ESTE LIBRO FUE PRESENTADO EL DÍA 29 DE OCTUBRE DE 2018
JUVENAL SOTO (ESCRITOR Y DIRECTOR DE LA COLECCIÓN), F. MORALES LOMAS (ESCRITOR Y AUTOR DEL LIBRO), FRANCISCO DE LA TORRE PRADOS (ALCALDE DE MÁLAGA), JUAN COBALEA RUIZ (PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN MÁLAGA), LUIS MERINO BAYONA (PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN EL PIMPI)
DIARIO SUR DE MÁLAGA, 30 DE OCTUBRE DE 2018
A MODO DE PREFACIO
Con frecuencia los manuales al uso, que hablan de la generación del 27 y las
múltiples antologías que han reunido un florilegio sobre su poesía, consideran a
los poetas malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre como poetas
“menores” de esta generación, porque entienden que existen otros “mayores”
como García Lorca, Jorge Guillén o Luis Cernuda. En su momento, en nuestra obra
Invitación a la libertad. La poesía de Manuel Altolaguirre (2009)1 tratábamos de
enmendar este error y con este estudio que presentamos de toda la poesía de
Prados aspiramos modestamente a dimensionar su poesía y colocarla como una de
las grandes líricas del siglo XX, como han tratado de transmitir reiteradamente los
estudios de Blanco Aguinaga, Carreira, Grief, Ellis, Chica Hermoso, Hernández,
Sanchís Banús, Reina, Berrocal Betés..., por citar algunos nombres que han
abordado su obra con hondura.
La poesía de Emilio Prados ha sido interpretada de diversas formas. Pero
particularmente consideramos que en su extensa y rica singladura existen tres
periodos fundamentales que coincidirían con acontecimientos fundamentales que
tienen mucho que ver con la coyuntura histórica del país, que no puede ser ajena al
vínculo personal del autor, y por la sangrante herida de la guerra civil y el exilio,
que determinan una clasificación que permite al lector y al estudioso de su obra
dirigirse a ella con ojos sistemáticos, ordenando didácticamente su enfoque ante la
realidad propia y ajena. Y, en esta línea, hemos separado nuestro estudio en tres
apartados diferenciados que pretender fijar una visión de cada periodo: “La
metafísica y la vanguardia llaman a la puerta antes de la República”, “El
humanismo y la impureza poética como formas de compromiso en tiempos de
crisis. La República y la Guerra Civil”, y “Nunca hubo un exilio dorado. La poética
de ultramar: un encuentro con el ser humano”.
Con ello queremos advertir de la influencia de las vanguardias en su obra, sobre todo el surrealismo –como señalaba Patricio Hernández (1990)-, pero también la asimilación de una larga tradición neopopularista y la asunción de un modelo de escritura que tiene en la comprensión de la filosofía una esencia concluyente. Si bien no podemos olvidar su profundidad humanizadora y comprometida durante la República y la Guerra Civil, que lo llevó a ser uno de los máximos defensores de los valores democráticos que habían representado autores tan implicados como Antonio Machado2, uno de sus referentes y a quien siempre profesó una especial afecto. Afecto compartido por Antonio Machado, como decimos en nuestro libro Poética machadiana en tiempos convulsos. Antonio Machado durante la República y la Guerra Civil (2017), donde decía el escritor sevillano que, junto a Lorca, Alberti y Morón, Prados había entendido perfectamente el sentido de lo poético y el pueblo.
Pero la verdadera dimensión poética de Emilio Prados podemos decir que se desarrolla durante el exilio. La cicatriz inmensa de este llevó a Prados a construir una poesía que mira hacia adentro y trata de condescender no solo conuna visión personal del mundo sino del Dasein (“estar ahí”) en sentido heideggeriano, y nos adentra por una nueva sima.
Con ello queremos advertir de la influencia de las vanguardias en su obra, sobre todo el surrealismo –como señalaba Patricio Hernández (1990)-, pero también la asimilación de una larga tradición neopopularista y la asunción de un modelo de escritura que tiene en la comprensión de la filosofía una esencia concluyente. Si bien no podemos olvidar su profundidad humanizadora y comprometida durante la República y la Guerra Civil, que lo llevó a ser uno de los máximos defensores de los valores democráticos que habían representado autores tan implicados como Antonio Machado2, uno de sus referentes y a quien siempre profesó una especial afecto. Afecto compartido por Antonio Machado, como decimos en nuestro libro Poética machadiana en tiempos convulsos. Antonio Machado durante la República y la Guerra Civil (2017), donde decía el escritor sevillano que, junto a Lorca, Alberti y Morón, Prados había entendido perfectamente el sentido de lo poético y el pueblo.
Pero la verdadera dimensión poética de Emilio Prados podemos decir que se desarrolla durante el exilio. La cicatriz inmensa de este llevó a Prados a construir una poesía que mira hacia adentro y trata de condescender no solo conuna visión personal del mundo sino del Dasein (“estar ahí”) en sentido heideggeriano, y nos adentra por una nueva sima.
Grief (1999) al organizar los libros que forman parte del estudio de su obra
establece cinco ciclos diferenciados. En el primero incluye Tiempo, El misterio del
agua, Memoria de poesía y Cuerpo perseguido; en el segundo, La voz cautiva,
Andando, andando por el mundo y Llanto en la sangre; en el tercero, Penumbras,
Mínima muerte y Jardín cerrado; en el cuarto, Río natural, Circuncisión del sueño,
Sonora enigma y La sombra abierta; y el quinto, La piedra escrita.
Rivera (1988) considera que se puede dividir temáticamente la obra de Prados en cuatro apartados relacionados entre sí: la contemplación de la naturaleza por el poeta, la separación y búsqueda de la trascendencia en su propio cuerpo, la búsqueda de la palabra como acto primigenio de creación y la superación de los límites o encuentro con lo absoluto. Y es cierto que toda esa conformación se produce en él, pero inconcusamente no es una división histórica, que es la que nosotros proponemos, porque seguimos el dictado propuesto en Juan de Mairena por Antonio Machado de que los sentimientos son históricos y el poeta no es ajeno a los cambios y la dimensión histórica que al fin y al cabo es un cambio en la distancia vital y personal.
Sea como fuere, en lo que sí coinciden casi todos los estudios, como dice García (2000), es que en la obra de Emilio Prados existe una abundancia ética, moral y política por el hombre, un hombre que ha despertado y toma conciencia de su libertad, y, además, como señala Álvarez (1962), un hombre que crea en sus poemas un verdadero espacio poética y posee un rasgo de manifiesta autenticidad lírica, aunque estaba lejos “del realismo poético, del sentido épico-narrativo-de la literatura moderna, y del lenguaje coloquial de la más reciente poesía”. Y fue precisamente eso lo que produjo su “destierro”, en cierto sentido, y la posibilidad de haber ejercido una mayor influencia en la poesía española e hispanoamericana, habiendo de encontrar su venero e influencia más arraigada en
La más joven poesía del exilio español, o en la sensibilidad de sus más recientes ensayistas (Blanco, Durán, Ascot y Segovia). Pero estaba igualmente lejos de ese simbolismo aristocratizante que hace de la palabra valor autónomo. Seemparentaba así con Antonio Machado: meditador existencial, desviado de “esa poesía de pura sensación... que no llega al alma de las cosas” (Álvarez, 1962: 28).
Rivera (1988) considera que se puede dividir temáticamente la obra de Prados en cuatro apartados relacionados entre sí: la contemplación de la naturaleza por el poeta, la separación y búsqueda de la trascendencia en su propio cuerpo, la búsqueda de la palabra como acto primigenio de creación y la superación de los límites o encuentro con lo absoluto. Y es cierto que toda esa conformación se produce en él, pero inconcusamente no es una división histórica, que es la que nosotros proponemos, porque seguimos el dictado propuesto en Juan de Mairena por Antonio Machado de que los sentimientos son históricos y el poeta no es ajeno a los cambios y la dimensión histórica que al fin y al cabo es un cambio en la distancia vital y personal.
Sea como fuere, en lo que sí coinciden casi todos los estudios, como dice García (2000), es que en la obra de Emilio Prados existe una abundancia ética, moral y política por el hombre, un hombre que ha despertado y toma conciencia de su libertad, y, además, como señala Álvarez (1962), un hombre que crea en sus poemas un verdadero espacio poética y posee un rasgo de manifiesta autenticidad lírica, aunque estaba lejos “del realismo poético, del sentido épico-narrativo-de la literatura moderna, y del lenguaje coloquial de la más reciente poesía”. Y fue precisamente eso lo que produjo su “destierro”, en cierto sentido, y la posibilidad de haber ejercido una mayor influencia en la poesía española e hispanoamericana, habiendo de encontrar su venero e influencia más arraigada en
La más joven poesía del exilio español, o en la sensibilidad de sus más recientes ensayistas (Blanco, Durán, Ascot y Segovia). Pero estaba igualmente lejos de ese simbolismo aristocratizante que hace de la palabra valor autónomo. Seemparentaba así con Antonio Machado: meditador existencial, desviado de “esa poesía de pura sensación... que no llega al alma de las cosas” (Álvarez, 1962: 28).
Coincido con Chica Hermoso (2000) en que estamos muy lejos de la
comprensión de la figura de Prados, una de las personalidades más ricas y
complejas de la poesía contemporánea, a pesar del progresivo reconocimiento
último e incide que fue desde la soledad y el apartamiento desde las que construyó
su mejor poesía: “La carga de pensamiento metafísico que arrastra su obra, su
empeño por recuperar los contenidos más hondos del movimiento romántico y la
forma en que dialoga con los lenguajes de su época, otorgan a Prados un lugar de
excepción en la poesía española contemporánea” (p. 32).
ALGUNAS IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN
ALGUNAS IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN
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