miércoles, 24 de septiembre de 2008

RESUCITAR A UN COMUNISTA: SARTRE por F. MORALES LOMAS


Ahora que los comunistas no están de moda, me gustaría traer a la memoria a uno de ellos. Resucitar su última década a través de la voz y las palabras de su compañera sentimental: Simone de Beauvoir. En un bello libro publicado en Editions Gallimard en 1981, "La ceremonia del adiós", reunía su visión sobre la última década que le tocó vivir con el filósofo, dramaturgo, novelista... Jean Paul Sartre.
Simone de Beauvoir en su libro de memorias escritas linealmente desde 1970 hasta 1980, fecha de fallecimiento del filósofo, reúne más las sensaciones sentimentales que las intelectuales en torno a Sartre, su visión sobre la realidad, su juventud permanente y su paciencia ante la muerte, con la que no se llevaba mal, pero a la que tampoco quería como aliada: “Cada uno lleva en sí su muerte, como la fruta el hueso”, decía Rilke. Para un espíritu luchador y animoso como el suyo, la muerte sólo era una forma de no estar, de pasividad: “No era la muerte lo que le inquietaba: era su cerebro. La muerte, seguro que la presentía, pero sin angustia. Estaba , me dijo Housset, o mejor, dijo, corrigiéndose, ”. Siempre soportó con humildad todo lo que le sucedía y no quería molestar a nadie con sus achaques, que eran muchos, como casi todos los viejos. Amaba la vida con fuerza exquisita pero aceptó siempre la muerte sin ponerle obstáculos algunos, pues estaba satisfecho con lo que había hecho durante su existencia, estaba conforme con su creación, una de las más importantes de la historia de la humanidad. En una época de entreguerras y de posguerra mundial en la que la muerte llamó a luchar por la existencia y en la que el capitalismo le ganó la partida al comunismo, aunque ahora se tambalee con una crisis financiera que inicia el camino de una época y los ultraliberales jueguen un poco al intervensionismo de estado ayudando a los de su clase, las elites.
Nos recuerda Beauvoir que Sartre siempre estuvo cuestionándose a sí mismo, permanentemente, dictaba mucho de ese intelectual dogmático que está seguro de sí hasta el punto de convertirse en un predicador engreído. Siendo consciente de que el intelectual era dueño del saber práctico, encarnaba la conciencia infeliz, la contradicción desgarradora entre la universalidad del saber y el particularismo de la clase dominante, cuyo producto era. Su ideal del intelectual es el que se funde con las masas para alcanzar un nuevo estatuto popular.
En el año 1970 estaba en contacto con miembros de la I.P. (Izquierda Proletaria) y con los maoístas creadores de La Cause du Peuple que propusieron para Sartre el puesto de director cuando éste fue arrestado, aceptándolo. El 1º de mayo aparecerá el primer número de La Cause
du Peuple en el que el director era Sartre. Junto a esta dedicación a las causas políticas maoístas, Sartre durante un tiempo fija su interés intelectual en el novelista Flaubert, del que le llamaba la atención la preeminencia en su obra de la imaginación. Hacia años (en 1955) que abandonó un estudio de más de mil páginas sobre Flaubert, transformándolo a partir del 68 y 70, con el título de El idiota de la familia, que comenzó a aparecer en una sobria edición de Gallimard, su editorial de siempre, en 1971. Sobre él decía que le gustaba tanto como la publicación de La náusea (una de sus obras emblemáticas). Tres mil novecientas cinco páginas en tres volúmenes de análisis crítico sobre la vida y la obra del autor de Madame Bovary. ¿Quién ha dedicado tantas horas, años y esfuerzo a un colega? Emplea su método psicológico-existencial abierto al análisis del contexto social y la teoría marxista. Es su dificultad de aprender a leer –Flaubert lo hizo a los siete u ocho años- lo que lo convierte en el idiota de la familia.


En 1970 vivía en un edificio austero y llevaba una vida rutinaria, oyendo música de Berg, Webern, Scokahusen, Reno, Monteverdi, Mozart... Sobre todo disfrutaba las veladas de los sábados. En septiembre participó en un gran mitin junto a Genette. Fumaba dos paquetes diarios y bebía mucho vodka. Con frecuencia tenía vértigos y en el pasado (y en el futuro) tuvo graves crisis de hipertensión: sus arterias estaban demasiado estrechas. Hasta el punto que se le descubrieron serios trastornos circulatorios en la zona izquierda del cerebro, la del lenguaje. Su miedo era a no poder hablar en público. A pesar de ello, seguía con sus actividades políticas. Con frecuencia leía novelas policíacas, manuscritos y soñaba con una obra de teatro. El día 1 de noviembre crea un nuevo periódico, J´accuse (fusionado después con La Cause du peuple), con Glucksmann, Manceaux, Fromanger y Godard.
El 14 de enero de 1971 participó en un gran mitin a favor de los procesados del juicio de Burgos. Sus ideales socialistas entonces estaban en la línea del hombre que se asienta en su tierra, su lengua y sus costumbres renovadas. En consecuenci, se convirtió en un defensor de las minorías, vascos, occitanos, bretones y de todas las minorías oprimidas por el centralismo. Durante las cenas tomaba whisky y charlaba (algo que le encantaba). Cenaban poco, algo de salchichón y una pastilla de chocolate, aunque al mediodía se desquitaban yendo a buenos restaurantes. Por la tarde, leía o paseaba. En mayo Juan Goytisolo le pide que se adhiera a una carta contra Fidel Castro por el caso Padilla (de hecho Castro consideraba en ese momento a Sartre como a un enemigo). Y Sartre no se hacía ningunas
ilusiones con Cuba. Tendrá un ataque y de nuevo la circulación sanguínea. Se le torció la boca, aunque él seguía con su habitual buen humor. Comenzó a tener dolores en la lengua y comenzaba a estar triste, como ausente. Es el momento en que Simone de Beauvoir comenzó a presentir que era la ceremonia del adiós, el título de este hermoso libro. Se marchan a Suiza y después a Italia: tomaba sus medicamentos, pero seguía bebiendo: un vaso de vino blanco en la comida, cerveza en la cena y dos wiskies. A finales de noviembre participó con Foucault y Genette en una nueva manifestación para protestar contra el asesinato de un joven argelino de quince años. A partir de diciembre, comienza a sentir que va a morir pronto: “Y me habló de su entierro. Deseaba una ceremonia muy simple y ser incinerado. Deseaba que un gran número de maoístas acompañaran su féretro”.
Sus problemas de fe se presentaron a los once años cuando percibió que no creía en Dios y a los quince que la había reemplazado para él la idea de la supervivencia eterna. Y también surgirá con fuerza a lo largo de su vida el concepto de justicia incardinado en el pueblo: “Yo he escogido la justicia popular como la más profunda y la única verdadera”. Durante este año de 1972 comenzará a tener problemas de incontinencia urinaria y con su dentadura. Y estaba deprimido. Con frecuencia decía que la edad se transforma en un jarrón de porcelana. Se le
detecta anoxia, asfixia del cerebro, debido en parte al tabaco y sobre todo al estado de las arterias y arteriolas. Se sentía vacío. El doctor le recomendó a Sartre que “puesto que ya no podía escribir obras serias, que se ejercitara en la poesía”. Lo que no deja de ser un contrasentido y ofrece una percepción cierta del valor de la poesía o su seriedad para algún que otro doctor. La situación física se deteriora progresivamente: el oculista le descubre una trombosis en una vena temporal y una triple hemorragia en el fondo del ojo: el glaucoma se va abriendo paso. Durante esta época hace pocas cosas: contemplar el mundo: “En Junas, se sentaba en el balcón y, durante largo rato, contemplaba el pueblo. Me alegraba de que la ociosidad no le pesar, pero tenía un poco el corazón en un puño, pues para que estuviera a gusto en la ociosidad, tenía que estar verdaderamente , tal como le había dicho al médico”. Van de nuevo a Italia, visitan Génova, Verona, Roma... Sigue su actividad intelectual a ráfagas. En el mes de octubre ha de presentarse ante el tribunal correccional de París, citado por ocho redactores de Minute que le piden a La Cause du Peuple ochocientos mil francos por daños y perjuicios por difamación, insultos y amenazas de muerte. El juicio lo dejó extenuado y la semiceguera estaba en ciernes. Además tenía diabetes y su encefalograma estaba alterado. Por entonces Simone le leía con frecuencia Libération y tenía la idea siguiente sobre el conflicto en Oriente Medio: “No estoy a favor de Israel en el momento actual. Pero no admito la idea de su destrucción (...) No se puede ser pro árabe sin ser también un poco pro judío”. Es una época de absoluta oquedad. Cuando se le preguntaba dónde estaba, él respondía: “En ninguna parte. Me encuentro vacío”.
A pesar de todo, aceptó codirigir con Le Dantec y Le Bris una colección, La France Sauvage. En ella desarrollará aspectos de la teoría de la libertad. No se debate en esta época por votar a Miterrand, pues consideraba que un gobierno de izquierda no toleraría su forma de pensar: “No veo por qué tenemos que dar nuestro voto a gente que sólo tiene una idea en la cabeza: la de rompernos la cara”. Durante este año de 1974 Simone de Beauvoir recorrió España pero no le acompañó Sartre. De nuevo volvió a asistir a las reuniones de Les Temps Modernes y seguía viéndose con los colaboradores de Libération. El 4 de diciembre se entrevistará en la prisión con Baader, acompañado por Cohn-Bendit, Croissant y Pierre Victor. Y después hará un llamamiento con Heinrich Böll para la formación de un comité internacional que protegiera a los prisioneros políticos.

A partir de 1975 seguían los encuentros con el , tres veces por semana y del 23 marzo al 16 de abril visitaron Portugal, donde un año antes había tenido lugar la . Sin embargo, salió bastante defraudado de los estudiantes con los que estuvo, pues le decepcionaron por su falta de reacción a sus preguntas y le dio la sensación que soportaban la revolución en lugar de hacerla. Fiel a su línea de pensamiento último el día 17 de junio hizo un llamamiento a favor de los nacionalistas vascos. Con ocasión de su setenta cumpleaños tendrá una entrevista en Le Nouvel Observateur y, entre otras cosas, afirma que su oficio de escritor estba completamente destruido, pero no se encontraba ni triste ni melancólico: “Ahora todo lo que puedo hacer es conformarme con lo que soy”, y con su vida, y no se arrepentía de nada de lo que había hecho.
Durante el verano marchan a Creta, Atenas, Rodas... Pero de nuevo la enfermedad se hace presente: la comisura de la boca y la punta de la lengua estaban casi paralizados, la tensión la tenía a 25. Apareció también la incontinencia urinaria. Hacia finales de octubre habla del dictador Franco y entre otras cosas lo define como con la “jeta abominable de canalla latino”. Y participa con Malraux, Méndez France, Aragon y François Jacob en un manifiesto para impedir la ejecución de once condenados a muerte en España.
Sin embargo, existía una especie de vacío en él, por eso le daba por la bebida, la comida o fumar. A pesar de todo era un amante de la vida: “Él amaba la vida, incluso con ardor, pero a condición de poder trabajar; hemos visto a lo largo de esta crónica que el trabajo era para él una obsesión”. Le encantaba el trato con mujeres jóvenes. Y tenía una preocupación cierta: el dinero. Su prodigalidad había sido tanta y había dado tanto a tantas personas que apenas si tenía para satisfacer sus propias necesidades. Esta situación le creaba bastante ansiedad.
Durante estos años uno de los libros que verdaderamente le interesó fue Pouvoir et liberté cuya continuación escribía con Víctor, porque la contradicción y la vida –decía- estarán en el libro. Durante el verano de 1978 estarán en Roma. Y ya comenzado el 79 participó activamente en el coloquio entre israelíes y palestinos que se celebró bajo la égida de Les Temps Modernes en una apartamento que le cedió el filósofo Michel Foucault, amigo suyo. Después de un viaje fuera de París, un belga loco, Gérard de Clèves, poeta y protegido de unos amigos suyos hirió levemente a Sartre. Con frecuencia le pedía dinero a Sartre cuando salía del psiquiátrico y éste le daba pero en la última ocasión sacó un cuchillo y lo hirió en la mano. Su amigo Goldman corre peor suerte y es asesinado a sangre fría.
Pero es en 1980 cuando le llega su fin. En reuniones con sus amigas se hacía llevar botellas de whisky y wodka que bebía con frecuencia. Cae enfermo de un edema pulmonar. Se le diagnostica uremia (acumulación en la sangre y en los tejidos de sustancias nocivas derivadas del metabolismo orgánico eliminadas por el riñón cuando el estado es normal). Los riñones no le funcionan, no eliminaba la urea. No había más solución que dejarlo morir en paz. Por falta de circulación sanguínea, la gangrena le atacó el cuerpo, dormía mucho. Ante el diálogo con Simone sobre su entierro, la falta de dinero... se agobiaba mucho. A las nueve de la noche del 15 de abril acabó su vida. Sus cenizas se depositarían definitivamente en el cementerio de Montparnasse: “Todos los días manos desconocidas depositan sobre su tumba ramilletes de flores recién cortadas”.




1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, me presento. Soy Jose Luis Romero, barcelonés, y acabo de publicar mi primera novela, una novela negra, con tiros y todo, que transcurre en la Barcelona actual. ¡Que miedo!
Os dejo (con vuestro permiso) un pequeño extracto y la dirección de mi blog blog.

...En una ciudad tan populosa y cosmopolita como Barcelona en cualquier lugar hay broncas, en cualquier momento se comenten asaltos o te topas con borrachos al volante. Y la noche es otro país con otro idioma, donde predomina la palabra gruesa, el gesto seco y donde campan a sus anchas los pirados que se dedican a incendiar coches y contenedores para divertirse. A esas horas el peligro y la violencia aumentan exponencialmente, sobre todo en el centro. Por algo Las Ramblas se encuentra en el ranking de las diez calles más peligrosas del mundo....
...Otra cosa era el resto de la Plaza y sus aledaños, donde se movía otro tipo de ambiente. Un batiburrillo de gente de la más baja extracción se daba cita también allí. Los bancos públicos y los suelos estaban ocupados por una variopinta hueste antisocial: gente sin patria ni techo, pedigüeños, camellos, borrachos, drogadictos, liendrosos, feos y los más guarros de Barcelona y otras ciudades europeas se congregaban cada noche entorno al sembrado de terrazas más caras de la Barcelona cosmopolita, una milicia que había renunciado al amansamiento impuesto por el sistema y había asumido el extremismo social como forma de vida...
Extractado de SIEMPRE QUISE BAILAR COMO EL NEGRO DE BONEY M...

http://minovelanegra.blogspot.com/

La creación literaria y el escritor

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El creador de libros, pintura de José Boyano