sábado, 6 de septiembre de 2014

La lírica de Verón Gormaz, premio de las letras aragonesas, por F. Morales Lomas



POESÍA ULTIMÍSIMA DE VERÓN GORMAZ
F. MORALES LOMAS

La concesión del Premio de las Letras Aragonesas en 2013 a Verón Gormaz supone un reconocimiento institucional a uno de los escritores aragoneses más prestigiosos de las últimas décadas y una valoración del gobierno aragonés a su dilatada trayectoria y la dimensión humana y enraizamiento en la sociedad de su tiempo de su obra.
Conozco desde hace años la obra lírica de Verón Gormaz, de la que he resaltado la exploración del significado de la existencia desde la oscuridad de las interrogaciones sin respuesta, la simbiosis perfecta entre la literatura culta y popular y la maestría en el manejo de registros y temas de raigambre existencial con un tono reflexivo, muy cuidado, en el que la asunción de las lecturas clásicas es todo un signo de garantía.
Sus dos últimas obras por ahora son Un mar de montes y Sala de los espejos, ambas de 2014. son dos libros completamente diferentes y complementarios a la vez. El primero está dividido en dos partes: la primera, “Penumbra en el tiempo”, reúne una selección de poemas escritos en los últimos 30 años y la segunda, “Microcosmos”, cuentos breves extraídos del libro Cuentos para sentir las horas. En Sala de los espejos aborda un registro muy querido para Verón Gormaz el epigrama, del que es uno de los principales cultivadores junto a Badosa y García López. 
 
Penumbra en el tiempo” aborda una temática tradicional en su obra: el misterio del tiempo, con reminiscencias clásicas, tanto manriqueñas como machadianas. Las dos orillas sirven de encuentro con el misterio de la existencia y el símbolo eterno desde una literatura que nace de la mirada como guía vital. La llegada a la noche catapulta al poeta en ese sentir puro que nace del silencio y lo enigmático del vivir mientras la muerte acecha al navegante que se adentra en esa bondad de las aguas y en un camino maltrecho, con el pobre equipaje y las falsas ceremonias. Cualquier lector puede interpretar el intertexto de los autores citados sin duda en la asunción de la vida como un encuentro con ese otro mundo perdido y reencontrado. El silencio, lo nocturno y el regreso (todo vivir es regresar) se adentran en una ciudad indolente que se levanta y es contemplada como en sueños. Ese motivo de la contemplación nos advierte mucho de la importancia de la imagen con todo su imago mundi. Existe en ella una raíz profundamente desconsolada, nocturna y oscura, decadente y melancólica ante el nombramiento de las cosas, ante ese ruido y consistencia con la que queremos nombrar con la palabra ese mundo. Y siempre surge la noche, el paso del viento y la tarde... en la que, no obstante, se pretende recorrer la esperanza. Las sensaciones vitales se suceden ante ese correr de las horas en que nos conducimos desde el alba en Tiffany's hasta esa caída y retorno al encuentro con la nada. Un abismo presente que quizá puede estar detenido momentáneamente por el misterio de la música, la voz y el canto: “La espera es un deseo que vuelve hacia el origen./ El músico imagina que la nota es el viento,/ que en ella se devana la esencia de las horas,/ el misterio remoto que asoma en la estrellas”. Una lírica que bucea en el tránsito humano y en esa noche que nos acomete tras las nieblas de la existencia, tras la amanecida y el silencio, pero ni este se encuentra libre de sospecha. Las lágrimas, la soledad pueden ser reacciones humanas para ese encuentro que, al fin y al cabo, es nuestro recorrido vital y la palabra quizá como último estertor y refugio: “Si aprecias el valor de la palabra,/ si sientes el valor de su sonido/ y sopla en tu razón su contenido,/ busca una llave que el poema te abra”. Una llave para comprender el mundo, la metáfora del alma mojada, esos recuerdos que conforman nuestro equipaje y nos inducen a vivir junto a la esperanza o el sueño: “Porque somos de viento y de presura,/ de horas contadas que se precipitan/ sobre abismos de tiempo desbocado”. Una vocación también de claridad y de sentir esa luz inicial ante la fugacidad de todo lo perecedero. 

 
En los textos en prosa asume el poder de creación y conformación de la palabra y el efecto temporal: “Había soñado que los días eran una colección de sellos con muchos repetidos”. Imagen, sueño, memoria, paso del tiempo recurren en crear la imagen de la existencia, ese teatro del mundo en el que los niños contemplan el escenario sin saber qué sucede. Y junto a ello temáticas que siempre le han ayudado a comprendernos: la identidad, las posguerra, el valor de la palabra como instrumento para comprender, el laberinto en el que tratamos de sobrevivir o los fracasos vitales como catalizadores...
Ángel Guinda al hablar de sus epigramas dice que buscan esa próspera tradición que viene desde la antigüedad clásica tan rica en tierras aragonesas y bucea en la condición humana: poder, ambición, soberbia, envidia, avaricia, buen comer y beber, mal carácter, aurea mediocritas, infidelidad...; en definitiva, en todo lo que nos define en ese largo camino por vivir. Y Verón Gormaz lo ejercita con maestría desde esa condición de los bárbaros en referencia a Kavafis hasta la categoría del poder y el silencio último que todo lo declama y cierra. En medio, la asociación del dinero y el amor, el descubrimiento del armario que algunos llevan dentro o la singularidad del poeta emergente, que sabe muy bien copiar y peor crear. Todo un repertorio en el que se concita la habilidad para la seducción de la mujer (a la que Ovidio le dedicó su Arte de amar) o la caridad pasajera: “Esta distante solidaridad,/ que aparece y se esfuma con limosnas”. Existe en todos estos epigramas una sátira inteligente a lo que hemos creado, a esos estados que nos conforman como avaros, maliciosos, perjuros o terribles y denotan esos males morales a combatir. En ese sentido su literatura se llena de ética, es ética literaria en la denuncia de los males de la humanidad, tan actuales como como inmanentes en nuestra condición de personas. Una lírica, profunda, vital, enormemente rica en matices de uno de nuestros escritores contemporáneos más prestigiosos.

Verón Gormaz, José (2014): Un mar de montes. Zaragoza: Gobierno de Aragón.
Verón Gormaz, José (2014): Sala de los espejos (Epigramas, enigmas y otras contemplaciones). Zaragoza: Olifante, Ediciones de Poesía.

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