Roquedal Azul. Antología de poesía melillense de Encarna León, Ciudad Autónoma de Melilla, Consejería de Cultura, 2010, 296 pp.
Permítanme estas palabras del querido
amigo y poeta José Lupiáñez (compañero de Facultad en Granada en los años 70)
para conmemorar esta antología de Melilla. Dice Lupiáñez: “Cuando recuerdo los
años vividos en Melilla, se me agolpan imágenes de la ciudad mágica que fue y
seguirá siendo; la ciudad de las cuatro culturas, puerta de África, por la que
muchas veces paseé junto a su poeta mayor, Miguel Fernández. Él me enseñó la
Melilla real y me dejó entrever la que reinventaba de forma incesante. Cómo
olvidar las lentas y dulces tardes de algunos otoños junto a aquel mar dorándole
o los recorridos por la vieja fortaleza. Cómo olvidar sus casas modernistas,
sus parques de ensueño, cuajados de pájaros fabulosos y, sobre todo, sus
gentes, sus gentes diversas, con dioses diferentes y lenguas y costumbres
distintas, conviviendo en la babelia feliz de callejas y mercados”.
Hace años alguien dijo que las
antologías son en realidad “antojolojías”, como resultado del criterio muy
personal del antólogo. Y, aunque esto es cierto en unos casos más que en otros,
la antología de poesía melillense Roquedal
Azul de Encarna León es una obra necesaria.
Siempre seré un acérrimo defensor de las antologías de modo general
(aunque me incluyan a mí) por ser un instrumento pedagógico de primera magnitud
y también por ser una herramienta muy importante para los investigadores e
historiadores de la literatura, más que por una cuestión meramente sentimental.
Algunos dirán: la patria del escritor es el mundo. Cierto, pero también dijo
Tolstoi que si el escritor quiere ser universal debe hablar de su aldea. Y los
escritores que aparecen en esta antología hablan en sus poemas de su ciudad:
Melilla.
En muchos casos las antologías estimulan una
clarificación, una situación o aglutinan una información precisa en torno a las
bibliografías respectivas, como sucede en esta obra en la que los poemas de
cada autor van precedidos por una biobibliografía de dos páginas
aproximadamente, lo que permite al lector poseer un conocimiento previo de
cierta autoridad.
Roquedal
Azul cumple todas esas funciones. La autora, Encarna León, es una poeta
melillense que, como tal figura en la antología, como en su momento hiciera
Gerardo Diego con la del 27. No es nada extraordinario que esto suceda aunque
existen reticencias por parte de algunos para que el antólogo se incluya como
antologado. En fin, son criterios que tienen sus seguidores y sus murmuradores.
Un hecho preciso es que no todos son
nacidos en Melilla; algunos de ellos han vivido en esta ciudad y otros incluso
han nacido en ella y solo han estado viviendo apenas unos años. Las situaciones
son variadas. Pero llama la atención la de aquellos escritores que, a veces, no
han sido asociados a esta ciudad. Es el caso del realizador y alma mater de los programas dramáticos
de TVE, Juan Guerrero Zamora, al que siempre había asociado a Madrid. Desde
luego que si hay un escritor que va mancomunado indefectiblemente con Melilla es
el poeta Miguel Fernández, al que la concesión del Premio Nacional de
Literatura en 1976 hizo que Melilla se pusiera en el panorama de la poesía
española contemporánea. Desde luego que existen otros casos como el del
dramaturgo Fernando Arrabal, del que siempre supimos que era de Melilla porque
él se ha empeñado en decirlo con abundancia, pero no podemos decir eso de casi
todos los melillenses en los que he observado una cierta tendencia a un raro
ocultamiento.
De los autores existentes en esta obra,
no todos se han dedicado como primera actividad a la poesía; existen, como ya
he dicho, dramaturgos, periodistas, realizadores, narradores... y sobre todo
personas del ámbito de la enseñanza en su mayor parte.
Hoy día, el mayor número está
ausente de Melilla. Con residencia en Málaga se encuentran José García Pérez,
Rafael Ávila, Antonio Abad, Filomena Romero y Álvaro Cordón. El profesor de
Universidad y crítico (sobre todo conocido por sus artículos en la revista Ínsula) Emilio Miró tiene residencia en
Madrid junto con José Teruel, también profesor en la Universidad; Carmen
Carrasco reside en Valencia; José Lupiáñez en Motril; Antonio Carmona en
Tenerife y José María García Linares en Lanzarote; Josela Maturana en Cádiz; Nieves
Muriel en Granada y Antonio Rivero Taravillo en Sevilla. En Melilla solo quedan
cinco escritores: Encarna León, Jaime Alonso Véliz, María Angustias Montero,
Elena Fernández Treviño y Rocío García Linares.
La opción de aparición en la obra que
ha seguido Encarna León es el de la fecha de nacimiento de las escritoras/es
reseñados, tomando como inicio el año 1907 en que nace Carmen Conde, siendo la
más joven Nieves Muriel, nacida setenta años después que Conde. Este hecho permite
crear como una especie de historia de la poesía contemporánea melillense a
través de las diversas décadas de sus seguidores. Y, efectivamente, lo que llama la atención ab initio es su variedad formal, métrica
y de experimentaciones propias. Es evidente que a medida que se avanza en los
años se observa un desprendimiento del recurso a la poesía medida y rimada.
Abundan en los escritores nacidos antes de los cuarenta una mayor tendencia al
soneto o los endecasílabos y la rima como elemento definitorio, frente a otros
posteriores. Sin embargo, quizá lo más llamativo sea una resistencia en el
momento actual a la percepción de la poesía como un ámbito meramente privado.
Quiero decir que frente a los más jóvenes que poseen como una especie de
síntesis entre lo individual y lo colectivo a medida que nos alejamos en el
tiempo los subjetivo gana en el poema, así como una poesía más referencial y
centrada en elementos más pintorescos.
Encarna León, Morales Lomas y Pilar P. Esteban (Melilla, 2010)
Sin duda que el gran poeta de este
grupo es Miguel Fenández, cuya poesía misteriosa posee un valor mágico e
inexplicable que nace de una experiencia del vivir y lo cotidiano alcanzando un
valor mistérico.
Los juegos líricos, las
intertextualidades y la poesía cercana a la deformación caricaturesca y lo
vanguardista está presente en Arrabal.
Mucho de clasicismo vivencial y
cotidiano existe en la lírica de García Pérez, un monumento al paso del tiempo
y una concepción precisa de la existencia, así como un compromiso vital y
personal con ella.
La lírica de Lupiáñez bucea en la
introspección de las emociones, en las sensaciones y en los ámbitos
referenciales que se alimentan ofreciendo un aire cernudiano en su querencia.
A pesar de su enorme currículo no es
la poesía de Conde la más cercana, si bien en su defensa hay que decir que nace
de una lírica ardiente, convincente, misteriosa y dramática, intimista, de amplio
anecdotario y convicción personal.
López Gorgé ha seguido con
frecuencia la temática amorosa pero su lírica podemos definirla como de
precisión, agudeza, claridad, humanidad y emoción expresiva.
Sin duda que existe una vocación
mítica y mediterránea en la obra de Abad, versátil en prosa, verso y creación
artística, pero también existe un cuidado en el uso de la palabra y una
sensualidad muy sureña.
En Encarna León la vida, la amistad,
el amor, la familia, Dios, la
infancia, el vivir cotidiano son sus
instrumentos retóricos para crear una lírica de registros diversos: unas veces
más directa e intimista, casi becqueriana, y otras más barroca.
Para Rafael Ávila la memoria es un
instrumento fundamental de una lírica profundamente emotiva que trata de recuperar lo que somos, pero
también la inmanencia de un tiempo actual y sus repercusiones: se iría desde lo
individual y personal a lo social y emotivo con la reflexión constante de la
emotividad.
Filomena Romero ha buceado tanto en
lo social como en el discurso más íntimo, a veces con tendencia al surrealismo
y otras a un verso rítmico, cuidado e imaginativo con proyección erudita y
cultivada, con un especial cuidado por la forma.
Pensaba que Emilio Miró (un avezado
crítico) me iba a sorprender con una poesía extraordinaria, pero sucede con
frecuencia que los grandes críticos son mediocres poetas. Una lírica
dieciochesca en Vencedores del tiempo, al hilo de las circunstancias el poema a
Machado y Cernuda, y muy en la secuencia de la memoria recobrada el poema
inédito que trata de organizar un mundo novelesco y vital.
La vertiente vivencial y musical
es connatural en la obra de Ana Riaño que se incardina en una profunda
introspección espiritual y una profunda música interior que produce cierto
escalofrío, pero también es una poesía de búsqueda, de tradiciones (como la de
San Juan de la Cruz) y de profunda nostalgia.
Por último, uno de los que en el momento
actual tiene una mayor proyección entre los más jóvenes: Antonio Rivero
Taravillo, sobre todo a partir de la publicación de su estudio sobre Cernuda.
Su poesía busca la expresividad verbal y las imágenes sorprendentes pero se
centra en la cotidianidad y en la creación de una épica de los sentimientos y
la crítica de los comportamientos como en el soneto navideño o sobre la ruptura
de una imagen biográfica y desmitificadora.
En definitiva, un buen ramillete de
escritores, muy diferentes, muy versátiles que son una buena muestra de la
poesía contemporánea que llega desde Melilla.
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