martes, 30 de agosto de 2016
domingo, 21 de agosto de 2016
El Campus de Málaga abordará en sus Cursos de Verano el uso de las nuevas tecnologías en el discurso literario
El Campus de Málaga abordará en sus Cursos de Verano el uso de las nuevas tecnologías en el discurso literario: Este curso será uno de los once que conforman la oferta de Cursos de Verano del Campus Tecnológico de Málaga El Campus de Málaga de la Universidad Int...
lunes, 13 de junio de 2016
PRESENTACIÓN DE POETAS DEL 60 EN EL ATENEO DE MADRID POR MORALES LOMAS Y ALBERT TORÉS
CARLOS ÁLVAREZ, JOAQUÍN BENITO DE LUCAS, MANUEL RÍOS RUIZ, ALBERT TORÉS, FRANCISCA AGUIRRE, MORALES LOMAS, MANUEL RICO Y ANTONIO HERNÁNDEZ
AUTORES SELECCIONADOS EN LA OBRA POETAS DEL 60 (UNA PROMOCIÓN ENTRE PARÉNTESIS). ESTUDIO Y ANTOLOGÍA, EDITORIAL EL TORO CELESTE)
Félix Grande
Francisca Aguirre
José Miguel Ullán Carlos Álvarez
Diego Jesús Jiménez
Rafael Ballesteros
Antonio Hernández
Jesús Hilario Tundidor
Ángel García López
Rafael Soto Vergés
Rafael Pérez Estrada
Manuel Ríos Ruiz
Joaquín Benito de Lucas
Manuel Vázquez Montalbán
ALGUNAS IDEAS SOBRE ESTA PROMOCIÓN
Unos poetas que eluden la poesía social precedente (lenguaje, sintaxis e ideas) y se adentran en un lirismo inicialmente interior, trascendiendo a una expresión simbólica de fuerte inspiración personal en la que se ha visto profundas corrientes apasionadas, neorrománticas, impulsadas por un existencialismo literario pero a la vez con una gran profundidad en el sujeto poético, claramente autobiográfico, inmerso en un tiempo histórico.
¿Qué sucede en los años 60 para este cambio de rumbo?
JOSÉ LUIS CANO: La degradación del lenguaje poético fue uno de los efectos negativos contra lo que reaccionaron los poetas del lenguaje, una nueva lírica que ya no se puede llamar social pero sí CRÍTICA Y MORAL.
PILAR PALOMO habla de renovación generacional, indagación en el lenguaje y el fenómeno poético que llevará al experimentalismo.
JUAN JOSÉ LANZ dirá que durante este periodo, como consecuencia de la aparición de los NOVÍSIMOS a mediados de los 60, los escritores que estudiamos quedarán durante mucho tiempo en un largo silencio pero reaparecen en 1977 cuando la estética novísima va decayendo.
POR TANTO, coinciden dos grandes grupos poéticos: LA PROMOCIÓN DEL 60, que estudiamos y los NOVÍSIMOS: José María Álvarez, Félix de Azúa, Ana María Moix, Pere Gimferrer, Vicente Molina-Foix, Guillermo Carnero, Leopoldo María Panero, A. Martínez Sarrión y Vázquez Montalbán.
A ellos habría que añadir el grupo CLARABOYA con Agustín Delgado, Luis Mateo Díez, Ángel Fierro…
LA EPISTEMOLOGÍA HUMANISTA
Intento de nuevo de profundizar en el ser humano, en el lugar que ocupa en el mundo y las relaciones sociales, cuyo precedente son estos autores.
En esta promoción se incluyen aquellos autores que comienzan a escribir en esta década y tienen una voluntad común en su perspectiva poética (rasgos contenidistas y formales).
Con la salvedad de dos: Soto Vergés y Francisca Aguirre que escriben su primera obra en 1958 y 1972 respectivamente.
Incluimos también a un novísimo, Vázquez Montalbán, por varias razones: personales y de compromiso.
Son escritores pertenecientes a familias humildes y trabajadoras, no pertenecientes ni a la burguesía ni a las clases dominantes del país.
Manuel Rico considera que esto es un rasgo determinante de sus poéticas.
Muchos de ellos militantes de la izquierda, encarcelados…: Carlos Álvarez, Diego Jesús Jiménez…
CARACTERÍSTICAS DE SUS POÉTICAS
Transmutan el coloquialismo anterior en un sistema de recreación -y por ello de conocimiento- de la realidad, de la propia experiencia y de la vida mediante la incorporación de una estética que se aleja de la sequedad y busca en la riqueza lingüística, en el disfrute del lenguaje el objetivo del poema.
Cuidado de la expresión con el que aportan una visión novedosa de la experiencia cotidiana.
- No dejan de ser poetas de la vida, no dejan de estar atentos a la realidad circundante, pero su poesía es distinta y renovadora en su más amplia acepción.
- Enriquecen la poesía cívica de los cincuenta haciéndola más compleja, más atenta a los aspectos formales, especialmente al valor del lenguaje como apoyo de la efectividad.
- No hicieron poesía de la cultura sino de la vida.
- El uso del verso largo, la búsqueda de raíces del presente en los vestigios históricos.
- La incorporación de recursos extraídos de la tradición surrealista -Soto Vergés, Tundidor, Jiménez, Pérez Estrada, Ullán-, pero utilizados de modo controlado, aunque eficaz, así como en el barroco -caso de Hernández, García López o Félix Grande…
- La importancia decisiva de la palabra, rechazando la poesía como simple reflejo de la realidad o como fenómeno de comunicación.
- Acercamiento de estos poetas a Claudio Rodríguez, José Ángel Valente y Francisco Brines, a los que se aplica el calificativo de “poetas del conocimiento”.
- Búsqueda de la experimentación y el irracionalismo.
ALBERT TORÉS, MANUEL RICO Y MORALES LOMAS
ALGUNOS ASISTENTES AL ACTO
JOAQUÍN BENITO DE LUCAS Y MORALES LOMAS
FRANCISCO CASTAÑÓN, ALBERT TORÉS, MANUEL RICO Y MORALES LOMAS
MANUEL RÍOS RUIZ, ALBERT TORÉS Y MORALES LOMAS
ANTONIO HERNÁNDEZ Y MORALES LOMAS
FRANCISCA AGUIRRE Y MORALES LOMAS
CARLOS ÁLVAREZ Y MORALES LOMAS
domingo, 15 de mayo de 2016
EL HUMANISMO SOLIDARIO. PUERTA DEL MUNDO DE F. MORALES LOMAS POR ANTONIO AGUILAR
PROFESORES
Y POETAS (IV): EL HUMANISMO SOLIDARIO
(Puerta del mundo, de Francisco Morales
Lomas)
ANTONIO AGUILAR
En el año 2013, Francisco Morales Lomas, profesor de la Facultad
de Ciencias de la Educación de la UMA y escritor total (cultiva la poesía, la narrativa,
el teatro y el ensayo), fundaba junto a un grupo de intelectuales la “Asociación
Humanismo Solidario”, con la finalidad de hacer una llamada de reflexión sobre
el papel que debe jugar el creador en la sociedad actual. Tras un primer
manifiesto en defensa del compromiso personal y literario de los artistas, el
trabajo de esta Asociación comenzó a dar sus primeros frutos con el apoyo a la
edición de Humanismo solidario. Poesía y
compromiso en la sociedad contemporánea (Visor, 2014), una antología que
recogía la obra de 59 poetas de 12 países distintos (España, pero también otras
naciones de Latinoamérica, Magreb y Oriente Próximo) con un denominador común:
la defensa de la ética personal y literaria como manera de hacer frente a la
pérdida de valores que caracteriza a la sociedad de este siglo XXI. Entre los
poetas españoles que participaron en este proyecto hay nombres tan conocidos
como los de Luis García Montero, Javier Salvago o el propio Francisco Morales
Lomas.
Aunque no puede obviarse que la poética defendida por el
manifiesto humanista tiene su punto de partida en el conocido principio “La poesía es un arma cargada de futuro” y
que, por tanto, resulta deudora de la poesía social que imperó en la España de los
años 50 y 60; existe, sin embargo, una diferencia fundamental entre ambas:
frente al compromiso “social” del pasado siglo, el humanismo solidario se
inclina por el compromiso ético y personal (sin olvidar el literario) de cada
uno de sus integrantes.
A esta corriente reivindicativa pertenece Puerta del mundo (2012), último poemario publicado por Morales
Lomas. Sendas citas de los poetas Ángel González, Octavio Paz y W. H. Auden,
sirven de puerta de entrada al texto,
así como de declaración de principios y afinidades.
Aunque el tono general de los 33 poemas que lo componen (donde
predominan los versos alejandrinos y endecasílabos, a veces en asonancia) es apesadumbrado,
gris o incluso melancólico, la palabra que abre el libro (tomada de la cita de
Ángel González) es expresivamente luminosa: “esperanza”. Una oportuna manera de señalar a los lectores el camino
a seguir. Además, muchos de los poemas finalizan con uno o dos versos que, como
faros en una densa niebla, iluminan fugazmente el texto gracias a una imagen
brillante: “Desnudo y libre en el zumbido
/ que despide la alondra de la lluvia”.
Puerta del mundo es también un homenaje (implícito o explícito) a parte de la gran
poesía en español (especialmente la de voces comprometidas) de la primera mitad
del siglo XX gracias a las emotivas citas intertextuales: Antonio Machado
sobrevuela en el poema que comienza “cielo
azul de mi infancia”, y el eco del mejor Juan Ramón Jiménez (aunque también
el de César Vallejo) resuena en versos como “me iré una mañana de sol y candelas”.
Pero quizás los dos poemas que mejor pueden servirnos como ejemplo
del tono del libro y de su finalidad ética sean “Paraíso cerrado para muchos” (otro homenaje intertextual) y “Los hombres duros se alimentan del rescoldo…”,
ambos con espléndidos finales.
En el primero, el “yo poético”, después del viaje realizado a
través de una vida siempre incierta, aguarda a las puertas del mundo con la
esperanza de que esté al llegar la regeneración buscada: “Tan grande es / mi hambre y tan frágil mi tristeza”.
El segundo poema abunda en el tópico de los “hombres duros”,
todavía presente en muchos sectores de la sociedad, “Sufren el embate de las olas pero se dejan / querer, porque son duros
(…) Son hombres duros que no se agotan en el caos / y sobre su historia siempre
hay algún monólogo, / algún acto heroico con estatua”, para llegar finalmente
a un espléndido último verso (casi un epifonema) que, con un sesgo irónico, da su
verdadero sentido al texto: “Protégeme,
maestro, de tanta fortaleza”.
Un poemario, en definitiva, que, muy lejos del panfleto y la
soflama, pone en cuestión muchas de las “verdades” que han ido instaurándose
(casi sin darnos cuenta) en el conjunto de nuestra sociedad: la importancia del
éxito, la obligación de ser feliz, el alejamiento de los ciclos naturales…, todo
aquello contra lo que el Humanismo Solidario ha levantado su voz crítica.
domingo, 1 de mayo de 2016
DESAPRENDIZAJES DE CABALLERO BONALD POR F. MORALES LOMAS
DE JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD
F. MORALES
LOMAS
Existe un relevante parentesco
entre los dos filósofos más importantes del XX, Heidegger y Wittgenstein, y
Caballero Bonald, al hacer coincidir en el hecho lingüístico la esencia
respectivamente del discurso filosófico y de la escritura artística o poética. Si
Wittgenstein afirmaba que los límites de mi lenguaje son los límites de mi
mundo, Heidegger pretende acceder al
descubrimiento del ser como revelado en la palabra, siendo está la casa del ser,
que, como dice Caballero Bonald, su actividad depende de “su capacidad
penetradora en el solar de lo desconocido”.
Las claves de la poesía para Caballero Bonald
están in situ, en el interior del
texto, y, en ocasiones, en su ingrediente alucinatorio. Pero el poema se
alimenta de la vivencia, del aprendizaje de la existencia al mismo tiempo que
es la resolución de un enigma y, en ese deambular por el mundo, la esencia
primera vuelve con frecuencia al lenguaje poético de Góngora y San Juan de la
Cruz, tanto como al pensamiento crítico del que se alimenta con fortaleza. Pero
cuando se vuelve la mirada hacia atrás (la estatua de sal es un peligro
inminente) hay que iniciar un “contracamino”, un “desaprendizaje”, no tanto
como olvido de lo aprendido sino reconsideración de esas leyes fundamentales
que obviaron nuestra existencia. ¿Qué hay de verdad en ello? ¡Cuánto en esa
memoria que como una araña va germinando su malla de seda en el que la única
víctima de lo aprendido, nuestro propio centro, somos nosotros!
Como en Heidegger, el ser de
Caballero Bonald es el estar-ahí (Dasein), en el que como transitorios en un
tiempo, aspiramos a definirnos porque en nuestro proceso de construcción de esa
identidad, como búsqueda, como desaprendizaje, está la esencia de lo
vivido. Caballero Bonald sabe que las
alas de ese tiempo son frágiles y en muchas ocasiones nos alimentamos de
ensueños. Y después de construir esa
identidad con lo aprendido, “resetearlo” todo y reconstruirlo desde otros
presupuestos, desde otra verdad en una constante aventura prometeica. Es una contingencia
en la que la palabra es el fundamento de su mundo pues en ella deposita
Caballero Bonald el centro de su creación literaria. Hay una búsqueda de sí, de
ese Dasein, en el abismo, siendo consciente del concepto de inefabilidad. En
ese recorrido la naturaleza, el paisaje… como en el Renacimiento, es un
alimento excelso que lleva a la plenitud, pero también la necesidad de “ser
siendo” o advertir sobre los gravámenes del tiempo, un discurso en el que
convivió siempre Antonio Machado con Bergson.
Para este, el único tiempo real es el humano, en ese tiempo vamos
creando la bola de nieve de nuestro existir con las acrecidas, pero todo lo
porvenir está ya en lo ya sido, aunque en ese tiempo ininterrumpido en cada
momento surge al unísono lo irrepetible y único en una especie de síntesis
entre Heráclito y Parménides. Caballero Bonald se propone en Desaprendizajes desmenuzar la realidad
entera de la vida, en sus acontecimientos, en sus axiomas, en sus determinaciones…
porque quiere entender a ese ser humano Caballero Bonald a partir de ese hombre
y de su conciencia. Una aventura
prometeica esa aventura en la comprensión del impulso vital que esconde la
crecida y decrecida del ser. Y en este recorrido “todo es versátil y azaroso”, asumiendo
que la propensión a la evidencia y a la realidad solo puede ser un camino que
impide la lucidez que nace de la duda. Es consecuente con que la jornada está
llena de trampas y al mismo tiempo “difícil es y acongojante desaprender lo
aprendido”, hasta casi llegar a ese “centro de la piedra”, en ese poema donde
tan presente está Valente y la soleá
“Fui piedra y perdí mi centro”; y, en ocasiones también, la imagen general del
vencimiento.
Pero hay unos principios que
sostienen claramente ese Dasein: la
madre, el mar, la iluminadora modificación de las palabras, la certeza del ser,
la búsqueda de la luz… y también “los innúmeros venenos que me han de resarcir
de todo lo perdido”, como antídotos. Tampoco puede faltar su compromiso moral y
ético ante esos látigos del tiempo que fustiga, ante las patologías de la vida
cotidiana, y que en el poema de tanta raigambre machadiana, “El mañana efímero”,
se hará evidente: “Esa España inferior que ora y bosteza empecinada una vez más
en no ser sino un remedo de su propia añagaza, un fraudulento expurgo de lo que
nadie podrá nunca cotejar.” Existe una denuncia de esa barbarie, de lo zafio,
de lo banal y de lo obsceno. Pero también en el poema “Los mendigos transportan
sus pertrechos”, donde deducimos una suerte de nuevo humanismo que se guarnece
de los atributos que más importan: “Escogen un trayecto en espiral cuyo trazado
conduce consecuentemente al punto cero de la privación. No siempre usan los
harapos a manera de lágrimas y guardan entre sus pertenencias un renuente
acervo de migajas perecederas”.
Sin embargo, la belleza en su
orbe germinal de nuevas esencias acaba apoderándose de la esencia de la palabra,
mientras el poeta guía virgilianamente al náufrago que, como un Ulises
cualquiera, camina hacia los abismos del ser. Puede hallar una simbología de
espejismos en esa quimérica reminiscencia de los argonautas, y no puede evitar
preguntarse de qué ha servido tanta victoria y también tanta derrota, en una
tendencia moral que trate de acallar su conciencia; o reflexiona sobre el
ejercicio de la escritura en el poema “Retórica y poética”, donde la palabra es
el centro y su aprendizaje para desvelar el mundo, con su tedio, sus
conciliábulos, su desgaste…, siempre las palabras como bienhechoras y reveladoras
de ese ser que va creciendo por acumulación en el camino prorrogado en el que
el hombre no debe petrificarse en ninguna verdad, como diría Jaspers, y estar
siempre dispuesto a aprender. Caballero Bonald lo está, en Desaprendizajes revela esta verdad esencial. Es la filosofía última
de la que alimenta el libro y recuerda un tanto estas palabras del filósofo en
Heilderberg: “Cumple quebrar toda forma que se torna definitiva, dominar todos
los imaginables puntos de vista en su relatividad y cumple hacer presencia
conscientemente a toda forma del envolvente, realizar todas la maneras de
comunicabilidad”. Porque en el fondo, el mundo es una paradoja y nuestro
conocer un rompecabezas, un aprendizaje que debe ser desaprendido: “¿Qué hacer
–se pregunta el poeta- frente a esa contrariedad demoledora…?” Cuando apenas
somos el contrapeso de un galimatías que está por ser descubierto, siendo
conscientes de que nuestro tiempo, el tiempo de ese ser que está ahí, se
alimenta únicamente del discurso de lo desconocido, lo único que todavía
alimenta nuestro tiempo en esa “puta noche”.
En esa indagación de
identidades, en ese reencuentro del ser en sí, su interiorización ayuda a
descubrir los resortes de sus pesquisas en los suburbios de la noche, en el
reencuentro con la propia memoria, cayendo a veces en la dimensión del vacío o
en los tentáculos del silencio, en su magnanimidad decrépita. El tiempo,
siempre inmarcesible, se adueña de la escena con sus despojos y su noche, pero
debemos ser consecuentes: el tiempo real es el tiempo humano, y así se muestra
el alegórico Max Estrella de “Raya de la vida”, con sus fracasos, sus pérdidas
y la “sucesión de hermosuras menoscabadas por la desdicha”. No es lo mismo la
vida que lo vivido, porque las alas que nos conducen en ese recorrido temporal
son siempre frágiles y al borde de la desmemoria, contingentes y reducidas,
mientras la duda mantiene el extravío vital y el ser que está ahí se conduce perplejo
entre los dos polos que proponía Heráclito: la armonía de lo invisible frente a
la armonía de lo visible, a la que llegaremos si somos capaces, como Caballero
Bonald, de desaprender lo aprendido.
Un libro sabio, profundo,
heterodoxo… donde la búsqueda de la expresividad del pensamiento vital es
constante y los recursos de la lengua se adaptan a la horma del pensamiento en una
conducción lúcida que nos advierte de uno de los grandes poetas de la
literatura española contemporánea.
martes, 26 de abril de 2016
LA BOTELLA DE BUKOWSKI DE RAFAEL RUIZ PLEGUEZUELOS POR F. MORALES LOMAS
LA BOTELLA DE BUKOWSKI
DE RAFAEL RUIZ PLEGUEZUELOS
F.
MORALES LOMAS
Decía el escritor
argentino Marcelo Figueras que ser escritor es como ser padre, algo que tienes
que demostrarte todos los días; sin embargo, ya es mucho cuando existe una
bibliografía escritural detrás; y, sobre todo,
cuando tu obra ha sido reconocida con importantes premios como el García
Lorca de Teatro, el Ciudad de Segovia de Guión Cinematográfico, el dramaturgo
Moreno Arenas con obras como El pez
luchador, Flores para Ginebra, Terapia de choque, Los zapatos sucios, o el ensayo La
rebelión nace en el bosque, un estudio detallado del escritor inglés
afincado en Mallorca, Alan Sillitoe.
Sin embargo, la
primera novela, como es esta que presentamos hoy, La botella de Bukowski (Editorial Tempestas, Madrid, 2015), significa para el escritor adentrarse
de nuevo en un proyecto diferenciado del resto. Aunque existe ese poso
bibliográfico anterior y el conocimiento del oficio que se tiene entre manos,
no en balde, Ruiz Pleguezuelos es doctor en Filología Inglesa y licenciado en
Filología Hispánica y Teoría de Literatura, sin embargo, la novela tiene sus
propios engranajes y su dinámica creadora. Los que escribimos en varios géneros
sabemos que la perspectiva, la proyección de la obra, la presencia de los
personajes está diferenciada. Es verdad que una novela, como decía Cela, es
aquello que bajo el título figura el nombre novela, un cajón de sastre. Pero
también es verdad que no siempre la perspectiva es esta.
Y todo este excurso inicial es para
decir que la novedad de lo primero se percibe en la estructura y el espíritu de
bildunsgroman en que se convierte La botella de Bukowski. Algo muy
habitual en los escritores que comienzan: el ser aprendices de brujo, el querer
recorrer un camino de aprendizajes. El bildunsgroman
fue un
término creado por el filólogo alemán Johann Carl Simon Morgenstern a
principios del siglo XIX para referirse a la novela de formación o novela
de educación. La botella de Bukowski
lo es por varias razones: el protagonista es un escritor en ciernes, un
escritor que comienza y vive preso de sus ídolos. Es un joven que se está
formando, que necesita coger un camino. Al fin y al cabo eso es escribir
novela: escoger caminos, adentrarse en las procelosas aguas de un mundo que
vamos creando paso a paso. Así lo va haciendo el protagonista, Juan Navarta
Pommera, de la mano de su ídolo Bukowski. Un escritor perteneciente a la
generación beatnik norteamericana que se convirtió en los años 70 en un icono
del realismo sucio con sus continuas llamadas a un neoexpresionismo desgarrador
de nuevo cuño en el que las referencias al alcohol, el sexo y las drogas estaban
muy presentes como un claro proceso desmitificador de las nuevas sociedades
neocapitalistas, un ataque a esa sociedad degradada. También durante esa década
de los setenta, Bukowski fue un icono para nosotros y obras como La máquina de follar (1978) fueron
libros emblemáticos durante la transición que nos abrieron los ojos y
permitieron avanzar desde una sociedad franquista represiva a otra más libre.
El protagonista de la novela, Juan Navarta Pommera, un
joven aprendiz de escritor, viaja hasta París porque sabe que Bukowski va a
participar en el programa de televisión de Bernard Pivot y desea conocerlo.
Existe la erótica de la imagen, existe la erótica de la recepción, la erótica
que produce en un escritor que comienza el sentirse cerca, al lado… el tocar a
sus grandes ídolos. Fue la misma sensación que tuve en febrero del 80, cuando
entrevisté en su casa de Juan Ramón Jiménez a Francisco Umbral con motivo de mi
tesis de licenciatura. Sin embargo, lo
que ocurre habitualmente es que a medida que se conoce al hombre este acaba por
derrumbarse en tanto crece la figura del escritor, pero ya la imagen proyectada
es otra cosa.
La novela se concibe como el recorrido de un camino a
través del París de los 70 y, a medida que avanza la acción concreta en esa
búsqueda de Bukowski se va reflexionando sobre el proceso de creación novelesca
y cómo desde las palabras, a través de las estructuras, de la sensibilidad, de
las percepciones personales y de las intuiciones propias se configura la
literatura. Toda literatura tiene un camino. Juan Navarta a través de ese
camino está conformando el suyo propio.
La obra tiene un interesante prólogo del catedrático de
la universidad complutense, J. Ignacio Díez, donde dice, entre otras cosas, que
la novela es “la historia de una ’ semana iniciática’ que usa y transforma
tópicos literarios bien conocidos para contar, como toda buena historia, una
decepción, tan divertida y fructífera. El relato apunta a un encuentro alocado
e imposible, y por el camino tritura los apriorismos de los encuentros
idealizados” (p. 9).
El punto de vista adoptado por el narrador es el de
primera persona por boca de su protagonista, Juan Navarta, que nos va
transmitiendo una visión personal, sistematizada y precisa de ese recorrido por
las calles de París en busca de Bukowski con la presencia de diversos
personajes como Armand, su hermana, o Nadine.
Sistematiza el proceso de narración en diez capítulos y
un epílogo en el que confirma finalmente que ha conseguido publicar su primera
novela Les Garçons des Étoiles y
realiza una serie de reflexiones metaliterarias –constantes a lo largo de la
novela- sobre el proceso de transformación y metamorfosis que se opera en Juan
Navarta y cómo va progresivamente conformando la carrera creadora.
La obra transcurre en 1978. Un año en el que también yo
andaba por París en un intento de recuperar aire después de vivir casi
asfixiado en la sociedad española que se preparaba para el emblemático año de
la constitución. Por entonces había ilusión, pero todavía muchos temíamos que
pudiera haber nuevos golpes de estado o un retroceso social como luego tuvimos
tiempo de comprobar. Durante este año emblemático, Juan Navarta sale de casa,
una casa con un padre que después descubriremos aspiraba a ser escritor y acaba
trágicamente. Instrumento de la retórica novelesca que servirá para iniciar
simbólicamente el comienzo de la carrera escritural de Juan Navarta.
La novela conforma desde la brevedad de sus doscientas
páginas un mundo preciso en el que la literatura es el gran tema a desarrollar,
la necesidad de la creación y cómo esta se va conformando en la mente de un
joven, pero también las disquisiciones en torno a un mundo que es reflejado
perfectamente por el autor con un estilo contenido, raudo y preciso en el que
el tempo narrativo es conducido con solvencia y absoluta pericia.
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La creación literaria y el escritor

El creador de libros, pintura de José Boyano