ESTA RESEÑA SE HA PUBLICADO EN CUADERNOS DEL SUR DE DIARIO CÓRDOBA EL DÍA 16 DE NOVIEMRE DE 2024.
PESIMISMO EXISTENCIAL
FERNANDO DE VILLENA PUBLICA LA VIDA MÁS ALLÁ DEL CREPÚSCULO
FRANCISCO MORALES LOMAS
La trayectoria del escritor granadino Fernando de Villena es extraordinaria desde finales de los años 70 con la publicación de una extensa producción poética en torno a 30 libros, en los volúmenes Poesía 1980-1990, Poesía 1990-2000, Los siete libros del Mediterráneo (2009), Los colores del mundo (2014), Acerca de los días (2020) y la antología Las estaciones de la existencia, además de veinticinco libros de narrativa y un buen número de ensayos de literatura actual y del siglo de Oro.
Su última obra La vida más allá del crepúsculo es una profunda reflexión existencial muy pesimista sobre su situación personal, vital y vivencial, llena de amargura y angustia. Fernando de Villena se siente viejo, como si aquellos días florecientes de antaño hubieran sucumbido hogaño ante un dolor profundo que nace de lo más hondo del ser. Su lírica sencilla, directa, clara, de enorme musicalidad nace del corazón y va dirigida a él. A medida que vamos leyéndolo un aura de tristeza nos invade, nos conmueve y nos conmina. Con una gran abundancia de sonetos tanto en endecasílabos como en alejandrinos y poemas en endecasílabos y heptasílabos fundamentalmente (alguna octava real también, incluso una égloga) su verso avanza raudo, ligero, como un cuchillo que penetrara en el ser. Ha logrado que la poesía sea un modo de soportar la existencia. A través de su palabra el ser sale de sí y concierta con el mundo su desgracia personal, una tribulación terrible con la que ha convivido muchos años y finalmente le ha arrebatado a su hija.
En muchas ocasiones, cuando las circunstancias de dolor se apoderan de una familia todo va sucumbiendo poco a poco e irremisiblemente. Lo he leído en grandes poetas como Ungaretti con la muerte de su hijo, en Umbral con su maravillosa Mortal y rosa, en Rafael Ballesteros o en Juana Castro, por citar solo cuatro autores queridos para mí. A veces expresar este dolor es casi imposible pero estos escritores lo hacen con turbación, con empatía, con una naturalidad fiera.
El libro va dedicado a su hija María Teresa y está dividido en tres partes: La cuadriga de oro, El amargo sabor de la retama y Mástil de esperanza.
En la primera hay muchas referencias a circunstancias juveniles, un pasado mostrado de modo amable pero enfrentado al amargo presente. Este juego de circunstancias le permite adentrarse por una lírica que tiene la vocación de ser un paño de lágrimas y una forma de testamento poético postrero. Lo temporal está muy presente, así como la presencia del mar y aquella edad lejana sobre la que ofrece una panorámica conmovedora que nos habla de un hombre sencillo, sin ambiciones, salvo la de querer a su familia y apreciar las cosas más simples que nos ha dado la existencia: “En un pueblo del sur, sin ambiciones,/ con no más de cien libros escogidos,/ un crucifijo y la persona amada…” Sabe que es prescindible y “por todo ello me faltan ya los ánimos/ para seguir viviendo”. Vive en el desengaño y en lo efímero del todo, “las risas e ilusiones/ que hacen brillar los días…” Todo un castillo de arena, una eternidad que se derrumba. A veces entre tanto dolor surge tenuemente “hoy el latido universal escucho”, que le devuelve un conato de esperanza que rápidamente se disipa en el final de partida y la estampa gris. La construcción de lo memorial ocupa algunos versos pero siempre existe la sensación de derrota, miedo y batalla perdida: “Caminas por la calle esta otra noche,/ anciano ya y tan frágil como el niño que fuiste,/ y sientes miedo a la existencia”.
En la segunda parte dedicado al dolor por la enfermedad de su hija su lírica ahonda más todavía en la tribulación y la pérdida. La escritura se convierte en una válvula de salvación sobre la que brota todo un microcosmos dolorido: rabia, desolación y final de ciclo vital: “Se me mueren parientes y allegados,/ se me van familiares y yo mismo/ ya me veo de pie frente al abismo”. La sima de la pena se apodera de los versos, hace su morada en este fracaso existencial y el ser “mide la grandeza/ de cuanto le rodea/ con su insignificancia”. Con frecuencia el contexto vital es la naturaleza en torno que coadyuva con su singularidad a conformar la imagen pétrea: el viento, las nubes de otoño o el gélido invierno: “Una gélida niebla es mi presente;/ casi a tientas me muevo entre temores;/ el dolor se ha instalado en nuestra casa/ como un huésped fatal y despiadado,/ imposible de echar,/ y los días son gestas de amargura”. Una lírica inquietante, que ahonda en el dolor, que nos proyecta hacia un atroz nihilismo donde la fragilidad de lo bello se manifiesta y la pérdida de lo más querido.
La última parte podría hablar de la esperanza, pero esta apenas si llega porque rápidamente es conquistada por el dolor de nuevo, la oscuridad, la turbación y el miedo: “Siento el miedo oscuro/ de lo que no comprendo”.
FRANCISCO MORALES LOMAS Y FERNANDO DE VILLENA
Fernando de Villena
Fernando de Villena (Granada, 1956) ha publicado diecisiete libros de narrativa con títulos como: Relox de peregrinos, La casa del indiano, El hombre que delató a Lorca, Sueño y destino, Iguazú, El testigo de los tiempos, Udaipur, Mundos cruzados y Valparaíso. El secreto del Sacromonte. Como poeta ha desarrollado una extensa producción agrupada en los volúmenes Poesía 1980-1990, Poesía 1990-2000, Los siete libros del Mediterráneo (2009) y Los colores del mundo (penúltimos libros de poesía) (2014).
Profesor de Literatura, ha dedicado también algunas obras al estudio de la producción literaria en los siglos de Oro y en el siglo XX y ha escrito ensayos como el titulado 127 libros para una vida.
Pertenece a la Academia de Buenas Letras de Granada, a la Academia Hispanoamericana de las Buenas Letras y al Instituto Patafísico Granatense.