martes, 19 de junio de 2012

Roquedal azul. Antología de poesía melillense por Morales Lomas



        Roquedal Azul. Antología de poesía melillense de Encarna León, Ciudad Autónoma de Melilla, Consejería de Cultura, 2010, 296 pp. 

Permítanme estas palabras del querido amigo y poeta José Lupiáñez (compañero de Facultad en Granada en los años 70) para conmemorar esta antología de Melilla. Dice Lupiáñez: “Cuando recuerdo los años vividos en Melilla, se me agolpan imágenes de la ciudad mágica que fue y seguirá siendo; la ciudad de las cuatro culturas, puerta de África, por la que muchas veces paseé junto a su poeta mayor, Miguel Fernández. Él me enseñó la Melilla real y me dejó entrever la que reinventaba de forma incesante. Cómo olvidar las lentas y dulces tardes de algunos otoños junto a aquel mar dorándole o los recorridos por la vieja fortaleza. Cómo olvidar sus casas modernistas, sus parques de ensueño, cuajados de pájaros fabulosos y, sobre todo, sus gentes, sus gentes diversas, con dioses diferentes y lenguas y costumbres distintas, conviviendo en la babelia feliz de callejas y mercados”.


         Hace años alguien dijo que las antologías son en realidad “antojolojías”, como resultado del criterio muy personal del antólogo. Y, aunque esto es cierto en unos casos más que en otros, la antología de poesía melillense Roquedal Azul de Encarna León es una obra necesaria.  Siempre seré un acérrimo defensor de las antologías de modo general (aunque me incluyan a mí) por ser un instrumento pedagógico de primera magnitud y también por ser una herramienta muy importante para los investigadores e historiadores de la literatura, más que por una cuestión meramente sentimental. Algunos dirán: la patria del escritor es el mundo. Cierto, pero también dijo Tolstoi que si el escritor quiere ser universal debe hablar de su aldea. Y los escritores que aparecen en esta antología hablan en sus poemas de su ciudad: Melilla.
          En muchos casos las antologías estimulan una clarificación, una situación o aglutinan una información precisa en torno a las bibliografías respectivas, como sucede en esta obra en la que los poemas de cada autor van precedidos por una biobibliografía de dos páginas aproximadamente, lo que permite al lector poseer un conocimiento previo de cierta autoridad.
          Roquedal Azul cumple todas esas funciones. La autora, Encarna León, es una poeta melillense que, como tal figura en la antología, como en su momento hiciera Gerardo Diego con la del 27. No es nada extraordinario que esto suceda aunque existen reticencias por parte de algunos para que el antólogo se incluya como antologado. En fin, son criterios que tienen sus seguidores y sus murmuradores.
         Un hecho preciso es que no todos son nacidos en Melilla; algunos de ellos han vivido en esta ciudad y otros incluso han nacido en ella y solo han estado viviendo apenas unos años. Las situaciones son variadas. Pero llama la atención la de aquellos escritores que, a veces, no han sido asociados a esta ciudad. Es el caso del realizador y alma mater de los programas dramáticos de TVE, Juan Guerrero Zamora, al que siempre había asociado a Madrid. Desde luego que si hay un escritor que va mancomunado indefectiblemente con Melilla es el poeta Miguel Fernández, al que la concesión del Premio Nacional de Literatura en 1976 hizo que Melilla se pusiera en el panorama de la poesía española contemporánea. Desde luego que existen otros casos como el del dramaturgo Fernando Arrabal, del que siempre supimos que era de Melilla porque él se ha empeñado en decirlo con abundancia, pero no podemos decir eso de casi todos los melillenses en los que he observado una cierta tendencia a un raro ocultamiento.
         De los autores existentes en esta obra, no todos se han dedicado como primera actividad a la poesía; existen, como ya he dicho, dramaturgos, periodistas, realizadores, narradores... y sobre todo personas del ámbito de la enseñanza en su mayor parte.
           Hoy día, el mayor número está ausente de Melilla. Con residencia en Málaga se encuentran José García Pérez, Rafael Ávila, Antonio Abad, Filomena Romero y Álvaro Cordón. El profesor de Universidad y crítico (sobre todo conocido por sus artículos en la revista Ínsula) Emilio Miró tiene residencia en Madrid junto con José Teruel, también profesor en la Universidad; Carmen Carrasco reside en Valencia; José Lupiáñez en Motril; Antonio Carmona en Tenerife y José María García Linares en Lanzarote; Josela Maturana en Cádiz; Nieves Muriel en Granada y Antonio Rivero Taravillo en Sevilla. En Melilla solo quedan cinco escritores: Encarna León, Jaime Alonso Véliz, María Angustias Montero, Elena Fernández Treviño y Rocío García Linares.
         La opción de aparición en la obra que ha seguido Encarna León es el de la fecha de nacimiento de las escritoras/es reseñados, tomando como inicio el año 1907 en que nace Carmen Conde, siendo la más joven Nieves Muriel, nacida setenta años después que Conde. Este hecho permite crear como una especie de historia de la poesía contemporánea melillense a través de las diversas décadas de sus seguidores.  Y, efectivamente, lo que llama la atención ab initio es su variedad formal, métrica y de experimentaciones propias. Es evidente que a medida que se avanza en los años se observa un desprendimiento del recurso a la poesía medida y rimada. Abundan en los escritores nacidos antes de los cuarenta una mayor tendencia al soneto o los endecasílabos y la rima como elemento definitorio, frente a otros posteriores. Sin embargo, quizá lo más llamativo sea una resistencia en el momento actual a la percepción de la poesía como un ámbito meramente privado. Quiero decir que frente a los más jóvenes que poseen como una especie de síntesis entre lo individual y lo colectivo a medida que nos alejamos en el tiempo los subjetivo gana en el poema, así como una poesía más referencial y centrada en elementos más pintorescos.
Encarna León, Morales Lomas y Pilar P. Esteban (Melilla, 2010)

          Sin duda que el gran poeta de este grupo es Miguel Fenández, cuya poesía misteriosa posee un valor mágico e inexplicable que nace de una experiencia del vivir y lo cotidiano alcanzando un valor mistérico.
           Los juegos líricos, las intertextualidades y la poesía cercana a la deformación caricaturesca y lo vanguardista está presente en Arrabal.
          Mucho de clasicismo vivencial y cotidiano existe en la lírica de García Pérez, un monumento al paso del tiempo y una concepción precisa de la existencia, así como un compromiso vital y personal con ella.
           La lírica de Lupiáñez bucea en la introspección de las emociones, en las sensaciones y en los ámbitos referenciales que se alimentan ofreciendo un aire cernudiano en su querencia.
           A pesar de su enorme currículo no es la poesía de Conde la más cercana, si bien en su defensa hay que decir que nace de una lírica ardiente, convincente, misteriosa y dramática, intimista, de amplio anecdotario y convicción personal.
           López Gorgé ha seguido con frecuencia la temática amorosa pero su lírica podemos definirla como de precisión, agudeza, claridad, humanidad y emoción expresiva.
           Sin duda que existe una vocación mítica y mediterránea en la obra de Abad, versátil en prosa, verso y creación artística, pero también existe un cuidado en el uso de la palabra y una sensualidad muy sureña.
           En Encarna León la vida, la amistad, el amor, la familia, Dios,  la infancia,  el vivir cotidiano son sus instrumentos retóricos para crear una lírica de registros diversos: unas veces más directa e intimista, casi becqueriana, y otras más barroca.
          Para Rafael Ávila la memoria es un instrumento fundamental de una lírica profundamente emotiva que trata de recuperar lo que somos, pero también la inmanencia de un tiempo actual y sus repercusiones: se iría desde lo individual y personal a lo social y emotivo con la reflexión constante de la emotividad.
           Filomena Romero ha buceado tanto en lo social como en el discurso más íntimo, a veces con tendencia al surrealismo y otras a un verso rítmico, cuidado e imaginativo con proyección erudita y cultivada, con un especial cuidado por la forma.
           Pensaba que Emilio Miró (un avezado crítico) me iba a sorprender con una poesía extraordinaria, pero sucede con frecuencia que los grandes críticos son mediocres poetas. Una lírica dieciochesca en Vencedores del tiempo, al hilo de las circunstancias el poema a Machado y Cernuda, y muy en la secuencia de la memoria recobrada el poema inédito que trata de organizar un mundo novelesco y vital.
             La vertiente vivencial y musical es connatural en la obra de Ana Riaño que se incardina en una profunda introspección espiritual y una profunda música interior que produce cierto escalofrío, pero también es una poesía de búsqueda, de tradiciones (como la de San Juan de la Cruz) y de profunda nostalgia.  
             Por último, uno de los que en el momento actual tiene una mayor proyección entre los más jóvenes: Antonio Rivero Taravillo, sobre todo a partir de la publicación de su estudio sobre Cernuda. Su poesía busca la expresividad verbal y las imágenes sorprendentes pero se centra en la cotidianidad y en la creación de una épica de los sentimientos y la crítica de los comportamientos como en el soneto navideño o sobre la ruptura de una imagen biográfica y desmitificadora.
        En definitiva, un buen ramillete de escritores, muy diferentes, muy versátiles que son una buena muestra de la poesía contemporánea que llega desde Melilla.

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