jueves, 17 de marzo de 2016

REFLEXIONES CRÍTICAS SOBRE LAS NOVELAS FINALISTAS DEL XXII PREMIO ANDALUCÍA DE LA CRÍTICA 2016, POR F. MORALES LOMAS





  

Gran Granada de JUSTO NAVARRO, 

Ed. Anagrama (OBRA GANADORA)



Gran Granada pertenece al género de la novela policíaca aunque existe un trasfondo histórico y social que permite también adentrarse en un tipo de novela que revela claves sobre nuestro pasado, sobre todo ese modelo sociedad dictatorial que vivimos durante el franquismo y, también, sociológico, por cuanto todo el ámbito de esta novela no se centra en la gran ciudad, como es lo habitual sino en una ciudad de provincias como Granada (patria chica del autor), de la que nos revela componentes vivenciales de época con una ambientación social precisa  sustancial. De modo que se produce una alteración de ese concepto negro o policíaco en aras de llegar a una especie de síntesis heterodoxa y novedosa en este tipo de obras.
Se desarrolla durante el año 1963 cuando fueron conocidas las terribles inundaciones de la ciudad al tiempo que se anunciaba la llegada del dictador Franco, otra especie de “inundación” vivencial y social, de diferente calado, que mostrará a las claras una imagen de época en la defenestración de la máxima autoridad local, el gobernador civil, a resultas de los sucesos no conclusos que acaecen en la ciudad y son objeto fundamental de la novela. Esto nos permite adentrarnos por una vorágine local en la que se observa la situación de absoluta opresión y la putrefacción del poder instalado.
En el aciago día de más lluvia se encuentra el cadáver de un forastero en un hotel granadino y aquí arranca la primera muerte a la que van a suceder otras que tendrán relación con ella, pero no se sabrá hasta el final de la obra, con las investigaciones que va realizando el comisario Polo. Lo que va generando una especie de laberinto en la ciudad del que a veces es dificultoso salir para el lector. Comenzamos a pensar que el oculista Saura es el asesino de Fernando. Investigación que se va entreverando con el anuncio de la visita de Franco y su posterior llegada y sucesos diversos.
Navarro se va introduciendo así en temas muy queridos para él como el concepto de moralidad o la faceta homosexual en una época que era atacada furibundamente, la trascendencia de la construcción del pasado para los personajes diversos y el proceso agobiante de una realidad social terrible son elementos que conforman una novela de desarrollo complejo por el magma que la circunda.
El escritor crea perfectamente una atmósfera de época a través de lugares concretos, costumbres, canciones, usos y modos, y convierte de nuevo a Granada en un espacio narrativo que ha tenido siempre una gran importancia en su obra.
Hay un esquema impersonal de novela negra que permite en ocasiones al lector perderse en un laberinto del que de vez en cuando debe acudir en su ayuda el escritor consciente de las dificultades y las sucesivas muertes enganchadas de tal manera que es un proceso complejo, casi matemático.
En ese ámbito observamos que hay un grupo homosexual que controla la ciudad. Un grupo de poder al que pertenece el comisario A Polo, policía y espía; el oculista Federico Saura, protagonista, como hemos visto desde el inicio; Clara, su novia; o el catedrático de arte Juan Segovia, que aparece muerto también en extrañas circunstancias. Un mundo abigarrado y promiscuo para una novela de calidad literaria.




El relojero de Yuste de JOSÉ A. RAMÍREZ LOZANO, Ediciones del Viento





Con esta novela Ramírez Lozano obtuvo el premio Ciudad de Salamanca en 2015. Se centra en los últimos días del emperador Carlos V en el monasterio de Yuste y la obsesión por el tiempo que le queda de vida, materializado simbólicamente por el relojero del título de la obra. Es el año 1555 y el emperador, con tan solo 55 años, se considera ya un viejo que decide retirarse al monasterio extremeño de Yuste. En ese recorrido le acompañan sus relojes y Juanelo Turriano, relojero a quien se encomienda que funcionen perfectamente. De camino hacia el monasterio y siendo consciente del final de su vida, el emperador anhela que este llegue lo más tarde posible y cree que puede retrasar su llegada si se sabe resolver ese momento, por este motivo le encarga a Juanelo que fabrique un autómata que luche por él contra la muerte: que componga un reloj para disputarle el tiempo a la Muerte. Y le dice: “Quiero, Juanelo, que construyas un reloj para mí cuyas horas corran parejas de mis días”, porque “sabido es, amigo Juanelo, que habremos de morir, pero el día y la hora está en nuestra mano retrasarlos. Y a esa dilación y tardanza llamo yo victoria”.
En sus asiduos diálogos sobre el tiempo y los relojes, le dice Juanelo que la verdadera ciencia ha de ser audaz y este afirma que sería capaz de “hacer un reloj acordado con el cuore, con el suo cuore (le dice al emperador), como los son los planetas y las horas (…) pero hecho a la medida de su alma (…) Los relojes son el ánima del universo –insistió Juanelo tentador-. Sería un reloj único, el mio capolavoro; en el que estarían representados los movimientos de todos; el de la octava esfera, el de los siete planetas …” Es una batalla contra la Muerte y en defensa de la vida. Unas ideas sin duda muy interesantes y llamativas por las que nos conduce Ramírez Lozano. 
Pero no es la única en esta breve pero intensa novela organizada en diecisiete capítulos que nos muestran el recorrido del emperador camino de Jarandilla hasta la llegada de la muerte: “cuando Male advirtió que el reloj había acabado de sonar”, en esa interacción entre vida/sonido frente a muerte/silencio del reloj. Otras temáticas como la simbología de la cerveza (más aceptada por el emperador) frente al vino (defendido por los frailes) o la obsesión por los relojes frente al enfrentamiento con los frailes que los consideran invento del diablo… son elementos que coadyuvan en la línea de un enfrentamiento evidente del emperador frente a la iglesia puesto de manifiesto en muchos pasajes del libro.
A través del diálogo, por ejemplo, con su primo Francisco de Borja descubrimos ese enfrentamiento con el papa Paulo por llamar a los españoles “cismáticos malditos, hez del mundo. Abyecta y vil dijo de nuestra nación”.
Los diálogos con el padre Regla muestran también esa vía de enfrentamiento permanente y al que le reconoce una y otra vez su obsesión por el tiempo y por no poder controlar ese final. Y es que, en el fondo, está presente esa lucha entre la ciencia y la religión y el intento de esta por imponer el ejercicio dogmático del pensamiento: “Los frailes, Majestad (le dice Juanelo). El prior recela de mi trabajo. Es de los que piensan que la ciencia estorba la fe”.
Los comentarios del emperador hacia el relojero van en esa misma línea cuando irónicamente le comenta que los acusan de calvinistas porque Calvino ha hecho en Suiza de los relojes un instrumento devoto, “severísimo como es con le ore”. Y curiosamente la cerveza se convierte en una especie de emblema también de esa lucha pues sabido es que estos recelan de la bebida celta.
Entre los diversos personajes que surgen para conformar una visión complementaria se encuentran Van Male o el propio hijo bastardo del emperador, Jeromín, el futuro don Juan de Austria, cuya presencia conecta con una interpolación, la de la serrana que le muestra una teta al emperador, que nos retrotrae a las leyendas medievales, pero que aquí está traída un poco a la fuerza en esa insistencia de la serrana de tener un hijo bastardo del emperador y que nos anuncia la de su hijo bastardo.
Pero en muchas de estas situaciones secundarias lo que trata de mostrar el autor es una visión de época con un estilo raudo y llevado de los diálogos obsesivos del emperador en torno al tiempo.
Una situación un tanto violenta se generará cuando desaparece el reloj que ha sido construido para el emperador y se emprende una investigación de la que se responsabiliza a los frailes, representantes de la ortodoxia y de evitar que el emperador caiga en la herejía del tiempo. Así el diálogo surreal del emperador con el diablo solo manifiesta esa visión religiosa de la obsesión diabólica con el tiempo.



Amar tanta belleza de HERMINIA LUQUE, Ed. Fundación José Manuel Lara


Amar tanta belleza de Herminia Luque fue ganadora del IX Premio Málaga de Novela. El título de la novela surge a partir de unos versos de María de Zayas incluidos en su segunda colección de novelas, Desengaños amorosos, que dicen así:
Así gasta, llorando,
su bien perdido tiempo
que amar tanta belleza
gloria es, que no tormento.
Herminia Luque construye una novela socio-histórica centrada en dos figuras femeninas relevantes del siglo XVII: Ana Caro Mallén y María de Zayas. La primera menos conocida que la segunda, pero, sobre todo, la relación de afecto que las unió a ambas a la que dedica un buen número de páginas que expresan el reconocimiento mutuo, con un lenguaje con el que ha querido acercarse en cuanto al léxico, a las construcciones sintácticas y a los recursos semánticos… a la forma y al espíritu de la lengua española durante ese siglo. Lo que le da un cierto aire arcaizante y produce unas evidentes dosis de verosimilitud muy sugestivas.
Herminia Luque ha realizado un profundo trabajo de investigación serio y riguroso (y el hecho de ser profesora de Historia es determinante), seleccionando fundamentalmente elementos de tipo social o sociológico, hábitos, costumbres, usos, comidas, alimentación, ropas… que nos permitan hacernos una idea relevante de la situación vital. Este elemento es concluyente y muy enriquecedor, incluso desde el punto de vista estructural, pues, en ocasiones, la autora cede al hilo conductual de la obra en beneficio de estos recursos que permiten contextualizar las situaciones desde el punto de vista de los elementos sociológicos pero formulan cierto fragmentarismo discursivo.
Realmente la anécdota inicial, el prólogo correo electrónico de la profesora Mónica Belicio de Torres dirigiéndose al editor y adjuntando el archivo con cinco documentos de diferente naturaleza es un recurso libresco historicista, con afán de verosimilitud, para ahondar en el relato de las vidas de una y de otra, sus idas y venidas por diversos lugares de España, sus referencias biográficas y la importancia de la escritura en sus existencias.
Estructuralmente la obra se organiza en varios apartados: el citado correo-electrónico (a modo de prólogo), un epílogo (con tuits de la misma autora del prólogo) donde Mónica comunica que su editor ha publicado los textos de Ana Caro y María de Zayas como si fuesen ficción, bajo el absurdo título de Amar tanta belleza, y anuncia una demanda judicial; y cinco partes: I, La aparición de una mujer en carne momia (1637); II, la región más anhelada (escrito, una de las partes más amplias de la obra con 143 páginas); la III, testamento de doña María de Zayas (5 páginas); la IV, Amar tanta belleza  (1653), (escrito de María de Zayas, como el anterior, con 107 páginas); y, finalmente, un escrito de Roque Salvatierra en el que se anuncia un certamen poético para celebrar la memoria de sor Juana de Jesús y condenar la memoria de María de Zayas y la exaltación de Juana de Jesús.
Sin embargo, el grueso de todo ello son las historias de ambas escritoras, siendo las otras referencias un oficio libresco con las que intenta ofrecer verosimilitud y un toque de modernidad en el uso del correo electrónico y los tuits, creando una especie de distanciamiento entre épocas.
Aunque estructuralmente todo el grueso de la obra son los dos escritos de estas autoras, que constituirían el 90% de la narración, también existe una apariencia metaliteraria, pues se configura a partir de los documentos hallados por una profesora universitaria –entre ellos dos testimonios autobiográficos: una carta de Ana Caro Mallén y otra de Zayas– donde se narran las apasionantes peripecias de las dos escritoras y amigas, a la vez que nos sumergimos en el contradictorio mundo de la cultura del Barroco.
Asimismo observamos la tendencia, como en el Quijote, a formular historias secundarias que conforman el gran magma narrativo. Abundan las interpolaciones de estas que generan una malla imprescindible para comprender el relato.
Pero, sobre todo es el factor femenino uno de los elementos determinantes. Está muy presente en el afecto que siente la escritora por los personajes elegidos, dos mujeres fuertes de carácter y con una personalidad muy moldeada, que se adelantan a una época en la reivindicación del papel de la mujer. Una razón feminista que está muy presente en algunos pasajes de la obra.
Cada autora realiza un escrito (María de Zayas dos en realidad), en el que ejecutan una aproximación vital a determinados periodos de la vida de cada una, sus preocupaciones diarias, su defensa de la literatura y la concepción de la mujer como un ser completamente al margen de la sociedad y, sobre todo, la relación sentimental que unió a ambas.
El comienzo no puede ser más misterioso porque el lector se encuentra que tras el muro de una casa se halla el cadáver momificado de una mujer. Y la única pista sobre este macabro descubrimiento la porta en sus ropajes la propia víctima: “Mi hermano me puso aquí”. Información aportada por Mónica Belicio para su editor. La resolución del crimen es otro de los elementos parejos, aunque realmente lo importante es el descubrimiento biográfico de ambas mujeres.
Es una novela que por momentos posee un carácter costumbrista pero que se desarrolla con soltura y vitalidad.



El rey del juego de JUAN FRANCISCO FERRÉ, Ed. Anagrama




Se adentra en una línea que para él es habitual: los entresijos de la contemporaneidad más  alegórica y publicitada, y, en este caso concreto, por los entresijos de la España contemporánea desde perspectivas nuevas en la novela española actual que nos adentran por una concepción diferenciada del significado del término realismo en el momento actual. Acaso como dice su protagonista: “No era la vida sino una imagen distorsionada de la vida. Una ilusión óptica concebida por un idiota, llena de imágenes desenfocadas y ruidos inútiles” (p. 151). A través de ella asistimos a un discurso fragmentario con abundante número de personajes que van y vienen por mundos heterogéneos, percibiéndose un claro homenaje a las estructuras abiertas, al reciclaje literario, la interdisciplinariedad, la posmodernidad, la presencia del collage, la introducción de la cultura del videojuego, la narrativa paródica, el mixtificado discurso de envoltura filosófica, la extravagante utopía y la hábil entelequia ficcional… Pero mostrando al mismo tiempo un modelo de sociedad degradada, bajo la férula de la mejor tradición hispánica que llega desde el esperpento valleinclanesco.  El rey del juego es una obra profundamente hispánica, es un producto made in Spain, una parodia, una astracanada sobre nuestra existencia más actual con la que Ferré ha querido mostrar nuestras excrecencias, limitaciones, abusos de poder y absurdo más beckettiano, a través de un thriller narrativo que posee una perspectiva y punto de vista desmitificador, lúdico, excéntrico, humorístico, deformador, alegórico y juguetón. En una entrevista en Diario Sur (19 octubre 2015) decía:

Yo he querido escribir un thriller en el cual un escritor, que es un ingenuo y un bobo, termina descubriendo una realidad que nunca hubiera sospechado. Y en ese sentido, Axel es un prototipo del ciudadano de nuestro tiempo, en el que me incluyo: estamos continuamente recibiendo fogonazos de información y no acabamos de entender en qué estamos metidos. Y, por otro lado, es una novela en la cual quiero afirmar la fuerza del humor.

El narrador y protagonista, Axel Bocanegra, un escritor cuarentón de conocido, es requerido por dos personajes que lo secuestran y a través de unas pastillas “mágicas” lo hacen entrar en un mundo de alucinaciones en el que la realidad se mezcla con el sueño en un continuum de acciones que lo llevan de un lugar a otro y de unos sucesos a otros sin una relación de unidad o continuidad y sí como exaltación de la metáfora de lo fragmentario tan habitual en sus novelas. En esta obra no existen héroes y sí antihéroes. En su bajada a los infiernos y a la sordidez de su recorrido vital por pueblos y lugares indeterminados el escritor malagueño está reivindicando un modelo de espacio vital muy español completamente degradado con evidentes alusiones a la política actual y a sus componentes más simbólicos, cambio de monarca (amenazado), alcaldes corruptos y sordidez en un juego en el que no solo juegan los personajes sino el propio escritor con ellos. Con el que trata de mostrar continuas claves de nuestra realidad más abyecta. Una realidad ajena al realismo, por cuanto para Ferré (ya lo había acreditado en sus obras anteriores) la realidad es algo más profundo que el discurso realista con el que claramente rompe y al que considera insuficiente para conformar su visión del espacio-tiempo. Un sentido de la realidad que lo manifiesta en estos términos:

Me parece que la única forma de acercarse a la realidad es desde una perspectiva que no sea trillada ni trivial sino original. Y eso nos lo da poder mirar el mundo desde una perspectiva fantástica (…) A mí me interesa una realidad muy concreta, que está definida por los medios y no solo por lo que vivimos a diario. Y en esta novela a partir de un momento determinado se produce un apagón electrónico y ya no hay radio, no hay Internet... A partir de ahí la realidad se transforma. Eso acelera el vértigo del thriller, porque los personajes se mueven en una realidad que ya no pueden encontrar en pantallas ni en información mediada por Internet. Por eso hay que utilizar otros géneros que no son realistas para aproximarnos a esa realidad (Sur, 2015: s. p.).

Porque esto es lo que realmente le interesa al novelista, adentrarse en el aquí y ahora, en nuestra sociedad desecha, destrozada y corrompida y ofrecer las claves presuntas de esa degradación. Laberintos abyectos en los que  entran  y salen los personajes llevados por el azar o por los caprichos de la propia historia pero con una perspectiva que no entronca con esa realidad sino que se aparta a través del rapto de lo fantástico y el juego, porque solo a través de ellos se puede acabar comprendiendo este escenario.
Lo primero que llama la atención en la obra es la meditación en torno a los componentes y el orden de la estructura de la misma: opiniones “fantaseadas” de escritores y particulares sobre la obra, la cita de Juan Luis Vives y la organización de las dos partes con los consiguientes subapartados…
Al inicio existen toda una serie de opiniones traviesas del autor que nos recuerdan los juguetones poemas de Cervantes en el prólogo del Quijote, con el que encontraríamos concomitancias en algunos elementos técnicos: la interpolación de historias, el espíritu deformador, la antiheroicidad de los personajes, el antirrealismo tanto en la época de marras como según la concepción que ha tenido durante el XX, la apuesta por una renovación, la síntesis entre fantasía y realidad, y, sobre todo, el recurso a “la cotidianidad”. Muchos elementos que, salvando las distancias, los unen. Con ello muestra Ferré desde el minuto uno que su obra está presidida por el juego más absoluto y el espíritu bufo y la mascarada (…).
En definitiva, una novela iconoclasta, bizarra, osada.. que requiere de una gran participación del lector y en la que el autor asume una gran cantidad de riesgos. Con la seguridad de que será propensa a las filias y a las fobias, como ha sucedido siempre en cualquier país del mundo cuando un novelista ha querido aportar algo diferente al statu quo pero con una evidente calidad literaria y una prosa rica y audaz.




La emperatriz de Tánger de SERGIO BARCE, Ediciones del Genal




La emperatriz de Tánger fue finalista del XVII Premio de novela Vargas Llosa de 2012. Barce se centra en una novela de género negro ambientada en Tánger. Una ciudad que conoce perfectamente y por la que nos conduce con soltura y solvencia narrativa. El protagonista es Augusto Cobos Koller, un escritor alcoholizado, que trata de redimirse con la literatura aunque su vida le lleva por tugurios y drogas incapaz de organizar su existencia. En ese recorrido vital su encuentro con el escritor Paul Bowles pertenecería a ese espacio propio de la metaliteratura, en la que esta se convierte de pronto en un residuo para penetrar en la obra en sí. Sin embargo, Barce es fiel a la trama de cualquier novela negra en la que el protagonista se ve envuelto cuando un capitán falangista al que la mayoría desea su muerte es asesinado.
Las continuas intromisiones del inspector Barreda en la existencia de Cobos Koller van a convertir su existencia en una pesadilla y en una desesperante intriga novelesca que no será resuelta hasta el final. Un constructo que siempre es complicado en este tipo de novelas porque la intensidad es muy difícil de regular y en este caso concreto se hace de un modo adecuado y bien conducido, con total verosimilitud y con una tensión narrativa apropiadas. Al lector siempre le quedará la duda del grado de participación del protagonista en la muerte del despreciable falangista.
La novela posee todos los condimentos para la cinematografía, un espacio muy a lo Casablanca, una situación internacional, un país en donde se halla lo peor de la degradación de un espacio político conquistado y la mujer, con su carga erótica, como un elemento más para redimir junto a la literatura la liberalidad extrema de Cobos Koller. Los elementos de la intriga son llevaderos y en ningún caso los escenarios secundarios ahogan la línea inicial, por cuanto no es una novela muy extensa (tan solo ciento setenta y seis páginas) y Barce la lleva de un modo raudo y con contención en el proceso de construcción de espacios, en las descripciones y en la conformación de los personajes que están desarrollados en sus aspectos esenciales.
Barce organiza estructuralmente su espacio narrativo en una serie de capítulos que llevan como título un nombre, Yamila, Ricardo… que serían los personajes que protagonizarían el capítulo en concreto. El primero es un inicio fulgurante en el que el erotismo se apodera del mismo. Estas se suceden sin solución de continuidad porque Cobos Koller es un adicto al sexo (lo definen como putero) que, no obstante, como le había dicho en una ocasión una de sus amantes, siempre acaba huyendo. Pronto entraremos en La emperatriz de Tánger, la novela del mismo título que prepara el propio Cobos Koller, sin saber muy bien hasta dónde es Cobos Koller o hasta dónde es Segio Barce el autor de una o de otra debido a que ambas llevan el mismo título. Esta buscada confusión le permite al escritor adentrarse también por un tema interesante, los entresijos de la creación narrativa, por lo que esta se objetiva desde una perspectiva novedosa y siempre atrayente. De hecho para Cobos Koller esta es una prostituta sobre la que opina que seguramente sería la única que merecería salvarse del infierno.
Los personajes van sucediéndose raudos (Carmen, Yamila, Jean-Jacques,  y con unas breves pinceladas Barce los conforma adecuadamente porque lo que le interesa sobre todo es expresar su situación vital que a medida que avanza la novela acabará imbricándose con su situación legal pues la policía lo investiga. Paul Bowles tiene un papel activo en la obra pero realmente no participa en la intriga de la misma sino como un elemento colateral, lo que le permite también a Barce hilar una imagen sobre muchos de los escritores que tomaron en esa época Marruecos como centro de su actividad literaria convirtiendo este país como en una especie de refugio vital internacional en el que la síntesis de culturas adquiría unos visos atractivos.






sábado, 12 de marzo de 2016

GANADORES DEL XXII PREMIO ANDALUCÍA DE LA CRÍTICA 2016






jOSÉ CABRERA MARTOS, REMEDIOS SÁNCHEZ, F. MORALES LOMAS, PILAR QUIROSA-CHEYROUZE



LOS LIBROS GANADORES DEL XXII PREMIO ANDALUCÍA DE LA CRÍTICA 2016: CABALLERO BONALD, JUSTO NAVARRO, LÓPEZ BARRIOS
Caballero Bonald Justo-Navarro.jpg lopez_barrios.jpg

El escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald y el granadino Justo Navarro han resultado este sábado ganadores de la XXII edición del premio Andalucía de la crítica en las modalidades de poesía y novela, por «Desaprendizajes» (Seix Barral) y «Gran Granada» (Anagrama), dos de los mejores libros publicados el pasado año por escritores andaluces.
En el apartado de relatos el ganador fue otro granadino: Francisco López Barrios, por el volumen «Yo soy todos los besos que nunca pude darte» (Dauro).
El fallo se dio a conocer este sábado en Málaga, después de la deliberación de un jurado compuesto por Francisco Morales Lomas (presidente de la asociación andaluza de escritores y críticos literarios), Remedios Sánchez, Manuel Gahete, Antonio Hernández, José Sarria, Rosa Díaz, Paloma Fernández Gomá, José María Barrera, Ángel Basanta, Pilar Quirosa-Cheyrouze, Antonio Garrido Moraga, José Antonio Santano, Antonio Moreno Ayora, Francisco Huelva, Ricardo Bellveser, José Cabrera Martos y Juan Gaitán.
Desaprendizajes.jpg

El jurado destacó de «Desaprendizajes», de Caballero Bonald, «la densidad de pensamiento filosófico en defensa del elemento humanista» que subyace el libro, «ejemplo de rebeldía y compromiso, a través de un lenguaje poético muy elaborado, con una síntesis vital poderosa que amplía su horizonte metaliterario y una profunda reflexión sobre la existencia humana y la sociedad».

Gran Granada
Respecto a «Gran Granada» de Justo Navarro, el jurado resaltó que se trata de «una novela de género policiaco ambientada en la Granada de los años sesenta construyendo, desde una lucidez rotunda, una atmósfera oprimente en la que se retrata la podredumbre y la corrupción con una estructura de metarrelato circular de corte fragmentario. Todo ello con un lenguaje imaginativo, limpio y lleno de matices expresivos».
Yo soy todos los besos
Finalmente, sobre la obra de López Barrios, el jurado valoró la «creatividad en la construcción de los personajes de los dos relatos largos y el cuento breve final, que van desde la aparente normalidad al delirio una vez que caen las máscaras de los protagonistas y se revela su verdadera personalidad; todo ello apoyándose en una prosa eficaz y profundamente crítica con el aislamiento que convierte al individuo en un ser cada vez menos social y comprometido».
La entrega del premio, que se llevará a cabo en Almería el próximo mes de mayo, consistirá en la entrega de estatuillas creadas por la escultora cordobesa Marta Campos. Los premios cuentan con el patrocinio y la colaboración la Fundación Unicaja, la Diputación Provincial de Almería, el Ayuntamiento de Almería, el Centro Andaluz de las Letras y la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía.

consejería culturatipografía del CALimages

ALGUNAS IMÁGENES DEL PREMIO CON MIEMBROS DEL JURADO

Imágenes premio andalucía crítica.jpgImágenes Premio Crítica 2016



miércoles, 24 de febrero de 2016

PROFESOR DE POESÍA DE ANTONIO GARCÍA VELASCO


PROFESOR DE POESÍA DE ANTONIO GARCÍA VELASCO



F. MORALES LOMAS


A lo largo de la historia de la literatura se ha dicho siempre que una novela es un cajón de sastre donde cabe todo. Cela la definía como aquel escrito bajo cuyo título figura la palabra novela.
Uno de los casos curiosos donde se interfieren, coordinan y amalgaman todos los géneros a una fue la maravillosa Saga/Fuga de J.B. del también profesor y escritor gallego Gonzalo Torrente Ballester, uno de nuestros escritores olvidados.

Profesor de poesía es una curiosa síntesis inter géneros. Por una parte el ensayo literario sobre poesía y crítica literaria y por otra la creación novelesca.

Una novela, como decían nuestros escritores del XVIII, altamente instructiva. También lo dice el propio autor, que se ha caracterizado siempre por hacer un tipo de literatura que aúne diversos “constructos”.

Como docente en la universidad de Málaga sabe perfectamente de las dificultades en muchas ocasiones de llevarle la poesía a nuestro alumnado. La poesía sigue siendo en este sentido un género maldito para determinadas edades. Son muchos los alumnos que dicen que no leen poesía porque no la entienden. Es lo que ha llevado hace unos años a los Poetas ante la incertidumbre a recrear el concepto de poesía que se entienda. De hecho en la novela, el hijo de Jorge Soler, no ya tiene problemas con la poesía sino directamente con la Lengua.
Esta razón didáctica y pedagógica también está en el origen de la obra. Pero sobre todo el amor a la poesía y la enseñanza, a la docencia como arte. Este es un libro de un docente y, en muchos casos, puede ser visto para docentes y para personas que aman la poesía y la literatura porque su perspectiva inicial aúna ambas.
Pero es la poesía en última instancia la que sirve de instrumento o pegamento narrativo, porque está claro que la dispersión en este tipo de configuraciones narrativas puede ser el objeto a batir.

Sí me gustaría destacar sucintamente que el lector se encontrará con ese Jorge Soler Gallardo (el alter ego de García Velasco) que lo va a conducir por la ensenada de poetas españoles contemporáneos sobre los que degusta textos y los lleva al público incluso desde un cierto anonimato porque está claro que conviven algunos muy conocidos, caso del penúltimo premio nacional Antonio Hernández, con otros menos éditos como Alicia Aza, de la que habla en las páginas 125 y ss.
Desde aquí desde luego quiero agradecerle el que me haya incluido y analizado en las páginas 236 y ss. y, por supuesto, también agradecerle en nombre de los demás su existencia en el libro.


Es un acto que habría que calificar de enorme generosidad por su parte. Algo que nadie discute a estas alturas de Antonio García Velasco, persona generosa donde las haya, que ha dedicado muchas horas de su vida a desvelar y comunicar la poesía de los demás. Como sucede en este libro.
El diálogo entre los alumnos es un instrumento de esa retórica didáctica que tan bien conduce, a la que se debe incluir una rabiosa actualidad y la relación con diversos tipos de discursos como puede ser el periodístico, las cartas… o el estudio propiamente literario, así como cierto misterio entre el profesor y la alumna. A lo largo de la lectura y crítica de los poemas, los alumnos plantean preguntas sobre los textos, resuelven dudas, sienten las obras de cerca. El día a día del profesorado y el alumnado es visto con naturalidad y espontaneidad no olvidando el efecto literario y el ámbito para la verosimilitud.  También habrá un espacio a partir de la página 205 a los haikus… Y en medio ese misterio que configuran las relaciones entre Jorge y Tamara con el accidente final.



martes, 9 de febrero de 2016

LA POESÍA DE ÁNGELES MORA







LA POESÍA DE ÁNGELES MORA

F. MORALES LOMAS


        Ángeles Mora consideraba que la lírica era una forma de pensarse y de pensar en el mundo. De ahí que el componente emocional tenga un papel preponderante en todo ese proceso en el que la escritura gana al yo, bien a ese yo que se relaciona con el mundo o al yo/hombre-mujer que lleva a cabo tanto un diálogo consigo mismo como con la naturaleza. Este ámbito hace que su lírica tenga su entronque con el romanticismo de Bécquer y Rosalía o el simbolismo de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Pero también con los poetas del 50 en su afán por convertir al poema en un proceso súbitamente reflexivo en torno a nuestro lugar en el mundo y el papel que jugamos como individuos, por eso ha dicho que “para mí la poesía es vida, no es que imite a la vida sino que tiene su propia vida. El poema , tampoco es la o de mi vida interior, el poema es algo que , se produce (...) Así pues, lo que le importa a un poeta es crear otra realidad fuera de sí, que es la poesía”. Su lírica posee un componente narrativo que genera un ámbito para la historia confidencial cargada de sensaciones y sentimientos contradictorios y en el que versolibrismo es su base rítmica o en la organización de endecasílabos y heptasílabos o de pentasílabos, heptasílabos y trisílabos. En muchos momentos su lírica avanza construyéndose a sí misma e intentado construir esa realidad de la que está entreverada y en la que, en muchos momentos, palpita un yo que no se resiste a salir sino que se hace confidencial y cercano. De ahí que la estructura dialógica es permanente en su obra, que, como decía Díaz de Castro[1], surge “en el ambiente intelectual y político de , y desde un clarividente análisis de las condiciones de la escritura femenina contemporánea, Mora ha desarrollado a su manera los dos presupuestos iniciales de dicho movimiento: que los sentimientos son históricos y que sólo cuando se aprende que la poesía es es cuando puede empezar a escribirse ”.
     Una de sus reflexiones creadoras gira en torno a la relación entre el sujeto poético, el objeto (la palabra, la existencia...) y el valor de la palabra como cauce expresivo. Así dirá la escritora que escribe no sólo para construir su yo, sino a la vez el poema: “Me gusta decir que el poeta se interna en el poema como un explorador en una selva oscura, y para abrirse camino lleva la luz y el cuchillo de la palabra. Las palabras construyen el sendero, o sea, el poema, porque el poema no es sólo el resultado final, el claro del bosque, sino el proceso. Cada verso, cada palabra, nos va dando una luz, para eso escribimos, para buscarnos y para comprender el mundo”. Una reflexión sobre lo que somos y el lugar que ocupamos en el mundo y en la escritura a través de un lenguaje directo, narrativo (como si contara breves historias, confidencial...) en el que la palabra se basta por sí misma sin excesivos recursos hacia la imaginería lírica y mucho hacia la contención poética y el prosaísmo. Su forma de vivir, sus intereses personales son el objetivo del poema en una poesía que arranca del yo y se conduce hacia el tú lírico (lo externo, la realidad sustancial). Dirá la escritora en la definición de su poética que su obra “cree en la historia, que no se sitúa en un terreno esencialista, aparentemente ajeno a nuestra realidad. Vivimos en un mundo cada vez más duro e implacable, donde sólo la ley del mercado y de la competencia funciona. Hace falta una poesía dialéctica que analice y se cuestione la vida, el mundo en que vivimos, la muerte que nos rodea. Vuelvo a pensar, con Machado, como cuando empecé a escribir, que la poesía es "palabra en el tiempo".
Nació en Rute y desde los 80 vive en Granada donde se casó con el conocido catedrático de Literatura Juan Carlos Rodríguez, el teórico de la nueva sentimentalidad. Fue en la facultad de Filosofía y Letras donde finalizó su licenciatura en 1986, aunque en 1982 ya había publicado Pensando que el camino iba derecho y en 1985 La canción del olvido (1985). No será hasta la década siguiente cuando vuelva a publicar gran parte de su producción: La dama errante (1990), La guerra de los Treinta Años (1990) que fue en el año 89 Premio Rafael Alberti de poesía, Silencio (1994), Elegía y postales (1994), Antología poética (1995), Cámara subjetiva (1996), Canto de sirenas (1997).  y Caligrafía de ayer (2000). Desde entonces, y ya en el nuevo siglo XXI ha publicado: Contradicciones, pájaros (2001), traducido al italiano: Contraddizioni, ucelli (2005), La guerra de los treinta años (2005), Bajo la alfombra (2008) y Ficciones para una autobiografía (2015).


ÁNGELES MORA Y JUAN CARLOS RODRÍGUEZ

Caligrafía de ayer (2000) es un libro de ambiente familiar y eminentemente personal y emotivo, siendo la memoria de sus padres desaparecidos los que se convierten en protagonistas de esta obra fundamentalmente, su pérdida “está implícita siempre en mi , y, sin duda, también el recuerdo de mis hermanos ”. Pero también amigos y conocidos. Las claves interpretativas del mismo las ofrece la escritora meridianamente claras en el “Prólogo”[2]: “Éste es un libro debido. Debido no sólo a mí misma sino sobre todo a la tierra en que nací, a la geografía y a la historia que me dieron la primera consciencia de ser quien creo ser. Fundamentalmente es un libro sobre la pérdida, no sólo como añoranza sino, más que nada, como constitución real de nosotros mismos, de nuestro yo actual (...) Es la nostalgia del presente lo que en realidad se refleja en las líneas de esta nostalgia del ayer”. Hay varios conceptos sobre los que pivota la obra en los que me gustaría detener: la concepción del presente como recepción del pasado, la organización de la materia poética desde la memoria, la profundización en el pasado como una forma de profundizar en su presente, la fundamentación del tiempo (al que dedicará continuas reflexiones) y la organización emotiva, directa, confidencial y amable de un pasado dulce que en absoluto está teñido por nada relevante que denote crueldad o extremismos desoladores. Si queremos conocer a la escritora Ángeles Mora, éste sería un buen libro para organizar este pensamiento. Se presenta bajo la fundamentación formal del versolibrismo, de modo genérico, aunque podemos encontrar un soneto y algunos versos asonantados. La confidencialidad y el tono suave y meditativo conforman una delicada penetración en la memoria, en el recuerdo, en el sentido que recordar es guardar en el corazón, y Ángeles Mora nos conduce por su camino familiar y personal.
     Los diversos apartados en que se organiza la materia poética no son óbice para recoger en el poemario una unidad. Ahora bien, el primer apartado “Álbum”, el más extenso, se adentra por las imágenes que han quedado en la retina y en el pensamiento, el detalle de un día, un paisaje, un encuentro, gestos, ideas, historias..., todo ello organizado de modo plácido. No obstante, en el poema inicial se aprecia un rechazo a la existencia ante la pérdida de sus padres: “Quisiera cualquier cosa:/ que me abrazaras,/ dormir,/ no haber nacido”. Una idea inicial que no casa con el espíritu desarrollado en el libro, en el que no asoma esa oscuridad con la que comienza sino todo lo contrario: “Y tú esperabas,/ y esperaba la luz,/ y yo corría y corría/ una vez más a buscar tu perfume”. La penetración en la memoria lo es para adentrarse siempre hacia la luz, para regresar y amar todo lo que ahora surge a través de imágenes certeras. Esas imágenes que nos traslada son tiernas fotografías de esa niñez que vuelve y frente al presente (“una piedra que duele”), el pasado es encuentro permanente con las canciones, el juego del diablo (diabolo), la conformación de la casa y sus habitantes, y su pérdida de ese mundo “antiguo” representa como la pérdida de la luz. Una casa que es recordada con “triste alegría”, y nos llega a través de una imagen que se intenta crear con esa sinceridad que da recordar algo en lo que uno ha sido. Son postales, fotografías, álbumes sobre los que se ha posado por un momento la mano de la escritora para organizarlos en su memoria y nos pueden llegar en cuadernos azules (Paisajes con figuras) o en cuadernos rojos (La usura del tiempo). Una frase del profesor en clase, como en el poema homónimo “Caligrafía del ayer”, una imagen certera y nunca olvidada, unas palabras, un paseo, un paisaje, el pelo “recién peinado”, un pájaro, una rosa en abril..., pueden ser los elementos iniciales que catapultan el poema, que lo conforman y lo llenan de nostalgia y de ternura. Van apareciendo, los restos, los efluvios, las querencias, como en el poema “Pepa” o “Mamá Elisa” asociados a los cuentos infantiles: “Con tus ojos ciegos mirando al infinito”. Pero también los lugares: el patio del molino, etc.
      El concepto temporal está muy presente en su obra hasta convertirse permanente y reiterado en diversas imágenes. Uno de sus poemas lo titulará “Intuición del tiempo” y entre otras cosas dirá que éste “se nos vuelve mortal”, de pronto. Un tema, el de la mortalidad del tiempo, que pretende deshacer creando esta historia de su tiempo personal y, por tanto, inmortalizándolo. En su tercera parte, “El cuaderno rojo”, lleva por subtítulo “Canciones contra la usura del tiempo”. Y en él se adentra, de nuevo, en las imágenes que han conformado su existencia: una amiga en los cañaverales, los héroes de la niñez, las trenzas, el agua y siempre la nostalgia: “Canción que tan vivo quemas/ el corazón donde estamos”. Son múltiples, pues, las referencias al tiempo: “Yo solamente/ detengo el tiempo”, “El tiempo está en las ruinas,/ los minados cimientos”, “Veo al tiempo dormirse/ en tus brazos redondos” (la casa), “Ahora el sol invade/ aquel rincón del tiempo”. Pero siempre desde una perspectiva del tiempo paralizado y finito, como ahora resultan estas imágenes que han conformado una vida.


           En Contradicciones, pájaros (2001) el grueso de los poemas pertenecen al primer apartado, “Para hablar contigo”, en el que, a través de un discurso dialógico, tan querido para Bécquer, Cernuda o Salinas, la escritora lleva a cabo una lírica confesional, confidencial y declarativa donde continuamente trata de establecer el estadio que ocupa su amor, su deseo, en su existencia y “ha esencializado el erotismo, antes omnipresente, y ha incorporado una voluntad meditativa en la que están presentes la sombra de la muerte y la melancolía”[3], a través de un lenguaje parco, directo, construido a base de impresiones e imágenes directas sobre las que gira el poema, aduciendo motivos clásicos y queridos para el modernismo. Es como si sus breves poemas fueran destellos visuales, imágenes, bien sobre el motivo de la carta que no llega a su destinatario, de la mujer sentada en la terraza secándose el pelo, la sensación de unos labios, el tema de la mirada del amor, o de la definición o el significado del vivir cotidiano. Pero también, como en A. Machado, está presente el motivo del camino: “Hasta dónde pudieron conducirme,/ tantos caminos inexplorados”. Aunque ya lo había advertido en el poema prologal: “Estos son sólo pasos/de un peregrino errante./ Los caminos/ que no me pertenecen,/ las palabras prestadas que los días/ dejaron en mi oído”. Lo que le ha llevado a hablar a J. C. Rodríguez[4] de aplicada como concepto genérico a este libro: “Nómadas hoy somos todos, porque, para bien o para mal hemos perdido el sitio. O mejor, nuestro lugar o bien es inmaterial como las ondas que recibimos por la radio o la televisión o la informática, o bien es mítico (como cualquier nacionalismo) o bien es sencillamente el silencio, es decir, el no-lugar del lenguaje y de la escritura”. Y afirma más adelante que “todos somos nómadas porque nadie sabe cual va a ser la norma o el código del día siguiente”[5].También el tema de la mentira literaria: la construcción de la vida se hace a través de la falsedad del poema: “Yo sé que estoy aquí/ para escribir mi vida/(...) Sé que voy a contártela/ y que será mentira”. Por tanto una poesía que gira entre dos formas de construcción: la definición de lo que somos (el yo presente) y de lo que hemos sido (el yo histórico) y el hacia dónde vamos. Lo que le ha llevado a decir a Rodríguez[6] que su poesía se construye en torno a dos ejes claves: “la búsqueda del yo relacional y la práctica del nomadismo en la escritura”, comentado ya.
        En el segundo apartado “Días enteros en las ramas” se centra en el tema de la reconstrucción de lo que se es, a través de la memoria de lo que se ha sido, del poso que las vivencias han ido forjando en el yo poético. En ese proceso el tiempo (su obsesión) siempre es determinante: “Rompe el tiempo sus cuentas”. Y la necesidad de saber que fue de nosotros o adónde llegamos. De ahí esa necesidad de definirse: “Qué quedó en mí (...) Yo soy la misma”. ¿Qué efectos causó el tiempo en nosotros, los amores diversos que ahora vuelven? Las sensaciones de antaño, las promesas de lo que sería o el amor dotado de sensualidad: “No va a olvidarme nunca/ la amplitud de tu boca,/ la cruel provocación de tu pelo,/ tus labios entreabiertos/ en sonrisa feliz,/ tu rubor encendido, delator”.
       Lo histórico narrativo-descriptivo ocupa el apartado tercero: “Luna a lo lejos”, sólo dos poemas donde nos habla de Stony Brook, un paisaje de la memoria que ahora recobra lleno de nostalgia y soledad. Y en la última, “Más allá de la literatura” no sólo surge el discurso metaliterario integrado con la vida, sino la pretensión de definir la relación de los afectos, como en “Mi amiga y yo”, o un homenaje a Rafael Alberti en “No es tiempo de ángeles”, pero también la constante obsesión por el significado de la existencia, de su crecimiento, de su finitud, así como del motivo del espejo, de la contradicción o de la mentira literaria. En el poema que da título al libro reflexiona sobre el concepto de verdad en la vida y en la literatura y afirma con rotundidad en una frase hecha que “si las verdades dijeran la verdad/ mentirían”, para a continuación situarse sobre el concepto de contradicción, uno de los asuntos como ha dicho en su poética a los que más importancia le da en una especie de antitética huida para quedarse. Díaz de Castro[7] exponía algunas de las claves esenciales del mismo: “Distancia, emoción y sensualidad, amor y deterioro, tiempo y deseo se amalgaman, esencializados, en poemas de la memoria y del presente, en medio de , dejando al descubierto, entre la pasión y la ironía las vías de un análisis teórico que se despliega en la última parte, , que añade registros a su producción y que abarca una renovada reflexión sobre la identidad (“Yo sé que soy la misma,/pero dónde estoy”), sobre el propio nombre (“los ángeles de hoy/son el cielo de nadie”), sobre la escritura (“La tierra es un lugar para vivir/pero los versos son la propia vida”), sobre las contradicciones en que nos sustentamos (“Las contradicciones parecen insufribles/en nuestro mundo./Pero uno intenta/huir de ellas/como los pájaros:/ huir quedándose.”) y sobre la exigencia de una ética solidaria como recurso autocrítico.




[1] Díaz de Castro, F. (2002): “Contradicciones, pájaros” en El Cultural de El Mundo, 6 de febrero.
[2] Mora, A. (2000): “Prólogo” en Caligrafía de ayer. Rute: Ánfora Nova, p. 7.
[3] Rico, M. (2002): “Para huir quedándose” en Babelia de El País, 19 de enero.
[4] Rodríguez, J.C. (2001): “Ángeles Mora o la poética nómada” en Contradicciones, pájaros. Madrid: Visor, p. 11.
[5] Ibidem, p. 12.
[6] Ibidem, p. 13.
[7] Díaz de Castro, F. (2002): “Contradicciones, pájaros” en El Cultural de El mundo, 26 de febrero.

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano