La poesía fruitiva de José Lara Garrido
Director
de la colección de Clásicos Andaluces de la Fundación Lara
F.
MORALES LOMAS
Es la primera obra
lírica que publica José Lara Garrido, catedrático de Literatura de la
Universidad de Málaga y académico del Instituto Lombardo de Milán, una de las
máximas autoridades en el Siglo de Oro al que ha dedicado un buen número de
ensayos, siendo profesor visitante en múltiples universidades de todo el mundo.
Lara Garrido como poeta
ha escrito una decena de poemarios que permanecen enigmáticamente inéditos
hasta el momento. Acaso, como revela el autor, por un pudoris causa irrelevante ya. Con Cancionero del amor fruitivo (con edición de J. Plaza González)
José Lara Garrido destapa el tarro de las esencias de su lírica bien timbrada
para ofrecernos ochenta y cinco poemas de una sensorial belleza y de una
singular ternura. El amor es el elixir que determina este cancionero amoroso en
el que la literatura de raigambre clásica vuelve de la mano de un orfebre del
verso: “He querido rendirme en cancionero,/ hacerme prisionero, como ofrenda/
ofrecida por siempre ante tus ojos (…) Mi palabra es promesa y es ofrenda,/
sacrificio pautado por el libro”.
Estructurado en diez bloques (Rimas proemiales o el renacer de Orfeo; Los
prodigios del destino; Fruición de la hermosura. Primeros retratos de la amada;
Confesiones y plegarias. Perfiles del amor fruitivo; Admiración de maravillas.
Los retratos de Orfeo; Homenajes a la amada como musa y lectora; Remembranzas
de los estados del amarte y del encuentro con al amada; Breve manual del diario
acontecer y excelencias de la amada. Proclamación del cuerpo de la amada y
fruición sensitiva de los amantes; y Cambios de amor y rimas de recapitulación)
se trata de uno de los poemarios más penetrantes sobre el amor escritos en la
poesía contemporánea en el que el dominio de las estructuras clásicas es
absoluto (fundamentalmente el soneto, las sextinas…) junto con los
endecasílabos o los alejandrinos. El poeta siente la necesidad de dar forma a
la música y a los sentimientos, creando la figura del caminante que halla en la
amada una forma de impulso vital y un reencuentro con lo esencial de la
existencia, representado en una amada real que viene a recuperar el consuelo
del yo poético y su pérdida primaria. El recurso a todo tipo de tropos es
constante lo que conforma un lenguaje refinado, donairoso, y de una profunda
emoción interior. La dicción es un pozo sin fondo donde los símbolos, los
símiles y las figuras de repetición…, y
las imágenes más poderosas de la poesía desde Fernando de Herra, toman su
espacio propio en la lírica de un poeta que nace a la poesía desde el amor
profundo, un amor de madurez que, sin embargo, tiene las condiciones y la
emoción de un amor juvenil por la plétora de su dicción. La amada es
identificada con la luz, pero también adquiere la categoría deificante porque
crea de nuevo al poeta para la vida, que vuelve a “ser” gracias a ese encuentro
de amor. Una amada siempre corpórea, de ahí el retrato, los continuos poemas
que hablan de sus manos, de sus ojos, …, el tríptico de su piel, sus pies (“dos
pies donde la nieve fulge en oro/ por el mágico marco de sandalias/ que se
abren en señal de paraíso”).
Su encuentro con la
amada nace con un lenguaje rico en su abundancia imaginaria y sonora, pero
contenido en su serena sinceridad, en endecasílabos donde la palabra asume el
espacio y el poeta se declara “un estoico que vence el desengaño/ y apuesta
siempre por primar la vida”. Mucha vida y pasión destilan estos versos que son
un reconocimiento a la esencia del “ser con otro”, de vivir en el amor, en la
caldera de los afectos con una mujer que es “compañera/ de la búsqueda en el
océano infinito/ de los seres humanos, atrevida,/ intrépida, resuelta y
sabedora/ de la trampa terrible: el
espejismo/ de cuantos atraviesan un desierto/ y creen ver oasis en la arena”.
En esa plenitud el yo
poético apuesta por la esencia del vivir y ofrece su amistad, su ser aunque el
dolor y el llanto en ocasiones puedan deslindar todo un mundo que se traiciona.
Una “pupila fue el abismo”, su pupila que avanza con la luz y la música
simbólica de un nuevo Orfeo que ante los ojos de la amada (“órbitas solares”)
haya la metáfora definitoria junto a la dulzura de su irradiación. Toda la
tradición de la poesía clásica española a través de intertextos e hipertextos
está definitivamente conducida por una mano segura pero, sobre todo, por un
corazón poderoso. Porque ambos (técnica literaria y vida) están tan imbricados
que es difícil desunirlos. Los labios de la amada abren albores, y “levanta a
pasión de los luceros” y se une a la música en un “concierto en divinales/
tramas de articulada contextura”.
Una poesía que nace
para la ternura y los sueños, una poesía ungida por la sabiduría de lo
observado y la presencia de la mejor tradición clásica de la literatura
española.
Lara Garrido, José. Cancionero del amor fruitivo. Edit. Cancioneros Castellanos,
Galicia, 2018.
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