domingo, 18 de mayo de 2014

CRÍTICA DE F. MORALES LOMAS SOBRE LAS FRUTAS DE LA LUNA DE ÁNGEL OLGOSO, XX PREMIO ANDALUCÍA DE LA CRÍTICA 2014







LAS FRUTAS DE LA LUNA
DE ÁNGEL OLGOSO

F. MORALES LOMAS

Las frutas de la luna, XX Premio Andalucía de la Crítica 2014, es un libro rico en experiencias narrativas y en procesos escriturales en el que aborda una gran variedad de registros narrativos y temáticas (no ya en el ámbito fantástico, tan recurrente en su trayectoria narrativa) sino en lo cosmológico o metafísico que abarcan situaciones, espacios y experiencias deslumbrantes y bastante originales con una sublime complementariedad entre la brevedad de algunos y la extensión de otros, conformando un dominio explícito de la materia narrativa que sigue como guía en ocasiones la técnica del collage para organizar esos mundos abigarrados y heterogéneos.
Construye con destreza unos relatos que crean un espacio literario donde conviven la penetrante imaginación y el elaborado y pulido uso de la lengua española, de la que es sin duda un enamorado. Olgoso posee una enorme versatilidad narrativa y se adapta a la perfección al modelo que requiere cada situación, cada historia, en el que la sorpresa, el desconcierto o el estupor son factores últimos que atraen sobremanera al lector.
Su escritura posee muchas virtudes pero sobre todo una: su poder de impacto sobre este y la creación del asombro como arma narrativa. Nada es previsible en su obra: dos operarios desmontan el mundo y nuestra existencia, y a medida que se va elaborando el relato ignoramos de qué trabajo se trata pues la impresión es que están desmontando un decorado; sin embargo, este decorado es la propia existencia. Pero estos registros futuristas o fantásticos cambian en otro momento por situaciones orientales como en “Un cuenco de madera…” que sigue los parámetros de la literatura china en alianza con la narrativa gótica, en la que un joven pobre tiene un novio detenido esperando la sentencia a muerte del gobernador y el efecto mágico de la púa de su peine clavándose en el corazón del mandatario.
En otras ocasiones su capacidad para la síntesis es tal que puede construir un mundo en pocas palabras en “Designaciones”. En determinados momentos de nuevo llega su inspiración oriental (es muy habitual por estas lides) y escribe una parábola situada en torno al pintor obligado a pintar todo lo nefasto hasta que muere con la obra inacaba.
Sus obras adquieren un carácter simbólico pero penetran en nuestra propia realidad y le dan riqueza y profundidad inusitada. Es consciente de que eso que llamamos realidad no lo es, y si profundizamos en ella descubrimos ideas, conceptos, aspectos nuevos que la enriquecen y conforman desde otra perspectiva. Con ello vivimos otras vidas, otras formas de acceso a nuestro mundo, que es mucho más amplio que el que aparentemente muestran los sentidos.
Dejado llevar por esos múltiples registros, la alegorización se adueña de los textos en “La pequeña y arrogante oligarquía de los vivos”, donde describe un vasto mar de muertos. De norte a sur y de este a oeste, en su literatura, con afán universalista, caben todas las miradas, todo tipo de ceremoniales e historias: desde la enfermedad, y entonces aparece la historia de Manuel y su locura, donde rechaza la identidad de todos los seres humanos, en una historia conmovedora que nos recuerda a Poe. La historia de una enfermedad que bien puede ser un buen pretexto para adentrarnos en el submundo de los hospitales, o la presencia fehaciente de la narrativa hispanoamericana en la obra sobre la historia de este personaje con trastornos en la personalidad: un Manuel cabizbajo que se aísla, encadenado a la neurosis nacida de la proximidad de los demás. 
También está presente la crítica social en historias como “Materia oscura”, donde el planeta de pronto se queda a oscuras cuando la Compañía Eléctrica decide cortar la luz del planeta. Una ironía evidente en torno a ese poder omnímodo de las empresas y la inanidad del ciudadano ante sus actos. Esta tendría relación con “Los túmulos”, donde se plantea el avance de la oscuridad en el planeta y la reacción de los ciudadanos ante ese progresivo oscurecimiento, y dice el narrador: “No deseo dejar de anotar en mi informe acerca de la naturaleza de este mundo –para tratarla quizá después en consecuencia- la semejanza entre los dormidos y los muertos”.
También el esperpento hace su aparición cuando surge el relicario del prepucio de Cristo  en “Reliquias”, la trascendencia lingüística en el diálogo de “Jueces en el Valle de Josafat”, lo absoluto con una forma de construcción artística en “Las montañas de los gigantes a la caída de la tarde”… En ocasiones son historias contadas bajo el mandato literario de lo ensayístico como en Bestiario sobre el concepto de humanidad.

Un mundo abigarrado, plural, rico tanto en situaciones y escenarios como en el cuidado uso del lenguaje que hace de Ángel Olgoso uno de los grandes narradores contemporáneos.

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